China rehace la geopolítica global
Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China
La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) celebrada recientemente en Astaná, Kazajistán, ha dado un nuevo impulso al reordenamiento geopolítico global que impulsa China, que asume la presidencia rotatoria de la organización. Además, el presidente Xi Jinping aprovechó el encuentro para celebrar una visita de Estado al país anfitrión y otra al vecino Tayikistán. En el primero, con el presidente Kassym-Jomart Tokayev, que habla chino con fluidez después de vivir en la capital, Beijing, como diplomático soviético de 1985 a 1991, firmó una “excepcional asociación estratégica integral permanente”; y con el presidente tayiko, Emomalí Rahmón, estableció una «asociación estratégica integral de la nueva era». Formulismos, dirán, pero con miga.
La única organización intergubernamental que lleva el nombre de una ciudad china
Desde su creación en la ciudad china de Shanghai en 2001, la OCS ha pasado de ser una organización regional con seis miembros a una organización transregional con nueve miembros de pleno derecho, tres países observadores y 14 socios de diálogo. Cubre más del 60 por ciento de la superficie terrestre de Eurasia, casi la mitad de la población mundial y un PIB combinado de más de 20 billones de dólares, aproximadamente una cuarta parte de la economía mundial. Es la organización regional más grande del mundo en términos de escala geográfica y población.
En Astaná incorporó a Bielorrusia, sumando diez miembros de pleno derecho. Después de 23 años de vida, la asociación reúne no sólo a países de Eurasia y Asia Central, sino también a Asia del Sur, Oriente Medio y Europa. La Turquía de Erdogan ya ha anunciado que también aspira a ser miembro de pleno derecho.
La OCS surgió principalmente por razones de seguridad. Su predecesor, los «Cinco de Shanghai», se formaron para hacer frente a los problemas fronterizos tras el fin de la Guerra Fría. Pero rápidamente se convirtió en una organización que, además de garantizar la seguridad regional, promovía activamente el desarrollo económico.
La OCS es la única organización intergubernamental que lleva el nombre de una ciudad china. Hoy está naturalmente conectada con la propuesta emblemática de Xi, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR). Los seis miembros originales de la OCS están ubicados a lo largo de la antigua ruta comercial entre Oriente y Occidente. Xi ha utilizado la IFR como factor clave para promover la cooperación de China con los países de la OCS y acelerar el desarrollo regional fomentando un nuevo mercado para los productos chinos. Al alinear sus respectivas estrategias de desarrollo, rápidamente se lograron logros significativos en infraestructura, comercio o conectividad financiera.
Como mecanismo de cooperación transregional, la economía ha ido ganando peso en una estrategia que prioriza el desarrollo como talismán contra la inestabilidad. Durante años, iniciativas económicas como el Consejo Empresarial y el Consorcio Interbank han promovido el comercio y la inversión entre sus países miembros, y el compromiso de la organización con la conectividad e integración económica se ha consolidado al asegurar el estatus de socio clave de la IFR, lo que ha facilitado el desarrollo del transporte, corredores, proyectos energéticos y redes de comunicación que unen a los estados miembros de la organización y más allá. Asia Central pasó así de ser una región «sin litoral» a un centro de transporte en Eurasia, registrando un salto en la conectividad interna y una integración más fluida en la cadena económica y logística global.
La relevancia económica de China y su compromiso con el desarrollo y revitalización de esta importante región que, hace más de 100 años, Halford John Mackinder, uno de los padres fundadores de la geopolítica, definió como el «corazón de la Isla del Mundo», apuntan a su creciente importancia.
¿Democracia/autocracia o atraso/desarrollo?
La red de países que China involucra en sus estrategias suele presentarse como una coalición de autocracias y, sin duda, en muchos casos, los sistemas políticos que albergan están lejos de ser considerados democracias liberales. Sin embargo, esta contradicción, que es una prioridad para Occidente, pasa a un segundo plano frente al compromiso chino con el desarrollo.
De hecho, muchos de los países del Sur Global simpatizan cada vez más con la «no interferencia» china y descreen de un argumento político que interpretan como un escudo que apenas disimula la impotencia frente al avance chino y la incapacidad occidental para acompañar eficazmente su iniciativas.
