Lo que está en juego en las negociaciones de Donald Trump con Ucrania

por Thierry Meyssan
El presidente estadounidense Donald Trump no ha logrado restaurar la paz en Ucrania como creía que podría hacerlo. Se ha encontrado frente una situación mucho más compleja de lo que él creía. Tratando de no ponerse de parte de uno u otro de los beligerantes, Donald Trump se ha visto inmerso en un conflicto que ya tenía un siglo de existencia, un conflicto que sus predecesores –Barack Obama y Joe Biden– alimentaron y manipularon. El presidente Trump tendrá ahora que aclarar el panorama a sus conciudadanos antes de poder desbloquear la situación.
Después de haber analizado las negociaciones del presidente estadounidense Donald Trump con Irán [1], hoy estudiamos en este artículo sus negociaciones con Ucrania. En el caso de Irán disponíamos de la documentación de los sionistas revisionistas israelíes sobre la negociación del presidente Trump con la República Islámica, pero, desgraciadamente, no tenemos la documentación de los nacionalistas integristas ucranianos sobre sus conversaciones con el presidente estadounidense. ¿Por qué? Porque el régimen de Kiev es realmente una dictadura militar, mientras que en Israel el ejército es todavía el garante de lo que queda de la democracia frente a los sionistas revisionistas de Benyamin Netanyahu.
La cuestión ucraniana es muy diferente de la cuestión iraní ya que en Estados Unidos no existen ideas preconcebidas sobre ese país, al menos no como las que existen sobre Irán, y las relaciones estadounidenses con Kiev no están viciadas por la influencia de Israel. De hecho, en el Medio Oriente, el présidente Trump trata de negociar una paz duradera protegiendo los intereses de Israel –no las pretensiones de los sionistas revisionistas israelíes, que sueñan con el Gran Israel.
En Ucrania, en cambio, Donald Trump se niega a tomar partido a favor de una de las partes y mantiene una posición de estricta neutralidad, mientras que sus predecesores –Barack Obama y Joe Biden– habían concluido un acuerdo secreto con los nacionalistas integristas ucranianos para utilizarlos contra Ucrania. En este caso, Trump también tiene que descubrir la realidad, pero tendrá que también lograr que su propia administración tome conciencia sobre esa realidad antes de poder alcanzar algún tipo de acuerdo.
Cuando Donald Trump
puso los puntos sobre las íes
El 3 de febrero pasado, el Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR) revelaba que la OTAN estaba preparando la difusión de 3 informaciones sorprendentes [2]:
• La presidencia de Ucrania malversó 1 500 millones de euros, provenientes de fondos inicialmente destinados a la compra de municiones;
• el jefe del régimen de Kiev, Volodimir Zelenski, no vendió sino que cedió bienes inmobiliarios ucranianos a empresas extranjeras, que a su vez lo recompensaron con “compensaciones” enviadas a sus cuentas personales fuera del país.
El 7 de febrero, Zelenski reaccionaba, en entrevista concedida a la agencia británica Reuters, afirmando que su país dispone de grandes volúmenes de las llamadas “tierras raras” y proponiendo comenzar a explotarlas con sus aliados [3]. A pesar de su denominación, las llamadas “tierras raras” no lo son tanto como se cree, lo que sí es difícil de encontrar son las instalaciones capaces de refinar esos elementos, que son indispensables para la fabricación de dispositivos vinculados a las nuevas tecnologías, ya sean de uso civil o militar.
Después de aquellas declaraciones de Zelenski, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, viajó a Kiev con un proyecto de tratado en el que Ucrania cedía a Estados Unidos la explotación de su subsuelo como compensación por las entregas de armamento estadounidense. La parte ucraniana recibió el proyecto con desagrado ya que la administración Biden finalmente había cedido el armamento enviado.
El mundo entero asistió después, con estupefacción, a la trifulca del 28 de febrero en la Oficina Oval de la Casa Blanca, entre Zelenski, de un lado, y del otro el presidente Trump y el vicepresidente J. D. Vance. La disputa estalló cuando el ucraniano hizo varios intentos de imponer su narrativa afirmando que Rusia había invadido Ucrania para anexarla. No está de más observar que, aunque esa sigue siendo la narrativa de la OTAN, el presidente y el vicepresidente de Estados Unidos rápidamente le hicieron saber a Zelenski que no estaba en una “gira de propaganda” y le solicitaron que respetara los esfuerzos que la administración Trump estaba haciendo por evitar la destrucción de Ucrania.
En definitiva, el encuentro terminó en “encontronazo” y Zelenski, prácticamente expulsado de la Casa Blanca, se fue sin firmar el acuerdo sobre las “tierras raras”.
