Dos septiembres en la historia del PGT
Por Rolando Orantes
Septiembre de 1949
El 28 de septiembre de 1949 un grupo de 43 militantes fundaron al Partido Comunista de Guatemala (PCG), que tres años después sería rebautizado como Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT). Durante sus primeros años trabajó en la legalidad, y entre 1951 y 1954 tuvo la experiencia de participar en el gobierno.
Pero este experimento se interrumpió, en junio de 1954, por un golpe de Estado dirigido y financiado por los Estados Unidos. Desde entonces, el PGT trabajaría en la más estricta clandestinidad. Con una historia que durante las décadas siguientes se desarrolló entre altibajos dramáticos, el PGT se disolvió en 1997, luego de los Acuerdos de Paz firmados por el gobierno y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), en diciembre de 1996.
Sobre el primer congreso de 1949, en sus Apuntes para la historia del Partido Guatemalteco del Trabajo Huberto Alvarado Arellano escribió que este “se inauguró el 28 de septiembre de 1949 a las 20:30 horas en una casa de la Colonia Santa Ana, hoy parte de la zona 5 de la ciudad capital, con la participación de todos los miembros activos de Vanguardia [Democrática] en ese momento, que sumaban 43”.
Debido a “la política antipartido de Arévalo” el congreso se realizó clandestinamente, y por inexperiencia su duración fue de casi tres meses, en sesiones los fines de semana, por las noches o días feriados. La clausura tuvo lugar el 18 de diciembre “en el local de la entonces Confederación de Trabajadores de Guatemala, 2a. Avenida 10-52 Zona 1”.
Las reuniones de comisiones se realizaron en casas particulares y escuelas públicas, y las plenarias, en locales “como el Sindicato de Trabajadores de la Educación (STEG), situado en la 5a. Calle entre 9a. y 10 Avenida de la hoy Zona 1 y en la CTG”.
Discutieron “sobre la situación nacional, sobre la situación internacional y sobre la situación económica de Guatemala”, los “procedimientos para el aparecimiento público del Partido”, “el papel de los Comités de Acción Política de los trabajadores” y las “características y composición social del Comité Central”, entre otros asuntos. Y se aprobó su orientación política general, sus estatutos, el lema Por la construcción del socialismo,trabajadores guatemaltecos, uníos y el nombre de Partido Comunista de Guatemala.
El historiador Edgar Ruano Najarro cuenta en Septiembre de 1949: la fundación del Partido Comunista en Guatemala, publicado por Gazeta el 13 de octubre de 2020, que “cuarenta y tres personas, entre ellas cuatro mujeres, una contadora y tres costureras, ingresaron discretamente, la tarde del 28 de septiembre de 1949, a una casa de un barrio popular de la ciudad de Guatemala con el objeto de celebrar lo que llamarían el I Congreso del Partido Comunista de Guatemala. En realidad, todos eran miembros de una organización semiclandestina llamada Vanguardia Democrática Guatemalteca (VDG) y el propósito de la reunión era precisamente convertir a Vanguardia en un partido comunista”.
Agrega que “casi en su totalidad, los asistentes a la reunión eran jóvenes que habían iniciado sus actividades políticas en las luchas de junio de 1944 contra la dictadura o bien en el desarrollo del proceso político que se desató a partir de su caída, o aún más, de las movilizaciones sociales que igualmente surgieron bajo el régimen revolucionario”.
El historiador Arturo Taracena Arriola, en su ensayo La refundación del Partido Comunista de Guatemala –PCG–, 1945-1950, publicado en la revista Bajo el Volcán de noviembre 2020-abril 2021, señala que “el martes 28 de septiembre de 1949, 43 hombres y mujeres, la mayoría de ellos en la veintena de años, se reunieron para fundar el Partido Comunista de Guatemala en una escuela situada en la Colonia ‘Edén’ de la zona 5 la ciudad de Guatemala, separada por un barranco del Fuerte de Matamoros y que dirigía el maestro Gabriel Alvarado. La reunión fue presidida por el talabartero Pedro Fernández”.
Arturo Taracena agrega que “al menos tres grupos juveniles –organizados como tales– participaron en la fundación del Partido Comunista de Guatemala en septiembre de 1949”: el grupo artístico Saker-ti, la Alianza de la Juventud Democrática Guatemalteca y la Asociación Socialista.
