¿Quién se toma en serio a Žižek?
Por Eduardo Gudynas | 01/02/2023 | América Latina y Caribe
Fuentes: Rebelión
En América Latina están en marcha intensas discusiones sobre las alternativas necesarias ante las crisis que se enfrentan. En ese esfuerzo, es usual observar con interés las ideas y argumentos utilizados en los países del norte global, y en especial cuando participan académicos destacados.
Están quienes se nutren de esas reflexiones para elaborar las propias, pero también están los que caen en la imitación, e incluso aquellos que sin pudor insisten en que se deben copiar sus recetas. Esta es una problemática con una larga historia, muchas veces señalada, con episodios muy conocidos tales como la imposición de concepciones europeas en las estrategias políticas latinoamericanas, o creer que seguir a los manuales económicos anglosajones automáticamente promoverían nuestro desarrollo.
Es más sencillo advertir sobre esta situación cuando la imitación es practicada por actores políticos conservadores, empresas o gobiernos. Pero es más complicado posicionarse ante los dichos de quienes, en ese norte global, se ubican a la izquierda. No importan las intenciones, e incluso se pueden compartir las mismas preocupaciones y objetivos a largo plazo, pero la reproducción apresurada, muchas veces acrítica, de juicios y alternativas propias de aquel norte global, no asegura que sean las adecuadas ni necesarias en América Latina. Una actitud de independencia cauta y crítica es necesaria.
El zizekismo como ejemplo
Un ejemplo de esta problemática puede ser abordado a partir de los recientes dichos del filósofo esloveno Slavoj Žižek sobre la guerra en Ucrania y la pandemia por Covid19. La elección no es antojadiza, ya que es un intelectual muy conocido en América Latina, buena parte de su obra fue traducida al castellano y portugués, circula en universidades, y es tomado como ejemplo por muchos en los progresismos y en varias izquierdas. También es miembro del Consejo de la Internacional Progresista, que incluye a figuras globales como Noam Chomsky, junto a latinoamericanos, como Gustavo Petro de Colombia o el ex presidente Rafael Correa de Ecuador. Su imagen polémica, su humor y sus invocaciones a una izquierda radical ha hecho que muchas veces se lo tomara como ejemplo o guía en las discusiones latinoamericanas.
A raíz de la invasión rusa a Ucrania, el esloveno lanzó duras críticas al régimen de Vladimir Putin, llegando a reclamar que “Occidente” escalara en una respuesta militar contra Rusia (1). A su juicio estamos ante una guerra con profundas raíces, incluso metafísicas, donde los contendientes serían, por un lado “Rusia”, y por el otro el “Occidente”, caracterizado como liberal, y que en sus textos en unos momentos es Europa y en otros es más que ella. Podría pensarse que nosotros, latinoamericanos, estamos dentro de ese “Occidente”. Pero si cuestionáramos nuestra ubicación en ese casillero, lo que es esperable porque desde hace décadas padecemos todo tipo de problemas con Washington, si eso hacemos, pasaríamos a estar inmediatamente en la casilla de Moscú o tal vez a Pekín, según el razonamiento zizekiano.
Esa pareja de opuestos, “Rusia” – “Occidente”, según Žižek expresaría el enfrentamiento entre el “pragmatismo” (de Rusia y China) contra la hipocresía liberal (de Occidente). El esloveno rechaza el “pragmatismo” por falencias que califica como éticas, y lo ejemplifica con las violaciones a derechos humanos. Al mismo tiempo cuestiona a Occidente, al que varias veces iguala con el liberalismo, por ser “hipócrita”, ya que aplica sus mandatos éticos de forma selectiva. Pero en una confesión reveladora afirma que desecha al “pragmatismo” ruso y prefiere al liberalismo occidental precisamente por su hipocresía. La ventaja de ese liberalismo radicaría en la hipocresía, al permitir denuncias y críticas que serían imposibles con los pragmáticos de Pekín o Moscú.
