Estudiantes de la única universidad pública de Guatemala se rebelan contra el fraude y la corrupción
Andrés Arnal Martínez / @Pespes05
El Salto
Dennis lleva más de 300 días ocupando las instalaciones de la Universidad San Carlos de Guatemala (USAC), la única universidad pública que queda en el país. Junto a otros estudiantes, profesorado y personal administrativo, rechazan el fraude electoral cometido en las elecciones al rector y reclaman su dimisión.
Pero esto es solo la punta del iceberg. La gota que colmó el vaso en un país donde casi el 60% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, únicamente el 4% puede acceder a la educación superior y menos del 1% obtiene un postgrado. Según Dennis, lo que está en juego no es solo un cambio de modelo educativo y de acceso a la educación pública; se trata de no permitir que la única universidad pública del país acabe como el resto de instituciones y organismos estatales: cooptado por la corrupción, “las mafias” y las oligarquías del país.
300 días y 300 noches
Al llegar al campus CUNOC de Quetzaltenango, la segunda ciudad más poblada del país, me reciben seis estudiantes encapuchados. Por miedo a la represión, cubren sus cuerpos y sus rostros con las túnicas tradicionales de la Huelga de Dolores, un tradicional desfile reivindicativo que se da cada año en el viernes de Dolores. Después de retirar las barricadas y los candados que bloquean las puertas de acceso, me guían por las instalaciones completamente desiertas hasta la plaza central del campus. El banco en el que hasta hace pocos meses los estudiantes socializaban y pasaban su tiempo libre entre clase y clase, ahora sirve de lugar improvisado para conversar sobre sus reivindicaciones y recoger su testimonio.
Lo que está en juego no es solo un cambio de modelo educativo; se trata de no permitir que la única universidad pública del país acabe como el resto de instituciones, captadas por las mafias y la corrupción
Pablo y Alejandro —nombres ficticios para preservar su identidad— junto a sus cuatro compañeros que prefieren no desvelar sus nombres, forman parte del Frente Estudiantil en Resistencia. Durante todos estos meses han compaginado sus trabajos, estudios y familias con la toma de la universidad. Haciendo turnos, y con la ayuda de los profesores organizados en el Frente Universitario por el Rescate y el Frente de Docentes, resisten día a día el desgaste físico y emocional. En sus voces se nota el cansancio. Aunque reconocen que las fuerzas han disminuido, la mayoría de facultades del país continúan tomadas y sin clases presenciales.
Sus exigencias se centran en reclamar la destitución del actual rector Walter Mazariegos, quien se impuso por la fuerza tras el fraude electoral. Sin embargo, sostienen que la imposición de este rector va más allá. Pablo, que se muestra como portavoz del grupo, me cuenta con rabia y crispación que “el sector al que representa Mazariegos es el más mafioso y oscuro del país, que busca privatizar y asfixiar la universidad, reduciendo su rol e impacto en la sociedad”. Como él mismo afirma, se oponen a toda la corriente neoliberal que ha ingresado en el país desde hace unas décadas y que está acabando con la autonomía de la única universidad pública de Guatemala.
La consumación de un fraude
Todo comenzó hace 10 meses en el Museo de la Universidad de San Carlos, en la capital de Guatemala. Me dirijo allí para reunirme con miembros de la Coordinadora General de Estudiantes. Al llegar, me recibe Dennis, un estudiante de Ciencias Políticas que lleva más de 300 días ocupando la facultad. Ajetreado, me hace pasar al salón de actos donde tiene lugar un foro de líderes indígenas en el día de la conmemoración de la Dignificación de las Víctimas del Conflicto Armado Interno, una de las decenas de actividades que han realizado los estudiantes durante estos meses.
Aunque reconocen que las fuerzas han disminuido, la mayoría de facultades del país continúan tomadas y sin clases presenciales
Dennis fue testigo de todo lo que ocurrió. “El 27 de abril de 2022 se intentaron realizar las elecciones en las instalaciones donde nos encontramos. Sin embargo, el oficialismo y las mafias ya habían eliminado algunos candidatos electorales de la oposición antes de la jornada electoral, impidiendo así que pudieran ser electos”. Ante estos hechos, “decidimos tomar las instalaciones como forma de protesta, y al cabo de dos días, en asamblea decidimos mantener la ocupación”.
