La derechización de la sociedad guatemalteca

JAIRO3

Autor: Jairo Alarcón Rodas

El reparto de la riqueza es lo que diferencia a la derecha de la izquierda.

José Mujica

Seguir consignas sin comprender de qué se tratan es propio de aquellos que, alejados del buen sentido, del criterio, se dejan seducir por imágenes e ideas cautivadoras, con poco sustento real y convicción. La vista es el sentido que más información provee, decía Aristóteles, y también es el que más cautiva, por lo que pasar de lo sensible a lo inteligible constituye un logro mayor para cada individuo. Es por lo que la publicidad recurre a imágenes, para penetrar con más fuerza sus mensajes persuasivos y así colocar sus marcas, apelando a las emociones.

La era digital tiene como una de sus características que las imágenes prevalecen sobre los textos, de ahí que, a las nuevas generaciones, el sistema imperante los ha acostumbrado a leer menos, pues se vive en la inmediatez, pues es más cómodo y fácil de asimilar e interpretar una imagen, que perder el tiempo con la lectura de una información, mucho menos investigar la procedencia y veracidad de la fuente.

Desde hace mucho tiempo, los mensajes persuasivos utilizados por la publicidad y los políticos realizan la misma función que en la actualidad: la de cautivar. Es decir, tomar el control de la voluntad de las personas para llevarlos al consumo o a la aceptación de una figura política, de una marca determinada. En este caso, tales mensajes están revestidos de lo que les interesa que se entere el grupo objetivo y de la forma que se ajuste a los intereses del sector empresarial o político. Mensajes en los que, muchas veces, la mentira se vuelve verdad y la verdad es motivo de escarnio.

En tal sentido, la derechización de una sociedad se percibe por la identificación que una persona o grupo tenga con los postulados que identifican a tal filiación política y, esencialmente, por las acciones que realicen dentro de la sociedad. Así, por ejemplo, decirse de izquierda es pensar y actuar dentro del marco de lo que constituye esta posición política, dentro de determinadas circunstancias, defendiendo los valores humanos sobre el capital y el lucro.

Cómo, entonces, se puede caracterizar a la derecha: por una parte, esta posición política se centra en el individuo y en la iniciativa empresarial y la defensa de la propiedad privada, el libre mercado y los valores tradicionales religiosos. De ahí que los gobiernos de derecha favorezcan a la economía de mercado, a las empresas, beneficiándolas para que sean éstas las que generen la riqueza en un país.

Sin embargo, en la práctica, todo ese discurso teórico se transforma en el avorazado apetito de lucro, que se fomenta desde el individualismo, pervirtiendo las relaciones sociales al extremo de imposibilitar la igualdad de oportunidades, al fomentar los monopolios, oligopolios, las gremiales, las grandes corporaciones, para preservar los privilegios de un reducido número de personas en detrimento de los sectores populares.

La derecha es el segmento del espectro político que afirma que determinados órdenes sociales y jerarquías son inevitables o deseables, apoyándose por lo general sobre la naturaleza humana, el derecho natural, la economía o la tradición. De ahí que mientras la izquierda aspire a la igualdad de derechos entre los seres humanos, la derecha no las admite, e incluso afirme que es necesaria la estratificación social, con la consabida escala de privilegios e impunidad.

La derecha conservadora, con sus matices, propugna por conservar las prerrogativas de una pequeña élite, siendo precisamente en ese punto en donde los sectores populares deberían reparar, ya que tal postura no hace más que enriquecer a ese sector y empobrecer a los demás. Al discurso que promueve la derecha, de que solo los empresarios son los que generan riqueza, la pregunta debería ser ¿para quién?

Cómo es que una sociedad, como la guatemalteca, en la que los índices de desarrollo humano son de los más bajos de América Latina, en donde la desnutrición infantil ocupa un deshonroso primer lugar, en donde la cobertura en salud y la educación resultan ser de los más pobres del continente y los índices de criminalidad e inseguridad resultan ser pavorosos, las promesas de la derecha constituyen el modelo a seguir. Sin duda, que la alienación, que desde los sistemas de educación y los medios de comunicación se han implantado, han hecho su efecto y la universidad de San Carlos no es la excepción.

Y así, citando a Jeremy Seabrook: Los pobres no viven en una cultura diferente de la de los ricos. Deben vivir en el mismo mundo creado para beneficio de los que tienen dinero. Y su pobreza es agravada tanto por el crecimiento económico como por la recesión y falta de crecimiento. Por lo que es el momento de reflexionar y dar un giro para establecer una sociedad justa para el beneficio y bienestar de todos.

La ignorancia y la mitologización religiosa de una sociedad son aceleradores de la ruina de los pueblos y Guatemala tiene mucho de eso. Es comprensible, entonces, que una gran parte de las capas medias se identifiquen con la derecha pues ven, ilusoriamente, la posibilidad de adquirir prestigio y privilegios a través de sus inquietudes individualistas.

Es decir que, con emprendimiento y siguiendo la lógica de la derecha, pueden lograr el éxito y, con ello, probar las mieles que disfrutan las élites que gobiernan el país. El individualismo niega la posibilidad de mirar más allá de los intereses personales y convierte al hombre en un lobo para el hombre, en donde el sufrimiento y dolor ajeno le es indiferente.

A esto se le suma los discursos puritanos de una sociedad hipócrita, que a pesar contravenir con hechos los valores que supuestamente defiende el conservadurismo de la derecha, se ensañan en contra de todos aquellos que planteen un criterio diferente. La derecha guatemalteca, fiel a su convicción de que el fin justifica los medios, no tiene reparos en engañar, mentir, dividir, agredir para seguir manteniendo sus privilegios. Enarbolando la bandera de la soberanía, de la honestidad, del conservadurismo convencen a los que se dejan engañar.

Cabe recordarles a los que propugnan por el individualismo egocentrista que, al vivir en sociedad, las personas, que así lo deciden, adquieren una responsabilidad con esta y, como consecuencia, la libertad, los deseos y las aspiraciones particulares no pueden ir en contra del desarrollo y el bienestar de los demás, están circunscritos dentro del marco social, pudiendo ser genuinos e indignos. Por lo que, reparar en cuánto afecta las aspiraciones y las acciones personales, constituye no solo una responsabilidad, sino una obligación individual.

No obstante, en un país en el que ha imperado los gobiernos de derecha, esos valores son irrelevantes, les son ajenos. Tomar conciencia de lo que es y ha sido la derecha, reflexionar sobre lo que constituye su esencia para la sociedad y lo que ha representado para este país es una obligación de todo guatemalteco que aspire a algo diferente.

telegram
Facebook comentarios