Las críticas más reciente a la ley marxiana de la caída de la tasa de ganancia

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Roman Rosdolsky

Tras el debate en Sin Permiso sobre la Ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (LTDTG) y la teoría de las crisis de Marx nos ha parecido oportuno ofrecer a nuestros lectores unos textos de Roman Rosdolsky, cuyos trabajos sobre los Grundisse y la estructura de El Capital fueron decisivos en los años 1970 y 1980 para la renovación del pensamiento económico marxista. En esta segunda entrega reproducimos el capítulo de su libro Genesis y estructura de El Capital de Marx (Siglo XXI, 1978) que dedicó a responder a las críticas de otros destacados economistas de su época, como Joan Robinson y Paul M. Sweezy. SP

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Difícilmente haya otro principio del edificio teórico económico de Marx que la crítica académica y no académica rechace tan unánimemente como su ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia. Y acaso no haya ningún otro punto en el que la argumentación de los críticos resulte menos satisfactoria que en éste. Sírvannos como ejemplo las obras de dos autores anglo-sajones que se han ocupado en tiempos recientes de la ley de Marx: Joan Robinson1 y Paul M. Sweezy.2

Al igual que los críticos más antiguos de la ley, también Robinson y Sweezy creen poder acusar a Marx, sobre todo, de inconsecuencia metodológica. Presuntamente, Marx habría concebido su ley bajo la premisa de una tasa de plusvalor constante; separaría arbitrariamente los factores que hacen descender la tasa de ganancia de los que la elevan, para poder derivar de los primeros su propia ley, mientras que de los segundos deduce las “causas que la contrarrestan”. O bien, como lo dice el autor de esta objeción, el conocido crítico de Marx, Ladislaus von Bortkiewicz: “Lo erróneo de la demostración dada por Marx para abonar su ley de la baja de la tasa de ganancia consiste principalmente en que en dicha demostración no toma en consideración la relación matemática entre la productividad del trabajo y la tasa de plusvalor. A esta última la considera como un factor separado. Semejante método de aislamiento puede llevar, en general, a incongruencias tales como la que puede verse en el siguiente y sencillísimo ejemplo. Sea una magnitud positiva a, vinculada con otras dos magnitudes positivas b y c mediante la relación a =b/c La pregunta es en qué sentido se modifica a, si cada una de las magnitudes b y c depende de d. Sea por ejemplo b = d5 y c = d3. La solución correcta del problema es evidentemente ésta. Se elimina b y c de la expresión de a, se halla a = d2, y se concluye de ello que a se modifica en el mismo sentido que d. Pero si aplicamos el método marxiano del aislamiento al caso dado, podríamos expresar a mediante, por ejemplo, d/d3 y de esta fórmula extraer la conclusión de que a disminuye al crecer d y que aumenta al disminuir d. Si además agregamos que una modificación de b podría enturbiar esta relación, pero que eso es una cuestión aparte, se manifestaría con tanta mayor claridad la igualdad en esencia entre este modus procedendi y el método del aislamiento de Marx.”3

¿Qué ocurre con esta objeción? ¿Es efectivamente culpable Marx de semejante violación de las reglas elementales de la lógica? Veamos.

II

La primera página (pero solamente la primera) del capítulo XIII del tomo II de El capital, que trata acerca de la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia, parece darles ciertamente la razón a los autores nombrados. Pues allí Marx comienza con un ejemplo numérico con el cual quiere demostrar cómo las’ diferencias de composición orgánica del capital afectan las tasas de ganancia particulares de cinco diferentes ramas de la producción (antes de nivelar esas tasas de ganancia para obtener una tasa de ganancia media).

Naturalmente, la manera más sencilla de demostrar esto es haciendo transitoriamente abstracción de otros factores que pueden influir sobre la tasa de ganancia, y sobre todo de las diferencias en cuanto al grado de explotación del trabajo. Por eso supone Marx ——como en las secciones precedentes en el tomo III— que la tasa de plusvalor es igual a 100% en todas las ramas de la producción, es decir que los obreros trabajan medio día para sí mismos y medio día para el empresario. Se revela que las tasas de ganancia en las cinco ramas de la producción se deben hallar en relación inversa al nivel de la composición orgánica.4 Pero lo que vale para la yuxtaposición de las diversas ramas de la producción, vale asimismo para la sucesión de los diversos estados del capital social global. La composición media del capital social aumenta constantemente; precisamente por ello “este paulatino acrecentamiento del capital constante en relación con el variable debe tener necesariamente por resultado una baja gradual en la tasa general de ganancia, si se mantienen constantes la tasa de plusvalor o el grado de explotación del trabajo por parte del capital”.5 Pero ya en la página siguiente leemos: “La serie” [de 5 ramas de la producción] “hipotéticamente formulada al principio expresa la tendencia real de la producción capitalista. Con la progresiva disminución relativa del capital variable con respecto al capital constante, la producción capitalista genera una composición orgánica crecientemente más alta del capital global, cuya consecuencia directa es que la tasa del plusvalor, manteniéndose constante el grado de explotación del trabajo e inclusive si éste aumenta, se expresa en una tasa general de ganancia constantemente decreciente”.6 Y dos páginas más adelante: “La ley de la tasa decreciente de ganancia, en la cual se expresa la misma tasa o incluso una tasa creciente del plusvalor, dice, en otras palabras: tomando una cantidad determinada cualquiera del capital social medio, por ejemplo un capital de 100, una parte constantemente mayor del mismo constituye medios de trabajo, y una parte constantemente menor del mismo constituye trabajo vivo. Puesto que, de esa manera, la masa global de trabajo vivo agregado a los medios de producción disminuye en relación con el valor de esos medios de producción, también disminuye el trabajo impago y la parte de valor en la cual se representa, en relación con el yalor del capital global adelantado. O de otra manera: una parte alícuota constantemente más reducida del capital global desembolsado se transforma en trabajo vivo, por lo que ese capital global absorbe cada vez menos plustrabajo en proporción con su magnitud, pese a que la proporción entre la parte impaga del trabajo empleado y la parte paga del mismo pueda crecer al mismo tiempo.”7

