Kursk y las prioridades de la guerra

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Kursk y las prioridades de la guerra

Publicado por @nsanzo⋅ 09/08/2024⋅ Deja un comentario

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“Todo el mundo ve que el ejército ucraniano sabe cómo sorprender. Y sabe cómo conseguir resultados”, afirmó ayer Volodymyr Zelensky al referirse por primera vez a la aventura ucraniana en el oblast ruso de Kursk, que ha conseguido extender un poco más un frente que ya era prácticamente inabarcable. La postura del presidente ucraniano representa una de las tres líneas generales que está siguiendo la prensa en estas primeras horas de ofensiva terrestre ucraniana. Después del rápido avance, a lo largo del día de ayer, las fuentes rusas indicaban que Ucrania se atrinchera en posiciones similares a las que ha utilizado en estos años en Donbass, en edificios residenciales. Su progreso se produce en tres direcciones, con el efecto de causar la apariencia de una ruptura en profundidad que obligue a Rusia a desviar recursos a tres lugares diferentes y no a uno solo como habría ocurrido en caso de concentrar fuerzas en un único empuje. “La incursión sorpresa de Rusia pone las cosas cabeza abajo para Putin”, titulaba, por ejemplo, Bloomberg, dando a entender que la ofensiva podría marcar el desarrollo de la guerra. La realidad siempre requiere más matices y las similitudes con el ataque ruso de mayo en Járkov muestran que ese avance rápido y con aparentes resultados en forma de cierto control de territorio (alrededor de 90 kilómetros cuadrados según algunas fuentes occidentales) es difícil de aumentar e incluso de mantener.

La falta de imágenes de éxitos ucranianos o de población recibiendo a los libertadores ucranianos hace ver que no hay tales éxitos en estos momentos. “En Suya, una ciudad de la región de Kursk, se está imponiendo gradualmente una notable ola de ucranización”, escribía ayer The New Voice of Ukraine antes de comentar un éxito cuestionable. “Los ucranianos han empezado a marcar lugares en Google Maps en la ciudad rusa, identificándolos como tiendas ucranianas, estableciendo sutilmente su presencia cultural en la zona”, añadía. Los éxitos no son solo virtuales y el nerviosismo que ha causado en el establishment ruso confirma la debilidad de las tropas que defienden la frontera y la incredulidad rusa sobre la posibilidad de que Ucrania pueda atacar dentro de territorio ruso incluso cuando sus tropas parecen estar sufriendo dificultades en frentes aparentemente más importantes.

“Los analistas militares creen que la ofensiva ucraniana en la región de Kursk «no tiene sentido»”, escribía ayer The New York Times en un artículo que, aunque da valor al hecho de que Ucrania haya podido sorprender de tal manera a Rusia, pone en cuestión los objetivos de la operación. La tesis de las fuentes del medio indican que Ucrania busca aliviar la presión que sufren las tropas ucranianas en otras zonas del frente, fundamentalmente en Donbass, aunque advierten que Rusia dispone de suficientes reservas con las que luchar, mientras que el ataque estira un poco más las ya de por sí fatigadas fuerzas ucranianas. “Desde el punto de vista operativo y estratégico, este ataque no tiene ningún sentido”, declara al medio Pasi Paroinen, experto del think-tank finlandés Black Bird Group, que califica de “enorme pérdida de personal y recursos que son muy necesarios en otros lugares”. Fuentes alternativas ucranianas como el conocido canal de Telegram Legitmimny afirman, desde el extremo pesimismo, que el resultado de la operación de Kursk será la pérdida de Pokrovsk (Krasnoarmeisk), poniendo en riesgo todo el frente de Donetsk.

