La justicia en Semana Santa

Mario

Mario Rodríguez Acosta

Con el inicio de la Semana Santa, Guatemala parece contener la respiración. La pausa impuesta por la conmemoración religiosa le da un respiro a Bernardo Arévalo. Las calles se han pintado de morado, en las procesiones vemos desfilar una retahíla de hijos de puta que tratan de lavar sus pecados frente al público, pensando en la próxima elección.

Por eso no sorprendió la llegada puntual del presidente Arévalo a la Corte de Constitucionalidad para asistir a la investidura de su nueva presidenta, la señora puesta por el ogro corrupto de Giammattei y Miguel Martínez.

Para que tengamos una idea de cómo se encuentra la justicia, la nueva presidenta, Leyla Lemus sustituirá en el cargo al peor de todos los magistrados, que haciendo trampa logró llegar a dicho organismo y luego presidir de presidente.

Entre abogados de te veas, no es solo un dicho, refleja el estado de la justicia y con ello de la política del país. Por eso, resultado chocante observar cómo Arévalo compartió espacio con toda clase de gente, incluyendo a los corruptos de siempre.

Magistrados con togas impecables y agendas opacas, fiscales que persiguen a opositores mientras liberar a los asesinos, corruptos y delincuentes. Jueces que igual son acusados de violación, que dejan en libertad a asesinos de lesa humanidad sin inmutarse sabiéndose protegidos por colegas.

La ley se ha convertido en un arma de doble filo. Sirve para acallar, como también, para otorgar impunidad y poder.

¿Cómo llegamos a esto?

La justicia, es ese pilar que debería garantizar la paz social, se ha convertido en un campo de batalla donde los recursos, los favores, la letra pequeña deciden más que la verdad.

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