El Valor del Dinero
Autor: Jairo Alarcón Rodas
Sentir como quien mira. Pensar como quien anda, y cuando se ha de morir, Recordar que el día muere y que el poniente es bello y es bella la noche que queda. Así es y así sea.
Fernando Pessoa
Decía Voltaire: Quien cree que el dinero lo es todo, acaba haciéndolo todo por dinero. Sólo es rico quien sabe limitar sus deseos. Pero qué es el dinero, el dinero es un bien de intercambio y de pago para obtener bienes y servicios. ¿Cuál es su origen? Se tiene conocimiento que fue en la antigua Mesopotamia en donde se considera que se usó por primera vez el dinero.
Es de considerar que fue con la aparición de la agricultura y la domesticación de animales, que la producción agrícola con fines comerciales surgió y, con esta, su tecnificación para su explotación a gran escala. Fue así como las personas no solo podían consumir lo que antes cazaban y recolectaban, sino que intercambiar bienes y producir a gran escala para obtener ganancias, acumular riqueza, nace con ello el trueque y posteriormente el dinero como medida de cambio.
Con la especialización natural del trabajo, la producción se perfecciona y aumenta considerablemente, lo que trajo consigo la acumulación de riqueza, condición que obligó a establecer un medio de transacciones, un bien durable de intercambio, el dinero. Con ello, no solo se acumularon bienes sino también capitales, siendo el dinero, para Karl Marx, la materialización social del trabajo, encarnación humana abstracta del trabajo. Constituye una de las formas en las que se materializa el trabajo humano como valor de cambiio.
El dinero es el medio aceptado en la economía para la realización de las transacciones de compraventa de bienes y servicios, así como para el pago o la cancelación de las deudas; es decir, es un medio de intercambio y un medio de pago. El dinero tiene una finalidad práctica, se convierte a sí mismo en el valor general de todas las cosas. Ha despojado, por tanto, de su valor peculiar al mundo entero, tanto al mundo de los hombres como a la naturaleza, sentencia Marx.
Pero, qué valor tiene realmente el dinero, ¿tendrá un valor relativo o absoluto para las personas? Para el sistema capitalista y sus seguidores, el dinero expresa el carácter socialmente interdependiente (y por lo tanto objetivo) del valor de cambio, insustituible en toda transacción económica. En este sistema, el dinerolo es todo, con él se compra y se vende todo aquello que se considere mercancía, incluso también las voluntades.
Para algunos, el dinero compra la felicidad, pues acostumbrados a que, dentro de este sistema, todo tiene un precio, consideran que todo se puede obtener con él, incluso la felicidad, sin embargo ¿qué es la felicidad para los que así consideran? Al parecer consiste sencillamente en tener, en acumular bienes, no obstante que, como lo afirma Erich Fromm, el tener convierte a las personas en cosas, mientras que el ser las libera para ser ellas mismas. Qué tanto se depende de las cosas y de lo que se puede comprar con el dinero.
Sin embargo, hay personas que teniendo mucho dinero, distan mucho de ser felices, por ejemplo, aunque tienen la posibilidad de tener garantizados satisfactores para una cómoda existencia, en el tema de la salud, la cosa cambia, muchos millonarios han fallecido por alguna enfermedad terminal, sin que el dinero haya podido alargar su tiempo de vida.
Para los capitalistas o aquellos que simpatizan con esa corriente económica, la razón es un recurso humano que debe emplearse para lograr objetivos, dentro de una línea temporal de medios y fines, en los que el éxito está permanentemente presente. De ahí que coincida el criterio liberal con el pragmático, en que lo importante es alcanzar el éxito. Consecuentemente, el aspecto ético pasa a un segundo plano. En el plano de los hechos concretos, así ha sido desde el inicio y fundación de ese modelo económico, a partir de la caída del régimen feudal y el triunfo de la burguesía con la Revolución Francesa.
