La ignorancia

Autor: Jairo Alarcón Rodas
La ignorancia y el oscurantismo, en todos los tiempos, no han producido más que rebaños de esclavos para la tiranía.
Emiliano Zapata
De la estupidez a la locura es el título del libro que resulta ser una compilación de artículos escritos por Umberto Eco, publicados después de su muerte, que tratan sobre la cotidianidad humana, más que eso, sobre las torpezas del accionar de la especie que presume ser homo sapiens, pero que, a través de muchos de sus actos, ha demostrado estar lejos de serlo. El torpe accionar humano, que se refleja en un mundo cada vez más convulso, caótico, en crisis, en vez de decrecer en sus desaciertos, los ha generalizado.
Del asombro, que lleva a la inquietud, a la búsqueda constante, la misma de la que hablaba Sócrates en su método de la ironía, la que conduce al saber, se ha pasado a la indiferencia, al marasmo, al acomodamiento, a la insensibilidad, a la parálisis mental, a la alienación y, con ello, a la robotización impasible, a la estupidez, a la locura.
De ahí que Eco haya señalado con singular ironía en el citado libro: Imaginen ahora que, cada vez que un médico receta una medicina, el enfermo muere. O que se sepa que un abogado pierde todas las causas. Nadie acudiría a consultarles. En cambio, todos podemos comprobar a final del año que los adivinos se han equivocado en casi todo y, sin embargo, se sigue leyendo a los astrólogos y pagando a los magos por sus predicciones del año siguiente. Es evidente que la gente no quiere saber, sino satisfacer la necesidad de creer. Creencias que, generalmente, sustituyen a la búsqueda del conocimiento, a la problematización de la realidad, a la inteligencia.
Las personas acogen lo nuevo cuando lo que tienen no les representa un beneficio y lo hacen, muchas veces, sin examinar profusamente lo que eso implica. El ser humano se enfrenta a retos que debería resolver con inteligencia, sin embargo, en más de una ocasión, lo hace a partir de respuestas irreflexivas, anteponiendo la emotividad. Un claro ejemplo de ello es la reciente elección de Javier Milei como presidente de Argentina.
Con todo y su locuaz e irreverente comportamiento público, que más que capacidad, mostraba ineptitud, supo cautivar al segmento joven de ese país, simplemente porque representaba una propuesta nueva. Ahora, con las actuales medidas económicas, incumplimientos de campaña y evidentes mentiras que tienen a su país al borde de una convulsión generalizada, los argentinos se preguntan, ¿cómo pudo haber pasado esto? Al preguntarle a los jóvenes por qué decidieron emitir su voto en favor de Milei, la respuesta es contundente, queríamos un cambio. Similar situación se vivió en Guatemala con la elección irresponsable de muchos guatemaltecos de Jimmy Morales y, desde luego, la de Alejandro Giammattei.
Cada vez más se piensa menos, se siguen preceptos preestablecidos, se actúa de conformidad con estereotipos que impone el sistema. En alusión a eso, Emanuel Kant señalaba: ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio esfuerzo. Y así es la conducta de muchas personas en la actualidad, no ven más allá que el límite de sus intereses personales.
Para los humanos, la ignorancia no es algo nuevo, ha existido desde sus inicios, es parte de su naturaleza, ya que ninguna persona nace sabiendo ni lo sabe todo. Por el contrario, es a partir de lo que no se sabe que se puede buscar develar lo desconocido, lo que es. Y lo que al momento se conoce ha sido producto de las inquietudes de los que no se conforman con lo establecido ni con imitarlo, siendo esa una de las formas como se establece el progreso.
Históricamente, el oscurantismo no terminó con el fin de la Edad Media, la tutela del pensamiento, por parte del clero cristiano, no desapareció con el Renacimiento; simplemente, tales factores ideológicos de dominación adquirieron nuevas formas y medios de enajenación para continuar vigentes; se adaptaron al momento histórico como mecanismos de dominación, de adormecimiento de conciencias, cuya misión es la de mantener el poder de una élite y el control de estos sobre las personas. Tal estado de cosas ha dado por resultado la mediocridad de las acciones humanas.