Su preferencia lo lleva a reclamar acciones militares contra Rusia, aunque agrega que también son necesarias en “solidaridad” con lo que llama países “en desarrollo”, asumiendo otra vez que entre ellos nos encontramos los latinoamericanos, ya que nos enfrentaríamos a una crisis alimentaria que requiere liberar los puertos en el Mar Negro. De ese modo, desde Europa se nos dice que la solidaridad con el sur global pasa por escalar esa guerra. Su apuesta se redobla: ser de izquierda, agrega recientemente Žižek, requiere abandonar el pacifismo y luchar defendiendo a Ucrania contra Rusia (2). Como puede verse su crítica, y las alternativas derivadas, desembocan en una izquierda armada y belicista.
Reformulando esas posturas de modo más esquemático, sería como entender que el programa de Bruselas y Washington está repleto de contradicciones y malas acciones, pero los de Moscú y Pekín son peores. En la balanza se favorece a los occidentales porque si bien hipócritas, serían mejores dada la posibilidad de cuestionar sus gobiernos y ganar algunos reclamos, y se concluye que la defensa de esa hipocresía occidental merecería emplear las armas. Queda en evidencia un análisis de coyuntura de un simplismo abrumador.
Alternativas débiles
Debemos interrogarnos porqué se toma en serio a Žižek en América Latina. Si se siguieran sus posiciones en nuestros países, también tendríamos que elegir entre pragmáticos que violan derechos e invaden países, o hipócritas que hacen lo mismo de tanto en tanto pero al menos permiten que intelectuales, periodistas y ONGs los cuestionen, y que ocasionalmente festejen algún avance. Siguiendo sus modos de pensar, generaríamos alternativas escuálidas, porque bastaría con ser resignados y juiciosos hipócritas. Del mismo modo, se privilegiaría un cierto pragmatismo que se presenta como sincero, lo que haría que, pongamos por caso, que basta que un gobernante anuncie una represión contra sindicalistas, y la aplicara, para quedar blindado por su sinceridad.
Al mismo tiempo, hay un repetido coqueteo autoritario en Žižek, contra el cual deberíamos estar prevenidos en América Latina –hemos padecido tantos autoritarismos que es necesario rechazar cualquier justificativo. Recordemos que durante la pandemia por Covid19, propuso como alternativa aplicar un “comunismo de guerra”, tal como ocurrió en la Unión Soviética en 1918, alabó el manejo sanitario por medio de masivas clausuras aplicado por Pekín, y afirmó que todos los países deberían seguir algo así como un gobierno mundial administrado al estilo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) (3). Describe su alternativa como una “nueva forma” de comunismo, y que en uno de sus clásicos juegos de palabras termina entreverándolo con el liberalismo.
Aquí también se desemboca en una alternativa escuálida, y que hasta podría ser estrafalaria. Según su modelo se debería contar con una dosis de autoritarismo, pero no tanto como el de Pekín, una fuerte coordinación estatal, como la soviética, aunque adoptando algunos valores liberales (en el sentido que le da el esloveno a ese concepto), y gerenciar todo esto desde un gobierno planetario. Casi todo eso está reñido con muchas denuncias sostenidas desde movimientos populares latinoamericanos, tales como oponerse a las pretensiones autoritarias o denunciar nuestra subordinación a las instituciones y gobernanza global.
El posicionamiento ante la guerra no es trivial. Un análisis más serio debe reconocer que la invasión de Rusia es también una reacción de sus grupos políticos dominantes, burócratas y los llamados oligarcas, para asegurar sus beneficios, privilegios y control del poder (como por ejemplo analiza Vlodymyr Ischchenko desde una mirada marxista; 4). Perspectivas de ese tipo en cierta medida estaban presentes en anteriores obras del esloveno, pero ahora parecen ausentes. Pero justamente aspectos como esos son relevantes, ya que algunos elementos del capitalismo político estatal ruso tienen resonancias con experiencias latinoamericanas.
En efecto, en nuestro continente también prevaleció la captura del Estado para hacerlo funcional a intereses del capital, aquí defendido por actores transnacionalizados y oligarquías nacionales. Al mismo tiempo, sea en Rusia como en América Latina, la economía depende sobre todo de los extractivismos, con todos sus impactos sociales y ambientales. La muy alta proporción de las exportaciones rusas de materias primas, en particular minerales e hidrocarburos, es análoga a la que se observa en varios países sudamericanos, ya que están en el orden del 70 al 80 % del total de sus ventas externas (5). También opera la corrupción, manteniendo y reproduciendo los extractivismos y apuntalando regímenes políticos verticales y cada vez más autoritarios, como sucede en América Latina o en Rusia.
