Lo real y lo lógico
Autor: Jairo Alarcón Rodas
Hay que estar contra lo ya pensado, contra la tradición, de la que no se puede prescindir, pero en la que no se puede confiar.
Karl Popper
La lógica es el medio por el cual se interpreta la realidad de forma coherente, es decir, se pasa de un plano ontológico al gnoseológico, a través de una adecuada estructuración del pensamiento. No obstante, lo lógico no hace la realidad, es esta la que permite el hacer interpretativo que, en el caso de la lógica formal, no conduzca a contradicciones ni a equívocos, que no conduzca al error, a una inadecuada estructuración del pensamiento. Una cosa es lo fáctico y otra lo que se extrae de ahí, de forma interpretativa, a través de la abstracción de la realidad, por medio del conocimiento. Por consiguiente, en la realidad, los hechos pueden ser verdaderos o falsos, los juicios, en los cuales hay un antecedente y consecuente, son válidos o inválidos.
En tal sentido, existe diferencia entre verdad y validez que no debe ser pasada por alto, a manera de no crear confusión. De ahí que un juicio lógico puede ser válido y no necesariamente corresponder a la realidad. Así, la lógica rige estrictamente el pensamiento en la forma que los seres humanos recogen la información de su entorno y la estructuran en su intelecto de forma adecuada.
Sin embargo, puede que se genera confusión pues, recurrentemente, se pretende, a través de una argumentación lógica, dar sustento ontológico a algo, es decir, darle calidad de real a determinadas cosas. Desde los inicios del naturalismo, los pensadores renacentistas, Giordano Bruno, Pierre Gassendi, Bernardino Telesio, señalaban que es preguntándole directamente a la naturaleza, como se puede afirmar o negar la existencia de las cosas y su esencia, a sabiendas que ese proceso es producto de una inferencia intelectiva, que surge de una entidad independiente de la conciencia. Así, por ejemplo, la confusión que planteó el cogito ergo sum cartesiano, en el que se podría predicar la existencia del pensamiento, se aclara al eliminar la expresión anfibológica, señalando que, si alguien está pensando con seguridad existe.
Curiosamente, Gorgias, filósofo de Leontinos, sostenía que no existe ni el ser ni el no ser. El no ser no es, porque si fuese sería a la vez no ser y ser, lo que es contradictorio. Y el ser, si fuese, debería ser eterno o engendrado, o eterno y engendrado a la vez. Pero si fuera eterno seria infinito y si fuera infinito no estaría en ningún lugar, esto es, no existiría de hecho. Sin embargo, para este tipo de razonamiento, Bertrand Russell señalaría, una proposición-palabra afirmativa es verdadera si está asociada con una proposición-imagen verdadera; y que una proposición-imagen es verdadera si solo hay un hecho al cual se semeja. Existir amerita una presencia y es la concordancia de esta con los datos de conciencia de un sujeto, lo que determina su grado de veracidad.
Aristóteles indicaba que es a partir de la experiencia que se adquiere la mejor fuente de conocimiento, de ahí que una persona experimenta cuando entra en contacto sensible con un objeto de la realidad, cuando tiene un conocimiento directo sobre las cosas, es eso lo que deriva a los conceptos, las ideas y los pensamientos. En este caso, existe dependencia del pensamiento con respecto a lo real, en el que los contenidos de conciencia surgen a partir del contacto con las cosas, no siendo a priori como lo plantearon algunos racionalistas. No es que pienso y por lo tanto existo, sino que si pienso es necesario que exista previamente.
Las constantes que se manifiestan en la realidad, bajo determinadas circunstancias, es lo que permite una comprensión gradual de esta, proceso que fue sistematizado por Aristóteles en su Órganon, a partir de los principios de la lógica. De ahí que entender la realidad requiere de una estructuración lógica del pensamiento, que deje en suspenso los juicios de valor, la carga emotiva que un sujeto le puede adjudicar a los objetos de conocimiento. Así, es impensable, dentro de la lógica formal, por ejemplo, que una cosa pueda ser y no ser al mismo tiempo.
Estar en el mundo requiere, por parte del sujeto, tener una lectura medianamente significativa de su entorno, sin embargo, muchas veces se efectúa mezclando criterios personales propios de la esfera emocional, lo que determina el sesgo subjetivo sobre las cosas y, en consecuencia, ya no se ve de las cosas lo que son, sino lo que se quiere ver de ellas, sobreponiéndoles un disfraz adjudicado por cada individuo que así las juzgue.
Es claro que, en un mundo cada vez más ideologizado, la falsa conciencia se impone, la subjetividad prevalece y, con ello, la alienación, por lo que el conocimiento es sustituido por las creencias, por concepciones mágico-religiosas. No obstante, los humanos, ontogénicamente hablando, tienen una similar estructuración del pensamiento, por lo que es en el proceso de asimilación en el que la estructura común se hace diversa, lo que da lugar a la diversidad cultural. Similares mecanismos de aprehensión se hacen diferentes en función de la intención y el contenido de lo aprendido, de la mezcla de aspectos valorativos y de guiones preestablecidos impuestos por sectores dominantes.
Ponerse en contacto con el mundo puede hacerse de manera contemplativa, tanto emocional como racionalmente. La información sobre la realidad procede de la interpretación racional, pero muchas veces es la acción valorativa, a partir de la perspectiva emocional, la que muestra otra faceta de las cosas, que atiende a la perspectiva personal y muchas veces es la que se impone.
Por lo tanto, que un enunciado tenga coherencia lógica no significa que corresponda a la realidad, por ejemplo, las pruebas de la existencia de Dios planteadas por Anselmo de Canterbury, Tomás de Aquino, Renato Descartes o George Berkeley, entre otros, pretendiendo dar una demostración racional y convincente sobre ello, pueda que tengan alguna coherencia lógica, pero carecen de lo más importante, que es su sustento real.
De ahí que el filósofo Bertrand Russell, al hacer referencia sobre la existencia de Dios, de la teología cristiana, dijera en su momento que no encuentra ininteligible o lógicamente imposible la proposición de que existe un ser tal; mantiene tan solo que no hay la más mínima razón para pensar que sea verdadera. Por lo que su admisión recae dentro del campo de lo intuitivo, ajeno a lo racionalmente posible. A las preguntas sobre la existencia de Dios y del alma, señala Rudolf Carnap: La lógica moderna llega a un resultado más radical: esas preguntas no tienen ni una respuesta positiva ni una negativa porque no tienen sentido alguno.
Por más que se pretenda demostrar lógicamente que un objeto, cosa, ser, exista, su presencia óntica solo podrá tener valor cuando realmente exista, independientemente de la conciencia y sea objeto público de conocimiento experimental. Algo es posible cuando puede manifestarse y no contradice las leyes de la naturaleza, distinguiendo así lo real posible de lo formal posible.
Wittgenstein postulaba que los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente,mas no de lo existente, ya que una cosa es la estructuración del pensamiento, a través de un lenguaje lógico, que se nutre a partir de las experiencias y, otra, la realidad que le da vida a ese lenguaje. Los límites de mi universo conceptual los determina el cúmulo de experiencias que posea del entorno en donde me encuentre. Una cosa es el universo real y otra el universo pensado, el cual amerita una adecuada estructuración del pensamiento.