El 5 de marzo, mientras Reino Unido, Francia y otros países miembros de la Unión Europea se reunían alrededor de Zelenski (Eslovaquia y Hungría no participaron), Washington suspendía la entrega a Kiev de sus datos de inteligencia militar. Al verse ciego y sordo en medio del campo de batalla, Kiev retrocedía, tratando penosamente de hacer lo que podía en el terreno. Pero en sólo 4 días pudo comprobarse que sin los datos de inteligencia que Estados Unidos les aportaba, las fuerzas ucranianas y sus aliados no podían hacer gran cosa frente a los rusos.
Tremendamente inquietos ante esa constatación, los aliados europeos de Kiev procedieron entonces a una serie de reuniones para ponerse de acuerdo sobre cómo recuperar la eficacia de sus ejércitos.
Fin de las garantías… para los europeos
Después del grave incidente de la Casa Blanca, Kiev trató de reemplazar el respaldo estadounidense por el de la Unión Europea, Reino Unido y Canadá… que no cuentan con medios comparables a los del tío Sam.
El presidente Trump se limitó a dejar que las potencias europeas –en el sentido más amplio de la expresión– trataran de concertarse entre sí para ver qué podían hacer sin Estados Unidos. Inicialmente, defendió como pudo la supuesta representatividad de Zelenski ante Rusia, mientras que Moscú resaltaba que el payaso convertido en jefe de Estado no ha organizado elecciones en su país y sigue ocupando la presidencia ilegalmente ya que su mandato expiró en mayo de 2024. Basándose en ese hecho, Moscú señala que todo acuerdo de paz firmado por un dirigente no electo podría ser considerado después como nulo.
Kiev argumentó que la Constitución actual impide la realización de elecciones bajo la ley marcial. Pero el enviado presidencial estadounidense, Steve Witkoff, informó a Trump que Zelenski extiende la ley marcial cada 3 meses para no organizar elecciones [4]. Washington comenzó entonces a buscar posibles candidatos a la presidencia de Ucrania, para reemplazar a Zelenski… y descubrió que la mayoría de los soldados ucranianos muertos en el frente todavía aparecen en las listas de electores, lo cual hace casi imposible la realización de elecciones. Rusia propuso realizar las elecciones bajo la responsabilidad de la ONU, pero el asunto sigue en suspenso.
En una entrevista publicada el 27 de marzo en el diario francés Le Figaro, Zelenski proclamaba: «La segunda motivación [que me sostiene] es el odio a los rusos, que han matado tantos ciudadanos ucranianos. Yo sé que en tiempo de paz no es correcto utilizar esa palabra. Pero cuando estamos en guerra, cuando vemos soldados entrar en el territorio y matar personas inocentes, yo juro que uno puede sentir ese odio.» [5]
Está muy lejos de ser la primera vez que Zelenski usa ese tipo de lenguaje, pregonando su «odio a los rusos». En la entrevista publicada en Le Figaro, cuando le preguntan si lo que quiere decir es que odia a Vladimir Putin, Zelenski responde: «¡No, a todos los rusos!»
Con esas palabras, Zelenski adopta el discurso de los nacionalistas integristas ucranianos, cuyo fundador, Dimitro Dontsov, aseguraba que los ucranianos nacieron para acabar con la cultura y con el pueblo «moscovita», principio que por cierto el propio Dontsov puso en práctica junto a sus aliados nazis, quienes lo pusieron a la cabeza del Instituto Reinhard Heydrich, en tiempos del III Reich.
O sea, lejos de ser un elemento de propaganda, el argumento de Moscú sobre la necesidad de desnazificar Ucrania es una realidad.
A principios de abril, el presidente Trump había enviado su amigo Steve Witkoff a San Petersburgo para concertar con Kirill Dimitriev un primer intercambio de prisioneros de guerra. Dimitriev dirige el fondo ruso de inversión directa, pero también se presentó al estadounidense Witkoff como un ruso-ucraniano que ve con interés los esfuerzos de paz de la administración Trump. Ya de acuerdo en cuanto a concretar el intercambio de prisioneros, Kirill Dimitriev organizó, además, para Witkoff una entrevista –que no estaba programada– con el presidente Vladimir Putin.
Durante esa entrevista, el 11 de abril, el presidente Putin presentó a Witkoff la versión rusa sobre las causas del conflicto ucraniano. Witkoff verificó rápidamente las informaciones y, ya de regreso en Washington, expuso al presidente Trump la envergadura del problema: los presidentes demócratas Barack Obama y Joe Biden se habían puesto de acuerdo con los neonazis para apoderarse de Ucrania; los neonazis ucranianos arremetieron contra las poblaciones ucranianas rusoparlantes; Rusia no “invadió” Ucrania para anexarla sino que aplicó la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU (los acuerdos de Minsk), en su condición de garante de la aplicación de esa resolución. Pero, en vez de ayudar a imponer la resolución 2202, Francia y Alemania (los otros dos países garantes), fieles a las administraciones Obama y Biden, acusaron a Rusia de “invadir” Ucrania.
