Falta de criterio o perversión humana

Autor: Jairo Alarcón Rodas
General, tu tanque es más fuerte que un coche. Arrasa un bosque y aplasta a cien hombres. Pero tiene un defecto: necesita un conductor. General, tu bombardero es poderoso. Vuela más rápido que la tormenta y carga más que un elefante. Pero tiene un defecto: necesita un piloto. General, el hombre es muy útil. Puede volar y puede matar. Pero tiene un defecto: puede pensar.
Bertolt Brecht
El acceso a la educación en Guatemala está marcado con inconvenientes ominosos, obstáculos lacerantes para grupos mayoritarios del país, los que, como resultado de ello, están condenados a no poseer una educación primaria, mucho menos una educación superior. Forzados a no saber leer, a no contar con una instrucción, a no tener la oportunidad de una formación sistemática educativa, a sumirse, quizás en la ignorancia.
Consecuentemente, Guatemala es uno de los países latinoamericanos con menor tasa de escolaridad, con una de las mayores tasas de analfabetismo y una de las peores en cobertura educativa del continente. Indicadores vergonzosos que se resume en el desinterés de los distintos gobiernos en materia educativa y un país que no apuesta por la educación de sus habitantes está condenado al fracaso.
La explicación a tales hechos se encuentra en que, mientras más ignorante es un pueblo, más fácil se le puede manipular y pisotear en sus derechos. Y las élites dominantes lo saben, por lo que no les interesa una población que piense, que tenga una visión crítica, que se enteren de lo que es la política, que conozcan sus derechos y obligaciones, que cuestionen las acciones del sector empresarial y las del gobierno cuando sean ilegítimas. Lo que quieren son empleados sumisos, mano de obra barata, a la cual puedan explotar a su antojo, algunas veces sin que se den cuenta.
Como resultado, tener una educación universitaria en Guatemala constituye un privilegio que muy pocos poseen y, dentro de estos, menos son los que la saben aprovechar. Cada vez es más frecuente que a los estudiantes, con sus excepciones, les interesa simplemente lograr aprobar sus cursos, que aprenderlos, se resalta el pragmatismo en ellos, en el que, si para lograr su objetivo se alcanza por medios ilícitos, no importa. ¿En dónde quedan entonces los sujetos críticos? De modo que, con la complicidad de un sistema educativo perverso y de algunos docentes, eso es lo que logran.
De ahí, que los estudios universitarios en este país no garantizan que los que los hayan cursado estén preparados eficientemente en las distintas ramas del saber que demanda la sociedad ni que su formación académica e integral adquirida incida positivamente en la sociedad. Solo con observar la nefasta participación de muchos abogados en las distintas entidades del Estado, en la Corte de Constitucionalidad, en la Corte Suprema de justicia, en su gestión como jueces, es más que suficiente para señalar que algo está muy mal en su formación.
Lo curioso del caso es que ese tipo de docentes son los que exigen que se les llame por licenciados, máster, doctores, etc., pues su nombre, consideran, tiene muy poco valor sin esos títulos, según su extraordinario criterio. En este caso, creen que los títulos adquiridos le dan valor a la persona, desconocen que es la persona, con su ejercicio honesto y capaz, la que le da renombre a los títulos adquiridos y, desde luego, a la universidad o casa de estudios en donde los han obtenido. Y es que lo que natura no da, Salamanca no presta.
La educación superior en Guatemala está en crisis y, desde luego, lo está también la educación primaria y media, lo que no es algo nuevo, es un hecho que se ha venido gestado desde la contrarrevolución de 1954, cuyos efectos se comenzaron a notar en la universidad de San Carlos en los años 80, en los momentos más cruciales del conflicto armado interno, con los asesinatos de sus más insignes profesores, estudiantes y trabajadores. A eso le siguió su cooptación, por parte de los sectores más oscuros del país, a raíz de los privilegios otorgados a la universidad de San Carlos en la Constitución de 1985.
Lo que se pensó que vendría a beneficiar a la población en general, debido a la incidencia y representación de la universidad del pueblo en diversas instancias del Estado, solo causó su deterioro, politización y crisis. Y todo, por la clase de personas que la dirigen.
Así, el anquilosamiento académico no se hizo esperar, la crisis en la calidad educativa que se vive en el país, con contadas excepciones, tiene su expresión máxima en las universidades y, especialmente, en la universidad de San Carlos. De qué sirve, entonces, el esfuerzo de genuinos estudiantes que desean aprender y contribuir con su desempeño al desarrollo del país, si lo que se les enseña únicamente constituye una domesticación para servir a los intereses de los sectores dominantes, en el mejor de los casos.
¿Qué tipo de estudiantes están formando las universidades de este país? ¿Qué tipo de egresados quieren formar? A no dudar, las universidades privadas, comprometidas con la exigencia de las élites en el poder, forman y egresan técnicos con escasa conciencia social e interés por convertirse en factores de cambio.
