Otredad y alteridad

JAIRO3

Jairo Alarcón Rodas

Yo soy libre solamente en la medida en que reconozco la humanidad y respeto la libertad de todos los hombres que me rodean.

Mijaíl Bakunin

Mirar al otro se hace cada vez más difícil en un mundo en donde prevalecen los individualismos, egoísmo y divisionismos entre las personas. El capitalismo, el que algunos llaman modernidad, ha creado las condiciones para que la consigna sea el sálvese cada uno como pueda. Lo importante es el bienestar de uno mismo y, quizás, el de sus más cercanos, los demás no deben importar, son indiferentes.

Pero hay otro aspecto por destacar, y es que al mirarse uno mismo y a los suyos, la mismidad no permite aceptar lo ajeno, se ve a los otros como diferentes, no se parecen a los que se considera próximos, al menos por lo que muestran sensiblemente. Así, el primer criterio que se presenta es que son extraños, el juicio por lo superficial pesa más que el tratar de comprender por qué existen diferencias.

El sesgo que impone, hasta cierto punto, la endoculturación reafirma lo propio como lo comprensible, lo digno de imitar, lo mejor y lo otro, lo diferente, como lo extraño, lo incomprensible, lo indigno de ser imitado, dando con ello, paso al etnocentrismo, al sentimiento de creer que lo que uno es, lo propio, su apariencia, sus valores, sus creencias constituyen lo mejor y a no aceptar las manifestaciones de los demás, a considerarlas inferiores, incluso catalogarlas como no humanas. Se dice que lo que se rechaza es lo que no se comprende, pero pocos tratan de hacerlo.

El sentimiento de pertenencia es un arma de dos filos pues, por una parte, establece grupos, núcleos sociales afines, con similares rasgos, convicciones, especificidades, inclinaciones y apetencias, pero, por otra, hace que se vea a los demás como algo distinto, resalta las diferencias, invisibiliza las convergencias, lo que crea exclusión. Hay que aclara que comprender no significa aceptar.

Comprender la otredad es salir de uno mismo, ver el exterior y entender que existen personas diferentes, pero no por ello son inferiores. Es lograr, a partir de la apertura a lo que es distinto de lo propio, similitudes que hagan coincidir como especie y valorarlas.

Para ello, es necesario contar con herramientas que permitan distinguir lo esencial de lo accidental, lo primario de lo secundario, lo superficial de lo profundo. Por naturaleza estamos todos emparentados decía el sofista Hipias. De ahí la importancia de descubrir qué es lo humano en uno mismo e identificarlo en el otro, siendo eso lo que constituye el primer paso para salir de la mismidad y valorar a los demás sin importar las diferencias.

Así, por ejemplo, un ser humano difiere en muchos aspectos a un león, por ser uno primate y el otro felino, no obstante, a pesar de ello, comparten muchas cosas en común, son seres vivos, son mamíferos, vertebrados y requieren cubrir sus necesidades para continuar viviendo, por decir algunas.

Un chimpancé tiene una similitud genética por encima del 98 por ciento con respecto a un ser humano, pero las personas de distintas etnias no tienen diferencia genética alguna, a pesar de que su comportamiento, gustos, preferencias y aspectos accidentales como el color de piel, tamaño, rasgos faciales sean distintos, ya que solo hay una raza, la humana.

No obstante, persiste en algunos círculos el concepto de razas para distinguir a los diversos grupos sociales. Prevaleciendo, en tal criterio, lo morfológico para marcar la distinción entre cada individuo y grupo. Actualmente la antropología realiza las diferencias entre los grupos sociales a través de su identificación como etnias. Sobresale en esos criterios, factores físicos como el color de piel, de ojos, la estatura, entre otros.

Destacando así los aspectos accidentales como los más relevantes, ya que lo importante es marcar las diferencias visibles entre cada grupo. Una de las primeras herramientas que se emplearon para discriminar las diferentes «razas» humanas fue la craneología y eso siguen manteniendo los que insisten en utilizar el término de razas para referirse a las diferencias que existen entre los seres humanos.

Es en el afán expansionista de conquista, de colonización, que se da a través de la guerra, lo que enfrenta a los seres humanos de distintas etnias, los sitúa cara a cara y muestra sus diferencias, realza la otredad, el sonido de las palabras en la forma distinta en la que se comunican. Pero en ello se destaca el fin económico de someter y esclavizar al conquistado y qué mejor forma de hacerlo señalando que no son iguales, son inferiores, no son humanos.