Donald Trump, que conoce personalmente a Steve Witkoff desde hace mucho y confía en él, comprendió instantáneamente la manipulación de las administraciones demócratas. Habiendo observado como Zelenski actuaba personalmente contra él en el momento del Rusiagate y como el mismo Zelenski se implicó en la campaña electoral del dúo Biden-Harris, el presidente estadounidense llegó inmediatamente a nuevas conclusiones.
El 14 de abril, basándose en las averiguaciones de Steve Witkoff, el presidente Trump deploró el hecho que Zelenski favoreciera la guerra. «Uno no comienza una guerra contra alguien 20 veces superior y espera luego que la gente venga a donarle misiles», observó Trump, y el 17 de abril hizo llegar a las dos partes una propuesta de paz que Ucrania rechazó mientras que Rusia la aceptaba con reservas.
Hoy subsisten 4 puntos de desacuerdo entre Estados Unidos y Rusia:
• Moscú sigue bombardeando objetivos militares en zonas civiles durante las negociaciones. Desde las conferencias de La Haya (en 1899 y 1907) se supone que las naciones civilizadas no ubican instalaciones militares en medio de asentamientos civiles. Pero Kiev utiliza los civiles ucranianos como “escudos humanos”.
También se supone que, durante las negociaciones, los beligerantes se abstienen escrupulosamente de realizar acciones que puedan poner en peligro a los civiles, o sea Rusia tampoco actúa enteramente bien.
• Washington afirma que aceptaría la desmilitarización de Ucrania únicamente si hay allí fuerzas extranjeras que garanticen la seguridad del país. Moscú propone el despliegue de cascos azules de la ONU, pero los aliados de Kiev pretenden desplegar sus propias fuerzas militares. Basándose en experiencias anteriores, Moscú considera que las tropas de los aliados de Kiev, lejos de velar por la paz, favorecerían la continuación de la guerra.
• Moscú tiene intenciones de conquistar todos los oblast que votaron a favor de integrarse a la Federación Rusa. Pero Washington considera que las zonas de esos oblast que todavía no están bajo control ruso deben seguir siendo ucranianas y que las fronteras definitivas seguirían el trazado de las líneas de contacto en el momento de la proclamación del hasta ahora hipotético alto al fuego.
Hace años que Ucrania organiza una manifestación internacional anual de reafirmación de su soberanía sobre Crimea, la península que regresó a la Federación Rusa en 2014. Pero, en el momento del derrumbe de la Unión Soviética, Crimea proclamó su independencia antes que Ucrania. Moscú siguió pagando durante años los sueldos de los funcionarios y las jubilaciones en Crimea, hasta que el presidente Boris Yeltsin decidió poner fin a aquel gasto, lo cual llevó a que Crimea aceptara volver a Ucrania.
En 2014, cuando los nacionalistas integristas derrocaron en Kiev al presidente electo, la población de Crimea votó nuevamente por su independencia, y posteriormente solicitó, mediante un referéndum, regresar a la Federación Rusa.
El presidente Trump considera que el regreso de Crimea a la Federación Rusa es legal por 2 razones:
1- Porque es el resultado de un referéndum realizado según las reglas del derecho internacional.
2- Porque Ucrania no emitió ningún reclamo en aquel momento.
• Kiev pretende que le sean devueltas la central nuclear de Zaporiyia y el embalse (con capacidad de generación eléctrica) de Kajovka, cuyas aguas son indispensables para garantizar el enfriamiento de los reactores nucleares de la central nuclear, pretensión que Moscú rechaza de manera terminante.
Este reclamo de Kiev incluso contradice uno de los puntos anteriores ya que tanto la central nuclear como el embalse están bajo control ruso. Según el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), cuando Rusia inició su operación militar especial, en la central nuclear de Zaporiyia estaban almacenados enormes volúmenes de plutonio y de uranio enriquecido, acumulado allí en violación de lo establecido en los tratados internacionales. Considerando la central nuclear como un objetivo prioritario, las fuerzas rusas la tomaron desde el inicio de su operación militar especial. Rusia ocupó aquel material y trasladó una parte al territorio ruso. Los numerosos combates que se han desarrollado desde entonces alrededor de la central nuclear hacen pensar que es posible que aún quede allí parte de aquel material.
