Continuar en la corrupción o la posibilidad de un cambio

JAIRO3

Autor: Jairo Alarcón Rodas

Quien vota a los corruptos los legitima, los justifica y es tan responsable como ellos. Julio Anguita

Para algunos, votar entre un candidato y otro, en el actual evento electoral, es irrelevante ya que, desde su perspectiva, no hay diferencia alguna, no ven con ello la posibilidad de un cambio en su forma de vida para la resolución de sus problemas inmediatos, por lo que asistir a emitir el sufragio electoral el 20 de agosto resulta ser, para ellos, una pérdida de tiempo, algo irrelevante. La serie de gobiernos corruptos, que a lo largo de la historia han gobernado al país, es muestra fehaciente de que hay algo de razón en tales argumentos. Votar, para qué, si no se ha logrado, desde la llamada Primavera Democrática, un cambio sustancial que haya redundado en beneficios para los guatemaltecos.

Otros, en cambio, resaltan el hecho de que, dadas las condiciones, hay que votar por el menos malo, pues no es mucha la diferencia entre una candidatura y la otra. Es el decir de aquellos que, ignorando la situación imperante o por cinismo e ignorancia, no comprenden la magnitud de la situación política y social que aqueja al país o se niegan a ver el dilema al que se enfrenta la población guatemalteca para la segunda vuelta que consiste en seguir sumidos en la corrupción o la posibilidad del cambio.

Al margen de la maliciosa ligereza de aquellos que ven en la contienda electoral el enfrentamiento de dos partidos de izquierda, las elecciones del 20 de agosto será la lucha entre la corrupción y los que están cansados de esta. De un régimen de derecha, caduco e inoperante que, dadas sus contradicciones y naturaleza, no puede resolver los problemas esenciales del país. Claro está que su interés se centra en generar riqueza, pero esta sirve únicamente para llenar sus bolsillos y alimentar su insaciable apetito de lucro; para ello y sin ningún escrúpulo, son participes activos de la corrupción, en donde los que gobiernan a este país son sus operarios.

Y así, insensiblemente, cierran los ojos a una realidad concreta, a la Guatemala real, la que tiene alarmantes indicadores de miseria, en donde la falta de oportunidades impide el crecimiento de sus habitantes y las desigualdades sociales, la inseguridad, la violencia constituyen vergonzosos rasgos que la describen. Si el país ha tenido un crecimiento económico, como pocos en América Latina, según palabras de los empresarios, léase CACIF, por qué miles de guatemaltecos se ven en la necesidad de emigrar, con los riesgos que eso trae, para mitigar la miseria en la que viven sus familias y, paradójicamente, sostener la economía del país; por qué continúa la desnutrición infantil, la pobreza, por qué el campesinado reivindica tierras para poder subsistir.

Constantemente, el panorama que se ha vivido en el país cada 4 años, con las elecciones presidenciales, ha sido frustrante y desalentador, pues se elige al presidente que el sistema permite. No obstante, algunos esperan que mínimamente la persona electa cumpla las promesas de campaña, lo que no es factible dada la procedencia de esos políticos y las reglas establecidas que criminalizan a aquellos candidatos que sean un peligro al actual estado de cosas.

Sin embargo, hay que tener presente que es el sistema, más específicamente el sector que detenta su control, el que, en cada período electoral, al final, es el que impone presidentes y así, quede quien quede, no les representa diferencia sustancial alguna para seguir manteniendo sus privilegios e impunidad.

Si bien, para entender el teje y maneje político de este país es necesario tomar en cuenta que una cosa es y han sido los gobiernos de turno y otra, el sistema imperante que tiene control y los impone para saber lo que es necesario cambiar. En consecuencia, mientras no haya un gobierno que se revele y plantee una reforma del Estado, los gobernantes seguirán siendo fieles servidores, instrumentos de la oligarquía.

Las campañas negras, la ideología, entendida como falsa conciencia, la posverdad, inundan el ambiente a través de las redes sociales y medios de comunicación del país, con el fin de atemorizar, de inhibir el voto de los guatemaltecos este 20 de agosto, lo cual denota que, claramente están alarmados, que tienen miedo de perder el poder, pues les fallaron las cuentas, no se esperaban que Bernardo Arévalo estuviera en la segunda vuelta y, así, recurren a todo tipo de artimañas.

Pero, solo el hecho de saber quién es la candidata que ahora es ungida por el oficialismo, para el rescate de sus intereses, en qué problemas legales ha estado implicada; saber quiénes son los oscuros políticos que la acompañan, qué empresarios visiblemente la apoyan y que cuenta con el respaldo de conocidos comerciantes de la fe, es razón suficiente para salir a votar en contra de la UNE y ser partícipes del cambio.

Asustando con el comunismo, apelan a la ignorancia de un pueblo que muy poco sabe lo que eso significa y lo poco que sabe es producto de la propaganda que, desde la época de la Unión Soviética, Estados Unidos se ha encargado de propagar por el mundo para mantener su hegemonía. En el mundo.

En un país como Guatemala, con una de las tasas más grandes de analfabetismo de América Latina, en donde prevalece una educación domesticadora que converge con el analfabetismo político, que da por resultado una sociedad indiferente, en la que los desfiles, las procesiones, los cultos religiosos, los eventos deportivos y la farándula son más importantes que atender la crisis social en la que se encuentra el país, producto de una larga cadena de gobiernos de derecha, alguien tiene que despertar y se está logrando.

Y así, como dijo Bertolt Brecht: Instruido por impacientes maestros, el pobre oye que es este el mejor de los mundos, y que la gotera del techo de su cuarto fue prevista por Dios en persona, pero no es ajeno a su miseria, sufre las condiciones en las que se encuentra, sabe que tiene que vivir, que tiene que darle de comer a su familia, que este no es el mejor de los mundos, que tiene la posibilidad de revelarse.

Por lo que darse cuenta de la importancia que es tener una formación política, que no consiste en seguir a un partido, estar filiado a él, sino saber la responsabilidad que conlleva el vivir en sociedad, en el cumplimiento de las normas, la contribución al bienestar para todos, pues si la sociedad funciona bien, los individuos que la conforman tendrán mejores posibilidades para desarrollar sus potencialidades y mejorar sus condiciones de vida, lo que indudablemente no está en el tener, en acumular bienes sino en el ser, en el fortalecimiento de lo humano.

Reproducir contenidos e ideas sin su debida comprensión, en vez del análisis producto del pensamiento crítico de forjar entes pensantes constituye el siniestro objetivo y las apariencias le dan valor a lo esencial en un mudo de posverdades, farándula, distractores e inhibidores de la realidad.

En síntesis, la opción consiste en continuar viviendo dentro de la corrupción en la que Alejandro Giammattei y su camarilla de cómplices, enquistados en los tres poderes del Estado, han sumido al país o la posibilidad de comenzar a reconstruirlo. No se trata simplemente de elegir a uno o a otro de los candidatos, está en juego el destino de los habitantes de esta nación.

Con gran satisfacción, la juventud se está dando cuenta de ello y será su iniciativa la que marcará la pauta para algo diferente en este país. Entre una candidata que ha demostrado hasta la saciedad tener vínculos con la corrupción, con el Pacto de Corruptos y Bernardo Arévalo De León, es claro saber por quién votar, pues otra Guatemala, un país digno, es posible. 

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