Energía para vivir, no para acumular ni destruir

Por Alberto Acosta, John Cajas-Guijarro |

“Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad” (Albert Einstein)

La dinámica de los precios es uno de los temas más debatidos en economía. Desde visiones librecambistas a aquellas de control rígido, esta cuestión tiene múltiples aproximaciones. Y en el caso de la energía, sus precios representan una cuestión aún más compleja y llena de tensionespor su importancia para toda actividad humana.[1]

La definición de los precios energéticos posee un fuerte componente de economía política pues varios intereses se contraponen. Las empresas buscan preciosde la energía relativamente bajos y estables para aumentar sus utilidades al reducir sus costos de producción de los bienes y servicios que ofrecen en el mercado. Similarmente,los consumidores aspiran a precios energéticos bajos para sus actividades de consumo. En contraste, para los proveedores de energía –sean empresas privadas, estatales o mixtas–los precios energéticos influyen directamente en la rentabilidad de sus inversiones. Tan relevantes son los precios energéticos que incluso su regulación por parte del gobierno puede generar serios conflictos políticos según los intereses afectados.

Junto a esta dimensión económico-política, los precios energéticos poseen otras dimensiones sociales, ambientales e incluso estructurales. De hecho, si se asume a la energía como un derecho y un bien común y no como una mera mercancía, la cuestión se vuelve aún más compleja y delicada. A la energía, entonces, hay que asumirla desde una perspectiva múltiple: económica, política, histórica, ambiental e incluso cultural. Y por cierto este esfuerzo demanda una indoblegable voluntad política de cambio.

La energía como base de la civilización

La energíaestá estrechamente vinculada con la evolución dela Humanidad en todos sus ámbitos.Cual Prometeo que roba el fuego a los dioses, los seres humanos han empleado –y seguirán empleando– las fuentes energéticas del mundo para consolidar sus fuerzas productivas y satisfacer sus necesidades.Sin embargo, actualmente la explotación y el aprovechamiento energéticosestán encadenadosa la acumulación capitalista, poniendo en riesgo la sostenibilidad de la propia vida humana. Por ejemplo, pese a la meta loable de superar la dependencia en los combustibles fósiles, la promoción de energías alternativasha inducido a una creciente y destructora demanda de recursos como el litio y las “tierras raras” para producir las baterias empleadas en autos eléctricos, ampliando los impactos nocivos de la minería;[2] o, la madera de balsa para los rotores de los generadores de energía eólica, que devasta amplias zonas de bosques primarios.[3]

Ambos ejemplos nos recuerdan que toda energía tiene inscrita una “forma social”, que implica la manera de relacionarnos unos con otros y de construirnos a nosotros mismos; basta mirar cómo el automóvil y el tipo de energía que demanda “producen” una determinada forma de sociedad cada vez más gris y opaca.Bien sabemos, además, que las llamadas energías alternativas no son en esencia antisistema; no solo eso, las actividades de desarrollo, obtención, transporte, comercialización y consumo están cada vez más controladas por grandes consorciones energéticos; esta evolución concentradora se registra desde hace ya varias décadas en tanto las grandes transnacionales petroleras se han venido diversificando hacia otros ámbitos de la energía e inclusive en actividades ajenas a ella. Así, la forma de obtener energía, de consumirla y de controlarla configura un entramado fundamental para entender el funcionamiento y estructuración de las diversas relaciones sociales.

De hecho, el tipo de energía utilizada tiene estrecho vínculo con la estructura estatal. En la esclavitud y el feudalismose requería de estados poderosos y autoritarios en extremo. Algo similar ocurre hoy con los poderosos “estados atómicos” que deben mantenerbajo control los desechos nucleares literalmente por miles de años. Igualmente constatamos a diario como los amplios flujos de energía fósil, ejemplificados especialmente en carbón, gas natural y petróleo, configuran estructuras de un enorme poder político y económico, donde las grandes potencias se entrampan enfuertes disputas geoestratégicas incluso en términos bélicos. Como se ve, a la postre, la cuestión energética no es solo técnica y económica, es eminentemente política.