El paso de lo desconocido a lo conocido, a través de una acción cognitiva, debería ser la condición natural de los seres no consolidados, aquellos que requieren del aprendizaje continuo para vivir, de herramientas tanto teóricas como prácticas para tomar el control de sus vidas. Como corolario, se espera que, en los humanos, perdure un eterno aprendizaje, no obstante, no ha sido así, lo que representa un grave augurio para la continuidad de la existencia humana.
Por aparte, hay que tener presente que la condición humana, con su distintivo potencial racional y atributos, requiere de un contacto cognitivo con las cosas, si no se ejercita, se adormece el entendimiento, se es susceptible de ser seducido, de ser alienado y esclavizado por aquellos que, perversamente, se aprovechan de tales flaquezas humanas para su beneficio.
Ignorancia, testarudez, alienación, son males que han acompañado a la humanidad y lo terrible del caso es que, a pesar de los años, las consecuencias de tales desgracias no solo ponen en peligro la permanencia de la especie sino también de la vida en el planeta. La inteligencia podría definirse como la capacidad de resolver problemas de forma racional y para lograrlo es necesario comenzar a salir de la ignorancia, apartando todos aquellos obstáculos que la fomentan.
De ahí que la insensatez, que aqueja a la humanidad, no haya disminuido, por el contrario, la han fomentado y fortalecido para mantener los privilegios de determinados sectores. Pero ¿qué factores establecen que tal condición continúe así? Responder a tal interrogante hace necesario tipificar qué es la insensatez y qué relación tiene con la ignorancia. Al igual que describir en qué consiste la falta de criterio humano pues, sin duda, todas las personas son ignorantes, esa es la condición que los impulsa a buscar el saber, mas no necesariamente a ser insensatos.
Sin embargo, cabe aclarar que ignorar no equivale, no significa una condición absoluta que limite el pensamiento, por el contrario, es lo que, a un ente racional, lo hace reflexionar e ir en busca del conocimiento. Es cuando se creer que se sabe y es lo contrario, que regularmente se actúa torpemente o al margen de los requerimientos de lo que acontece. El verdadero problema de la ignorancia, decía Karl Popper, no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo. Es el adormecimiento de la conciencia lo que hace que la ignorancia se convierta en un verdadero mal.
Cuando una persona se da cuenta de que no sabe, cuando comprende que debe saber determinados aspectos que son relevantes para su vida, que desconoce aspectos esenciales sobre la realidad, cuando considera que requiere de herramientas para compartir una existencia social, busca aprender y tal aprendizaje, dada su naturaleza no consolidada, demanda una apertura al saber, una revisión constante de las cosas y, también, de su comportamiento de cara a los demás.
Tal actitud debería ser constante, durar toda su existencia, sin embargo, muchos se acomodan a lo establecido, se dejan guiar por criterios ajenos, son absorbidos por el sistema, priorizan mundos ajenos a los reales, mitologizados, se dejan seducir por la religión. Otros, tristemente, se ven imposibilitados de tener la oportunidad de tal aprendizaje, de una oportunidad de salir de la ignorancia.
Son aquellos, los que han ajustado el mundo a su medida, los que han forzado la realidad a esquemas subjetivos, mitológicos y de fantasía, aquellos que anteponen sus intereses mezquinos o se limitan a seguir guiones prestablecidos, en los cuales su autonomía se ve truncada y, consecuentemente, se esclavizan o son esclavizados a criterios y concepciones de otros, los peligrosos, los causantes de un mayor daño para la sociedad, los cómplices, con su indiferencia, de los males que aquejan a las sociedades.
La ignorancia inconsciente es la negación del entendimiento y en ella se acogen tanto aquellos que no saben que no saben, como los considerados analfabetos funcionales, que piensan que saben, presumen de ello y es todo lo contrario. Sin duda, el conocimiento hace libres a las personas, pero el espíritu de búsqueda solo aparece en aquellos que se dan cuenta que no saben y no han perdido la cualidad de asombro.