Las elecciones se pospusieron para el día 14 de mayo del pasado año, esta vez en el Parque de la Industria. Esa mañana, “las elecciones se realizaron a puerta cerrada y solo se permitió entrar a votar a aquellos que eran afines a Walter Mazariegos”, explica Dennis. Y continua: “Grupos antimotines de la policía y elementos de seguridad paraestatal amotinados dentro de la Universidad, se encargaron mediante gases lacrimógenos y cargas policiales de que los votantes de la oposición no pudieran acceder al campus”. En su voz se percibe un sentimiento de furia e indignación, y repite: “No dejaron que ninguno de nosotros pudiéramos entrar, nos atacaron por medio de la fuerza y Mazariegos usurpó antidemocráticamente el puesto de la rectoría”.
Los hechos que nos cuenta Dennis nos los confirma en otra entrevista Jordan Rodás. El ex procurador de Derechos Humanos de Guatemala era el candidato de la oposición que contaba con más apoyos para ser rector: “Nosotros con la candidatura a rector de SOS USAC habíamos hablado y llegado a pactos públicos con otros candidatos, y los números daban para ganar la rectoría. Entonces, el día de las elecciones solo dejaron entrar a votar a los que sabían que iban a votar por la candidatura oficialista, a los otros no. Así de burdo, con gente armada desde adentro”.
El fraude se había consumado. Tal como me cuenta Pablo, de la CUNOC, “hay más de 20 amparos interpuestos ante los juzgados en contra de estas elecciones. Pero ninguno ha prosperado, porque en este país no existe independencia judicial y las cortes están capturadas por el mismo Gobierno”.
Las “mafias” de la USAC
Comprender lo que está sucediendo en la USAC ayuda a entender con claridad la complejidad política de Guatemala, siempre impregnada de corrupción y despotismo.
Jordan Rodás es muy contundente en relación a esta cuestión: “El fraude tan burdo que hubo en la Universidad San Carlos fue un laboratorio para lo que después iba a suceder en las elecciones presidenciales del país. El Gobierno metió sus manos en esa elección y ahora tenemos un rector impuesto, que es una vergüenza nacional e internacional”.
Pero, ¿por que es tan relevante hacerse con la rectoría de la universidad? La USAC maneja el 5% del presupuesto anual estatal. Además, interviene y tiene poder de decisión en más de cuarenta instituciones del Estado: el Ministerio Público, el sistema de justicia, el Tribunal Supremo Electoral o la Contraloría General de Cuentas, entre otras esferas del Estado.
“El día de las elecciones solo dejaron entrar a votar a los que sabían que iban a votar por la candidatura oficialista, a los otros no. Así de burdo, con gente armada desde adentro”
Es por esta razón que partidos políticos y grupos económicos se insertan en los espacios de toma de decisiones de la institución para defender sus intereses. “Hablar de la USAC es hablar de corrupción” asegura Pablo, el portavoz de los estudiantes del Frente Estudiantil en Resistencia. “Las rectorías y decanaturas ya no miran por la calidad educativa o el estudiante, sino que priorizan intereses individuales sobre los académicos, insertándose entre grupos de poder e incluso criminales”. En este sentido, el fraude electoral no es más que el resultado de la continua cooptación que ha sufrido la universidad por parte de los grupos de poder que dirigen el país.
Al preguntar a todos los entrevistados acerca de la relación entre Mazariegos y el Gobierno del presidente Alejandro Giammattei, la respuesta siempre es igual de contundente: existe un vínculo claro y fuerte que se sostiene en el tiempo. Un ejemplo lo encontramos en Luis Suárez, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y candidato a la rectoría por una candidatura afín a Mazariegos. Un día antes de las elecciones renunció a postularse y pidió el voto por la de este primero. Actualmente se presenta como vicepresidente a las elecciones generales del país por el partido VAMOS, de Giammatei. María Paz, exdirectora del campus CUNOC y excandidata a la rectoría de la universidad, es la actual candidata a la alcaldía de Quetzaltenango. También con el partido de gobierno.
