El dilema del voto nulo

Miguel Angel Sandoval
Si algo me llama poderosamente la atención es que la idea del voto nulo se encuentra afincada en medios de la derecha tradicional de este país. Casi a nivel de campaña en medios de comunicación, no todos por supuesto, pero si en algunos que tienen audiencia que puede ser vista como educada, con alguna lectura y opiniones criticas sobre aspectos del actual proceso electoral.
Es cierto que la oferta electoral no es todo lo que quisiéramos, que los candidatos de nuestro gusto no están corriendo en el proceso, sea por ilegalidades, o por otras razones. Hay muchas más. Pero el tema central es que hoy por hoy el voto nulo no resuelve muchas cosas. Quizás si podría apuntar a una solución, pero de fondo. Esto es, si mas del 50 % vota nulo, lo que correspondería sería una nueva elección con otros candidatos. Pero eso, hoy por hoy, está fuera de consideración porque es irreal.
Para decirlo con todas sus letras, el asunto del voto nulo forma parte de la opinión de la gente informada, de la gente que analiza, de quienes piensan que, con ese gesto ciudadano, algo podría modificarse, en algo se podría obligar a los partidos y sus candidatos a reflexionar, al darse cuenta que no tienen la sartén por el mango y otras consideraciones.
Pero, como siempre hay uno, resulta que la gente que piensa sobre el tema electoral, sobre los resultados de las elecciones, sobre las fuerzas que participan, o sobre el programa de los candidatos y sus partidos, es la minoría, acaso un porcentaje no muy grande, del universo de votantes. El resto es el voto clientelar, el voto manipulado, el voto que se consigue con emisiones que van hasta el cansancio por la radio, la TV y ahora con la saturación de las redes sociales.
Escoger en ese menú de 25 candidatos y partidos, de corporaciones a alcaldía o a diputaciones de perfectos desconocidos, es tarea titánica.
Pero si hay dos ideas claras que nos dicen por quien no votar. La primera es no votar por los herederos del genocidio y de la política represiva de los años de la guerra interna. Esos no deben tener un voto de la gente que piensa, y la gente que piensa tiene la obligación de hacer de este tipo de criterios una tarea cotidiana para explicar, hacer llamados a la reflexión y a un voto consciente.
El otro tema es que nadie puede dar un voto al oficialismo, al continuismo, a la misma vaina. Los resultados del actual gobierno son en verdad desastrosos. Las acusaciones de toda forma de corrupción no los hacen merecedores de un voto ciudadano, menos de un voto informado, critico.
Hacer llamados irresponsables al voto nulo, en las condiciones de la Guatemala de hoy, es un intento para que la gente pensante se ausente de las urnas y quede entonces, solo el voto manipulado, acarrado, comprado, y todo lo que sabemos, como una manera de hacer que las opciones de los herederos del genocidio y del continuismo, puedan tener algo de comodidad en resultados que de antemano sabemos que serán malos, pero que el voto nulo les puede ahorrar un porcentaje que puede ser relevante en los conteos finales.
Estamos ante la necesidad de hacer cambios profundos en el país, y advierto, no se logran con el voto nulo, ni con el ausentismo. La que se podría intentar es que, en lugar del voto nulo, se optara por diputaciones de gente honrada, que la hay, de gente honesta, que hay bastante, por corporaciones municipales que no sean corruptas. O por candidatos presidenciales que se considere no están ni forman parte de los nostálgicos del genocidio ni de los integrantes del pacto de corruptos. Y no perder votos por esa idea insatisfactoria de votar nulo, con lo cual, en las condiciones actuales solo se hace un flaco favor a los herederos del genocidio y al continuismo oficial.
