El regreso a la presencialidad en la universidad de San Carlos

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Autor: Jairo Alarcón Rodas

Lo que importa, sobre todo mientras se es joven, no es cultivar la memoria, sino despertar el espíritu crítico y el análisis; pues solo así se puede llegar a comprender el significado real de un hecho en vez de racionalizarlo.

Jiddu Krishnamurti

Tras 4 años de educación virtual, que para algunos constituye el modelo educativo del futuro del proceso de enseñanza-aprendizaje, que sustituirá al tradicional método de educación sincrónica, presencial, la universidad ha vuelto a la presencialidad y lo ha hecho, no en las condiciones deseables, simplemente se ha seguido la tónica de “borrón y cuenta nueva”, el fraude cometido ha seguido su curso y la digna resistencia, aunque no acepta las directrices del rector usurpador, ha vuelto a la rutina laboral, en los recintos de enseñanza.

El cierre de la universidad de San Carlos por la pandemia, sumado a la posterior toma de sus instalaciones por parte de la digna resistencia, como acción en contra de la imposición del rector por medio del fraude electoral, así como años de lenta cooptación de la universidad, ha agudizado el franco deterioro de la institución educativa y, desde luego, de la academia.

Al evaluar someramente los resultados obtenidos en cuanto al desarrollo del proceso educativo, es decir, sobre la academia, estos no han sido lo positivo del caso, es más, han sido negativos, lo que ha llevado a la universidad de San Carlos a una de sus peores crisis como la máxima casa de estudios universitarios del país.

Las razones son múltiples, pero quizás, en cuanto a la enseñanza-aprendizaje por medio de la educación a distancia a través de la virtualidad, la causa medular sea que el modelo no presencial de educación obliga a una autogestión del educando, aspecto que tiene que ver con la responsabilidad y la disciplina autonómica, exigencia que en un país en donde tales criterios son incipientes, la respuesta es poco satisfactoria.

La educación a distancia no ha resultado ser lo que se esperaba y, en países como Guatemala, en donde las condiciones de vida en la mayoría de sus habitantes interfieren negativamente en los procesos educativos, dado que resulta más importante cumplir con una jornada laboral, pues ello les representa satisfactores económicos para su existencia, que cumplir con las tareas asignadas, con la responsabilidad contraída con la universidad.

Consecuentemente, la participación de los estudiantes resulta ser muy escaza en las discusiones, en la socialización del conocimiento, en el pretender iniciar un proceso dialógico y, qué decir sobre las evaluaciones, dentro de la educación virtual, pues también aumenta la posibilidad de fraude en los exámenes y pruebas.

De ahí que, en países desarrollados, en donde los recursos tecnológicos están al alcance de una mayor población de estudiantes y los cuales no tienen las necesidades básicas que aquejan a los jóvenes en los países en vías de desarrollo, la educación virtual tampoco ha representado la solución para un modelo educativo democrático y participativo que busca formar sujetos críticos y creativos.

Países desarrollados han vuelto a la presencialidad, pues encuentran que esa es la forma más efectiva de desarrollar un modelo educativo más eficiente y efectivo. Y lo han hecho a pesar de las restricciones y las medidas sanitarias, producto de la pandemia.

Los años de experiencia en la docencia universitaria me han enseñado la importancia del contacto directo con el estudiante, lo esencial que resulta ser la interacción y socialización de saberes, lo importante que es el trabajo colaborativo, encontrarse con los estudiantes cara a cara.

Consecuentemente, la presencialidad activa la dialogicidad, fomenta la creatividad a partir de la socialización de ideas, mientras que en la educación virtual se exige mayor compromiso y dedicación, ya que es el estudiante el que establece su propio ritmo de estudio. De ahí que, a pesar de los recursos tecnológicos, de la información y demás aspectos que ello conlleva, que están al alcance de los estudiantes, los resultados han sido poco alentadores.

