Lo despreciable del fanatismo religioso ante el genocidio palestino.
Autor: Jairo Alarcón Rodas
Del fanatismo a la barbarie sólo media un paso.
Denis Diderot
El genocidio que ha estado cometiendo el ejército israelí en contra del pueblo palestino, representa un nuevo y oscuro episodio en la historia de la humanidad que, en este caso, está marcado con el sello de la impunidad, ya que continúa prevaleciendo en el mundo la ley del más fuerte. Lo que está sucediendo en la Franja de Gaza son acciones repudiables, a todas luces condenables por todos los que tienen un ápice de sensibilidad, de humanidad y de justicia.
No es de extrañar, por lo tanto, las protestas, alrededor del mundo, de aquellos que claman respeto para la humanidad, que anhelan vivir en un mundo de paz, que exigen un alto al genocidio palestino y castigo para sus verdugos. A pesar de eso, la impunidad impera y las grandes potencias se hacen de la vista gorda ante los dantescos acontecimientos.
Otros, en cambio, para los que priva los intereses económicos, lo que sucede en medio oriente es una reacción de legítima defensa y no importa si con ello se aniquile a civiles, a mujeres y a niños. Así, gobiernos europeos, alineados con Estados Unidos, socio histórico de Israel, evitan condenar tan repudiables acciones y con su silencio se convierten en cómplices del exterminio palestino.
Y así como Estados Unidos, durante el gobierno de George Bush hijo, tenía “pruebas contundentes” de las armas de destrucción masiva, por parte del gobierno de Saddam Husein en Irak, ahora vociferan que no tiene pruebas de que Israel esté cometiendo genocidio en Gaza mientras lleva a cabo su guerra contra el grupo terrorista islamista palestino Hamás. En consecuencia, defienden la causa israelí a pesar de que, con ello, se pone en peligro la paz en el mundo. Y si así lo dice “la primera potencia del mundo”, tiene que ser cierto. No obstante, es claro el doble rasero del imperio del norte, “baluarte de la libertad” y la “democracia” y quien, a través de su poderío militar, decide quién es un país democrático y, por el contrario, un terrorista.
A pesar de ello, en distintos países del mundo se ha elevado una contundente protesta a través de manifestaciones, marchas y concentraciones, por los alevosos ataques israelís en contra de la población civil de Palestina. Por otra parte, en varias universidades de Estados Unidos, las protestas estudiantiles en contra del apoyo que el gobierno de Biden le ha otorgado a Netanyahu, crecen de manera sin precedentes, a pesar de ser brutalmente reprimidas. Lo que inició en la universidad de columbia en Nueva York, se ha extendido a universidades de Texas, Brown, California, Princeton, Ohio State, Las Vegas, North Carolina, Chapel Hill, Yale.
Sin embargo, algunos fanáticos fundamentalistas, para quienes sus dioses solo representan un medio para justificar sus acciones y alcanzar sus más oscuros objetivos y deseos, es decir, lo que les conviene, tal situación deber ser entendida a partir de lo revelado en las Escrituras. Así, cualquier acción que realice el sionismo israelí, por funesta que sea, está plenamente justifica ya que por ser “el pueblo elegido por Dios”, tiene toda su aprobación, que consiste en el exterminio de sus enemigos.
A pesar de que los textos religiosos tienen muy poco de racionalidad y de coherencia lógica, sobre todo en su aspecto doctrinal, lo que es comprensible dada su procedencia y finalidad, pueden ser objeto de cuestionamiento a la luz del pensamiento reflexivo. Cómo es, entonces, que se acepte que un dios, que pretende ser de toda la humanidad, tenga preferencias por un pueblo, su elegido, el que ha escogido entre los demás. Solo la idea de un dios antropomórfico, creado por una determinada cultura, en este caso por la judía, puede tener pensamientos de ese tipo.
Consecuentemente, en él impera el nativismo y, así, un dios creado en Israel no puede tener otro pueblo elegido sino el de Israel. Consecuentemente, dada la procedencia del Dios judeocristiano, resulta ser su origen lo determinante para que Israel sea su pueblo elegido. Tal planteamiento, según los apologetas, quienes interpretan literalmente las Escrituras, deja atrás el sentido metafórico en el que están escritos muchos versículos de la biblia.
