«Hoy los economistas progresistas son los defensores de Adam Smith»
Por Daniel Yebra
La académica estadounidense defiende que el “fundamentalismo del mercado” solo beneficia a los muy ricos y poderosos y que ha llevado demasiado lejos los planteamientos del ‘padre’ del capitalismo
Naomi Oreskes advierte de que incluso algunas voces neoliberales son conscientes de que han ido demasiado lejos en su “fundamentalismo de mercado”. La estadounidense, junto a Erik M. Conway, publica en castellano ‘El gran mito’ (editorial Capitán Swing). Un libro en el que los dos historiadores explican “cómo las empresas nos enseñaron a aborrecer el Gobierno y amar el libre mercado”.
“Hemos estado saturados de ideología promercado, antigobierno e individualista extrema durante más de un siglo”, lamenta Oreskes, quien admite que las democracias y los Estados de Bienestar (como el de España) están amenazados por quienes pretenden dejar todo en manos de la “magia” de la oferta y la demanda, e ironiza con que las visiones neoliberales han convertido al escocés Adam Smith, considerado el ‘padre’ del capitalismo, en un progresista.
Sin embargo, la académica clama que “¡siempre hay esperanza!” y recuerda que “millones de personas en todo el mundo hablan ahora de la necesidad de políticas que luchen contra la desigualdad masiva, que protejan la naturaleza y el clima, y que restauren la equidad”.
¿Quiénes serían los seguidores y defensores de Adam Smith si el economista que fundó el capitalismo publicara hoy sus investigaciones y su visión de la economía?
Es una muy buena pregunta. Supongo que economistas progresistas, como Joseph Stiglitz, de Columbia, que reconocen el poder de los mercados pero también la necesidad de regular los bancos y otras industrias que pueden hacer daño. Y que reconocen también la necesidad de que los gobiernos apoyen los bienes comunes, que los mercados generalmente no proporcionan o proporcionan sólo de forma inadecuada e inequitativa.
¿Quién se beneficia realmente del “fundamentalismo de mercado”, de las teorías neoliberales que dejan todo en manos de la “magia” del mercado?
Los ricos y poderosos. La gente que posee corporaciones, fábricas, bancos, propiedades… Son ellos los que se benefician de mercados débilmente regulados y de los bajos tipos impositivos.
¿Cree que algunos promotores de visiones neoliberales son conscientes de que han ido demasiado lejos?
Sí, creo que al menos algunos de ellos lo son. Mi cita favorita al respecto es la de Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial. Es un neoliberal absoluto: partidario del libre comercio, de tipos impositivos bajos, de un poder regulador modesto o limitado, pero también ha reconocido que el fundamentalismo de mercado ha sido un desastre. “El fundamentalismo del libre mercado ha erosionado los derechos de los trabajadores y la seguridad económica, ha desencadenado una carrera desreguladora a la baja y una competencia fiscal ruinosa, y ha permitido la aparición de nuevos monopolios mundiales masivos.”
Recientemente, ha hecho un llamamiento a un ‘gran reseteo’. Creo que esto es muy importante. Demuestra que los fallos del fundamentalismo de mercado son evidentes incluso para las personas que están en el corazón palpitante de la ideología promercado.
¿Existe una falta de educación en la sociedad en general sobre la importancia de la intervención estatal y la regulación en la economía tras años de visiones neoliberales?
Absolutamente. Y este es uno de los puntos clave de nuestro nuevo libro. Los estadounidenses han estado saturados de ideología promercado, antigobierno e individualista extrema durante más de un siglo. Los propagandistas del mercado trabajaron activamente —y gastaron cientos de millones de dólares— para promover sus puntos de vista en todos los aspectos de la sociedad, y especialmente en la educación. Nuestro libro se centra en Estados Unidos, pero los efectos se han extendido también a Europa, Australia y Canadá.
¿Cree que las sociedades occidentales son conscientes de que el neoliberalismo pone en peligro la democracia y el Estado del bienestar?
Creo que algunos lo son. El reciente libro de Martin Wolf, ‘La crisis del capitalismo democrático’, es bueno en este sentido.
Viendo el perfil de los dos candidatos que se presentan a las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, ¿lo ve como una demostración de que el poder no está en la democracia sino en las corporaciones y, sobre todo, en los monopolios?
Pues sí. El presidente Biden ha intentado volver a dar poderes a su Departamento de Justicia para hacer cumplir las leyes antimonopolio, pero es una batalla cuesta arriba debido a la influencia de monopolios como Apple, Microsoft y Amazon, la influencia de multimillonarios tecnológicos como Elon Musk y el poder de multimillonarios de Wall Street como Bill Ackman.
El ‘Financial Times’ informó recientemente de que este último apoya a Trump. Lo enmarca en términos de su preocupación por el antisemitismo, pero creo que la evidencia apunta fuertemente a que se trata de lo que Wall Street llama la ‘extralimitación regulatoria’ de Biden. En nuestro libro adoptamos el punto de vista opuesto: que los acontecimientos ocurridos desde 2008 han demostrado que Wall Street ha estado muy poco regulado desde las reformas de la década de 1990, que deshicieron muchas de las protecciones establecidas tras el crack de 1929.
Los fallos del fundamentalismo de mercado son evidentes incluso para los más neoliberales
¿Hay esperanza para las democracias y el Estado del bienestar? ¿Están en peligro los avances en la lucha contra la desigualdad y el cambio climático?
Por supuesto. Mientras prestemos atención, ¡siempre hay esperanza! Y millones de personas en todo el mundo hablan ahora de la necesidad de políticas que luchen contra la desigualdad masiva, protejan la naturaleza y el clima, y restauren la equidad. Entre ellos está el Papa Francisco, que entiende claramente la conexión entre la crisis climática y la desigualdad.
¿En qué sectores es más urgente revertir la excesiva desregulación y la formación de monopolios?
Yo diría que en la banca y las finanzas, porque de ahí se derivan muchas cosas.
¿Son los impuestos y las medidas fiscales armonizadas internacionalmente la forma más eficaz que tienen los Estados de contrarrestar el creciente poder del mercado y la “magia” empresarial? ¿O los paraísos fiscales los hacen ineficaces?
Ah, esa es una buena pregunta, probablemente más allá de mis conocimientos. Pero es interesante observar que la UE, la OCDE y otros organismos han trabajado mucho en las últimas décadas para armonizar el comercio, incluida la regulación de los productos químicos. Así que, en principio, no hay razón para que no puedan armonizar también la política fiscal.
Naomi Oreskes es catedrática de Historia de la Ciencia y profesora de Ciencias de la Tierra Planetarias en Harvard.