De nuevo las aulas vuelven a contar con la presencia de estudiantes y los distractores vuelven a aparecer, sin embargo, el control dentro de las aulas es más efectivo. Parte de la naturaleza humana es la de ser seres sociales, es la de mantener el contacto humano físico, la presencia del otro es lo que le da sentido a la naturaleza humana, situación que en la virtualidad se había perdido.

Sin embargo, el acelerado avance de la tecnología, como lo advierte el momento actual, ha venido para quedarse, consecuentemente no se puede cerrar los ojos a tal hecho, no hay más que convivir con ella, pero el hacerlo conlleva la responsabilidad y esta, una manera más efectiva de su uso. La tecnología brinda un sinfín de recursos para la educación, pero no es la educación en sí.

Por aparte, la educación presencial tradicional plantea nuevos retos por resolver, dentro del proceso de enseñanza aprendizaje, que en universidades públicas como la universidad de San Carlos se traduce en hacinamiento y la liquidez en el comportamiento humano, de cara a las exigencias que impone el sistema y el incesante desarrollo tecnológico.

Se vuelve de nuevo a la presencialidad, se regresa al modelo tradicional cara a cara que, a pesar de la comodidad que representó la educación virtual tanto para docente como para estudiantes, se hacía necesario. Sin lugar a duda, la tecnología irrumpe todas las esferas del quehacer humano y la educación no es la excepción. Sin embargo, la virtualidad puede ser una herramienta de apoyo a la educación mas no la educación misma.

La dialogicidad, en cuanto práctica educativa del diálogo y la reflexión colaborativa se nos presenta como el método de lectura crítica de la realidad social capaz de descodificar los estereotipos sociales posibilitando la mirada crítica, la visibilidad, la libre expresión y la autoría colaborativa señala Pulo Freire. Modelo educativo que pretende realizar una lectura reflexiva sobre la realidad social, que requiere de la presencialidad y del trabajo colaborativo para lograr su objetivo.

La presencialidad vuelve a la universidad de San Carlos y de nuevo aspectos como la educación domesticadora, reproductora de contenidos del sistema, continúa invadiendo las aulas de la única universidad pública del país, que por mandato constitucional y de acuerdo con su misión y visión está comprometida con los intereses de los sectores populares y el desarrollo del país.

Pero el regreso a la presencialidad debe considerarse como una nueva oportunidad para su rescate, no solo en el aspecto administrativo y de sus autoridades, sino, sobre todo, en lo que respecta a su proyección social y calidad educativa e investigación. Formar sujetos críticos y no objetos obedientes del sistema debería ser uno de los objetivos esenciales de la universidad de San Carlos.

Los males que aquejan a la universidad son muchos y su rescate requiere atenderlos y comenzar a corregirlos, no obstante, si no existe voluntad, si no hay interés, si se convive en un ambiente de acomodamiento, las cosas seguirán igual, con magros resultados y en perjuicio de la formación estudiantil.  

De ahí que es fundamental terminar con el clientelismo y el compadrazgo, las malas prácticas en cuanto a la contratación de su personal, pues es eso lo que ha demeritado la calidad en la docencia. Y así, es común que, en la universidad de San Carlos, en el reclutamiento de sus docentes, los méritos sean sustituidos por la amistad, intereses políticos sectarios y el servilismo. Mientras más servil es una persona, mayor será la oportunidad que tiene de ser parte de los docentes de la universidad.

Con el regreso a la presencialidad, se vuelve al estado de cosas existente antes de la pandemia, lo que resulta una oportunidad perdida a la posibilidad de corrección de la crisis existente en la universidad; en nada se han evaluado, examinado y revisado esos problemas para su corrección. Lo que significa continuar con lo mismo en detrimento del proceso de enseñanza-aprendizaje de los estudiantes y, desde luego, de los futuros profesionales egresados de tan preciada universidad y del país. Revelarse ante ese oscuro futuro es parte de la digna resistencia que aspira a un nuevo renacer de la universidad de San Carlos.

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