Más vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer

Autor: Jairo Alarcón Rodas

Siempre es el momento adecuado para hacer lo correcto.

Martin Luther King, Jr.

Resulta ser un criterio generalizado que el elector, el votante, decida que emitirá su voto por aquellos que ya conoce o que, al menos, creen conocer, descartando así a los nuevos candidatos, de los que desconfía de cómo será su accionar, si por alguna circunstancia llegaran a triunfar en las elecciones, tildándolos de oportunistas, inexpertos y demagogos.

Piensan que por mínima que haya sido la labor realizada, por ejemplo, de la actual administración edil, lo poco que pudieron realizar, vale mucho más que los hipotéticos planteamientos vertidos por los nuevos aspirantes. El razonamiento consiste en pensar que es mejor lo viejo conocido que lo nuevo por conocer, argumentan que los nuevos no tienen la experiencia para tomar el control de la comuna, cosa contraria sucede con el actual alcalde quien sí la posee.

Valorar lo superficial sobre lo estructural es por lo general un error que cometen las personas acostumbradas a poner atención a lo cosmético sobre lo imprescindible. De ahí que el aspecto decorativo de una ciudad adquiera mayor valor que los requerimientos sustantivos requeridos para el funcionamiento de una urbe. Temas como el transporte, contaminación ambiental, los desechos sólidos, el agua, son invisibilizados a partir del ornamento de la ciudad.

La ciudad es de todos y cada uno de los habitantes es parte importante de ella, pero existen corporaciones municipales que responden a los intereses de sectores privilegiados y, por tal motivo, concentran la obras en los lugares que resultan ser beneficiosos para estos. En Guatemala, recientemente, el periodista Sonny Figueroa ha denunciado cómo la municipalidad colocó una estación de Transmetro en la zona 4, a poca distancia de otra, con el fin de elevar la plusvalía de un edificio en construcción.

Una sociedad sana es aquella en donde las autoridades municipales les ponen atención a los problemas esenciales y buscan su solución. Así, el crecimiento desmedido de la población capitalina, la concentración de habitantes a causa de falta de oportunidades de trabajo en sus localidades de origen crea focos de hacinamiento que tendrían que ser contemplados y resueltos en convergencia con el gobierno central.

Una ciudad mal planificada, con calles y avenidas estrechas, sin duda origina caos vial y si a eso se le suma el pésimo comportamiento de los que hacen uso de los automotores para trasladarse de un lugar a otro, léase los conductores de camiones, carros, motos, sobre todo los conductores de motos y taxis que hacen lo que se les da la gana, infringiendo cualquier norma de tránsito, con la complacencia de la policía municipal, el problema vehicular se agrava, es más, pone en riesgo la vida de las personas.

Un transporte público ineficiente e inseguro, en el que el usuario resulta ser menospreciado en su dignidad, un pobre mantenimiento de parques, alumbrado y qué decir del agua potable y los desechos sólidos, las aguas negras. La ciudad ha crecido exorbitantemente y no se planificó el impacto que eso tendría con relación de lo que constituye vivir en una ciudad amistosa.

Es cierto que muchos guatemaltecos no tienen idea de lo que es una cultura urbana, de lo que constituye el respeto al medio ambiente, las buenas costumbres, que corresponda a una existencia social que los sitúe con la responsabilidad debida dentro de la ciudad y es por lo que continúan irrespetando las normas de convivencia, desatendiendo a lo que debería ser un comportamiento idóneo dentro de una comunidad y así, por ejemplo, realizan sus necesidades fisiológicas en plena vía pública.

Asimismo, muchas personas que tiene mascotas no reparan o no les importa la responsabilidad que eso conlleva y si, por ejemplo, las sacan a pasear y hacen sus necesidades, como mínimo, para contribuir a la limpieza y el ornato de la ciudad, deberían recoger sus heces fecales. En Guatemala no hay campañas de urbanismo, o muy pocas, que contribuyan al fortalecimiento de valores para la convivencia en armonía, prueba de ello es el desorden que refleja la ciudad, la inexistente cultura vial, mucho menos de lo que representa ser ciudadano.

Sociedades con características similares a las de este país requieren de medidas correctivas que sancionen las conductas inapropiadas de sus pobladores, que penalicen todas aquellas acciones que vayan en contra de la convivencia y la armonía de sus habitantes, en este caso, dentro de la ciudad, que puede ser una sanción económica o la asignación de horas de trabajo comunitario que repare y corrija el daño causado.

Así, el desarrollo local consiste en una estrategia dirigida para mejorar la calidad de vida y el bienestar de las comunidades en las que se implementa. Por lo tanto, todo aquel que pretenda administrar una municipalidad deberá tener el conocimiento de lo que constituye la gestión de ésta, conocer los problemas que deberá enfrentar, haber demostrado capacidad para resolver problemas similares y promover las estrategias para vincularse con proyectos que impulse el gobierno central en beneficio de la sociedad.

Por todo eso, el elector deberá revisar el plan de trabajo de cada candidato, pero, también, analizar la procedencia de los políticos que impulsan o estén vinculados con determinada candidatura, quiénes son los partidos que los apoyan, qué trayectoria han tenido. Verificar cuál ha sido la gestión de esos políticos, si han sido electos o nombrados para cargos dentro de la administración pública, el papel desempeñado en el caso de las empresas privadas. Observar qué ley han impulsado, cómo han votado en las sesiones parlamentarias, en el caso que hayan sido diputados, qué aportes han brindado para el bien de la comunidad.

En fin, es importante revisar la hoja de vida, no solo de los candidatos, sino también la de sus principales colaboradores y financistas. ¿Será entonces que, más vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer, cuando la gestión de los viejos funcionarios ha sido un desastre? La responsabilidad en la elección de los nuevos servidores públicos requiere de una mente serena, libre de juicios de valor e intereses espurios, necesita de una visión crítica y de un acercamiento con la política.

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