En ese mismo sentido se expresa también Marx en las páginas 229-231, 236-237, 239, 244 y 251 [t. III/6, pp. 278-282, 287-289, 299-301 y 309] del tomo III. Y finalmente consideró necesario repetir —“para evitar equívocos —al final del capítulo XIV: “La baja tendencial de la tasa de ganancia se halla ligada a un aumento tendencial de la tasa del plusvalor, es decir en el grado de explotación del trabajo […] La tasa de ganancia no disminuye porque el trabajo se haga más improductivo, sino porque se torna más productivo. Ambas cosas, tanto el aumento de la tasa del plusvalor como la baja de la tasa de ganancia, sólo son formas particulares mediante las cuales se expresa en el modo capitalista de producción la creciente productividad del trabajo.”8

Los pasajes citados pueden completarse con varias manifestaciones igualmente categóricas extraídas de las Teorías.? Como se ve, a Marx ni siquiera se le ocurrió limitar su ley solamente al descenso de una tasa de plusvalor constante. Incluso una tasa de plusvalor creciente debe expresarse para él, en última instancia, en una tasa decreciente de ganancia. Sin embargo, nada de esto impide a los críticos mencionados interpretar su ley en un sentido totalmente diferente. Así escribe Joan Robinson acerca de esta ley: “La teoría de Marx, como hemos visto, descansa en el supuesto de una tasa de explotación constante.” A eso se vincula la siguiente objeción: 1% “Esta proposición [es decir, la ley de Marx] está en completa contradicción con el resto de la argumentación de Marx, porque si la tasa de explotación tiende a ser constante, los salarios reales tienden a crecer al par que se incrementa la productividad, ya que el trabajo recibe una proporción constante de un total creciente. Marx sólo puede demostrar una tendencia decreciente de las ganancias abandonando su argumento de que los salarios reales tienden a ser constantes, Parece que esta fuerte inconsistencia le pasó desapercibida […]”

Pero ‘en segundo lugar, sostiene Joan Robinson, la ley de Marx consiste “simplemente en la tautología: cuando la tasa de explotación es constante, la tasa de ganancia cae a medida que el capital por hombre aumenta. Suponiendo períodos de rotación constantes, de modo que c + v mida el volumen de capital: cuando p/v es constante y u/c es creciente, p/c+v es decreciente”.11 No sorprende entonces que Robinson emita luego el juicio aniquilador, según el cual “su explicación [de Marx] de la tendencia decreciente de las ganancias no explica nada”.13

III

Es claro que ahora podemos apartar simplemente ambas objeciones; puesto que de ninguna manera Marx vinculó su ley al supuesto de una tasa de plusvalor constante, no puede reprochársele, dado el caso, una “inconsecuencia” ni una “tautología”. Sin embargo, con ello no se agota aún el reproche del “método del aislamiento”. Pues si de hecho la ley de Marx no se basa en la suposición de una tasa constante de plusvalor, ¿por qué trata entonces a los factores que elevan la tasa general de la ganancia como “cosa separada”? ¿Cómo es que sólo trata factores tan importantes como la “elevación del grado de explotación del trabajo”, la “sobrepoblación relativa”, etc., después de exponer la propia ley, es decir en el capítulo XIV, y que sólo les asigne el papel de “causas contrarrestantes” de esta ley?

Precisamente esta objeción desempeña un importante papel en la crítica de Sweezy: “[…] Difícilmente parezca sensato tratar una parte integrante del proceso de elevación de la productividad” (Sweezy alude al crecimiento de la tasa del plusvalor) “por separado y como un factor nivelador; mejor procedimiento es el de reconocer desde un comienzo que la elevación de productividad tiende a traer aparejada una tasa más elevada de plusvalor. Además, eso es lo que Marx hace habitualmente”,13

Por cierto que éste es un curioso argumento. El problema con el que se enfrentaba Marx era: ¿Cómo influye la constantemente creciente productividad del trabajo social sobre la tasa media de ganancia? Puesto que el nivel de la tasa de ganancia depende de dos factores —de la tasa del plusvalor y de la composición orgánica del capital— y como el crecimiento de la productividad del trabajo influye mayormente sobre ambos factores, nos hallaríamos efectivamente en presencia del “procedimiento de aislamiento” censurado por Bortkiewicz si Marx sólo tomase en consideración, por ejemplo, el aumento de la composición orgánica, sin advertir que la creciente productividad del trabajo también debe aumentar simultáneamente (aunque en menor medida) la tasa del plusvalor; o si, a la inversa, sólo viese el aumento de la tasa de plusvalor resultante del crecimiento de la productividad, omitiendo la consideración de la tendencia a la elevación de la composición orgánica, vinculada con ese aumento y más intensa aún. Por lo demás, naturalmente también existen factores que sólo influyen sobre uno de los dos factores antes mencionados, sin afectar también, cuando menos en primera instancia y en forma directa, al otro, Así, a todo lector atento del capítulo XIV del tomo III, que trata acerca de las “causas contrarrestantes”, debe llamarle la atención el hecho de que Marx, en el parágrafo 1 de ese capítulo (“Elevación del grado de explotación del trabajo”), por ejemplo, sólo considera aquellos métodos de explotación en los que, al mismo tiempo que el crecimiento de la tasa de plusvalor “no tiene lugar un aumento del capital constante o un aumento relativo del mismo con respecto al capital variable”, es decir donde la composición orgánica permanece inalterada en primera instancia.14

En cambio los métodos que “incluyen un crecimiento del capital constante con relación al variable, es decir la baja de la tasa de ganancia” (o sea fundamentalmente los métodos de producción de plusvalor relativo) ya fueron considerados, naturalmente, al formularse la propia ley, en el capítulo XIII.