El 26 de abril, cuando asistían en Roma al funeral del papa Francisco, Trump y Zelenski sostuvieron una breve conversación (de 15 minutos) en la basílica San Pedro. Y al parecer decidieron retomar todo desde cero y bajo un nuevo enfoque: Estados Unidos y Ucrania ya no abordarían la cuestión de la guerra, sino que buscarían una tregua de un mes y se implicarían juntos en el proceso de reconstrucción. Claro está, se trata de una “reconciliación” que no arregla gran cosa, pero que al menos permitía retomar las conversaciones desde un ángulo diferente.
Teniendo en cuenta las experiencias anteriores –como el no respeto de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad y de la reciente tregua de la Pascua– Rusia rechazó inmediatamente la posibilidad de una tregua prolongada. Ahora, sin embargo, Moscú acaba de anunciar unilateralmente una interrupción de los combates en ocasión de la celebración de la Victoria sobre el nazismo, el 9 de mayo. Pero esa celebración es una afrenta para los nacionalistas integristas ucranianos –cuyos ideólogos colaboraron con el III Reich– así que Zelenski se apresuró a rechazar esta nueva propuesta rusa de tregua.
La creación del
“Fondo de Reinversión Estados Unidos-Ucrania”
El 30 de abril, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y la viceprimera ministro de Ucrania, Yulia Svyrydenko, firmaron en Washington un acuerdo que crea un “Fondo de Reinversión Estados Unidos-Ucrania”. Aunque las agencias de prensa (cuyas informaciones repercutimos en la breve 3394 de nuestro boletín informativo confidencial Voltaire, Actualidad Internacional) dijeron lo contrario, el texto firmado no es una simple reformulación de la proposición estadounidense para la explotación de las “tierras raras”. Se trata de un sistema radicalmente nuevo.
Al estudiar el texto, ahora disponible, puede verse que Estados Unidos renuncia a reclamar el pago del armamento entregado a Ucrania, mientras que Ucrania renuncia a las garantías de seguridad [6]. En ese acuerdo, Washington propone a los ucranianos administrar con ellos tanto la continuación de la guerra como la reconstrucción del país. Pero Kiev sólo recibiría dinero “fresco” en la medida en que las empresas ucranio-estadounidenses ganen dinero en Ucrania –el Fondo Común manejará el 50% de los beneficios que obtengan esas empresas. Kiev podrá utilizar el dinero fresco que obtenga por esa vía para comprar armas –y perderlas en combate– o para reconstruir el país.
Según el primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, Ucrania conservaría «un control total de su subsuelo, de sus infraestructuras y de sus recursos naturales». La creación del fondo tampoco obstaculizaría la adhesión de Ucrania a la Unión Europea.
Al dirigirse a la nación, el 1º de mayo, Volodimir Zelenski, declaró: «Nos entrevistamos con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre nuestra voluntad de concluir el acuerdo –lo conversamos en nuestra reunión en el Vaticano. De hecho, es el primer resultado tangible de nuestra reunión en el Vaticano, lo que la hace verdaderamente histórica.» [7]
El parlamento ucraniano tendría que ratificar el acuerdo entre el 13 y el 15 de mayo.
El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, comunicó: «Estados Unidos está decidido a facilitar el fin de esta guerra cruel e insensata. Este acuerdo indica claramente a Rusia que la administración Trump está comprometida en un proceso de paz centrado en una Ucrania libre, soberana y próspera a largo plazo. El presidente Trump planteó esta asociación entre el pueblo estadounidense y el pueblo ucraniano para mostrar el compromiso de ambas partes a favor de una paz y de una prosperidad duraderas en Ucrania. Y para ser claro, ningún Estado o persona que haya financiado o alimentado la máquina rusa de guerra será autorizado a beneficiarse de la reconstrucción de Ucrania.» [8]
Según Reuters, habida cuenta de la inestabilidad política y de los plazos necesarios para la creación de las minas e instalaciones necesarias, Estados Unidos y Ucrania podrían tener que esperar al menos una década, o incluso más tiempo antes de comenzar a obtener ingresos provenientes de un acuerdo sobre minerales [9].
En una entrevista concedida a Fox News Digital, el vicepresidente estadounidense J. D. Vance declaró que él prevé que en 100 días, a partir de la firma del acuerdo, se alcanzará la paz entre Ucrania y Rusia.