Ante esta realidad, el reto es repensar y reorganizarla producción, el suministro, el consumo y el control de la energía, bajo el contexto de una economía y una sociedad diferentes[4]. Tal proceso requiere garantizar los flujos de energía –y demás condiciones materiales necesarias para la vida–sin arriesgar los procesos naturales, preservando la biodiversidad, al tiempo que se construyen relaciones sociales basadas en la equidad.

Elementos para transiciones energéticas socio-ecológicamente acotadas

La crítica al capitalismo implica también una crítica al régimen energético fósil. Para empezar, el problema no es la finitud de las reservas de combustibles fósiles, sinolos límites ambientales y sociales de su uso desbocado, concentrador y excluyente. No se trata de producir cada vez más energía para satisfacer una demanda “infinita”. Y si bien es importante, tampoco basta con sustituir los recursos energéticos fósiles y no renovables por energías renovables cada vez más limpias y eficientes. Se requiere transformaciones energéticas que viabilicen la construcción de otras estructuras económicas y sociales.

Las emisiones generadas por transformar los recursos energéticos fósiles al ritmo de la acumulación capitalista provocan una crisis ecológica global.[5] Las reservas de recursos fósiles se asientan en pocos lugares del planeta, generándose una grave presión bélica y muchas violencias–condición necesaria del avance capitalista– que exacerban las contradicciones de una crisis civilizatoria innegable[6]. En contraposición, una transición energética no signada por los intereses corporativos debería promover una economía afincada en la energíaradial del sol[7], cuya generación sea descentralizada y regionalizada, permitiendo el creciente control comunitario del sistema energético.[8]

De hecho, el control comunitario del sistema energético es vital para construir una nueva forma de organización social enfocada en una vida sustentable que respete a la Naturaleza y use el patrimonio natural pensando siempre en su (re)generación. Aquí la Naturalezadebe tener la necesaria capacidad de carga y recomposición para no deteriorarse irreversiblemente por efecto de la acción humana: un objetivo plausible si el manejo energético deja de pensarse desde la maximización del lucro económico de unas cuántas potencias y corporaciones multi y transnacionales.Así, esta transformación energética integral no debe deteriorar la vida de las grandes mayorias, golpeadas por las sucesivas crisis y los fallidos intentos por superarlas, ni seguir destruyendo la Naturaleza.

En ese sentido, quizá lo primero que urge son diagnósticos integrales de la situación energética a diferentes niveles (internacional, nacional, local, etc.), y desde perspectivas multidimensionales (no solo económicas). Desde esos diagnósticos puede pensarse en estrategias de transición que se vayan ajustando a cada realidad concreta, con una participación de los Estados desde la planificación, en concordancia con agendas construidas desde la integración regional y mundial.[9] Aquí surge el reto de armonizar los objetivosnacionalesde explotación y uso de recursos energéticos con las metas globales de sostenibilidad de la vida en el planeta.

Dentro de las estrategias de transición energéticas, los precios de la energía –y sus potenciales distorsiones– son cruciales. Particular interés generan los precios del transporte público y de mercancías, dondeel uso planificado de subsidios esnecesario. Así, cabe estudiar cuáles son los valores mínimos a los que pueden reducirse las tarifas de transporte público, al menos en los sistemas de transporte citadinos.El propósito es masificar el uso del transporte público. Igualmente, en dicho proceso se requiere repensar al transporte público para otorgarle mayor calidad y dignidad (sin duda todo un reto en sociedades con fuertes limitaciones económicas y de infraestructura).

Por otro lado, es indispensable imponer una contribución especial al rodaje a todos los vehículos de alta gama -no confundir con la matricula o tarifa por rodaje-para financiar el subsidio al transporte público y demás elementos de la transición energética.Simultáneamente cabe desarrollar sistemas tecnológicos que permitan el expendio de los combustibles a partir de una tabla de precios diferenciados.

El consumo de diesel marítimo, por ejemplo, deberá sostenersedesde esquemas de subsidio directo a los pescadores artesanales especialmente. En cambio, el resto de la flota debería contar con sistemas de GPS que aseguren el control de los recorridos efectivamente realizados con claros límites establecidos por su real capacidad de consumo.A su vez, urge crear las condiciones para que la mayoría de las actividades productivas que consumen diésel –sobretodo industriales– migren a la energía eléctrica y similares.

