Quién es el verdadero amigo
Autor: Jairo Alarcón Rodas
El falso amigo es como la sombra que nos sigue mientras dura el sol. Carlos Dossi
La amistad es un vínculo afectivo que une a dos o más personas, que se fundamenta en la confianza, en el afecto, en la solidaridad. De modo que, a un amigo no se le traiciona, no se le hace de menos, es más, se le asiste cuando se encuentra en riesgos, lo que no significa que no se le diga la verdad por cruel que parezca.
Pero, qué significado tiene la amistad entre los pueblos, desde luego, si se asienta en la lealtad, no puede ser amigo aquel que usurpe, invada, sojuzgue. Aquel que causa muerte y desolación, el que empobrece a otra sociedad. Será entonces posible la amistad entre los pueblos.
Decía Thomas Hobbes: Los hombres no encuentran placer, sino un gran sufrimiento, al convivir con otros allí donde no hay un poder capaz de atemorizarlos a todos. De tal modo que, según el filósofo inglés, les cuesta compartir en paz, vivir en concordia y solidaridad en sociedad; a tal extremo que, para hacerlo, requieren de un poder absoluto que los atemorice, que imponga límites a su comportamiento.
Siguiendo con ese discurso, Maquiavelo señalaba que los seres humanos son malos por naturaleza, por lo tanto, dentro de su concepción, muy poco se puede esperar de ellos, a no ser malas acciones y así, los hombres van de una ambición a otra: primero, buscan asegurarse contra el ataque y luego, atacan a otros. Es ese pensar que, el vivir en sociedad, lo establece la relación entre personas en las que no es posible la solidaridad, la confianza, la fraternidad lo que conduce al filósofo italiano a plantear el ejercicio del poder al margen de toda norma ética. De ahí, reafirma Maquiavelo, de los seres humanos en general, se puede decir que son hipócritas y codiciosos.
Con toda esa armazón de ideas y, sumado, al pragmatismo planteado por Charles Sanders Pierce y William James, en los que el criterio de utilidad sustituye a la verdad y, consecuentemente, el fin justifica los medios, resulta que el éxito es utilidad, que está en función de lo que considera cada individuo. Al parecer, en toda esa serie de pensamientos, la moral no tiene cabida y sólo es válido el conocimiento que tiene una utilidad práctica.
La cultura anglosajona, influenciada por el empirismo de John Locke y David Hume y el utilitarismo de Jeremías Bentham y John Stuart Mill, las ideas económicas de Adam Smith, fortalecieron, en su momento, al capitalismo, cuyo epitome es Estados Unidos.
De ahí que acumulación de riqueza, propiedad privada, individualismo, egoísmo, competitividad, son los valores que dan vida a esa sociedad y las que impulsa el Estado para su fortalecimiento. El sistema capitalista, decía con justa razón Karl Marx, tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y a los seres humanos, a los cuales explota irracionalmente.
Los grandes países se aprovechan de las pequeñas naciones y, sin ningún reparo, las empobrecen, extrayéndoles sus riquezas. De ahí surge el pensamiento hegemónico y, junto a éste, las directrices que impone actualmente el país del norte, al mundo. Bajo ese criterio, es cuestionable que exista la amistad entre las naciones hegemónicas, ya que para estas, su relación con los demás países no es más que una oportunidad de sacar ventaja sobre estos.
Teniendo una lectura de lo que ha sucedido en el mundo y la participación que ha tenido Estados Unidos a lo largo de la historia, la amistad no existe para países como este y, por el contrario, la mentira, la hipocresía, el aprovechamiento, la fuerza es lo que se impone.
En Guatemala, algunos funcionarios y políticos, con retorcidos intereses y escaza memoria o memoria selectiva, dicen que Estados Unidos es amigo del país, confunden, maliciosamente, lo que significa amistad con complicidad, contubernio o utilidad con aquellos a los que consideran circunstancialmente sus socios.