Red Voltaire

Después de haber analizado las negociaciones del presidente estadounidense Donald Trump con Irán [1], hoy estudiamos en este artículo sus negociaciones con Ucrania. En el caso de Irán disponíamos de la documentación de los sionistas revisionistas israelíes sobre la negociación del presidente Trump con la República Islámica, pero, desgraciadamente, no tenemos la documentación de los nacionalistas integristas ucranianos sobre sus conversaciones con el presidente estadounidense. ¿Por qué? Porque el régimen de Kiev es realmente una dictadura militar, mientras que en Israel el ejército es todavía el garante de lo que queda de la democracia frente a los sionistas revisionistas de Benyamin Netanyahu.
La cuestión ucraniana es muy diferente de la cuestión iraní ya que en Estados Unidos no existen ideas preconcebidas sobre ese país, al menos no como las que existen sobre Irán, y las relaciones estadounidenses con Kiev no están viciadas por la influencia de Israel. De hecho, en el Medio Oriente, el présidente Trump trata de negociar una paz duradera protegiendo los intereses de Israel –no las pretensiones de los sionistas revisionistas israelíes, que sueñan con el Gran Israel.
En Ucrania, en cambio, Donald Trump se niega a tomar partido a favor de una de las partes y mantiene una posición de estricta neutralidad, mientras que sus predecesores –Barack Obama y Joe Biden– habían concluido un acuerdo secreto con los nacionalistas integristas ucranianos para utilizarlos contra Ucrania. En este caso, Trump también tiene que descubrir la realidad, pero tendrá que también lograr que su propia administración tome conciencia sobre esa realidad antes de poder alcanzar algún tipo de acuerdo.
Cuando Donald Trump
puso los puntos sobre las íes
El 3 de febrero pasado, el Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR) revelaba que la OTAN estaba preparando la difusión de 3 informaciones sorprendentes [2]:
• La presidencia de Ucrania malversó 1 500 millones de euros, provenientes de fondos inicialmente destinados a la compra de municiones;
• el jefe del régimen de Kiev, Volodimir Zelenski, no vendió sino que cedió bienes inmobiliarios ucranianos a empresas extranjeras, que a su vez lo recompensaron con “compensaciones” enviadas a sus cuentas personales fuera del país.
El 7 de febrero, Zelenski reaccionaba, en entrevista concedida a la agencia británica Reuters, afirmando que su país dispone de grandes volúmenes de las llamadas “tierras raras” y proponiendo comenzar a explotarlas con sus aliados [3]. A pesar de su denominación, las llamadas “tierras raras” no lo son tanto como se cree, lo que sí es difícil de encontrar son las instalaciones capaces de refinar esos elementos, que son indispensables para la fabricación de dispositivos vinculados a las nuevas tecnologías, ya sean de uso civil o militar.
Después de aquellas declaraciones de Zelenski, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, viajó a Kiev con un proyecto de tratado en el que Ucrania cedía a Estados Unidos la explotación de su subsuelo como compensación por las entregas de armamento estadounidense. La parte ucraniana recibió el proyecto con desagrado ya que la administración Biden finalmente había cedido el armamento enviado.
El mundo entero asistió después, con estupefacción, a la trifulca del 28 de febrero en la Oficina Oval de la Casa Blanca, entre Zelenski, de un lado, y del otro el presidente Trump y el vicepresidente J. D. Vance. La disputa estalló cuando el ucraniano hizo varios intentos de imponer su narrativa afirmando que Rusia había invadido Ucrania para anexarla. No está de más observar que, aunque esa sigue siendo la narrativa de la OTAN, el presidente y el vicepresidente de Estados Unidos rápidamente le hicieron saber a Zelenski que no estaba en una “gira de propaganda” y le solicitaron que respetara los esfuerzos que la administración Trump estaba haciendo por evitar la destrucción de Ucrania.
En definitiva, el encuentro terminó en “encontronazo” y Zelenski, prácticamente expulsado de la Casa Blanca, se fue sin firmar el acuerdo sobre las “tierras raras”.
El 5 de marzo, mientras Reino Unido, Francia y otros países miembros de la Unión Europea se reunían alrededor de Zelenski (Eslovaquia y Hungría no participaron), Washington suspendía la entrega a Kiev de sus datos de inteligencia militar. Al verse ciego y sordo en medio del campo de batalla, Kiev retrocedía, tratando penosamente de hacer lo que podía en el terreno. Pero en sólo 4 días pudo comprobarse que sin los datos de inteligencia que Estados Unidos les aportaba, las fuerzas ucranianas y sus aliados no podían hacer gran cosa frente a los rusos.
Tremendamente inquietos ante esa constatación, los aliados europeos de Kiev procedieron entonces a una serie de reuniones para ponerse de acuerdo sobre cómo recuperar la eficacia de sus ejércitos.
Fin de las garantías… para los europeos
Después del grave incidente de la Casa Blanca, Kiev trató de reemplazar el respaldo estadounidense por el de la Unión Europea, Reino Unido y Canadá… que no cuentan con medios comparables a los del tío Sam.