El uso de la energía eléctrica como alternativa para el transporte masivo de carga y de pasajeros debe desarrollarse de forma prioritaria con energía generada desde procesos renovables. Por cierto, aclaremos que la solución no es solo sustituir vehículos a gasolina por eléctricos. Las calles deben dejar de rendir culto a los vehículos y priorizar a peatones y formas alternativas de transporte particular (como las bicicletas).

En cuando a las tarifas eléctricas, se podría aplicar precios más bajos en el campo y en ciudades pequeñas y medianas, por ejemplo, en las de menos de 50 mil habitantes. En los sectores populares, incluso cabría ampliar la entrega de electricidad, subvencionada por una tarifa más alta para quienes más consumen, enfatizando en el uso de subsidios cruzados. Con tales políticas, más que buscar una mayor recaudación fiscal, se buscaría usar los subsidios para mejorar la calidad de vida en el mundo rural y popular.

En definitiva, requerimos un proceso plural de transición que reduzca sistemáticamentela dependencia en los combustibles fósiles, aprovechando las reservas de energías renovables: hídrica, solar, geotermia, eólica, sin que esto implique ampliar las actividades mineras, por ejemplo.

Por último, recordemos que en muchas sociedades existen “subsidios perversos” que subvencionan directa o indirectamente a grandes grupos económicos locales y transnacionales. Apenas un ejemplo son las tarifas preferenciales por el consumo de electricidad o el uso hasta gratuito del agua en actividades extractivistas, el apoyo para importar agroquímicos sin aranceles, así como diversas exoneraciones tributarias y arancelarias a las mineras, etc. Tales subsidios simplemente deben eliminarse,

Los precios de la energía en clave transformadora

Pasemos ahora a la política de los precios de la energía, viéndola como un elemento central de posibles transiciones energéticas integrales. Para ello, notemos que la definición de estos precios no depende solo de los actuales costos de producción, sino de las expectativassobre la demanda futura de energía de la sociedad. Además, la política de precios puede afectar la distribución de la riqueza entre los diferentes sectores de la sociedad, incluyendo su vida política. Apenas como ejemplo, recordemos todos los intereses y conflictos existentes alrededor del precio del petróleo.

El problema central radicaen la dificultad queexiste en la determinación y posible fijación de precios para los diversos energéticos, sin que esto afecte peligrosamente asus existencias ni que incida negativamente en elequilibrio delos ecosistemas. Asimismo, surge el reto de cómogenerar sistemas de precios que garanticen un suministroenergético oportuno, adecuado y conforme conlas metas socioeconómicas de cada país.

Aquí destaquemos que los –mal llamados– libres mercados han generado dinámicas de precios energético con enormes “irracionalidades exuberantes” dominadas sobre todo desde la especulación financiera.[10]La visión económica de libre competencia, quepostula al mercado como único regulador, en la realidad solo resulta válida en muy contados casos y momentos. Esa visión librecambistaposee varias premisas y supuestos que la alejande la realidad. Si bien las teorías económicas de la fijación de precios desde los monopolios, oligopolios, carteles y similares formas de competenciaimperfecta brindan uncontexto más real, tampoco logran unacomprensión adecuada a la cuestión de los precios energéticos, donde a más de la especulación financiera también confluyen elementos incluso geopolíticos.

En otras palabras, las teorías económicas no bastan para responder al problema de la explotación de recursos energéticos, en especial por su miopía parareflexionar sobre sus precios presentes y futuros en términos geopolíticos y socioambientales. De hecho, el excesivo enfoque economicista puede inducir a una sobreutilización de recursos energéticos cuando los precios están deprimidos o permanentemente subsidiados; o cuando se registra un incremento desmedido de los precios, sin considerar la incapacidad de sustitución energética eficiente a corto plazo, deteriora las condiciones de vida de amplios segmentos de la población. Y para colmo, con el fin de paliar las restricciones energéticas, se refuerzan las presiones para seguir ampliando los extractivismos sea con combustibles fósiles u otras fuentes energéticas que destruyen a la Naturaleza.