Un dios con esas características, intenciones y proceder, que tiene preferencias por un pueblo, no tendría que serlo de los demás. Curiosamente, las preferencias por determinados grupos y personas, las escogencias y selectividad, son características propiamente humanas, no permisibles para un dios, dada su magnificencia y, en el caso del Dios judeocristiano, dada su perfección.
Desde la perspectiva humana, al ser recurrente el tener una visión antropomórfica de sus dioses, es decir, darle forma o cualidades humanas a deidades, animales u objetos, qué tanto de antropomórfico tienen los dioses predominantes en el mundo. En el caso de la religión judeocristiana, la respuesta es contundente.
Dentro de la visión idealista, Dios es el creador de todo, es el principio y el fin, pero cómo es posible hablar sobre él, ya que la palabra limita. La audacia de la religión judeocristiana fue traer a la comprensión humana la idea de un solo dios, personificado en su hijo unigénito, Jesús. De modo que es él quien trae, a la comprensión humana, los mandatos y designios de Dios. Sin embargo, “cómo puede concebirse que un ser perfecto, el sumo creador, posea pensamientos y criterios que discriminan a las demás creaturas de su creación, que sea selectivo”.
Cabe señalar que los humanos no tienen otra manera de referirse a sus dioses si no es a través del antropomorfismo. Es decir, asignándoles cualidades humanas, incluso forma, ya que, de lo contrario, no podrían referirse a ellos, al menos al que consideran el sumo creador. El dios iracundo, vengativo, violento, amoroso, celoso, el que aborrece y castiga, del que se habla continuamente en el Antiguo Testamento, de la Biblia cristiana, dista mucho de ser considerado un Dios justo y benevolente, para seguir con el enfoque antropomórfico.
La escalada de violencia en contra del pueblo palestino en Cisjordania, en la Franja de Gaza continúa y los políticos corruptos, los mercaderes de la religión, los indolentes, siguen defendiendo las acciones emprendidas por el ejército israelí, a pesar de los horrores que están cometiendo, no obstante, el baño de sangre con el que tiñen al pueblo palestino. No les importa que, con irracional defensa, se siga avalando el exterminio palestino.
Dada la cantidad de personajes siniestros, corruptos, ignorantes, hipócritas e inescrupulosos, encabezados por el Pacto de Corruptos y la red del crimen que sigue imperando en este país, Guatemala no es la excepción. Se comprende entonces el porqué de la protesta en contra del voto emitido por el gobierno de Bernardo Arévalo a favor de reconocer como Estado miembro a Palestina, se entiende que pretendan interpelar al ministro de relaciones exteriores.
Hablan, los oscuros personajes, de traición a un país amigo, que con el voto de Guatemala en Naciones Unidas, se apoya a Hamás. Se olvidan, convenientemente, de la cantidad de niños que han fallecido tras los bombardeos del ejército israelí, de la masacre cometida, de las violaciones, del terror impuesto en esa zona.
Solo con dar un vistazo a quienes defienden la causa de Netanyahu en el mundo y específicamente en Guatemala, resulta ser un indicador para tomarlo en cuenta, que lo que defienden tiene olores pestilentes, censurables, dada la calidad moral e integridad que ostentan esos personajes. La fundación contra el terrorismo, pastores cuestionados de iglesias evangélicas, diputados y exfuncionarios corruptos.
Los pueblos civilizados del mundo, las personas con sensibilidad humana, no pueden continuar siendo cómplices de la barbarie en contra del pueblo palestino. Alzar la voz ante los crímenes, manifestar su repudio a lo que está cometiendo el ejército israelí, es cuestión de conciencia y dignidad.
Pero, es claro que muchos tienen algo muy distinto en sus venas y no les importa la muerte de niños, el cerco inhumano, el hambre, el genocidio al que está siendo sometido el pueblo de Palestina, en la Franja de Gaza, por el ejército del llamado “pueblo elegido”. Otros, los menos, embrutecidos por el fanatismo, siguen el discurso de los mercaderes de la religión, que Israel es el pueblo elegido por Dios, defendiendo irracionalmente tal criterio, como si con ello serán perdonados sus pecados y se les abrirán las puertas del cielo cuando mueran.