Así mismo lo confirman también investigaciones periodísticas: casi una veintena de funcionarios cercanos al presidente habrían urdido el fraude electoral y bloqueado los amparos y apelaciones contra Mazariegos.
“Os vamos a violar y a quemar vivas”
Ahora, después de diez meses, el futuro de estos estudiantes pende de un hilo. Al preguntarle a Dennis sobre esta cuestión, sus palabras son contundentes y llenas de esperanza, asegura que “la toma se mantiene, va a permanecer hasta que consigamos nuestros objetivos”. Por el momento, un juzgado ha ordenado al Ministerio Público que los desaloje. Dennis acaba sentenciando que la denuncia interpuesta es una muestra más de la persecución y hostigamiento constante que sufren.
Pablo, Alejandro y sus cuatros compañeros de Quetzaltenango sostienen que uno de los motivos por los que aparecen siempre con el rostro cubierto es por miedo a la represión. Contra alguno de sus compañeros han sido interpuestas denuncias legales, se les han abierto procedimientos administrativos y académicos y hasta han sido expulsados de la universidad. Dennis me confirma que también en la capital reciben un hostigamiento constante por parte de la policía que ha llegado a usar drones y helicópteros para grabar sus caras y controlar quienes son.
“Hace un tiempo, lanzaron cocteles molotov contra la universidad, quemando un coche que se encontraba parqueado. Esta es la manera de actuar del brazo armado del rectorado”
Sin embargo, el principal hostigamiento que sufren estos estudiantes no viene de las fuerzas de seguridad, sino de los Grupos de Choque y los Comités de Huelga. En uno de los momentos que estoy manteniendo la entrevista con los estudiantes de Quetzaltenango, se empiezan a oír ruidos que provienen de la puerta principal del centro. Noto miradas de alerta y tensión entre los chicos, pero al cabo de unos segundos los ruidos cesan y se dan cuenta que no es nada. Por unos instantes, todos pensamos que era la policía o Grupos de Choque. Siempre según las fuentes consultadas, estos grupos están integrados tanto por estudiantes que responden a intereses de las autoridades universitarias, como por personas externas al centro, incluso pandilleros. Grupos con tendencias paramilitares, y en ocasiones con vínculos con la extrema derecha, que se dedican a amenazar, agredir y violentar a los estudiantes que permanecen encerrados en la universidad. Estos grupos viven de la extorsión a otros estudiantes: cobran cuotas por aparcar en los párquines que son propiedad de la universidad, se plantan en las puertas de los centros y cobran a los estudiantes si quieren acceder a las clases.
“Ayer mismo de madrugada estuvieron fuera del campus central rondando con palos y amenazando a los estudiantes que allí se encontraban. Hace un tiempo, lanzaron cocteles molotov contra la universidad, quemando un coche que se encontraba parqueado. Esta es la manera de actuar del brazo armado del rectorado”, me cuenta Dennis.
Pablo, Alejandro y el resto de estudiantes con los que estuve charlando en CUNOC, el campus de Quetzaltenango, fueron desalojados el día siguiente de la realización de la entrevista. Un grupo numeroso de hombres se presentaron de madrugada con armas de fuego, palos y machetes. Amenazaron a todos los presentes, pero principalmente a las estudiantes al grito de “os vamos a violar y a quemar”. Los concentrados en el interior del centro decidieron abandonar la toma de las instalaciones por miedo a más represalias.
Al día siguiente recibo un mensaje de Pablo. Me cuenta lo sucedido la noche anterior y me dice que “están bien físicamente, pero muy consternados e indignados”. Ellos han sido desalojados y tendrán que buscar otras vías de protesta, pero en otros puntos del país todavía quedan facultades tomadas por los estudiantes.
Fuente El Salto