Así, las “bondades marginalistas” de fijar precios en los mercados energéticos (que luego impactan en los precios del consumidor) se derrumban ante las violentas condiciones de la competencia real capitalista[11], tal como sucede en Europa desde hace tiempo atrás y que se ha agravado con el conflicto entre Ucrania y Rusia.El encadenamiento de los precios de los combustibles derivados del petróleo a los vaivenes internacionales tampoco es socialmente sostenible, como se ha visto repetidamente en varios países latinoamericanos (donde el alza de precios de los combustibles han motivado múltiples protestas en 2022).[12]Por cierto, aclaremos que estas constataciones mal pueden llevar a sostener estructuras de precios rígidas con enormes subsidios que provocan profundas distorsiones e incluso beneficios a quienes no merecen recibir dichos apoyos estales (siendo Venezuela un ejemplo extremo).

Enfaticemos que la competencia real en los mercados energéticos está dominada muchas veces por los intereses particulares de las empresas transnacionales o de los grandes estados(normalmente en contubernio con dichas empresas). Así, los precios no dependen solo de la oferta y la demanda sino sobre todo de la posición de poder de un número limitado de empresas y de potencias, cuyos intereses se imponen a la postre, reiteremos, incluso como herramienta de presión o de dominación geopolítica.

Igualmente cabe considerar que las fuentes energéticas poseen diversas especificidades, de modo que la determinación de sus precios no puede pensarse en término demasiado genéricos, sino que debe adecuare a las características concretas de cada mercado.Así tenemos que el carbón, el petróleo, la electricidad, labiomasa, la energía nuclear y lasotras fuentes energéticas poseen característicaspropias que inciden directamente en sus usos y en los precios. No todos los energéticos son aptos para todos los usos, si asumimos a la energía como fuerza, como calor, como luz, etc., ni tampoco pueden ser sustituidas en iguales período de tiempo.

En este contexto, como se ha visto una y otra vez cuando se alteranlos precios de la energía de manera inconsulta o desde visiones dogmáticas, la cuestión ha devenido en reiterados conflictos sociales, en políticas inestables y cambiantes con efectos nada deseables. Entre los puntos más conflictivosestá la eliminación de los subsidios a los combustibles: subsidios que usualmente no pueden eliminarse de golpe “a lo bruto”, ni pueden mantenerse indefinidamente de forma torpe y sin criterios de equidad.

Los subsidios a los combustibles –y a la energía en general– deben abordarse en clave integral, no solo fiscal y peor neoliberal.[13] Dicha clave requiere políticas de precios pensadas como herramientas de política energética, económica y social, incluso generando incentivos y desincentivos en el uso de ciertas fuentes energéticas. Precisamosidentificarcómo los precios generan desproporciones entre oferta y demanda yen dónde generan ineficiencias y desperdicio de energía además de favorecer a estratos económicos altos (p.ej. automóviles privados, calentamiento de agua, etc.). En paralelo cabe definir dónde se puede ampliar los subsidios (p.ej. transporte popular, pequeña y mediana producción, consumo energético en estratos bajos). Aclaremos que los subsidios no son distorsionadores per se, sino su aplicación generalizada sin estrategias serias.

Sabemos que las grandes distorsiones del sector energético provocadas por falta de planificación no se solucionan a corto plazo. Por ende, solo buscar respuestas que reduzcan los déficits fiscales es un error grave. Si se eliminan o se focalizan los subsidios sin conocer los puntos medulares en dónde hacerlo, sin estimar cuánto del subsidio retirar, y sin una estrategia de largo plazo, el alza de precios podría repercutir gravemente en la producción, en el tejido social y hasta en la inflación. Es también necesario tener conciencia de las externalidades -mejos hablemos de los costos- ecosociales, pues con mucha frecuencia al no ser adecuademente incorporados se consolidan desbalances estructurales cada vez más complejos y depredadores.

En este sentido, los precios energéticos deben fijarsesegún el costo de producción/extracción, determinado tanto por los factores de producción empleados (o el trabajosocialmente empleado) y por los factores de producciónnecesarios para reponer o sustituir los recursos consumidos. Asimismo, la fijación de precios según los costos de producción y de reposición (incluyendo costos de transporte y distribución)debe hacerse minimizando dichos costos en un contexto donde se busque tanto la eficiencia como el reconocimiento de que la energía debe ser un derecho y un bien común.