También es por eso que en el capítulo XIV sólo se considera la “sobrepoblación relativa” en la medida en que la misma (como consecuencia de “la baratura y gran cantidad de los asalariados disponibles o liberados y de la mayor resistencia que oponen algunos ramos de la producción, según su naturaleza, a la transformación del trabajo manual en trabajo maquinizado”) posibilita la persistencia de ramas de la producción de una composición orgánica particularmente baja. (Pero el parágrafo IV del capítulo XIV del tomo III no trata ni quiere tratar acerca de los efectos generales de la sobrepoblación relativa sobre log salarios y sobre el grado de explotación del trabajo,)15 Y, por último, esta misma restricción vale asimismo para la devaluación del capital constante que se produce a posteriori,16 así como para todos los métodos de producción “que elevan la tasa de ganancia si se mantiene constante la tasa del plusvalor, o independientemente de ella”.17 Y si los críticos no advirtieron esta diferencia metodológica entre los capítulos XIII y XIV ello ciertamente depende mucho menos de la estructura un tanto compleja de esos capítulos que del preconcepto con que encararon su estudio.

IV

Pero si el propio Marx tenía en cuenta la necesaria relación recíproca entre la composición orgánica y la tasa del plusvalor, es decir si su ley no se basa en un arbitrario “procedimiento de aislamiento”, ¿no debemos llegar forzosamente al concepto que niega la tendencia a la caída de la tasa de ganancia? ¿No tendríamos entonces plenos motivos para decir, con Sweezy, por ejemplo:

“Si tanto la composición orgánica del capital como la tasa del plusvalor se suponen variables […] entonces el sentido en que há de cambiar la tasa de ganancia se torna indeterminado. Todo cuanto podemos decir es que la tasa de ganancia bajará si el porcentaje de aumento del valor de la tasa del plusvalor es menor que la disminución porcentual de la proporción entre capital variable y capital total.” Sin embargo “no hay una suposición general en el sentido de que los cambios en la composición orgánica del capital serán relativamente tantomayores que los cambios del valor de la tasa del plusvalor que la primera dominará los movimientos de la tasa de ganancia. Por el contrario, parecería que debemos considerar a las dos variables como de una importancia aproximadamente equivalente […] Por eso, en el caso general, debemos suponer que la creciente composición orgánica del capital avanza parí passu con una tasa en aumento del plusvalor.”18

O como dice Natalie Moszkowska: “Con el progreso técnico, la tasa de ganancia únicamente descendería si sólo ascendiese la composición del capital, y no lo hiciese asimismo la productividad del trabajo. Pero si la creciente productividad del trabajo hace disminuir el valor de los medios de producción objetivos y personales, haciendo descender con ello a posteriori la composición del capital (c/v+p) y ascender la tasa de plusvalor (p/v). Inmediatamente después de la introducción de innovaciones técnicas, de la dotación a los obreros de onerosos medios de producción, la composición del capital crece, por cierto; pero luego de abaratar los medios de producción gracias a la creciente productividad del trabajo, vuelve a descender. Puesto que luego del abaratamiento de los bienes de consumo para los obreros también desciende el salario, es decir, crece la tasa del plusvalor, la tasa de ganancia no puede caer.” 19

En lo que insisten, pues, los críticos de la ley de Marx es en los factores que contrarrestan la caída tendencial de la tasa de ganancia: por una parte, la desvalorización a posteriori de los elementos del capital constante, y por la otra el aumento de la tasa del plusvalor. Nadie puede negar que estos factores se hallen obrando; el interrogante es en qué medida pueden imponerse.

En lo que al primer factor respecta, bástenos aquí referirnos a un pasaje —no advertido por los críticos— del capítulo del tomo III de las Teorías dedicado a Cherbuliez: “No hay duda alguna —leemos allí— de que la maquinaria se abarata por dos razones: .1) la aplicación de maquinaria

en la producción de materias primas con que se hacen las máquinas; 2) la utilización de maquinaria en la transformación de ese material en maquinaria. Pero con ello se dicen dos cosas: primero, que también en esas dos ramas, en comparación con los instrumentos que necesitaba la industria manufacturera, el capital invertido en maquinaria crece en valor en comparación con el invertido en trabajo. Segundo: lo que se abarata es la máquina individual y sus partes componentes; pero se desarrolla un sistema de la maquinaria; el lugar de la herramienta no lo ocupa ya una sola máquina, sino un sistema que agrupa en muchos millares la herramienta […] que quizás anteriormente desempeñara el papel principal. Cada máquina que se enfrenta al obrero es ya una ingente colección de herramientas que antes necesitaba en forma individual, como 1800 husos en lugar de uno. Pero además contiene elementos que la antigua herramienta no contiene, etc. Pese al abaratamiento del elemento individual, la masa total de la maquinaria asciende enormemente en su precio, y la extensión de la productividad consiste en la constante extensión de esta masa total […] Por lo tanto es obvio, o un principio tautológico —prosigue Marx— que al aumento de la productividad del trabajo por medio de la maquinaria corresponde un aumento del valor de la maquinaria relativo a la masa del trabajo empleado, y de ahí al valor del trabajo, al capital variable.” 20

