La Inclusión entre diferentes y lo que implica

JAIRO3

Autor: Jairo Alarcón Rodas

La belleza del universo no es sólo la unidad de la variedad, sino también la diversidad en la unidad.

Umberto Eco

Incluir, es tomar en cuenta, es poner dentro de un conjunto alguna cosa u objeto, acercarla para que forme parte de un grupo. Pero ¿qué significa incluir a alguien, a una persona, en un grupo social? Desde luego que es evidentemente más complejo, dado que no es solo juntar a las personas sino mucho más que eso, ya que la inclusión busca lograr que todos los individuos o grupos sociales sean tomados en cuenta, que puedan tener las mismas posibilidades y oportunidades para realizarse como individuos y como colectividad. Concretamente es tomar al otro por igual, con los mismos derechos y obligaciones, con iguales oportunidades.

En tal sentido, se pretende que sean tomadas en cuenta como iguales a todas las personas sin excepción alguna, que tengan los mismos derechos, las mismas oportunidades, que no sean discriminados.  Aristóteles señalaba que la igualdad solo debe ser entre iguales. Pero, en qué consiste esa igualdad, con seguridad que el filósofo griego no se refería a los aspectos accidentales, sino a los esenciales que identifican a las personas y las hacen ser lo que son.

Siguiendo con tal planteamiento, para la especie humana, en qué cosiste esa igualdad, dado que las personas se manifiestan de diferente forma, atendiendo a especificidades personales, inquietudes particulares  o rasgos culturales. A no dudar, que es en las similitudes fundamentales, las que todo humano posee, en las que la inclusión cobra sentido ya que, de no ser así, cualquier otro ser vivo, animal, incluso planta, debería ser tomado en cuenta bajo la condición de ser parte de ese conjunto, como habitante de este planeta, lo que resulta ser una propuesta sumamente cuestionable, por no decir descabellada.

De modo que incluir es tomar en cuenta a toda persona sin que exista discriminación alguna por su procedencia, etnia, color de piel, género o condición económica. Es no hacer de menos al otro por ser accidentalmente diferente. Pero ¿qué y quiénes establecen tal criterio? ¿Qué es lo que determina la admisión de esa inclusión? O ¿todos deben ser admitidos sin objeción alguna? Se habla de derechos inalienables de todo ser humano, pero ¿será que cuando se hace referencia a la inclusión se piensa en esos aspectos o en las manifestaciones particulares de cada individuo, preferencias, gustos, formas de comportamiento?

No es lo mismo comprender que los humanos se manifiestan de distintas formas, es decir, con aspectos accidentalmente diferentes, a través del color de su piel, de sus ojos, de su talla, al igual que a través de particulares rasgos culturales y por esa razón no se les deba excluir, hacer de menos, discriminar, que considerar esos rasgos particulares y preferencias como lo esencial.

Sabiendo que es en la diversidad de criterios, inquietudes y aptitudes, en donde lo humano se fortalece, no se puede pasar por alto que es en lo común que todos poseen lo que debería de prevalecer para su reconocimiento e inclusión. Comprender que los humanos tienen distintas formas de manifestarse pero eso no los hace dejar de ser lo que son es un buen comienzo. Con ello, no se busca una uniformidad de criterios, sino resaltar lo común que los une, que constituye el punto de convergencia.

Ahora bien, qué implicaciones tiene el ser reconocido bajo una condición específica ya que, por ejemplo, a un pobre se le podría reconocer como tal, dada su condición e incluirlo a pesar de su pobreza, como tácitamente ocurre en el capitalismo. En este caso, no se debería reconocer su estado de pobreza, sino su naturaleza humana, de lo contrario, se le estaría acreditando una estigmatización que es ajena a sus deseos y que las circunstancias injustas de una sociedad le han impuesto, relegándolo a esa situación.

Tal admisión no debería ser aceptada, dadas las implicaciones que eso conlleva, pues al reconocer y justificar dicha condición en los seres humanos, no solo invisibiliza cuáles han sido las causas de la referida situación, sino que, también, beneficia a aquellos que, aprovechándose de su condición histórica y la circunstancia, continúan acumulando más riqueza.

Las sociedades no son como un organismo vivo, en donde todo órgano tiene su razón de ser como lo plantea y es el criterio que esgrime el funcionalismo y el capitalismo, existen condiciones materiales injustas que han establecido la existencia de ricos y pobres, en donde la explotación y la violencia han estado presentes.

De ahí que, tomar en cuenta al pobre desde la condición accidental que lo aqueja, representa una equivocación, ya que se estaría arrastrando su pobreza como un estado indisoluble de su existencia, propio de su naturaleza en sociedad. Por el contrario, reconocerlo como un humano que ha sido rebajado a la condición de mercancía es incluirlo con la perspectiva de su liberación, la que atiende a valores dignos de ser respetados en toda persona, es decir, a los derechos inherentes que, como todo miembro de una sociedad, debe de gozar. 