Los modos de pensar
La mirada zizekiana, como otras que se escuchan o leen desde espacios europeos o norteamericanos, están acotadas a un catálogo limitado de opciones abordadas bajo similares modos de pensar. Se lidian con distintas mezclas deseadas o rechazadas entre liberalismo o comunismo, conservadurismo o socialdemocracia, y así sucesivamente. En esos vaivenes es como si se arribara a una suspensión de la renovación histórica y política. Aunque Žižek recorre su propio camino, distintos al de otros intelectuales o militantes del norte, igualmente parece llegar a un “fin de la historia” (6), reforzando a una modernidad que hace imposible pensar alternativas más allá de ella. Sólo son posibles los ajustes.
Bajo ese modo de pensar, las alternativas que se discuten en América Latina también quedan acotadas a ese mismo marco moderno. Nos dicen que debemos elegir entre ser como Washington y Bruselas, o Moscú y Pekín, liberales o comunistas, pragmáticos o hipócritas, y así sucesivamente. Además, nos amenazan, ya que cualquier desvío es negativo, y podría justificar reacciones defensivas, incluso militares como reclama Žižek. Es desde esa mirada que el esloveno advirtió que el “pacifismo es la respuesta errada” ante la invasión rusa, porque Ucrania “pelea por la libertad global” (7). Otra vez desde la Modernidad se termina justificando una guerra.
El peligro con la imitación de los autores del norte, es que nos dejan sumergidos una colonialidad de ideas y sensibilidades que naturalizan el mandato de tener que pensar del mismo modo. Nos deja atrapados dentro de la metafísica de ellos, para emplear una palabra utilizada por Žižek.
Si se defiende un pensamiento propio latinoamericano, lo indispensable es no quedar atrapados en ser seguidores acríticos, en seguir siendo espectadores, imitadores o aplaudidores. No importan las intenciones, la erudición en los textos, ni la simpatía o antipatía de quienes hablan desde el norte, y todos esos aportes deben ser evaluados críticamente. No es aceptable quedar acotados a las formas bajo las cuales se discute la política tal como enseña ese norte occidental. Un norte que, por cierto, es más que geográfico ya que tiene muchas expresiones en nuestro sur latinoamericano, lo que es evidente en muchos centros académicos latinoamericanos convertidos en repetidores de los cánones importados. Los aportes del norte global pueden ser muy adecuados pero para sus contextos, condiciones históricas y necesidades futuras, mientras que nosotros, latinoamericanos, estamos bajo otros determinantes, experiencias y urgencias.
Esos saberes del norte global no sólo están ajustados a otras circunstancias, sino que en buena medida no entienden lo que ha ocurrido en América Latina. Sus derechas políticas detestan algunas de nuestras innovaciones, mientras que varios en esas izquierdas las consideran exóticos experimentos tropicales. Lo cierto es que en la política del norte no se encontrarán regímenes políticos como los progresismos latinoamericanos; allí no existieron liderazgos como los de Néstor Kirchner, Hugo Chávez o Lula da Silva. Ni en Europa ni en Norteamérica hubieron empujes políticos promovidos por campesinos o indígenas comprables a los registrados en América Latina en las últimas décadas. De modo similar, los intentos de renovación de una izquierda independiente latinoamericana, que quiere incorporar cuestiones tales como ecología, género o interculturalidad, no se lograrán si se siguen los dogmas de Putin o Xi Jinping. En el norte se sigue confundiendo progresismo con izquierda, perdiéndose de vista que entender esa distinción es justamente una particularidad de América Latina. Del mismo modo, aportes latinoamericanos como los del Buen Vivir, se vuelven inentendibles para buena parte de los actores y analistas políticos europeos o norteamericanos, lo que explica que terminen confundiéndolo con la “buena vida” de Aristóteles. Ni Moscú ni Pekín, tampoco Bruselas o Washington, han liderado discusiones por los derechos de la Naturaleza, dado que la sola idea de sujetos no humanos está reñida con sus saberes tradicionales.