Desde hace mucho tiempo, los países latinoamericanos han sido el patio trasero del país del norte, por lo que, para estos, su interés se centra, en si les son útiles o no y, por consiguiente, no tienen ningún escrúpulo ni reparo alguno en desecharlos si consideran que está en peligro la estabilidad de su poder hegemónico y la de sus intereses económicos, como lo dicta sus principios ideológicos.
Guatemala es un claro ejemplo de lo que ha sido el intervencionismo estadounidense y figuras como Dwigt Eisenhower, John Peurifoy, que fueron artífices de la crisis de los años 50, aún perdura. Entonces ¿por qué ahora ese país presume ser amante de la democracia, de la paz y de la solidaridad en el mundo? Se olvidan, los que ven a Estados Unidos como un país amigo, lo que significó para muchos guatemaltecos y desde luego para el país, la incursión de la CIA en 1954.
Así, la lucha ideológica, que tuvo su momento cúspide en la llamada Guerra Fría, difundió por todos los medios la imagen del enemigo de la humanidad, la Unión Soviética, la que actualmente es La Federación de Rusia. Y a pesar de los cambios suscitados en la Europa del Este y concretamente en Rusia, la antipatía continúa, difundiéndose por todos los medios, en contra del país que fuera artífice de la derrota del fascismo nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Pero, quién ha sido el verdadero enemigo de los pueblos, de los que desean su emancipación y, con ello, construir por decisión propia su futuro o acaso no tienen derecho. Quiénes han sido los enemigos de la humanidad, los artífices de los golpes de Estado, de las invasiones, los que anteponen sus intereses económicos a cientos de miles de vidas y de la paz y la estabilidad en el mundo.
Creando confusión a través de mentiras, de engaños y de la alienación de multitudes, a partir del control de los medios de comunicación, el villano se ha convertido en el salvador. Por aparte, seducidos por la maquinaria ideológica, muchos aceptan tales criterios, convirtiéndose en cómplices de las barbaries cometidas, sin beneficiarse de ello. Otros obtienen ganancias con esa coyuntura y gran parte del pueblo, en cambio, debido a su ignorancia, siguen el libreto con el que los han domesticado, pensando que se está haciendo lo correcto.
Y así, vociferan en contra del socialismo y el comunismo, sin saber lo que esas concepciones políticas son o representan, hablan de no querer perder su libertad, de no caer en la pobreza. Pero ¿será que un sistema capitalista, la libertad tiene un valor relevante para aquellos que viven en la miseria?
Tradicionalmente a los países hegemónicos, neocolonialistas, les molesta las personalidades latinoamericanas como las de Fidel Castro, Jacobo Árbenz, Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chávez, incluso la de presidentes más moderados como Néstor Kirchner y Manuel López Obrador, por el simple hecho de que han desatendido las imposiciones de Estados Unidos, han desafiado la agenda impuesta por los llamados países de occidente y así, peyorativamente los tildan de dictadores, de enemigos de la democracia, incluso de genocidas.
Pero, curiosamente, guardan silencio e incluso justifican las acciones criminales que perpetraron Dwight Eisenhower, Ronald Reagan, George Bush, Bill Clinton, incluso les dan un premio Nobel de la paz a Henry Kissinger y a Barack Obama, por mencionar algunos nombres, a pesar de la actitud guerrerista e intervencionista que ejercieron bajo sus mandatos.
La amistad entre los pueblos no se puede establecer a partir de intereses mezquinos ni desde una visión neocolonial y paternalista. De ahí que el jefe de la junta militar que gobierna actualmente Burkina Faso, Ibrahim Traoré ha sido clara cuando dijo: Los jefes de Estado africanos debemos dejar de comportarnos como marionetas que bailan cada vez que los imperialistas mueven los hilos, declaraciones válidas para cualquier país del mundo que haya sufrido los efectos de la intervención de países poderosos, los que, sin duda, no pueden llamarse amigos.
Por eso, hay que reconocer a los verdaderos amigos, distinguirlos de los enemigos, que se revelan a partir de los hechos registrados por la historia. Aquellos que han invadido, despojado de riqueza, los que difunden mentiras, los que engañan y amenazan, no pueden ser amigos de nadie.