Pero, ¿cómo es el caso de las materias primas? “Está claro que su cantidad debe aumentar en relación con la productividad del trabajo, vale decir debe aumentar la masa de la materia prima en relación con la del trabajo. [Pero, ¿no puede compensarse ese crecimiento de la masa mediante un crecimiento de la productividad, que hace disminuir el valor en la misma medida?]21 Por ejemplo, si la productividad se decuplica en la hilandería, es decir cuando un obrero hila tanto como antes hilaban diez, ¿por qué no habría de producir también un negro tanto algodón como antes producían diez, es decir por qué en este caso la relación del valor no habría de seguir siendo la misma? En el mismo tiempo, el hilandero utiliza diez veces más algodón, pero en ese mismo tiempo el negro produce diez veces más algodón. En consecuencia, la cantidad diez veces mayor de algodón ‘ no es más cara que la cantidad anteriormente diez veces menor. Así, pese al crecimiento de la cantidad de la materia prima, su relación de valor con el capital variable seguiría siendo la misma […] A esto es muy sencillo responder que una parte de la materia prima, como lana, seda, cuero, se produce mediante procesos orgánico- animales, mientras que el algodón, el lino, etc., se producen mediante procesos orgánico-vegetales; la producción capitalista no ha logrado hasta el presente -—y jamás lo logrará— gobernar estos procesos de la misma manera que dominó los puramente mecánicos o los químicos inorgánicos, La materia prima tal como cueros, etc., y otras de origen animal, en parte se encarece porque la ley de la renta del suelo acrecienta, con el progreso de la civilización, el valor de estos productos. En lo que respecta al carbón y a los metales [. . .], fueron muy abaratados en el progreso de la producción, aunque al agotarse las minas también esto se toma más dificultoso, etc. […] El abaratamiento de las materias primas, de las sustancias auxiliares, etc. —concluye Marx— disminuye la velocidad del crecimiento del valor de esta parte del capital, pero sin abolirlo. Paraliza hasta cierto punto la influencia de este crecimiento sobre la baja de la tasa de ganancia. Con eso queda liquidada esta cuestión.”22

Esto es todo lo que respecta al “abaratamiento de los elementos del capital constante”.

V

¿Pero cómo es la situación con respecto a la prueba principal de los críticos en lo referente a la tasa del plusvalor que, según dicen, asciende pari passu con la composición orgánica? Quienes así argumentan pasan por alto diversas circunstancias. En primer lugar, que “el valor de la fuerza de trabajo no desciende en la misma proporción en que asciende la fuerza productiva del trabajo o del capital”. Pues “este incremento de la productividad también multiplica en todas las ramas que no producen directa o indirectamente medios de vida la relación entre el capital constante y el variable, sin producir modificación alguna en el valor del trabajo. El desarrollo de la fuerza productiva no es homogéneo. En la naturaleza de la producción capitalista reside el hecho de que la misma desarrolla más rápidamente la industria que la agricultura.23 Esto no surge de la naturaleza del suelo, sino de la circunstancia de que necesita otras relaciones sociales para ser realmente explotado de acuerdo a su naturaleza […] A ello se agrega que —en relación con las otras mercancías y a raíz de la propiedad del suelo— los productos agrícolas son caros porque se pagan según su valor y no se los hace descender a los precios de producción. Pero constituyen el componente principal de los medios de vida.24 Además se agrega que a causa de la ley de la competencia, si el cultivo de una décima parte de la tierra resulta más caro, las nueve décimas partes restantes también sufren artificialmente esa aridez relativa”.25 Pero por otra parte, aquí intervienen asimismo “causas paralizantes”, como por ejemplo “que si bien los mismos obreros no pueden impedir que se les rebaje su salario (en cuanto a su valor), no permiten que se lo rebaje absolutamente al mínimo, sino que logran cuantitativamente alguna participación en el progreso de la riqueza general”.26

Sin embargo, no es éste el único motivo por el cual yerran los críticos de la ley de Marx. Lo que es mucho más importante: además de él pasan por alto la circunstancia de que la elevación: de la tasa de ganancia por incrementación del grado de explotación del trabajo no es un proceso abstracto, una operación aritmética, sino que siempre se refiere a los trabajadores vivos y a su trabajo. En otras palabras: el plustrabajo que puede realizar un obrero tiene determinados límites; por una parte en la duración de la jornada laboral, por la otra en la porción de la misma necesaria para la reproducción de la propia fuerza de trabajo. Si la jornada normal de trabajo comprende, por ejemplo, 8 horas, ningún aumento de la productividad puede exprimirle al obrero mayor plustrabajo que 8 menos tantas horas como correspondan a la producción del salario. Si la técnica de producción lograse reducir el tiempo de trabajo necesario de, por ejemplo, 4 horas a media  hora, el plustrabajo (en el caso de una jornada laboral de 8 horas) aún seguiría constituyendo no más de 15/16 de la jornada laboral. Ascendería de las 4 horas originarias a 7 1/2, vale decir que ni siquiera se duplicaría. Pero al mismo tiempo, la productividad del trabajo debería crecer monstruosamente (como ya lo destacara Marx en los Grundrisse). “Cuanto mayor sea el plusvalor del capital antes del aumento de la fuerza productiva —escribía allí— […] o cuanto menor desde ya la fracción de la jornada de trabajo que constituye el equivalente del obrero […] tanto menor es el crecimiento del plusvalor recibido por el capital gracias al aumento de la fuerza productiva. Su plusvalor se eleva, pero en una proporción cada vez menor respecto al desarrollo de la fuerza productiva. Por consiguiente, cuanto más desarrollado sea ya el capital […], tanto más formidablemente tendrá que desarrollar la fuerza productiva para valorizarse a sí mismo en ínfima proporción, vale decir, para agregar plusvalor, porque su barrera es siempre la proporción entre la fracción del día —que expresa el trabajo necesario— y la jornada entera de trabajo. Únicamente puede moverse dentro de este límite.” 27