Esa dinámica no sólo se nota en la OCS sino también, sobre todo, en los BRICS. Por ejemplo, un número creciente de países de la ASEAN están considerando unirse a los BRICS o han expresado interés en hacerlo en el futuro. Laos y Myanmar ya habían declarado su interés el año pasado y en enero el jefe de la diplomacia indonesia, Retno Marsudi, explicó que Yakarta está evaluando los posibles beneficios de unirse a los BRICS, mientras que Vietnam por ahora sólo «sigue de cerca el proceso». Tailandia ya presentó una solicitud formal y Malasia ya tomó la decisión de unirse al grupo.
De esta manera, va tomando forma el circuito de liderazgo alternativo de la gobernanza global. Según el Fondo Monetario Internacional, el PIB combinado del G7 representaba el 44,9% del mundo en 1995, pero en 2010 había caído significativamente a sólo el 34,3%. En 2023, el PIB combinado cayó aún más, hasta apenas el 29,9%. Mientras tanto, los países BRICS vieron cómo su PIB combinado representaba el 32,1% del mundo; por delante del G7 en 2,2 puntos porcentuales. Estas estadísticas muestran que el G7 liderado por Estados Unidos ha perdido de facto su liderazgo global.
Y esto también explica que a medida que esa influencia estadounidense se debilita, no le queda más remedio que buscar estrategias alternativas para mantener el liderazgo, como la construcción de una hegemonía occidental colectiva liderada por Washington que representa la transición de esa hegemonía global a la hegemonía occidental colectiva. un cambio necesario para que Estados Unidos preserve su influencia durante esta era de hegemonía menguante.
¿Y Occidente?
La inestabilidad política en Estados Unidos o también en importantes países europeos debilita el atractivo liberal en el Sur Global, con el escepticismo agravado por fenómenos como los dobles raseros (Ucrania y Gaza) o el vacío de tantas promesas incumplidas. Esa es una tendencia que se está expandiendo por todo el mundo. En el entorno de China, por ejemplo, la insatisfacción con la democracia crece en los países de altos ingresos. Un estudio reciente del Pew Research Institute señala que en Corea del Sur la satisfacción con la democracia cayó 17 puntos porcentuales, del 53% al 36%. En Japón el descenso fue menor, pero se mantiene al mismo nivel: del 38% en 2021 al 31% en 2024. Quienes se declaran insatisfechos son respectivamente el 63% en Corea del Sur y el 67% en Japón.
Además, desconcierta la reacción militarista que difícilmente puede compensar la insatisfacción política. Mientras propuestas lideradas por China como el RCEP (Asociación Económica Integral Regional) avanzan a buen ritmo frente a propuestas como el IPEF (Marco Económico Indo-Pacífico) estadounidense, la insistencia en las redes de seguridad (AUKUS, QUAD, Alianza Cinco Ojos ….) plantean el espectro de un conflicto de grandes proporciones. La participación activa de Japón en la promoción de una «versión de la OTAN en Asia y el Pacífico» para contener a China es el mayor de todos los riesgos. Está previsto que el primer ministro japonés, Fumio Kishida, asista a la cumbre de la OTAN en Washington este mes, lo que supone un tercer año consecutivo de asistencia.
Otro modelo de cobertura
China y los países de Asia Central han logrado «tres amplias coberturas»: cobertura completa de asociaciones estratégicas integrales, cobertura completa de la práctica de la Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad a nivel bilateral y cobertura completa de la firma de documentos de cooperación para la construcción. de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. A finales de 2023, el volumen comercial entre China y los cinco países de Asia Central alcanzó los 89.400 millones de dólares, un aumento del 27 por ciento con respecto a 2022.
China sostiene que la OCS es una asociación y no una alianza, establecida para construir y no para confrontar. Sin duda, hay asimetrías y contradicciones pero hay, sobre todo, otra visión con otras jerarquías y enfoques para que el desarrollo prevalezca sobre otras variables, más comunes en las estrategias occidentales.
Hoy, la relación entre China y los países de Asia Central dibuja una nueva perspectiva para el presente y el futuro de las relaciones internacionales. Y tal vez sea aquí donde comience la cuenta regresiva final para el cambio de eje de la geopolítica global.
Observatorio de la política china