Por ejemplo, podría construirse una estructura referencial de preciostomando como punto medulara la electricidad, desde lacual se establecen los precios de otros energéticos según su rendimiento calórico y los diversos niveles de impacto socioambiental. Este esfuerzo debería considerar tanto las disponibilidades energéticas actuales como futuras, según los escenarios asumidos como horizontes de transformación, promoviendo el desarrollo tecnológico para alcanzar un nivel más racional en la prospección, producción. transformación, transporte y consumo energético.

Asimismo, en muchos casos el precio de losenergéticos no solo deberá cubrir los costos y reponer el consumo, sino que también debe ayudar a regular lademanda, incentivando el consumo de energéticos renovables o relativamente abundantes, mientras se limita el consumo de energíano renovable, sobre todo si hay unaelevada dependencia externa o una fuerte contaminación. Así,una política de precios de la energía puede aumentar la eficiencia energéticay mejorar la conservación de los recursos, evitando deformaciones en la economía y en los patronesde consumo. Por ende, los precios asignados a los diferentes energéticos deben implicar una óptima asignación de los recursos disponibles a la vez que permitan lograr la máxima eficiencia socioeconómica y armonía ambiental.Reiteremos que una transformación energética democrática y popular siempre deberá proteger elmedio ambiente, impidiendoque intereses particulares y de corto plazo desplacen a las necesidades e intereses colectivos, y que atentencontra la existencia de la vida misma en el planeta.

Por cierto, los precios energéticos tienen relevancia en la adopción, sustitución o desarrollo de determinados procesos productivos, en especial en la industria, en la agricultura, en la organización de las ciudades. Tal relevancia hace que la planificación de estos precios forme parte de una planificación económica mucho más amplia y que posea metas claras a corto y largo plazo.

Hablar de la energía como un derecho y no como una mercancia, no significa que esta sea distribuida de forma gratuita para todos los usos; serán necesarias tarifas diferenciadas con creterios sociales, ecológicos y productivos.[14] De lo que se trata, a más de impulsar desde esa perspectiva transformaciones estructurales, es de superar definitivamente la “pobreza energética” que afecta a amplios sectores de la población en el mundo entero. A partir de esa reflexión se precisa definir la cantidad mínima de energía indispensable para asegurar una vida digna.

Ahora, no olvidemos quelas fuentes energéticasconvencionales, eincluso varias fuentes no convencionales, exigencada vez más recursos económicos y financieros. Esto limita la búsqueda de soluciones descentralizadas y controladas democráticamente desde abajo, y más bien acelera la concentración de poder en pocos conglomerados energéticos transnacionales (como históricamente ha sucedido con los combustibles fósiles).En este entorno de dominación y dependencia, la energía se engarza perversamente con el endeudamiento externo y con el incremento de la deuda ecológica; en el primer caso, normalmente los países del Norte global son los acreedores, y en el segundo, los acreedores están en el Sur global.

Ante esta realidad en muchos países se ha incrementado el control o incluso la acción directa estatal. Por igual, en este sector tan importantecomo la energía, se han buscado diversas alternativasde cooperación e integración regionales.Sin minimizar estas acciones(seacon una creciente propiedad del Estado en el sector energético[15]o con las integraciones energéticas regionales),consideramos que no son suficientes para las transformaciones que aquí planteamos. En particular, las iniciativas estatales y regionales vigentes muchas veces se limitan a buscarla sustitución de algunos energéticos o apenas agarantizar su suministro para sostener la racionalidad de un sistema civilizatorio insostenible.No basta con descarbonizar el modelo energético, sino que es cada vez más urgente el cambio de los modos de producción y de las estructuras de consumo. Y en esa línea de reflexión no basta con asegurar el suministro energético manteniendo el status quo, algo imposible de sostener a no ser que se quiera mantener las inequitativas estructuras de dominación a nivel mundial.