Pero no debemos olvidar que el acrecentamiento de la productividad se manifiesta no sólo en la disminución del capital variable (de la parte paga de la jomada de trabajo) respecto del constante, sino también en la disminución “del trabajo vivo total agregado a los medios de producción […] en relación con el valor de esos medios de producción”. Es decir, que también cae la relación v +p:c. Eso no reside ciertamente en la esencia de la composición modificada de valor del capital, pero sí en la modificación de su composición técnica, la cual constituye precisamente la naturaleza del progreso técnico. Por lo tanto, si a una parte de capital constante, de una magnitud determinada, le correspondieran unos 20 obreros, de ahora en adelante sólo le corresponderán 10; y si antes los 20 obreros trabajaban 80 horas para sí y 80 horas para el empresario, ahora los 10 obreros remanentes es imposible que realicen tanto plustrabajo, ya’ que todo su tiempo de trabajo sólo alcanza a las 80 horas.?8 Para ello tendría que prolongarse la jornada laboral o acrecentarse fundamentalmente la intensidad del trabajo. (Sin embargo, al agrandarse el capital el empresario puede ocupar a más obreros, compensando de ese modo la caída de la tasa de ganancia mediante el aumento de la masa del mismo. Pero éste es un problema enteramente diferente.) Todo esto lo comprendieron muy bien los “adversarios proletarios de Ricardo” (la expresión es de Marx) hace 120 a 130 años —Thomas Hodgskin y el autor de The Source and Remedy of the National Difficulties (1821) —, quienes derivaban la baja de la tasa de ganancia de la imposibilidad de la extensión ilimitada del plustrabajo (o, como ellos lo expresaban, de la imposibilidad de la acumulación constante del capital en el “interés compuesto”). Al comentar sus puntos de vista dice Marx en las Teorías que el crecimiento del plustrabajo sólo podría compensar a la larga la disminución proporcional del trabajo empleado si la jomada laboral “se extendiese hasta el infinito” o si el trabajo necesario “se redujese a cero”,29 lo cual parece igualmente absurdo.30 Volvemos así a la ley desarrollada en el tomo I de El capital: “El límite absoluto de la jornada laboral media, que por naturaleza será siempre de menos de 24 horas, constituye una barrera absoluta para compensar el capital variable aumentando la tasa del plusvalor, o el número de obreros explotadós aumentando el grado de explotación de la  fuerza de trabajo. Esta tangible ley —añade Marx— es importante para explicarse muchos fenómenos derivados de la tendencia, que más adelante analizaremos, del capital a reducir siempre lo más posible el número de obreros por él utilizados —o sea su parte variable invertida en fuerza de trabajo— en contradicción con su otra tendencia, la de producir la mayor masa posible de plusvalor.”31 Es éste un indicio que nos prepara obviamente para la solución del “enigma de la baja de la tasa de ganancia” contenida en el tomo III de El capital (aunque ya lo está también en los Grundrisse), pero que una vez más no advirtieron los críticos.

Ladislaus von Bortkiewicz goza de gran popularidad en la escuela anglosajona de la economía marxista (Sweezy, Meek, y otros), y ello no tanto por los reparos que formulara contra la ley marxiana de la caída tendencial de la tasa de ganancias, sino sobre todo por la crítica que lanzara contra Marx respecto de la “transformación de los valores en precios de producción” (Das Kapital, III, capítulo 1x). Confesamos que este segundo aspecto de la crítica de Bortkiewicz, precisamente, nos satisface menos aún que el primero, y que sólo vemos en ella una “extravagancia académica”. Por cierto, que los partidarios de Bortkiewicz alegan que “el método marxiano de transformación [de los valores en precios de producción] da por resultado una violación del equilibrio de la reproducción simple”, y que por ese motivo sería “lógicamente insatisfactorio”.32 Pero ese reparo sólo podría tener validez si Marx hubiese sido efectivamente un “armonicista”, es decir si hubiese que interpretar sus esquemas de la reproducción a la manera de Tugán-Baranovski, por ejemplo. (El que la transición de los valores de las mercancías a los precios de producción debe estar acompañada por perturbaciones del “equilibrio de la reproducción simple”, es cosa obvia; pero, ¿desde cuándo se cuenta entre las tareas de los marxistas la de demostrar la posibilidad teórica de un decurso sin perturbaciones de la economía capitalista?) En cuanto a lo segundo, empero, los partidarios de Bortkiewicz pasan por alto el hecho de que los “precios de producción” de Marx no son, en realidad, “precios”, sino sólo valores modificados por la intermediación de la tasa media de ganancia, y que por eso el “cálculo de precios” propuesto por Bortkiewicz no podría ofrecer ni lo más mínimo para resolver el problema de la verdadera “transformación de los valores en precios”. Pero ya en los Grundrisse y en la Contribución Marx explicó cómo se lleva a cabo la transición efectiva de los valores a los precios, y resulta redundante buscar una solución supletoria de este problema.

Notas:

1 Joan Robinson, An essay on marxian economic, 1949, cap. v [pp. 57-64].

2 Paul M. Sweezy, The theory of capitalist development, 1942, cap. vi [pp. 109-122].

3 Ladislaus von Bortkiewicz, “Wertrechnung und Preisrechnung im Marxschen System” en Archiv fur Sozialwissenschaft und Sorzialpolitik, septiembre de 1907, pp. 466-467. Por lo demás, Bortkiewicz hubiese debido orientar su crítica no sólo contra Marx, sino también contra John Stuart Mill, porque ya Mill trata el problema de la baja tendencial de la tasa de ganancia en un procedimiento en dos etapas, es decir que considera primeramente la propia ley, y luego los factores que la contrarrestan. (El primero en señalar esta semejanza metodológica en el tratamiento de la ley entre Marx y Mill, fue Henryk Grossmann en su libro Das Akkumulations- und Zusammenbruchsgesetz des kapitalistischen Systems,p. 116.)