En realidad, el interés de Ucrania por Kursk indica también que, para Kiev, Donetsk y Lugansk son objetivos secundarios. La mirada de Ucrania siempre ha estado puesta en Crimea y, como prueban las palabras de ayer de Kirilo Budanov, la guerra no ha modificado ese punto de vista. Según el líder del GUR, será más sencillo expulsar a las tropas rusas de Crimea, vulnerable debido a que su suministro depende de escasos puntos de entrada, que de Donbass. Las prioridades siempre han estado claras y un retroceso en los alrededores de Donetsk sería para Kiev menos peligroso que un avance ruso en Járkov, Jersón o Zaporozhie, todos ellos oblasts que Ucrania sí considera imprescindibles para su viabilidad como Estado.

El escepticismo de The New York Times contrasta con la tercera postura que se puede observar estos días en la prensa occidental y que está encabezada por The Washington Post, que se atreve a presentar el objetivo de la operación, cuyo centro es la ciudad de Suya, donde se encuentran infraestructuras importantes para el suministro de gas. Desde el primer momento, fue evidente que Ucrania iba a centrarse en capturar esas instalaciones y, según el diario estadounidense, Kiev busca cortar el suministro de gas desde el que es el último punto de acceso en la Federación Rusa. La principal perjudicada en ese caso sería Hungría, país con el que Ucrania mantiene activa una disputa por el tránsito de petróleo. Y mientras durante años Ucrania luchó por mantener el tránsito de gas y petróleo ruso a través de su territorio para garantizarse los ingresos que supone, en la actualidad el plan de Kiev es impedir el paso para privar a Rusia de ese flujo económico. El atentado contra el Nord Steam ha hecho más importante el gasoducto Duzhva, que ahora está seriamente amenazado.

La teoría aportada por The Washington Post es, en cierta forma, coherente con las palabras de ayer de Mijailo Podolyak, que afirmó que la ofensiva en Kursk tiene el objetivo de “mejorar la posición negociadora” de Ucrania. No hay que entender las palabras del asesor de la Oficina del Presidente como el inicio del camino al compromiso, sino todo lo contrario. El objetivo es la desestabilización y dar pasos para obligar a Rusia a negociar según los términos ucranianos. Eso mismo era lo que Kiev buscaba con su contraofensiva de 2023. La opción de poner el peligro el control de Crimea no funcionó y Ucrania busca otras formas. “¿Reaccionan a algo más que al miedo? No, tenemos que darnos cuenta de una vez. La Federación Rusa percibirá cualquier compromiso como su debilidad y su disposición a arrodillarse ante ella. ¿Cuándo podrán sentarse a la mesa de negociaciones, y podremos sacarles algo, conseguir algo – sólo si entienden que la guerra no va según su escenario previsto”, afirmó Podolyak en una aparición en el canal estatal de noticias. La beligerancia no ha disminuido y Ucrania busca simplemente nuevas formas de ataque. Mantener como rehén un gasoducto o dar a entender que las tropas ucranianas podrían avanzar hasta la centrar nuclear de Kursk son herramientas de presión tanto psicológica como militar. Ese segundo objetivo, para el que Ucrania tendría que avanzar 80 kilómetros, es una quimera. Sin embargo, un acercamiento lo suficientemente peligroso permitiría a Kiev ofrecer un canje por la central nuclear de Zaporozhie, situada en Energodar. Desde hace meses, especialmente desde que su producción eléctrica se ha visto minada por los ataques rusos, Ucrania exige a Rusia la devolución unilateral de la central, que en los más de dos años bajo control ruso ha sufrido periódicos bombardeos de artillería y al menos una operación del GUR para tratar de capturar el territorio. Recuperar estas infraestructuras siempre ha sido una prioridad.

Aún confusa, la situación en Kursk está sirviendo para aumentar el nerviosismo de la Federación Rusa, palpable en el pesimismo que muestran ciertas fuentes de información como Rybar, que en ocasiones da a Ucrania más avances de los que las propias fuerzas ucranianas reivindican. Mientras Rusia no logre revertir los avances de estos días, el efecto psicológico que Kiev busca -además del puramente militar- seguirá funcionando.

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