En conclusión, el reconocimiento del pobre y su inclusión como tal constituye un error, ya que sería trasladar tal condición accidental a un plano esencial, propiciada por el avorazamiento de unos pocos. Sin embargo, el término puede ser visto desde dos perspectivas, es decir, tiene dos acepciones o aristas. Se puede reconocer el grado de pobreza de las personas y luchar por eliminarla, o bien, convivir con el pobre y aparentar no discriminarlo. En tal caso, la dificultad consiste en que no se reconoce en estos su condición humana y, con ello, continúa prevaleciendo lo contingente sobre lo esencial.

Empero, cuáles son los aspectos que deberían ser reconocidos y bajo qué criterios. ¿Qué ocurriría, si ese fuera el caso, con aquellos que siendo biológica y genéticamente humanos no se sienten, no creen serlo? ¿Se debería aceptar tal criterio y, con ello, que se les respete ese derecho? En la esfera privada no sería problema, pero si en la pública.

La exaltación del individualismo lleva consigo una visión subjetivista de la realidad y con ello toda una serie de opiniones, juicios fantasiosos o de valor, con algunos aciertos, pero mayoritariamente disparates, criterios, muchos de ellos, ajenos a la realidad. Lo que no sería pernicioso si se quedaran como lo que son, opiniones, creencias particulares. Pero cuando se pretende que estas sean aceptadas como válidas por los demás, originan discordia, lo que resulta ser un problema para el establecimiento de diálogos constructivos, de consensos dentro de la sociedad.

Así, cada persona piensa que su opinión es la correcta, aunque mucho de lo que digan responda al criterio que el sistema ha generalizado como la verdad incuestionable, como parte del adoctrinamiento que es puesto en marcha desde la esfera ideológica. Gran parte de la escasez de criterio se debe a la ignorancia, a la no posesión de herramientas cognitivas que permitan cuestionar lo establecido, lo que se difunde como verdadero y que, contradictoriamente, carece de sustentación veraz.

La ausencia y debilitamiento del pensamiento reflexivo es debido al modelo educativo imperante, el cual responde a las condiciones materiales de la sociedad y el Estado, el cual no incentiva el aprender a pensar sino únicamente convierte al educando en un reproductor de contenidos, sistema al que tanto críticos de la educación como Paulo Freire, Henri Giroux y Peter McLaren cuestionan. Por ello: Hacer la educación relevante y crítica quiere decir desafiar las historias y discursos de los estudiantes, pero de tal modo que no desaparezcan sus voces,señala McLaren. Ya que esas opiniones responden a la circunstancia en la que viven y en la que se han criado.

Así, aquel que no está acostumbrado a buscar, a examinar y verificar la información que se difunde, a cuestionar el discurso hegemónico y acepta como válidos tales planteamientos, está condenado a ser vasallo de las élites dominantes, a repetir como verdad lo que ellos dicen y creer ciegamente en ello.

Lo alarmante del caso es que, a pesar de su condición marginal, muchas veces las personas se identifican con el opresor, pues como decía Steve Biko, la mejor arma de las oligarquías dominantes es tomar el control de la mente del propio oprimido. Tomar el mando del pensamiento de las masas, dirigirlo y cuando a estas se les seduce o se les adormece, el resultado es nefasto.

En el mundo capitalista, las diferencias las hace sustancialmente el tener, sin embargo, las élites que dirigen el sistema difunden que el problema esencial de las sociedades consiste en que no se respeta las diferencias, en hacer creer que lo fenoménico debe prevalecer sobre lo esencial.

Y así, cada grupo reivindica su condición, su lucha por lograr que se garanticen sus derechos como minorías que se sienten excluidas, como  un sector que es marginado y discriminado. No obstante, la marginación de los distintos grupos, debido a sus diferencias, es cuestión de entendimiento y eso no puede lograrse si persisten las condiciones materiales en las que solo un pequeño sector tiene acceso a riqueza, a la educación, al fortalecimiento del pensamiento crítico, lo que no significa que las citadas élites lo posean ya que estas están inmersas dentro de la ideología que le impone su condición de clase.   

Más allá de las diferencias que existen entre los individuos, de la diversidad presente, estas no deben invisibilizar lo común que subyace en todo ser humano, pues es lo que posibilita establecer la igualdad entre la especie y permite tender los puentes entre las distintas culturas, sociedades, grupos, para la convivencia pacífica en función del bienestar y desarrollo de todos.

Desde luego, el poder ver con claridad al enemigo común de la humanidad, es decir, el capitalismo salvaje, que mantiene las desigualdades y la pobreza en el mundo, el que se siente a sus anchas a causa de la imposibilidad que tienen todos esos grupos, dadas sus diferencias, de atender el problema esencial, de converger para comprender que, a pesar de sus diferencias, existen sólidos nexos y necesidades que los unen como especie; que deben ser satisfechas para lograr no solo el desarrollo material, sino el espiritual y humano,  lo que únicamente es posible a través de los consensos.

La inclusión tendría que partir de lo humano que subyace en cada persona, en cada individuo que, independientemente de sus manifestaciones, preferencias, inquietudes, no deja de serlo, siempre y cuando se comporte como humano, dentro de un medio social que otorga derechos, pero también el cumplimiento de obligaciones.

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