4 Marx da el siguiente ejemplo (Das Kapital, u1, p. 221 [t. m/6, pp. 269- 270]):

Sin embargo, a primera vista resulta claro que Marx también hubiese podido conformar su ejemplo de tal manera que la tasa del plusvalor hubiese podido aumentar de rama en rama de la producción, por ejemplo:

También en este caso caería gradualmente la tasa de ganancia, a pesar del fuerte ascenso de la tasa de plusvalor. (Por lo demás, este ejemplo es totalmente arbitrario; si hubiésemos supuesto un crecimiento siquiera un poco más rápido  de la tasa de plusvalor, la tasa de ganancia no hubiese descendido, sino que hasta hubiese aumentado. Sin embargo, sería totalmente erróneo creer que la caída de la tasa de ganancia podría ser compensada en todas las circunstancias por el incremento de la tasa del plusvalor. Más adelante se verá por qué rechazaba Marx a limine precisamente una hipótesis semejante.)

5 Das Kapital, m, p. 222 [t. III/6, p. 270]..

6 Ibid., pp. 222-223 [t. III/6, p. 275].

7 Ibid., pp. 225-226 [t. III/6, p. 275).

8 Ibid., p. 250 [t. III/6, pp. 306-307]. Cf. Theorien, II, p. 441 [p. 377]: “La tasa de ganancia cae —aunque la tasa del plusvalor permanezca idéntica o ascienda—, porque con el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo, el capital variable disminuye en relación con el capital constante. Por lo tanto, no cae porque el trabajo se vuelva más improductivo, sino porque se torna más productivo. En consecuencia, el plustrabajo absoluto aumenta no porque se explote menos al obrero, sino porque se lo explota más, o bien, en cuanto el estado lo inhibe, la producción capitalista es inseparable del valor relativo descendente del trabajo y por ende aumenta el plustrabajo relativo.”

9 Aquí cabría citar —además del pasaje citado en la nota 8— especialmente las pp. 237, 296, 305 y 359 [pp. 198, 248, 256 y 303] del tomo III de las Teorías, Así dice Marx en la p. 296 [p. 248]: “He explicado la caída de la tasa de ganancia, a pesar de que la tasa del plusvalor permanece constante y aun aumenta, por la circunstancia de que el capital variable decrece en relación con el capital constante, es decir que disminuye el trabajo vivo presente en relación con el trabajo pasado empleado y reproducido”; y en la p. 305: “Por o tanto, aquí se resuelve el punto de vista de Hodgskin en la ley general que he desarrollado. El plusvalor, la explotación del trabajador, aumenta, pero al mismo tiempo cae la tasa de ganancia porque decrece el capital variable respecto al capital constante; porque la masa del trabajo vivo disminuye relativamente en general con respecto al capital que lo pone en movimiento. El capitalista se apropia de una parte mayor del producto anual del trabajo bajo el rubro de capital, y de una parte menor bajo el rubro de ganancia.” (Cf. Das Kapital, III, p. 256 [t. m/6, p. 315-316].)

10 En forma similar argumenta Sweezy: “Hemos visto que Marx deduce la tendencia a la caída de la tasa de ganancia basándose en la suposición de que la composición orgánica del capital aumenta mientras permanece constante la tasa del plusvalor. Sin embargo, ¿resulta justificable suponer al mismo tiempo una tasa de plusvalor constante?” Es necesario comprender claramente las implicancias de esta última suposición. Un aumento de la composición orgánica del capital se produce simultáneamente con un crecimiento de la productividad del trabajo. Si la tasa del plusvalor permanece constante, ello significa que tiene lugar un aumento de los salarios reales exactamente proporcional al aumento de la productividad del trabajo. Supongamos que se duplique la productividad del trabajo, es decir, que en el mismo tiempo el trabajo produce el doble que antes. Entonces, puesto que una tasa de plusvalor inalterada significa que el obrero trabaja la misma cantidad de tiempo para sí y la misma cantidad de tiempo para el capitalista como antes, se desprende que tanto el rendimiento físico representado por el salario como el rendimiento fisico representado por el plusvalor se han duplicado ‘asimismo. En otras palabras, el obrero se beneficia de la misma manera que el capitalista con el aumento de productividad de su trabajo. Aunque no puede haber objeciones lógicas a una hipótesis que lleve a este resultado, hay no obstante motivos para dudar de su adecuación […]” (Op. cit., pp. 100-101 [pp. 113-114].)

11 Joan Robinson, of. cit., p. 36 [p. 58].

12 Ibid., p. 42 [p. 64].

13 Of, cit., p. 101 (p. 114).

14 Das Kapital, III, p. 244 ([t. 1/6, p. 300]. “Existen muchos factores de intensificación del trabajo que implican un crecimiento del capital constante respecto al variable, es decir una baja de la tasa de ganancia, como cuando unobrero debe supervisar una mayor cantidad de maquinaria […] Pero existen otros factores de intensificación, como por ejemplo una aceleración en la velocidad de la maquinaria: si bien ésta utilizará ahora mayor cantidad de materia prima en el mismo tiempo, en cambio, en lo que al capital fijo respecta, aunque se consuma más rápidamente la maquinaria, no se afectará en modo alguno, empero, la relación entre su valor y el precio del trabajo que la pone en movimiento. Pero es especialmente la prolongación de la jornada laboral—ese invento de la industria moderna— la que aumenta la masa del plustrabajo apropiado sin modificar en lo esencial la relación entre la fuerza de trabajo empleada y el capital constante que pone en movimiento, y la que de hecho más bien hace disminuir relativamente a este último.” (Ibid., pp. 242-243 [t. III/6, p. 298].) Y precisamente de estos factores trata el parágrafo 1 del capítulo XIV.

