La política del patio trasero y Bernardo Arévalo

Mario

Mario Rodríguez

A propósito de la visita de Marco Rubio a Guatemala.

El secretario de Estado Marco Rubio reconoció públicamente que Estados Unidos dejó de ser una potencia hegemónica. Lo expresó en una entrevista con las siguientes palabras: “No es normal que el mundo tenga simplemente una potencia unipolar… eso fue una anomalía. Fue un producto del fin de la Guerra Fría… con el tiempo se iba a volver a un punto en el que se tendría un mundo multipolar”. Sus declaraciones pueden interpretarse como una señal de las intenciones de la administración de Donald Trump para redefinir su política exterior.

En términos prácticos, el presidente Trump delineó su política inspirándose en Andrew Jackson, el séptimo presidente de Estados Unidos. Esta postura es coherente con sus promesas de proteger, reconvertir y relanzar la industria nacional. Sin embargo, sus acciones durante los primeros días de su mandato generaron confusión y caos entre sus aliados más cercanos.

Trump prioriza el comercio y la democracia jacksoniana, basándose en un modelo de reconversión económica bajo la tutela del capital tecnológico de Silicon Valley. Esta estrategia cuenta con la participación de magnates tecnológicos vinculados a las cinco mayores empresas del Big Tech, que representan el llamado capitalismo de plataforma. La figura de Elon Musk, como líder de esta transformación, juega un papel clave en esta visión.

Para mantener o incrementar su dominio, Estados Unidos busca retomar con urgencia su presencia en dos de las tres principales rutas comerciales globales, actualmente en disputa. Esto implica establecer control logístico y territorial sobre enclaves geográficos estratégicos, como el Canal de Panamá y Groenlandia, que se han convertido en puntos prioritarios de su política exterior.

La estrategia de Trump se basa en el comercio y la economía, con el objetivo de sustentar un mercantilismo monetario basado en el dólar, sin afectar los intereses del Estado profundo, vinculado principalmente a la economía de guerra y al aparato militar. En otras palabras, busca reinventar y diversificar su industria, reducir el déficit comercial, modernizar la infraestructura y reconvertir las fuerzas armadas, todo bajo la dirección del capital tecnológico.

El Canal de Panamá representa una ruta marítima de vital importancia para la economía estadounidense, ya que por allí transita el 40% de los contenedores que llegan o salen de sus puertos. Como principal beneficiario de esta vía, es lógico que querer preservar la hegemonía y seguridad del canal y que esto sea una prioridad. Por otro lado, Groenlandia es clave para controlar el Ártico, una nueva ruta de transporte que se ha convertido en zona de disputa con Rusia. Esta región alberga minerales estratégicos, tiene poca población y cuenta con una presencia militar estadounidense desde hace años.

La tercera ruta en disputa es el mar de China, donde Estados Unidos ha establecido una cabeza de playa en Taiwán y mantiene una fuerte presencia militar en Australia, Filipinas, Japón, Corea del Sur y su emblemática base en Hawái. El objetivo es contrarrestar el desarrollo y expansión de la iniciativa china de la Ruta de la Seda.

En el caso del Canal de Panamá, bastó un llamado de atención de Trump para que el presidente panameño anunciara que no renovará el memorándum de entendimiento firmado con Pekín en 2017 como parte de la Ruta de la Seda. Además, Panamá acordó trabajar con Estados Unidos para preservar sus intereses, permitiendo la instalación de una base militar en Darién. Aunque no se trata de una invasión ni de un control directo del canal, esta presencia militar otorga a Estados Unidos un control de facto sobre la zona.

En Groenlandia, Estados Unidos ya cuenta con una base militar, y Dinamarca, aunque a regañadientes, está otorgando más concesiones que convertirán este territorio en un enclave militar vital. Bajo el paraguas de la OTAN, Estados Unidos consolida su posición como actor principal en la región. Solo falta reconocer lo que ya posee de facto.

La idea de convertir a Canadá en otro estado más fue un llamado amistoso de Trump para concretar un viejo sueño de las burguesías de ambos países, que data de los primeros años de la independencia. Sin embargo, lo que realmente se avecina es una reconversión del tratado comercial entre Canadá, México y Estados Unidos.

La imposición de aranceles del 25% a ciertos productos provenientes de Canadá, México y China marca el inicio de una reconfiguración de los acuerdos comerciales entre los países que tengan acuerdos comerciales con Estados Unidos, eso incluye el CAFTA centroamericano. Aunque la guerra comercial parece inminente, esto no será suficiente para lograr concesiones significativas.

Una vez delineada la política exterior estadounidense, el siguiente paso es cortar los lazos económicos de los países del sur continental con China. El objetivo es frenar el expansionismo chino en América. Paralelamente, Estados Unidos busca una salida a la guerra en Ucrania para evitar una derrota estratégica y trasladar los costos a la Unión Europea, a la que también impondrá aranceles.

En este escenario, se inserta la visita del secretario de Estado Marco Rubio a Guatemala.

Bernardo Arévalo recibe a Rubio en su peor momento político, sin una base de apoyo sólida y con una política exterior de continuidad diseñada por sus predecesores, Jimmy Morales y Alejandro Giammattei. Por eso Guatemala tiene poco con que negociar, todo lo que pudo ofrecer ya lo tiene.

En ese escaso margen Arévalo seguramente solicitará apoyo para los migrantes para proteger las remesas, flujo vital para la economía. La pregunta es: ¿qué puede pedir Estados Unidos a cambio? Ante esta disyuntiva, el gobierno buscará apoyo al gobierno y especialmente al mandatario a cambio de todo lo que se le solicite.

Y esa opción es la más viable, tomando en cuenta la precariedad política en que se encuentra, por lo tanto, seguramente se alineará con los intereses estadounidenses para tratar de neutralizar el golpe de estado que se le avecina, sin garantía que Estados Unidos pueda impedirlo.

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