El presidente Trump se limitó a dejar que las potencias europeas –en el sentido más amplio de la expresión– trataran de concertarse entre sí para ver qué podían hacer sin Estados Unidos. Inicialmente, defendió como pudo la supuesta representatividad de Zelenski ante Rusia, mientras que Moscú resaltaba que el payaso convertido en jefe de Estado no ha organizado elecciones en su país y sigue ocupando la presidencia ilegalmente ya que su mandato expiró en mayo de 2024. Basándose en ese hecho, Moscú señala que todo acuerdo de paz firmado por un dirigente no electo podría ser considerado después como nulo.
Kiev argumentó que la Constitución actual impide la realización de elecciones bajo la ley marcial. Pero el enviado presidencial estadounidense, Steve Witkoff, informó a Trump que Zelenski extiende la ley marcial cada 3 meses para no organizar elecciones [4]. Washington comenzó entonces a buscar posibles candidatos a la presidencia de Ucrania, para reemplazar a Zelenski… y descubrió que la mayoría de los soldados ucranianos muertos en el frente todavía aparecen en las listas de electores, lo cual hace casi imposible la realización de elecciones. Rusia propuso realizar las elecciones bajo la responsabilidad de la ONU, pero el asunto sigue en suspenso.
En una entrevista publicada el 27 de marzo en el diario francés Le Figaro, Zelenski proclamaba: «La segunda motivación [que me sostiene] es el odio a los rusos, que han matado tantos ciudadanos ucranianos. Yo sé que en tiempo de paz no es correcto utilizar esa palabra. Pero cuando estamos en guerra, cuando vemos soldados entrar en el territorio y matar personas inocentes, yo juro que uno puede sentir ese odio.» [5]
Está muy lejos de ser la primera vez que Zelenski usa ese tipo de lenguaje, pregonando su «odio a los rusos». En la entrevista publicada en Le Figaro, cuando le preguntan si lo que quiere decir es que odia a Vladimir Putin, Zelenski responde: «¡No, a todos los rusos!»
Con esas palabras, Zelenski adopta el discurso de los nacionalistas integristas ucranianos, cuyo fundador, Dimitro Dontsov, aseguraba que los ucranianos nacieron para acabar con la cultura y con el pueblo «moscovita», principio que por cierto el propio Dontsov puso en práctica junto a sus aliados nazis, quienes lo pusieron a la cabeza del Instituto Reinhard Heydrich, en tiempos del III Reich.
O sea, lejos de ser un elemento de propaganda, el argumento de Moscú sobre la necesidad de desnazificar Ucrania es una realidad.
A principios de abril, el presidente Trump había enviado su amigo Steve Witkoff a San Petersburgo para concertar con Kirill Dimitriev un primer intercambio de prisioneros de guerra. Dimitriev dirige el fondo ruso de inversión directa, pero también se presentó al estadounidense Witkoff como un ruso-ucraniano que ve con interés los esfuerzos de paz de la administración Trump. Ya de acuerdo en cuanto a concretar el intercambio de prisioneros, Kirill Dimitriev organizó, además, para Witkoff una entrevista –que no estaba programada– con el presidente Vladimir Putin.
Durante esa entrevista, el 11 de abril, el presidente Putin presentó a Witkoff la versión rusa sobre las causas del conflicto ucraniano. Witkoff verificó rápidamente las informaciones y, ya de regreso en Washington, expuso al presidente Trump la envergadura del problema: los presidentes demócratas Barack Obama y Joe Biden se habían puesto de acuerdo con los neonazis para apoderarse de Ucrania; los neonazis ucranianos arremetieron contra las poblaciones ucranianas rusoparlantes; Rusia no “invadió” Ucrania para anexarla sino que aplicó la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU (los acuerdos de Minsk), en su condición de garante de la aplicación de esa resolución. Pero, en vez de ayudar a imponer la resolución 2202, Francia y Alemania (los otros dos países garantes), fieles a las administraciones Obama y Biden, acusaron a Rusia de “invadir” Ucrania.
Donald Trump, que conoce personalmente a Steve Witkoff desde hace mucho y confía en él, comprendió instantáneamente la manipulación de las administraciones demócratas. Habiendo observado como Zelenski actuaba personalmente contra él en el momento del Rusiagate y como el mismo Zelenski se implicó en la campaña electoral del dúo Biden-Harris, el presidente estadounidense llegó inmediatamente a nuevas conclusiones.