Así, desde una perspectiva mundial, es cada vez más evidente que las emisiones generadas por obtener y transformar los hidrocarburos son en gran medida responsables del colapso ecológico que vivimos. Los gases de efecto inverdadero provocados por el consumo de los combustibles fósiles representan un 86% del total. Tanto es así, que la propia Agencia Internacional de la Energía (AIE), con sede en París, creada en 1974 como la anti-OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) por parte de los grandes países importadores de hidrocarburos, anunció ya en el año 2012, que es indispensable dejar en el subsuelo los dos tercios de todas las reservas probadas de combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas- si no queremos superar en 2° el incremento de temperatura global al año 2050.  Estas cifras han sido recientemente afinadas, como puede leerse en la revista Nature, publicada en septiembre de 2021: el 89% de las reservas conocidas del carbón, 58% del petróleo y 59% del gas deben permanecer en el subsuelo si no queremos que la temperatura del planeta supere 1,5 grados centígrados.

Otros ejemplos: impedir la generación de energías extremas como el fracking; no caer en las garras de los agrocombustibles sacrificando la alimentaciónde seres humanos para sostener el suministro energético de vehículos a gasolina;racionalizar el consumo de energía difundiendo patrones de consumo renovadores y auditorias energéticas… Toda esta discusión puede complementarse con algunos ejemplos concretos que han tenido una gran repercusión, como la propuesta de dejar en el subsuelo la mayor cantidad posible de combustibles fósiles para no seguir carbonizando la atmósfera, como fue la Iniciativa Yasuní-ITT.[16]

De la energía como un derecho a otras formas de organizar la vida

Si asumimos que la energía debe ser un derecho, es vital que se democratice el control de los diversos procesos energéticos, con una activa participación desde las bases de la sociedad. También es indispensable satisfacer las demandas locales de energía en el campo y en las ciudades con un suministro local de energía, desdeun manejo organizado en barrios y comunidades (al menos donde sea tecnológicamente viable). La idea es construir la mayor cantidad posible de horizontalidad en la generación y suministro de energía desde la democracia y acción directas. La autogestión concreta empezaría por instalar paneles solares / células fotovoltáicas o pequeñas centrales hidroeléctricas con la intervención de los moradores de los barrios en las ciudades y las comunidades en el campo.

En niveles más complejos del sistema energético es indispensable que representates de los consumidores, sobre todo de sectores populares, estén presentes en la dirección de empresas energéticas. En síntesis, las transiciones deben pensarse desde territorios y comunidades concretas.Aquí puede incluirse también la posibilidad de desarrollar industrias locales / nacionales / regionales de equipos para el aprovechamiento de energías renovables y sustentables.

Asimismo, parte de la tarea esrepensar las ciudades, rediseñarlas, reorganizarlas desde abajo, restableciendo su balance con lo rural (que debe revalorizarse). En este empeño el costo energético del transporte desempeña un papel significativo y también el de la producción de alimentos.Igualmente urge mejorar sustantivamente las condiciones de vida en el campo ofreciendo, por ejemplo, sistemas de electricidad eficientes y a bajo costo, preferentemente con una esquemas de generación descentralizada.

Es más, recuperando los saberes ancetrales para proyectar otros futuros, es preciso entender a la energía como la base de la vida misma. Nina Pacari, lideresa indígena ecuatoriana nos dice que “según la cosmovisión indígena, todos los seres de la naturaleza están investidos de energía que es el samaiy, en consecuencia, son seres que tienen vida: una piedra, un río (agua), la montaña, el sol, las plantas, en fin, todos los seres tienen vida y ellos también disfrutan de una familia, de alegrías y tristezas, al igual que el ser humano. Así es como cada uno de estos seres se relacionan en entre sí, al igual que con el hombre (ser humano), con la cultura, la organización, la religión, la filosofía, la arquitectura, la salud, el idioma, la política, la tierra, el territorio, la biodiversidad (recursos naturales), el poder en sí o el ejercicio del poder gubernativo. En otras palabras, podemos decir que todos somos parte de un todo; que, no obstante ser distintos, somos complementarios, nos necesitamos mutuamente.” Y así, desde la relacionalidad hay que desarrollar reflexiones y acciones que integren el manejo de la energía desde otras perspectivas.

Si asumimos a la Naturaleza como sujeto de derechos, todos estos pasos deberán insertarse en visiones y prácticas que superen el antropocentrismo, generando un nuevo paradigma que reconfigure las relaciones de los seres humanos con la Naturaleza, incorporando simultáneamente los retos sociales y el desmonte de varias estructuras de dominación. Una de las urgencias empieza por desmercantilizar la Naturaleza, sin caer en las múltiples trampas de la “economía verde”.Desde estos procesos emancipadores aflora aún con más fuerza el posdesarrollo[17], en tanto horizonte a construir, que debe ser un terreno en donde la energía puede y debe repensarse de forma integral.