En esta alerta no se está defendiendo una alternativa frente a otra. Tampoco se dice que toda la obra de Žižek, o de otros autores del norte, sea incorrecta, dañina o deba ser ignorada. En cambio, se compartió un breve ejercicio de evaluación crítica de uno de los gurúes del pensamiento radical para mostrar que, si se hace una evaluación independiente desde América Latina, sus propuestas encierran muchos problemas. Por lo tanto, la advertencia que aquí se hace no es contra esos autores del norte, sino contra la actitud en nuestro propio sur de saltearse una mirada crítica para caer en imitaciones y repeticiones. Del mismo modo, tampoco se niega que esos aportes del norte no estén repletos de ideas, sugerencias y ejemplos para pensar y repensar nuestras opciones. Pero nuestra habilidad debería estar en saber adaptar, reconfigurar y repensar esos aportes, todo lo cual es mucho más complejo que la mera repetición.
Esta es una necesidad ineludible para cualquier perspectiva de izquierda que busque una renovación comprometida con la justicia social y ecológica. Si solamente repetimos los debates del norte global nunca renovaremos nuestra propia izquierda y dejaremos en el olvido los ensayos, las innovaciones y los fracasos que han tenido lugar en los últimos años. Esa misma historia reciente muestra que un pensamiento propio latinoamericano no debería autolimitarse al cánon de la Modernidad occidental, asumiendo que sólo se puede pensar y sentir de esa manera, y que nuestras opciones políticas y económicas deben seguir alguno de los modelos que desde allí se formulan. Esta tarea es sin dudas muy exigente, ya que no sólo requiere construir y defender esa independencia, sino que también debe expresarse en un pensamiento riguroso y la vez plural, capaz de liberarse epistemológicamente, manteniendo su compromiso en atender las urgencias del continente.
Notas
1. We must stop letting Russia define the terms of the Ukraine crisis, Slavoj Žižek, The Guardian, Londres, 23 mayo 2022, https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/may/23/we-must-stop-letting-russia-define-the-terms-of-the-ukraine-crisis
No hay que dejar que Rusia defina los términos de la invasión a Ucrania, El Diario, Madrid, 28 mayo 2022, https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/no-hay-rusia-defina-terminos-invasion-ucrania_129_9023554.html
2. Pacifism is the wrong response to the war in Ukraine, S. Žižek, The Guardian, 21 junio 2022, https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/jun/21/pacificsm-is-the-wrong-response-to-the-war-in-ukraine
3. Véanse sus libros: Pandemic. Covid-19 shakes the world, S. Žižek, OR Books, New York, 2020; Pandemia. La vida estremece al mundo. Anagrama, Barcelona, 2020
4. Behind Russia’s war is thirty years of post-soviet class conflict, V. Ishchenko. Jacobin, 10 marzo 2022, https://jacobin.com/2022/10/russia-ukraine-war-explanation-class-conflict
5. Estas y otras implicancias del conflicto en Ucrania y las posturas rusas, se analizan en Muy lejos está cerca. Los efectos de la guerra en Ucrania sobre el comercio global, energía y recursos naturales latinoamericanos, E. Gudynas, RedGE, Lima, 2022; disponible en http://globalizacion.org/2022/05/los-efectos-de-la-guerra-en-ucrania-en-america-latina/
6. Tal vez Fukuyama tuvo razón, es la pregunta que se hace Žižek en Maybe Fukuyama has won, 28 noviembre 2016, video en https://www.youtube.com/watch?v=ButtAWqNpRg
7. Pacifism is the wrong response to the war in Ukraine, S. Žižek, The Guardian, 21 junio 2022.
Las ideas en este texto se analizan con más detalle en la revisión: Críticas y alternativas ante la Modernidad en América Latina. Zizekismos, imitaciones, blindajes y desobediencias, en Palabra Salvaje No. 3, disponible en http://palabrasalvaje.com/2022/12/criticas-y-alternativas-ante-la-modernidad-en-america-latina/
Eduardo Gudynas es analista en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). En redes sociales: @EGudynas
Fuente Rebelión