El 14 de abril, basándose en las averiguaciones de Steve Witkoff, el presidente Trump deploró el hecho que Zelenski favoreciera la guerra. «Uno no comienza una guerra contra alguien 20 veces superior y espera luego que la gente venga a donarle misiles», observó Trump, y el 17 de abril hizo llegar a las dos partes una propuesta de paz que Ucrania rechazó mientras que Rusia la aceptaba con reservas.
Hoy subsisten 4 puntos de desacuerdo entre Estados Unidos y Rusia:
• Moscú sigue bombardeando objetivos militares en zonas civiles durante las negociaciones. Desde las conferencias de La Haya (en 1899 y 1907) se supone que las naciones civilizadas no ubican instalaciones militares en medio de asentamientos civiles. Pero Kiev utiliza los civiles ucranianos como “escudos humanos”.
También se supone que, durante las negociaciones, los beligerantes se abstienen escrupulosamente de realizar acciones que puedan poner en peligro a los civiles, o sea Rusia tampoco actúa enteramente bien.
• Washington afirma que aceptaría la desmilitarización de Ucrania únicamente si hay allí fuerzas extranjeras que garanticen la seguridad del país. Moscú propone el despliegue de cascos azules de la ONU, pero los aliados de Kiev pretenden desplegar sus propias fuerzas militares. Basándose en experiencias anteriores, Moscú considera que las tropas de los aliados de Kiev, lejos de velar por la paz, favorecerían la continuación de la guerra.
• Moscú tiene intenciones de conquistar todos los oblast que votaron a favor de integrarse a la Federación Rusa. Pero Washington considera que las zonas de esos oblast que todavía no están bajo control ruso deben seguir siendo ucranianas y que las fronteras definitivas seguirían el trazado de las líneas de contacto en el momento de la proclamación del hasta ahora hipotético alto al fuego.
Hace años que Ucrania organiza una manifestación internacional anual de reafirmación de su soberanía sobre Crimea, la península que regresó a la Federación Rusa en 2014. Pero, en el momento del derrumbe de la Unión Soviética, Crimea proclamó su independencia antes que Ucrania. Moscú siguió pagando durante años los sueldos de los funcionarios y las jubilaciones en Crimea, hasta que el presidente Boris Yeltsin decidió poner fin a aquel gasto, lo cual llevó a que Crimea aceptara volver a Ucrania.
En 2014, cuando los nacionalistas integristas derrocaron en Kiev al presidente electo, la población de Crimea votó nuevamente por su independencia, y posteriormente solicitó, mediante un referéndum, regresar a la Federación Rusa.
El presidente Trump considera que el regreso de Crimea a la Federación Rusa es legal por 2 razones:
1- Porque es el resultado de un referéndum realizado según las reglas del derecho internacional.
2- Porque Ucrania no emitió ningún reclamo en aquel momento.
• Kiev pretende que le sean devueltas la central nuclear de Zaporiyia y el embalse (con capacidad de generación eléctrica) de Kajovka, cuyas aguas son indispensables para garantizar el enfriamiento de los reactores nucleares de la central nuclear, pretensión que Moscú rechaza de manera terminante.
Este reclamo de Kiev incluso contradice uno de los puntos anteriores ya que tanto la central nuclear como el embalse están bajo control ruso. Según el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), cuando Rusia inició su operación militar especial, en la central nuclear de Zaporiyia estaban almacenados enormes volúmenes de plutonio y de uranio enriquecido, acumulado allí en violación de lo establecido en los tratados internacionales. Considerando la central nuclear como un objetivo prioritario, las fuerzas rusas la tomaron desde el inicio de su operación militar especial. Rusia ocupó aquel material y trasladó una parte al territorio ruso. Los numerosos combates que se han desarrollado desde entonces alrededor de la central nuclear hacen pensar que es posible que aún quede allí parte de aquel material.
El 26 de abril, cuando asistían en Roma al funeral del papa Francisco, Trump y Zelenski sostuvieron una breve conversación (de 15 minutos) en la basílica San Pedro. Y al parecer decidieron retomar todo desde cero y bajo un nuevo enfoque: Estados Unidos y Ucrania ya no abordarían la cuestión de la guerra, sino que buscarían una tregua de un mes y se implicarían juntos en el proceso de reconstrucción. Claro está, se trata de una “reconciliación” que no arregla gran cosa, pero que al menos permitía retomar las conversaciones desde un ángulo diferente.
Teniendo en cuenta las experiencias anteriores –como el no respeto de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad y de la reciente tregua de la Pascua– Rusia rechazó inmediatamente la posibilidad de una tregua prolongada. Ahora, sin embargo, Moscú acaba de anunciar unilateralmente una interrupción de los combates en ocasión de la celebración de la Victoria sobre el nazismo, el 9 de mayo. Pero esa celebración es una afrenta para los nacionalistas integristas ucranianos –cuyos ideólogos colaboraron con el III Reich– así que Zelenski se apresuró a rechazar esta nueva propuesta rusa de tregua.
