Zurdo

Miguel Angel Sandoval

No hace falta ser muy conocedor del rol que durante muchos años jugó la Organización Mundial de Comercio -OMC-. De hecho, todos los temas de naturaleza comercial se ventilaron en las oficinas y pasillos de esta organización multinacional. Eran otros tiempos.

Son los tiempos de los tratados comerciales que vieron luz en los años finales del siglo pasado y que se multiplicaron en los primeros años de este siglo. Es la época en que los diferendos comerciales tenían un árbitro que era la OMC o que los países pensaban que, por ser parte de ese mecanismo, se encontraban en condiciones de igualdad. Pero no era así. Solo ver el bloqueo comercial a Cuba o el uso a discreción de las medidas fitosanitarias, basta y sobra para ver que no era así.

En esas condiciones los países asumían a su turno, las reglas de esta organización, y los tratados comerciales se colocaban, invocando las sacrosantas normas, reglas, limites o licencias de la OMC. Claro que dichas normas o reglas, se fijaban de acuerdo a la conveniencia de los países más fuertes en términos económicos. De hecho, los EEUU tenían la mayor parte del pastel en la OMC. Le seguía Europa.

Todos los países pequeños, viajaban de forma sistemática a cada una de las reuniones de esta entidad con la ilusión de poder incidir en algo, `aunque de manera general regresaban con las manos vacías. Pero hoy no es el caso. Todos los acuerdos, normas o reglas desaparecieron de un plumazo con el gobierno de Trump. Pues eso y no otras cosas significan los aumentos en aranceles.

Si se recuerda, todos los productos negociados en los TLC, tenían un porcentaje de aranceles, o existían también, medidas de naturaleza sanitaria. Es por ello, por ejemplo, que las frutas guatemaltecas podían ser rechazadas en la frontera le los EE.UU., por causa de algún hongo real o inventado, de un fertilizante real o inventado, de la presencia de una mosca en el envío, pues eso eran las normas de carácter fitosanitario, siempre utilizadas como premios o como castigo. Todo a la voluntad del más fuerte.

Pues bien, la OMC al día de hoy se encuentra patas arriba. Ninguna de sus reglas las respeta el gobierno de Donald Trump. La guerra arancelaria es todo lo contrario del libre comercio proclamado por la OMC. Son los hechos. Claro que es poco lo que podemos hacer o dejar de hacer. Pero lo que, sí podemos hacer, es analizar el rol del delegado guatemalteco ante la OMC, que es un señor que, durante años, ha vivido en Suiza, sede de la OMC, por tener esa ciudadanía. Parecería que ahora se impone un cambio de época y con ello la llegada de nuevos roles.

Quizás ahora sea un buen momento para que el representante nos diga, a modo de balance, que ha hecho como delegado permanente de Guatemala -desde la época de Berger- ante la OMC y que intereses defiende. Es probable que no sean los de nuestro país. Acaso serán los de un sector, pero no de la mayoría. Esto lo podemos valorar con la firma de los diversos tratados comerciales, que en verdad no nos sirven de mucho.   Sería interesante saber, si fue obedeciendo a presiones de algún sector, y ver la razón de mantener un cargo que viene del gobierno de Oscar Berger y que ahora parece innecesario al ver los acontecimientos y la guerra de aranceles. Quizás no sea relevante saber quién lo nombró, si fue el Cacif, el MINECO o Cancillería. Pues lo que esperamos es resultados.

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