Para otros, que comprenden que el dinero solamente es un medio para alcanzar determinados fines, el dinero no lo es todo y, por el contrario, ven en su exceso, los peligros que pueda derivar dentro de la sociedad. Ya que al estar íntimamente relacionado con los satisfactores que liberan la tensión, provocada por las necesidades que tiene todo individuo, se convierte en un arma eficaz dentro de las relaciones de poder.
Máxime con la acumulación desmedida de la riqueza ya que, en este caso, el que cuenta con capital adquiere cierta cuota de poder que está proporcionalmente relacionada con el caudal de su fortuna, poseer más dinero equivale a tener más poder e incidencia sobre los demás.
De esa forma, la riqueza se convierte en motivo de discordia dentro de la sociedad, de placeres y excesos para unos y de angustias y miserias para otros. No siendo el problema el dinero, su mala distribución sí lo es. En las sociedades de consumo, la inmediatez es esencial y, como dice Richard Sennett, la cultura moderna del riesgo se caracteriza porque no moverse es sinónimo de fracaso, y la estabilidad parece casi una muerte en vida.
En su ensayo sobre Los pequeños placeres, Hermann Hesse alerta sobre la decadente condición humana y su afán por poseer y por vivir en la inmediatez, por la prisa que lo envuelve, lo que no le permite reparar en las pequeñas alegrías que brinda el existir, señalando: El mundo en que vivimos, compulsivo, urgente, inundado por el tiempo, a veces nos aleja inadvertidamente de las fuentes más hermosas y sencillas de gozo. Son esos pequeños detalles los que, si se repara en ellos, alegran el existir.
En el capitalismo, lo humano es reemplazado en importancia por la mercancía y en palabras de Eduardo Galeano, es más libre el dinero que la gente ya que, a diferencia de las personas, el dinero circula con mayor libertad por el mundo. Y así, cada vez más la gente está al servicio de las cosas. Son estas las que cobran relevancia. Perder el aspecto humano, que debe sustentar a toda sociedad, es uno de los problemas fundamentales que conlleva el desmedido valor del dinero y la cosificación de las personas que, en el capitalismo, es lo más relevante.
En su libro Tener y ser, Erich Fromm hace referencia a la dependencia que se tiene por el tener y, por ende, por el dinero y a su vez las implicaciones que tiene eso en el comportamiento humano. En consecuencia, desde esa perspectiva, los seres humanos no son libres, son prisioneros de la necesidad de tener, ya que son porque tienen, lo que beneficia al sistema que se nutre a partir de la búsqueda y satisfacción de la serie de necesidades artificiales de las sociedades de consumo a partir del dinero.
Con respecto a eso, Fromm señala: El tener nos lleva a la codicia, el ser nos lleva a la generosidad. El apetito de lucro, su voraz y pertinaz deseo por acumular pervierte al humano, haciéndolo cada vez más ajeno al dolor y sufrimiento de los demás, a ser consumistas, egoístas, incluso perversos. No obstante, para algunos la felicidad sigue estando en el dinero.
Sin duda, hay satisfacciones que se logran más allá de la posesión del dinero y de lo que con este se pueden comprar, que proveen estados de placer y de gozo mucho más profundos, alegrías sublimes que se alcanzan no a través de adquirir bienes, de acumular riqueza, sino por medio del sosiego interior que provoca el estar en paz con uno mismo, hasta llegar a la ataraxia, ausencia de turbación.
El bienestar espiritual se debería lograr al saber que se están haciendo las cosas bien, con uno mismo y con la sociedad y, desde luego, sentirse satisfechos con ello. Ser solidarios, honestos y dignos, aspectos que con el dinero no se puede comprar.
Al ser conscientes que existe un estado de plenitud, que no se logra por medio del dinero, sino que es comprendiendo que al ser libre de toda cadena visible o invisible que aprisiona, que algunas están relacionadas con el tener y sus excesos, constituye una satisfacción mayor que es el cenit, al que todo ser humano debe aspirar.