La creación del
“Fondo de Reinversión Estados Unidos-Ucrania”
El 30 de abril, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y la viceprimera ministro de Ucrania, Yulia Svyrydenko, firmaron en Washington un acuerdo que crea un “Fondo de Reinversión Estados Unidos-Ucrania”. Aunque las agencias de prensa (cuyas informaciones repercutimos en la breve 3394 de nuestro boletín informativo confidencial Voltaire, Actualidad Internacional) dijeron lo contrario, el texto firmado no es una simple reformulación de la proposición estadounidense para la explotación de las “tierras raras”. Se trata de un sistema radicalmente nuevo.
Al estudiar el texto, ahora disponible, puede verse que Estados Unidos renuncia a reclamar el pago del armamento entregado a Ucrania, mientras que Ucrania renuncia a las garantías de seguridad [6]. En ese acuerdo, Washington propone a los ucranianos administrar con ellos tanto la continuación de la guerra como la reconstrucción del país. Pero Kiev sólo recibiría dinero “fresco” en la medida en que las empresas ucranio-estadounidenses ganen dinero en Ucrania –el Fondo Común manejará el 50% de los beneficios que obtengan esas empresas. Kiev podrá utilizar el dinero fresco que obtenga por esa vía para comprar armas –y perderlas en combate– o para reconstruir el país.
Según el primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, Ucrania conservaría «un control total de su subsuelo, de sus infraestructuras y de sus recursos naturales». La creación del fondo tampoco obstaculizaría la adhesión de Ucrania a la Unión Europea.
Al dirigirse a la nación, el 1º de mayo, Volodimir Zelenski, declaró: «Nos entrevistamos con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre nuestra voluntad de concluir el acuerdo –lo conversamos en nuestra reunión en el Vaticano. De hecho, es el primer resultado tangible de nuestra reunión en el Vaticano, lo que la hace verdaderamente histórica.» [7]
El parlamento ucraniano tendría que ratificar el acuerdo entre el 13 y el 15 de mayo.
El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, comunicó: «Estados Unidos está decidido a facilitar el fin de esta guerra cruel e insensata. Este acuerdo indica claramente a Rusia que la administración Trump está comprometida en un proceso de paz centrado en una Ucrania libre, soberana y próspera a largo plazo. El presidente Trump planteó esta asociación entre el pueblo estadounidense y el pueblo ucraniano para mostrar el compromiso de ambas partes a favor de una paz y de una prosperidad duraderas en Ucrania. Y para ser claro, ningún Estado o persona que haya financiado o alimentado la máquina rusa de guerra será autorizado a beneficiarse de la reconstrucción de Ucrania.» [8]
Según Reuters, habida cuenta de la inestabilidad política y de los plazos necesarios para la creación de las minas e instalaciones necesarias, Estados Unidos y Ucrania podrían tener que esperar al menos una década, o incluso más tiempo antes de comenzar a obtener ingresos provenientes de un acuerdo sobre minerales [9].
En una entrevista concedida a Fox News Digital, el vicepresidente estadounidense J. D. Vance declaró que él prevé que en 100 días, a partir de la firma del acuerdo, se alcanzará la paz entre Ucrania y Rusia.
[1] «Lo que está en juego en las negociaciones de Donald Trump con la República Islámica de Irán», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 29 de abril de 2025.
[2] «Натовцы готовят кампанию по дискредитации В. Зеленского», Пресс-бюро СВР России, 3 de febrero de 2025.
[3] “Quotes from President Volodymyr Zelenskiy’s interview with Reuters”, Reuters, 7 de febrero de 2025.
[4] «Проект Закону про затвердження Указу Президента України “Про продовження строку дії воєнного стану в Україні”», ерховна Рада України.
[5] «Volodymyr Zelensky: “Stopper la guerre c’est stopper Poutine”», Isabelle Lassere, Le Figaro, 27 de marzo de 2025.
[6] “United States-Ukraine Reconstruction Investment Fund”, Voltaire Network, 30 de abril de 2025.
[7] «Маємо перший результат ватиканської зустрічі, який робить її історичною – звернення Президента», Президент України , 1º de mayo de 2025.
[8] “Treasury Announces Agreement to Establish United States-Ukraine Reconstruction Investment Fund”, US Department of the Tresuary, 30 de abril de 2025.
[9] “US, Ukraine may wait decade or more to see revenue from minerals deal”, Eric Onstad y Pavel Polityuk, Reuters, 1º de mayo de 2025.
Fuente Red Voltaire