La universidad de San Carlos obligada por su origen y fines, por estar financiada con los impuestos del pueblo, a contribuir con el desarrollo del país y al bienestar de los guatemaltecos, cada vez más se aleja de esos ideales y, por el contrario, actualmente se encuentra comprometida con los sectores más oscuros del país a través de sus máximas autoridades, siendo parte del Pacto de Corruptos.
Así, cooptada, al igual que otras instituciones del Estado, en vez de formar profesionales con principios éticos, mediante la excelencia académica, sirve a los intereses de las mafias del país, contribuyendo a la crisis vigente.
De ahí que, actualmente, en las distintas carreras que existen en la universidad, los cursos en los que se les debería enseñar el contexto social, los valores humanos y el compromiso ético, el pensamiento crítico, es decir, los cursos sociales humanísticos, están desapareciendo de la pensa de estudios y son sustituidos por asignaturas técnicas, empresariales, ya que lo importante es que los egresados puedan hacer, atendiendo a los intereses y directrices de las grandes corporaciones.
Al sistema solo le interesa el capital, no le interesa si los egresados cuentan con el criterio, saber por qué se hacen las cosas, cuál es su finalidad ni que evalúen y valoren escenarios para luego tomar decisiones enmarcadas dentro del ejercicio ético con apego a la honestidad y a la justicia. Es decir, que lo que hagan represente un beneficio para la sociedad y no para acrecentar los bolsillos de un grupo de empresarios, que no repercuta en contra del medio ambiente, en detrimento del planeta.
Al margen de la calidad educativa, del deterioro que ha sufrido la universidad de San Carlos en su aspecto académico, los que logran tener acceso a una educación universitaria, en la citada casa de estudios y en las demás universidades del país, tienen el propósito de concluir sus estudios y graduarse, unos con mayor criterio y acierto que otros. Siendo el acierto, el conocimiento de lo que representa para el ser humano estar en el mundo con propiedad.
Qué significa tener criterio y quiénes son los que lo poseen. Es importante resaltar que toda persona que pretende conoce la realidad, para poder accionar adecuadamente en ella y obtener resultados y satisfactores debe hacerlo con sensatez. Para hacerlo, es necesario contar con algo más que la acumulación de información.
Al actuar en la realidad, se le presenta a la persona un sinfín de posibilidades cognitivas, entre las cuales debe decidir la más conveniente. La realidad es un escenario en el que acaecen toda clase de hechos que demandan mucho más que el aprendizaje de tareas específicas, contenidos, habilidades y destrezas, al que pretenda hacerlo adecuadamente, pues para ello hay que tener criterio.
Nuevamente hay que poner en discusión lo que representa la racionalidad instrumental y la normativa en el proceso de aprehensión de la realidad, en donde el criterio tiene innegable participación. Pero, qué es el criterio, básicamente es la capacidad para formarse un juicio o tomar una decisión acertada. Lo que significa evaluar escenarios, contemplando aspectos teóricos, prácticos, éticos y humanos. Por eso son tan peligrosas, para la sociedad, las personas que hacen lo que se les pida, en el caso de obedecer sin poner objeción a tiranos o a psicópatas. Tener criterio no significa hacer lo que a uno le venga en gana, es actuar de conformidad con lo que es justo.
No obstante, es tan perverso el sistema que rige en gran parte del mundo y concretamente en Guatemala, que los triunfadores, las personas de éxito, son aquellas que sucumben ante la corrupción, las que viven de esta y hacen cualquier cosa, lo que se les pida, sin escrúpulo alguno, con tal de obtener o mantener sus privilegios.
Se entiende, entonces, el porqué de la falta de criterio en las decisiones que requieren un poco más de visión humana, mucho más que de la rigurosidad del cumplimiento de un reglamento. Consecuentemente, cada vez más, la universidad egresa peones para el sistema y no personas con criterio, entes pensantes que contribuyan al cambio para una sociedad justa y ecuánime.
Es explicable, por lo tanto, que en la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de San Carlos, en donde muchos se creen conocedores de la verdad, hace unas semanas, hayan reprobado en su examen de tesis a un estudiante que debió ser premiado, honrado por su esfuerzo académico y perseverancia, por ser un ejemplo para las nuevas generaciones; ya que, con 80 años de edad, concluyó sus estudios de licenciatura, terminó una investigación, se sometió a un examen de graduación.
El examen de Pablo Toledo tendría que haber sido un acto simbólico y no el encuentro con un tribunal de la inquisición, que mide la calidad académica a través del número de páginas de una tesis, que no ve más allá de lo formal, que no contempla el aspecto humano, como lamentablemente lo fue.
La reprobación del estudiante Pablo Toledo no es más que un ejemplo de las mediocridades, maledicencias y arbitrariedades que se incuban dentro de las distintas esferas de una sociedad decadente de valores humanos y de criterio, de la que la universidad de San Carlos no está exenta. Todavía es tiempo de corregir esa falta de criterio.