15 Por eso Sweezy yerra cuando formula el siguiente reproche a lo expuesto en esa sección: “Parecería, sin embargo, que un efecto más importante del ejército de reserva […] se produce por competencia en el mercado laboral con la fuerza laboral activa, para deprimir la tasa de los salarios y de ese modo elevar la tasa del plusvalor.” (Of. cit., p. 99 [p. 112].) Indudablemente, si Marx hubiese esperado al capítulo x1v para discutir este tema, ello desembocaría efectivamente en lo mismo que le reprochaba Bortkiewicz,

16 Precisamente la circunstancia de que Marx considera esta desvalorización del capital constante entre las causas que contrarrestan la caída de la tasa de la ganancia, suscita el desagrado de Sweezy: “Parecería que fuese preferible contemplar primeramente lo que podría denominarse el aumento “original’ de la composición orgánica, observar sus efectos sobre la tasa de ganancia, y sólo entonces tomar en cuenta el abaratamiento de los elementos del capital constante que a su vez se debe al aumento de la productividad asociado con el elemento “original”. Podría sostenerse que, si así se hiciese, la tasa de aumento de la composición orgánica parecería mucho mayor, y que lo que impide que este hecho se revele en las estadísticas es sólo de las “causas contrarrestantes”. Sin embargo, resulta dudoso que pueda servirse a algún fin útil mediante esa tentativa de conservar el distingo implícito de Marx entre el aumento primario en la composición orgánica y la caída contrarrestante (pero menor) debida al abaratamiento de los elementos del capital constante. Todo cuanto puede observarse es el cambio neto en la composición orgánica que es la resultante de ambas fuerzas. Sin embargo, parece mejor emplear la expresión “cambio en la composición del capital” sólo en el sentido neto que toma en cuenta el abaratamiento de los elementos del capital constante. Si así se hace, acaso haya una menor tentación a pensar en la composición orgánica en términos físicos en lugar de hacerlo en términos de valor.” (Of. cit., pp. :103-104 [p. 117].) Si hemos de creerle a Sweezy, Marx basó primeramente su ley en la composición técnica del capital, para luego introducir de contrabando (en el capítulo XIV) la composición del valor como un “factor contrarrestante”…

17 Das Kapital, mí, p. 245 [t. m/6, pp. 301-302]. (Marx trata en forma sumamente detallada acerca de todos estos métodos en la sección primera del tomo III.)

18 Sweezy, of. cit., pp. 102-104 [pp. 115-117).

19 Natalie Moszkowska, Zur Kritik moderner Krisentheorien [Contribución a la crítica de las teorías modernas de la crisis], 1935, p. 46. En su libro anterior (Das Marsche System [El sistema económico de Marx], 1929, p. 118) dice la misma autora: “La “ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia” no es una ley histórica, sino una ley dinámica. No conforma un hecho histórico, a saber que la tasa de ganancia desciende, sino que sólo formula la dependencia recíproca de dos magnitudes, a saber: 1) cuando permanece constante la tasa de plusvalor, desciende la tasa de ganancia. 2) Cuando permanece constante la tasa de ganancia, aumenta la tasa del plusvalor. “En consecuencia, la ley sólo expresa una relación funcional. Y por eso puede denominársela tanto la ley “de la baja tendencial de la tasa de ganancia’ como también “del ascenso tendencial de la tasa del plusvalor”.” Con la misma lógica, Moskowska podría denominar a esta “ley” como una “ley de la caída o de la no-caída de la tasa de ganancia”. Es evidente que en esta interpretación no queda nada de la ley de Marx.

20 Theorien, m, p. 358 [pp. 302-303].

21 La oración entre corchetes se debe al editor de las Teorías, Karl Kautsky.

22 Theorien, 11, pp. 359-360 [pp. 303-304].

23 El problema de hasta qué punto pueden aminorarse estas diferencias entre la industria y la agricultura mediante el desarrollo técnico de esta última no puede, naturalmente, discutirse aquí.

24 Aquí hace falta nuevamente una limitación. Así, por ejemplo, el trabajador norteamericano actual gasta en alimentos una parte relativamente mucho menor de su salario que el europeo, y el obrero europeo a su vez gasta una parte menor que el asiático, etcétera.

25 Theorien, III, p. 295 [pp. 247-248]. Como se ve, en este punto Marx se expresa con todo el detalle y claridad posibles, Sin embargo podemos leer en Joan Robinson: “Podría sostenerse que Marx suponía inconscientemente que el aumento de la productividad no afecta las industrias de bienes que consume la clase trabajadora, de modo que los salarios reales constantes son compatibles con un grado constante de explotación.” Tantas palabras, tantos errores. .. (Of. cit., p. 40 [p. 62].)

26 Theorien, III, p. 306 [p. 257].

27 Ya hemos citado estas manifestaciones de Marx —mucho más detalladamente, eso sí— en el capítulo 16 de nuestro trabajo. Grundrisse, p. 246.