Otro mundo es posible si –enel camino– imaginamos y construimos sociedades desde principios opuestos a la actual civilización, causante de tantos y crecientes desequilibrios, frustraciones y violencias. La codicia, rectora del capitalismo, debe reemplazarse por la búsqueda de una vida en armonía. Desaceleración, descentralización y desconcentración deben parar el paroxismo consumista y el desbocado productivismo. En todo este empeño, sin menospreciar otros ámbitos de acción estratégicos, como el estatal y el internacional, debe impulsarse transiciones vistas siempre como espacios de disputa política más que ámbitos reservados a la técnica. Y en especial desde lo comunitario, desde territorios concretos, superando el mercado-centrismo y el estado-centrismo, urge desarmar -democráticamente- las estructuras jerárquicas patriarcales, racistas, empobrecedoras, destructoras, concentradoras y sobre todo autoritarias.

Para que procesos prometeicos rompan las cadenas de la energía atadas al capital, requerimos relacionalidad en vez de fragmentación; reciprocidad en vez de competencia desbocada; solidaridad y correspondencia en vez del individualismo egoísta; cooperación mutua en vez de competencia feroz; derecho a la vida digna en lugar de derecho absoluto a la propiedad privada o al lucro sin fin.

[1]Tema que abordó hace más de 40 años uno de los autores de estas líneas: Alberto Acosta (1982), “Los precios de la energia: instrumento de política y planificación energética”, Revista Energética Nª 24, OLADE, marzo-abril 1982. Disponible en https://biblioteca.olade.org/opac-tmpl/Documentos/hm000231.pdf

[2] Apenas como ejemplo para el contexto ecuatoriano, ver el libro escrito por los autores junto con Francisco Hurtado y William Sacher: “El festín minero del siglo XXI ¿Del ocaso petrolero a una pandemia megaminera?”, Abya-Yala, Quito, 2020. Disponible en: https://www.pachamama.org.ec/wp-content/uploads/2021/03/FESTIN-MINERO.pdf

[3]Consultar el libro de varias autoras y autores: Energías renovables, selvas vaciadas Expansión de energía eólica en China y la tala de la balsa en Ecuador, Acción Ecológica, ASTM, Quito, 2021. Disponible en https://www.naturalezaconderechos.org/wp-content/uploads/2021/09/LA-BALSA-SE-VA.pdf

[4]Sobre este tema se puede consultar el trabajo de los autores: “Reflexiones sobre el sin-rumbo de la economía – De las “ciencias económicas” a la posteconomía”, Revista Ecuador Debate 103, CAAP, Quito,, 2018. Disponible en https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/xmlui/handle/10469/15391. “Naturaleza, economía y subversión epistémica para la transición”, en el libro Voces latinoamericanas: mercantilización de la naturaleza y resistencia social, editado por Griselda Günther y Monika Meireles, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2020. Artículo disponible en https://www.cadtm.org/Naturaleza-economia-y-subversion-epistemica-para-la-transicion

[5]Sobre la crisis ecológica empujada por el capitalismo, ver el texto de John Bellamy Foster: “Ley general absoluta de la degradación ambiental en el capitalismo”, Revista Ecología Política, 1993. Disponible en: https://www.jstor.org/stable/20742732#metadata_info_tab_contents

[6]Sobre las múltiples violencias asociadas al avance del capitalismo, junto con la discusión de algunas alternativas, ver el texto escrito por uno de los autores junto con Roberta Curiazi: “Crisis civilizatoria capitalista y otras economías”, Revista de Sociología, 2019. Disponible en: https://revistasinvestigacion.unmsm.edu.pe/index.php/sociologia/article/view/16973

[7]Diferenciamos así a la energía solar acumulada en millones de años en los combustibles fósiles.

