El neoimperialismo en el contexto del mundo multilateral y policéntrico

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ADRIÁN SOTELO VALENCIA, Profesor de la UNAM

¡La ONU es irrelevante: debe reestructurarse y establecerse en algún territorio neutral del Sur global!

El multilateralismo, en las relaciones capitalistas internacionales, es la versión antagónica del unilateralismo que ejerció el viejo imperialismo norteamericano después de la segunda posguerra, cuando afirmó su supremacía económica, geopolítica y militar en el mundo occidental, incluyendo los países dependientes y subdesarrollados de lo que hoy se conoce como el sur Global.

Ciertamente que la teoría del imperialismo, tal como la elaboró, analizó y explicó Lenin con la síntesis crítica de los aportes del británico Hobson y del austriaco Hilferding, no es la misma en la actualidad como verifican muchos estudiosos del tema, puesto que el mundo ha cambiado indudablemente, particularmente, el correspondiente al capitalismo occidental donde, desde un punto de vista geopolítico —es decir, de la interacción entre la economía, la sociedad, la política,

las relaciones internacionales y lo militar — incluimos a Estados Unidos y a Japón.

Pero debemos aclarar que la teoría del imperialismo sigue siendo válida para comprender el mundo contemporáneo, es decir, el que se alza en el siglo XXI, incluyendo necesariamente a los países dependientes y subdesarrollados de la periferia del sistema capitalista mundial.

Desde una perspectiva teórica el prefijo «neo» solo indica la inclusión de fenómenos nuevos como el capital ficticio que ha asumido la hegemonía del ciclo del capital de la economía mundial y que, en sí, no crea valor ni plusvalor sumergiendo al sistema en graves problemas y contradicciones; el surgimiento de un mundo multilateral y de muchos polos que rompe con la dominación jerárquica y rígida del viejo imperialismo anglosajón y proccidental; la generalización de la superexplotación del trabajo como mecanismo para contrarrestar la crisis estructural del capital que, proveniente desde la mitad de la década de los setenta, se abre de manera particular a partir de la primera década del siglo XXI afectando todos los ámbitos de la vida económica, social y cultural e implicando que el sistema habría llegado a sus límites histórico-estructurales; la aplicación de la revolución industrial 4.0 comandada por la inteligencia artificial generativa (IAG), la crisis del unilateralismo del imperialismo norteamericano y la hegemonía alcanzada por las grandes corporaciones multinacionales en las cadenas de valor, de plusvalía y de suministro; el quiebre de la llamada «globalización», sobre todo por los efectos multidimensionales de la desenfrenada e ilegal imposición de la política proteccionista encabezada por el presidente Trump a un conjunto de naciones con el distópico objetivo de «hacer nuevamente grande a Estados Unidos»; el paulatino, pero inminente, declive del dólar en las transacciones comerciales y financieras en escala mundial frente al surgimiento de nuevas alternativas societales y organizativas a nivel regional como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), la UNASUR, la CELAC, el ALBA o la consolidación de los BRICS en el ámbito del Sur global y fuera del dominio del occidente colectivo liderado por Estados Unidos.

Estos cambios indican alguna de las diferencias del imperialismo que marcó Lenin en su contemporaneidad, pero que, al mismo tiempo, expresan su unidad y continuidad en el tiempo-espacio histórico. 

La geometría del imperialismo, parafraseando un título de un antiguo texto de Giovanni Arrigi, se ha complejizado, extendido e intensificado en el mundo actual. Después de la primera y segunda guerra mundiales, de la guerra y la posguerra fría luego de la caída de la URSS, parecía que el imperialismo norteamericano se erigía como unilateralismo en el mundo, debido a que la desintegración de la URSS y del bloque socialista le restituían su hegemonía en el sistema mundial.

Autores neoliberales del imperialismo, como Fukuyama, proclamaron el supuesto «fin de la historia» celebrando con bombo y platillo el fin del socialismo y el «triunfo» del capitalismo depredador. Esta ideología acompañó el «esplendor» tecnológico de la «nueva economía» del capitalismo norteamericano durante la década de los años noventa bajo la conducción de Clinton.

Pero las cosas se nublaron en la siguiente década hasta el estallido de la crisis de 2008-2009, frente al insospechado, aunque paulatino, ascenso de China –y más tarde de Rusia – en el escenario mundial, estas tendencias incluso fueron advertidas por autores conservadores e intelectuales orgánicos ligados al aparato de Estado norteamericano como Samuel Huntington quien, con un enfoque racista e inverosímil del «choque de civilizaciones» que oculta la lucha de clases y la geopolítica global, vaticinó el declive tanto de occidente como de Estados Unidos. Al respecto dijo que «…las sociedades que suponen que su historia ha terminado son habitualmente sociedades cuya historia está a punto de empezar a declinar» (El choque de civilizaciones, México, Paidós, 1996, p. 409).

Está sentencia de Huntington muy bien se puede aplicar hoy a Estados Unidos, pero con la salvedad de que su declive ya comenzó hace mucho tiempo, por lo menos desde la crisis estructural del capitalismo en 2008-2009. La consigna de Fukuyama, a la luz del ascenso de China y de otras potencias como Rusia o la India, tiene mayor exactitud si la aplicamos hoy puntualmente a Estados Unidos y su política proteccionista, así como a la cada vez mayor pérdida de protagonismo e influencia internacional de la llamada Unión Europea cuyos países más bien asemejan ser bases militares del imperialismo norteamericano acantonadas en la OTAN debido al servilismo de sus dirigentes políticos y de sus burguesías cada vez más dependientes de la geopolítica de Washington. En este sentido, el imperialismo, que analizó, retrató y denunció Lenin, corresponde a un periodo histórico de ascenso a partir de mediados del siglo XIX que se fortaleció y proyectó después de la segunda posguerra. El nuevo imperialismo, en el contexto de surgimiento de nuevas potencias y de un mundo multilateral y policéntrico, es la expresión tanto de la decadencia y de la crisis estructural del capitalismo, como de la creciente erosión de su hegemonía en el sistema mundial de relaciones internacionales cada vez más complejas y multifacéticas caracterizadas por la crisis de sus instituciones como la ONU, la OEA, la OMC, la OTAN y de sus brazos monetario-financieros como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

La actual agresión de Trump contra cualquier país o región del mundo (Venezuela, Nicaragua, Cuba, Siria, Rusia, China o Palestina) que esté fuera o en contra de los intereses geopolíticos del imperialismo, es una expresión cada vez más nítida de las dificultades que experimenta para mantener su dominio global en un mundo dinámicamente cambiante con mutaciones económicas, sociales, políticas y culturales a las que ya no se puede adaptar ni —lo que resulta más importante — dominar.

Observatorio de la crisis

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