28 Cf. Das Kapital, III, pp. 257-258 [t. 1/6, p. 318]: “En tanto el desarrollo de la fuerza] productiva hace disminuir la parte paga del trabajo empleado, acrecienta el plusvalor porque acrecienta su tasa; pero en la medida en que hace disminuir la masa global del trabajo empleado por un capital dado, hace disminuir el factor del número por el cual se multiplica la tasa del plusvalor para obtener su masa. Dos obreros que trabajan 12 horas diarias no pueden producir la misma masa de plusvalor que 24 obreros que sólo trabajan 2 horas cada cual, inclusive si pudiesen vivir del aire, por lo cual no tendrían que trabajar en absoluto para sí mismos. Por eso, en este aspecto la compensación de la mengua en el número de obreros mediante el incremento del grado de explotación del trabajo encuentra ciertos límites insuperables; por lo tanto puede ciertamente obstaculizar la baja de la tasa de ganancia, pero no anularla.” Precisamente a este pasaje, que cita textualmente, le agrega Joan Robinson el siguiente comentario: “La productividad puede aumentar sin límite y, si los salarios reales son constantes, la tasa de la explotación aumenta con ella. Marx parece haber estado un tanto confuso a este respecto, pues cuando comienza a tratar el efecto de un aumento de la productividad sobre la tasa de explotación, cambia de tema en mitad de la discusión para tratar el efecto del cambio de extensión de la jornada de trabajo.” (Of. cit., p. 39 [p. 61].)

29 Theorien, III, p. 306 [p. 257]. a

30 Pero precisamente en este sentido parece concebir actualmente el problema Joan Robinson cuando escribe: “El problema surge probablemente, como la mayor parte de las oscuridades en la argumentación de Marx, de su método de computar en términos del valor. Con un tiempo dado de trabajo, de una intensidad dada, el ritmo a que se crea el valor es constante. Por consiguiente v + $ es constante. Podría parecer a primera vista, que p/v, sólo puede crecer si los salarios caen. Pero esto es una ilusión. Un aumento de la productividad reduce el valor de los bienes, y el valor de la fuerza de trabajo can salarios reales constantes. De este modo v cae a cero, y p/v crece hacia el infinito, y durante todo el tiempo los salarios reales son constantes.” (Of. cíit., pp. 39-40 [p. 621.) Ciertamente; puesto que la jornada de trabajo consta de sólo dos partes —de trabajo necesario y de plustrabajo—, si el trabajo necesario disminuye constantemente, el plustrabajo debe aumentar en forma constante. (Por qué habría que abandonar el “método del cálculo con categorías de valores” para comprender este sencillo hecho, es cosa que no tiene fundamento alguno.) Sin embargo, tampoco esta tautología puede obrar milagros; no puede modificar el hecho de que el aumento del grado de explotación del trabajo sólo puede compensar dentro de determinados límites, estrechamente trazados, la pérdida en plustrabajo efectivamente realizado, originado por la constante disminución del número de obreros ocupados por unidad de capital.

31 Das Kapital, 1, p. 323 [t. 1/1, pp. 370-371]. (C£. ibid., m1, p. 412 [t. 1/7, p. 509]. “En virtud de la identidad entre el plusvalor y el plustrabajo queda establecido un límite cualitativo para la acumulación del capital: la jornada global de trabajo, el desarrollo de las fuerzas productivas y de la población existente en cada caso, desarrollo que delimita el número de las jornadas laborales simultáneamente explotables. Si, en cambio, se concibe el plusvalor dentro de la forma no conceptual del interés, el límite es sólo cuantitativo y deja corta toda fantasía.”

32 Paul M. Sweezy, of. cit., pp. 88-89 [p.p 128-129].

Roman Rosdolsky

Roman Osipovich Rosdolsky nació en 1898 en Lemberg (Lviv) en Galicia, en aquella época en el imperio austrohúngaro, ahora en Ucrania, y murió en 1967 en Detroit, MI (EEUU). Fue miembro de los Círculos Drahomanov socialistas ucranianos. Fue reclutado por el ejército imperial en 1915 y editó con Roman Turiansky la revista Klyči en 1917. Fue uno de los fundadores de la Democracia Social Revolucionaria Internacional (IRSD) y estudió derecho en Praga. Durante la Primera Guerra Mundial fundó la antimilitarista «Internationale Revolutionäre Sozialistische Jugend Galiziens» (Juventud Socialista Revolucionaria Internacional de Galizia). Se convirtió en miembro del Comité Central del Partido Comunista de Galicia Oriental, en representación de su organización de emigrados entre 1921 y 1924 y en un destacado publicista de la facción Vasylkivtsi de los comunistas ucranianos. En 1925, se negó a condenar a Trotsky y su Oposición de izquierda y más tarde, a finales de la década de 1920, fue expulsado del Partido Comunista. En 1926-1931 fue corresponsal en Viena del Instituto Marx-Engels de Moscú, buscando materiales de archivo. En 1934 de regreso a L’viv, donde trabajó como profesor en la universidad, publicó el periódico trotskista Žittja i slovo (1934-1938). Fue arrestado por la Gestapo en 1942, pero sobrevivió al internamiento durante tres años en los campos de concentración de Auschwitz, Ravensbrück y Uraniemburgo. Emigró a Estados Unidos en 1947. Rosdolsky trabajó allí como académico independiente, realizando investigaciones exhaustivas en la biblioteca de Detroit. Rosdolsky es conocido principalmente por su cuidadosa exégesis académica sobre los Grundrisse de Marx, Génesis y estructura de El capital de Marx. La colección de ensayos anuló muchas interpretaciones anteriores de El capital. Sin embargo, publicó mucho más, especialmente sobre temas históricos. Durante su vida, mantuvo correspondencia con numerosos escritores marxistas de renombre, entre ellos Isaac Deutscher, Ernest Mandel, Paul Mattick y Karl Korsch.

Fuente:

https://archive.org/details/rosdolsky-roman.-genesis-y-estructura-de-el-capital-de-marx-2004_202112

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