Trabajo silencioso, en la sombra, con grandeza: Madres que escriben la historia en silencio

Dedicado a Amanda
Luis Armando Ruiz
Las madres se comprometen profundamente con una vida de trabajo constante, dedicada al cuidado, la educación, su vida laboral, el sostén emocional y la organización de la vida familiar. Un trabajo muchas veces invisible, sin remuneración económica, sin horarios definidos ni días de descanso, y que realizan con entrega absoluta, aun cuando no esté mediado por obligaciones formales ni condiciones pactadas. Pura voluntad cotidiana.
Sin embargo, esta realidad suele ser ignorada o incluso veladamente ocultada por discursos culturales, religiosos y publicitarios que tienden a romantizar y estereotipar el rol materno. Se presenta a la madre como un ser incondicional, abnegado y siempre disponible, reduciéndola a menudo a un sujeto decorativo en lugar de reconocerla como una persona activa, trabajadora y agente fundamental en la construcción de la sociedad.
Muchas de estas mujeres, que dieron su vida por criar, sostener y guiar, terminan siendo visitadas solo en los cementerios o pasan al profundo y doloroso momento del olvido. Tristemente, al llegar a la vejez, son vistas como sujetos desgastados, como seres que ya no sirven, que no queremos que vean los familiares, vecinos o incluso nuestra propia mirada. Algunas son escondidas para no mostrar nuestra procedencia, como si su existencia fuera un recordatorio incómodo de lo que algún día también seremos. Esta actitud constituye un error humano profundamente triste, una herida moral que nos afecta a todos.
Debemos superar estos comportamientos y aprender a ser igualmente humanos con ellas, como lo somos con nuestros congéneres, y especialmente como lo fueron ellas mismas con nosotros: con amor, paciencia, sacrificio y respeto. Porque honrar a una madre no solo debe limitarse a un gesto emotivo o una celebración ocasional; implica también reconocer su trabajo, redistribuir responsabilidades y generar espacios donde su voz, su tiempo y su bienestar sean también prioridad.
Claro que merecen un regalo, un abrazo, una sonrisa, un compartir intenso que recuerde cómo nos protegió, cómo nos crió y cómo luchó para que nos superáramos. Pero más allá de eso, merecen que avancemos sin olvidar ese esfuerzo silencioso que tantas veces fue invisible.
¡Feliz Día de la Madre!
Un abrazo fraternal para todas ellas.