[8]Aumenta aceleradamente esta discusión sobre las transiciones. Mencionemos un reciente libro compilado por Maristella Svampa y Pablo Berinat (2022): La transición energética en la Argentina, Siglo XXI Editores, Buenos Aires. Otra refrencia también actual es “Disminución planeada de ladependencia fósil en Colombia:entre el cambio cultural y la gestiónparticipativa de la demanda”, producto de un esfuerzo colectivo encabezado por CENSAT, Pacto Ecosocial del Sur y la Revista Energía y Equidad, entre otras organizaciones. Disponible en file:///Users/albertoacosta/Downloads/Disminucio%CC%81n%20planeada_final.pdf

[9] De paso cabe resaltar la necesidad de repensar la institucionalidad global si se desea generar amplias transformaciones. Al respecto, ver el texto de los autores: “Del coronavirus a la gran transformación. Repensando la institucionalidad de la economía global”. En Posnormales. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (varios autores). La Plata, 2020. Disponible en: https://drive.google.com/file/d/1COvZyVpJFVNEs0zRm_kMhaMtx3j_aJn5/view

[10]Sobre el rol de la irracionalidad en la especulación financiera, puede verse el libro de Robert Shiller: “Exhuberancia irracional”. Ediciones Deusto, Barcelona, 2015.

[11]Sobre la noción de competencia real capitalista y sus diferencias teóricas con la competencia perfecta, ver la obra de Anwar Shaikh: “Capitalism: Competition, conflict, crises”. Oxford University Press, 2016.

[12]Para una reseña de las protestas de junio de 2022 asociadas al incremento de los precios de los combustibles en el caso ecuatoriano, ver el texto de uno de los autores: “Desigualdad, paro y represión en tierras ecuatorianas». Instituto de Estudios Latinoamericanos, junio 2022. Disponible en: https://iela.ufsc.br/noticia/desigualdad-paro-y-represion-en-tierras-ecuatorianas

[13]Para una reflexión del tema contextualizada al caso ecuatoriano, ver el texto de los autores: “Por una solución integral al subsidio de los combustibles… una vez más”, Rebelión, agosto de 2021. Disponible en: https://rebelion.org/689180-2/

[14]En este punto dejemos constancia de la necesidad de incorporar análisis desde la teoría marxista del valor/trabajo para entender mejor las relaciones del capital con la tierra y los yacimientos de combustibles fósiles y minerales, tanto como de las formas alternativas de energía. Una interesante aproximación al tema nos ofrece George Caffentzis; Una teoría marxista del valor-trabajo a la luz de la industria petrolera – Introducción y glosario, Tinta Limón, Buenos Aires, 2022. Y por cierto no solo hay que superar el valor de cambio introduciendo el valor de uso, sino que es indispensable asumir el valor intrínseco de todos los seres vivos, independientemente de si poseen o no alguna utilidad para los seres humanos, como paso previo para respuestas biocéntricas o ecocéntricas.

[15]Consultar el texto de Eduardo Gudynas (2022); “Otra vez la trampa entre la propiedad y el acceso a los recursos naturales en la Constitución de Chile”. Disponible en http://extractivismo.com/2022/05/otra-vez-la-trampa-entre-la-propiedad-y-el-acceso-a-los-recursos-naturales-en-la-constitucion-de-chile/

[16] De las varias reflexiones sobre el tema por parte de uno de los autores, recomendamos este artículo: “Iniciativa Yasuní-ITT – La difícil construcción de la utopía” (2014). Disponible en  http://www.rebelion.org/noticia.php?id=180285

[17]Ver el libro de varios autores, editado por Alberto Acosta, Pascual García, Ronaldo Munck (2021);Posdesarrollo – Contexto, contradicciones y futuros, UTPL – Abya-Yala. Disponible en http://obela.org/system/files/POSDESARROLLO%20digital.pdf

Alberto Acosta: Economista ecuatoriano. Profesor universitario. Ministro de Energía y Minas (2007). Presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008). Compañero de lucha de los movimientos sociales.

John Cajas-Guijarro: Economista ecuatoriano. Profesor de la Universidad Central del Ecuador. Doctorante en economía del desarrollo en FLACSO-Ecuador.

NOTA: este artículo se publicó inicialmente en la Revista Energía y Equidad Nº 5, diciembre 2022. Disponible en http://www.energiayequidad.com/PDF/1.Revistas/E_y_E_2022-N5_Guerra_Crisis_Resistencias.pdf

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