Elegir es un acto de responsabilidad
Autor: Jairo Alarcón Rodas
El poder lo contamina todo, es tóxico. Es posible mantener la pureza de los principios mientras estás alejado del poder. Pero necesitamos llegar al poder para poner en práctica nuestras convicciones. Y ahí la cosa se derrumba, cuando nuestras convicciones se enturbian con la suciedad del poder.
José Saramago
El año 2023 comienza y otra vez se tiene que elegir a las autoridades del país, y lo que ha sucedido en otros años, y en este también, es que se tiene la posibilidad de votar por las personas que los partidos políticos han designado como sus candidatos, por lo que no hay oportunidad de optar por los candidatos, propuestas, proyectos que cada guatemalteco desee o considere convenientes, sino los que al sistema les parezca adecuados, lo que sus reglas determinen que pueden competir y ser electos, siendo parte de cómo entienden la democracia.
Muchos años han pasado, en donde las equivocaciones de los votantes de este país relucen, se han hecho visibles en el período eleccionario y, como corolario, dentro de las posibilidades que se les han presentado cada cuatro años, han sido electos los peores candidatos, lo que ha redundado en las crisis político-económica y el actual estado de miseria en que se encuentra Guatemala. Los errores de las mayorías los pagan todos, eso sin contar con los fraudes que se pueden fabricar.
Ante tal perspectiva, la pregunta que surge es ¿por qué tanta equivocación de los guatemaltecos? Y la respuesta podría encontrarse en tantos años de miseria, de corrupción, ignorancia y de terror que se ha vivido en este país y de lo cual es responsable una oligarquía intransigente, retrograda, que no permite el crecimiento del país sino solo el de sus bolsillos.
El sector económico imperante ha impuesto un sistema en donde la educación, que constituye un derecho inalienable de los guatemaltecos, representa un peligro para sus privilegios y, por consiguiente, es mucho más conveniente producir mano de obra acrítica, hacedores, sin pensamiento reflexivo que subversores, agentes de cambio. Y así, decía Marx, el obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado. A estos únicamente les interesa que la producción no cese, que el intercambio de mercancías continúe a toda costa y con ello el lucro.
Es entendible entonces que, según el Banco Mundial, Guatemala es el país que menos invierte en educación, 2,8 % del PIB, que resulta ser el presupuesto más bajo después de Haití en el continente, por lo que, a mayor ignorancia, mayor explotación, lo que redunda en los índices de pobreza, inseguridad y deterioro social que sufre la mayor parte de guatemaltecos. O lo que es lo mismo, el sistema ha sembrado ignorancia para cosechar obediencia, pasividad, mutismo, servilismo, abuso e injusticia, dentro de un Estado cruel y fallido.
Por otra parte, las mismas exigencias existenciales obligan a los guatemaltecos a someterse a la brutal inercia que el sistema les impone, convirtiéndolos en una pieza más de su engranaje, pues lo esencial y primordial para ellos es comer y cómo hacerlo si no se tiene un trabajo y un empleador que les pague para satisfacer esa necesidad fundamental; en cambio, para el capitalista, su fin es lucrar sin importar que con ello se vulnere la dignidad de sus trabajadores.
De ahí que lo importante para los guatemaltecos sea lograr una oportunidad de empleo y la seguridad de mantenerse en él, consecuentemente, constituirse en sujetos críticos, que no toleren las injusticias de gobiernos corruptos les es ajeno, pues aparte de que requiere de un esfuerzo intelectivo y dedicación mayor, con ello se pone en peligro su estabilidad laboral e incluso su propia vida.
Marcuse, en El hombre unidimensional, señala: El individuo unidimensional se caracteriza por su delirio persecutivo, su paranoia interiorizada por medio de los sistemas de comunicación masivos. Es indiscutible hasta la misma noción de alienación porque este hombre unidimensional carece de una dimensión capaz de exigir y de gozar cualquier progreso de su espíritu. Para él, la autonomía y la espontaneidad no tienen sentido en su mundo prefabricado de prejuicios y de opiniones preconcebidas. Ese es el tipo de persona que forja este sistema, ajenos a una realidad lacerante que los agobia pero que les da lo suficiente para subsistir, que paulatinamente los aprisiona y subyuga, convirtiéndolos, asimismo, en seres individualistas, egoístas, que solo velan por sus intereses.
Así, la precaria participación política de los habitantes de este país está íntimamente relacionada con las condiciones subyugantes que el Estado les impone a través de los distintos gobiernos, dejando un rastro de pasividad e indiferencia, ante los desmanes que politiqueros deshonestos le imponen a la sociedad y quien no se mueve, no siente las cadenas decía Rosa Luxemburgo. Despertar de ese letargo impuesto arbitrariamente representa salir del enclaustramiento que artificiosamente se ha elaborado, por perversos intereses, por parte de estrategas de miserias y desdichas.
Este año se presenta una nueva oportunidad para elegir a los gobernantes de este país y con tales antecedentes, el panorama se ve desalentador, se presume sombrío, por lo que es justo y necesario alertar, concienciar a los sectores populares sobre la situación real del país y la responsabilidad que conlleva un voto, lo imperioso que resulta la unidad para la derrota de un sistema que ha demostrado ser ineficiente, inoperante, perverso para la búsqueda y consolidación del bienestar para todos los guatemaltecos y la construcción de un verdadero Estado de Derecho. Es una nueva oportunidad para exigir nuevas reglas del juego para la construcción de una democracia.
Por qué los guatemaltecos se inhiben de ejercer su derecho al voto, no participan en la contienda democrática de elegir a sus autoridades. La mayor parte de guatemaltecos que ejercen su voto, lo hacen por aquellos candidatos que más directamente están relacionados con sus necesidades existenciales, alcaldes y diputados distritales que, por el presidente y vicepresidente del país, lo cual es comprensible, su escasa formación política no les permite ver la incidencia que tienen estos cargos.
Por otra parte, para estos, sea electo el gobernante que sea electo, su situación inmediata seguirá siendo la misma, sus condiciones de vida no mejorarán, lo que se ha demostrado históricamente, por lo que no confían en el sistema. Distintos presidentes han gobernado con el voto inconsciente de los votantes y sustancialmente nada ha cambiado, colocando en esferas de poder a toda una serie de oportunistas que solo han llegado a enriquecerse fraudulentamente y socavar el erario nacional para beneficio de unos pocos.
Pero en Guatemala, los procesos electorales representan una oportunidad para que los aprovechados, los testaferros al servicio del sistema, los corruptos, se hagan con cargos públicos y con el poder que eso conlleva, convirtiendo, así, el libre ejercicio democrático de elegir y ser electos en un circo para validar cada 4 años su accionar perverso y antidemocrático en este país. Por lo que no solo hay que elegir bien, sino exigir un cambio en las reglas del juego, que establecen cómo se desarrollarán los procesos eleccionarios y quiénes tienen derecho a participar como candidatos.
Elegir es un acto de responsabilidad y la exigencia de un régimen político honesto y justo, la consolidación de un Estado de Derecho que eso conlleva, es un deber de todos aquellos guatemaltecos que deseen un cambio sustancial para el país de cara al bienestar común y su desarrollo. Elegir con responsabilidad significa tener el criterio, al margen de intereses personales y sectarios, de llevar al poder a las personas capaces en la búsqueda de la construcción de una democracia.