Pese a que es la razón la que permite buscar y encontrar los puntos de convergencia que hagan comprender que, a pesar de la diversidad, hay aspectos más importantes que unen a las personas, como especie humana, persisten los criterios primitivos que anteponen lo somático, lo sensiblemente perceptible, sobre lo esencial, destacando así las diferencias catalogadas por razas.

Cómo hacer comprender a un niño que, a pesar de la endoculturación, de la que es objeto dentro de su círculo más cercano, en la que se trasladan valores culturales, rasgos, costumbres, un idioma, etc., existen sociedades que, siendo de la misma especie, posee rasgos característicos diferentes.

Sin duda que la endoculturación no solo debería ser la transmisión de costumbres, ideas y comportamientos de una generación a otra, con el propósito de preservarla dentro de una sociedad y activar el sentimiento de pertenencia, sino también, propiciar el fortalecimiento del criterio, del juicio crítico que posibilite cuestionar los propios valores culturales, ensanchar la visión de humanidad en sus habitantes y alejarlos del etnocentrismo.

Ver al otro no como alguien esencialmente distinto, sino como un miembro de la especie y al igual que uno mismo, con similares necesidades e inquietudes, es el comienzo de la alteridad. La Alteridad surge como la idea de ver al otro, no desde una perspectiva propia, sino teniendo en cuenta creencias y conocimientos propios del otro. Saber que tiene una historia distinta y como tal jamás puede ser entendida desde la perspectiva del otro.

Ver al otro es situarse en el lugar en el que está, con sus creencias, valores, conocimientos e inquietudes. Se define la alteridad, como la condición de ser otro desde la perspectiva del yo. Emmanuel Levinasconsidera la alteridad como la exterioridad del Yo hacia el Otro evocando a su vez una responsabilidad, se podría decir que es situarse en el lugar del otro, alternando la perspectiva propia con la ajena, lo que motiva al diálogo.

Reconocer lo humano que tiene tanto uno como el otro no puede surgir en condiciones materiales desiguales, sino desde la comprensión y aceptación de que la estratificación social, la brecha entre ricos y pobres, es el comienzo de las diferencias. Es por eso la lucha de Marx a favor de la supresión de las clases sociales, del abismo que se ensancha entre los seres humanos a partir de las condiciones materiales de vida, de su condición de clase.

Si la identidad es lo que uno es y lo que distingue del otro ¿debe estar determinada por lo que asume que se es o por lo que asumen los otros que uno es? Charles Sanders Pierce decía que la identidad debería ser la coherencia entre lo que es y lo que se piensa, de modo que la identidad sería autenticidad de lo que se es, correspondencia entre lo que se piensa y lo que se hace.

Mi identidad, para que sea mía, debe ser aceptada dice Charles Taylor tal aceptación, continúa Taylor, abre en principio el espacio de una negociación con mi entorno, con mi historia, mi destino. Pero, se puede pertenecer a una cultura y no sentirse parte de ella, renegar por sentirse discriminado y asumir una falsa.

¿Puede la identidad renegarse? Hay factores que determinan la no aceptación de determinados rasgos, costumbres que establecen la identidad de un individuo. Por una parte, la estigmatización de una etnia, su desvalorización, por parte del otro, puede causar vergüenza a aquellos a los que se les identifique con ella. En este caso, es potestad de él, establecer lo que es, no como un sujeto pasivo que obedece los requerimientos de su entorno, de su historia, de su destino sino como ente crítico y reflexivo.

Pero, ocurre que es el otro el que a veces le asigna la identidad, de ahí que, para los conquistadores, todos aquellos que no hablaban su idioma, por ejemplo, eran considerados bárbaros. Lo que no habla igual que uno, que no se ve igual que uno ni se comporta como uno es un extraño, resultado de una apreciación y juicio subjetivo.

Así, entiendo que el otro, indistintamente que no se comporte igual que yo, que no se vea similar a mí, que tenga otros valores, es un ser humano como yo y es esa humanidad que compartimos, que puede reflejarse en una variedad de formas, es lo que nos une y constituye el punto de encuentro.

Empero, hay valores humanos que no pueden discutirse, como lo son la dignidad y el respeto a la vida, que deben prevalecer dentro de las diferencias. La identidad de una persona no es el nombre que tiene, el lugar donde nació, ni la fecha en que vino al mundo. La identidad de una persona consiste, simplemente, en ser, y el ser no puede ser negado señala José Saramago. Pero ese ser es en tanto que se es, ser humano, con cualidades irrepetibles.

La comprensión de la otredad, su aceptación, abre el camino al yo, a su apertura que significa un diálogo gratificante de aprendizajes mutuos y en palabras de Karl Popper de conjeturas y refutaciones.

telegram
Facebook comentarios