En 1985 José Alberto Cardoza, miembro fundador del PGT, le proporcionó a Taracena Arriola la lista de quienes participaron en aquel Primer Congreso de 1949, indica en el artículo de la revista Bajo el Volcán. Son en total 44 personas, pero una de ellas no asistió. Cardoza no recordaba cuál.
Se trataba de Gabriel Alvarado, Huberto Alvarado Arellano, Carlos Alvarado Jerez, Bernardo Alvarado Monzón, José Antonio Ardón, Rufino Argueta, Salvador Batres, Flaminio Bonilla, Eduardo Camporreales, José Alberto Cardoza, Daniel Castañeda, Concepción Castro de Mencos, Marco Antonio Chávez, Irma Chávez de Alvarado, Juan Luis Chigüichón, Luis Díaz, Mario Domínguez, Pedro Fernández, José Manuel Fortuny Arana, Humberto González Véliz, Virgilio Guerra, Alfredo Guerra Borges, Víctor Manuel Gutiérrez Garvin, Francisco Hernández Álvarez, Antonia Jiménez de Ramos, José Méndez Zebadúa, Félix Margarito Ortiz, Humberto Ignacio Ortiz, Félix Osorio Vélez, Carlos Manuel Pellecer, José Luis Ramos, Octavio Reyes Ortiz, Efraín S. Ríos, Berta Rodas de Solís Barrios, Jacobo Rodríguez Padilla, Max Salazar, Florentino Sánchez, Héctor Santandrea, Fabián Santelel Meza, Antonio Sierra González, Mario Silva Jonama, Rafael Solís Barrios, Carlos René Valle y Valle y José Hilario Zamora Corletto.
Concepción Castro era obrera de la fábrica de medias Nueva York, y Efraín Ríos, también obrero. Había ocho estudiantes de derecho, cinco maestros, un maestro y sindicalista (Víctor Manuel Gutiérrez) y un maestro y periodista, un periodista salvadoreño (José Zamora Corletto), un pintor (Jacobo Rodríguez Padilla), cuatro sastres, dos costureras, dos tipógrafos, dos talabarteros, cuatro zapateros, cinco carpinteros, uno de ellos fundador del primer PCG en 1923 (Luis Díaz), tres panificadores, uno también fundador del primer PCG (Juan Luis Chigüichón), y otro militante del partido en los años veinte (Salvador Batres), un miembro del Sindicato de Hoteleros, una bachiller en comercio y un ingeniero. Además de Zamora Corletto, entre quienes asistieron al primer congreso había otros tres salvadoreños y un hondureño.
Huberto Alvarado señala en sus Apuntes… que el Comité Central estuvo conformado por Fortuny como secretario general, junto a Silva Jonama, Alvarado Monzón, Gutiérrez, Guerra Borges, Ramos, Antonio Ardón, Carlos Valle, Octavio Reyes, Huberto Alvarado, Pedro Fernández y los salvadoreños Daniel Castañeda, Virgilio Guerra y Eduardo Camporreales.
Alvarado Arellano escribió que “a mediados de 1950 se consideró que había llegado el momento de salir a la luz pública. No se podía continuar más tiempo en el Partido Acción Revolucionaria”.
El diario La Opinión informó el 18 de junio de 1950 que “los elementos izquierdistas del Partido de Acción Revolucionaria, pro-gobiernista, nombraron una comisión para organizar un nuevo partido revolucionario laborista”.
“Calificado de comunista por la prensa independiente”, “la comisión organizadora dijo que sería ‘nacionalista en concepto’ y los miembros de la nueva agrupación han prometido ‘estricta adhesión’ a los principios de Marx y Lenin”.
Entre los miembros estaban “izquierdistas tan prominentes como el diputado Manuel Fortuny y los líderes laboristas Víctor Gutiérrez y Pinto Usaga”, y se esperaba que el nuevo partido apoyara “al coronel Jacobo Árbenz para presidente”.
Un nuevonombre
El 16 de diciembre de 1952 el diario costarricense La Nación informó que el día anterior, “reunido en su convención anual” el Partido Comunista de Guatemala había dispuesto “cambiarse de nombre, adoptando la denominación de Partido Guatemalteco de Trabajo”. La secretaría general continuaría a cargo de Fortuny y el partido mantendría “la línea de extrema izquierda que ostentan en el carácter internacional las organizaciones comunistas”.
El mismo diario dijo, el 20 de diciembre, que “el Partido Comunista se inscribió en el Registro bajo el nombre de Partido Guatemalteco de Trabajo, quedando así autorizado para participar en actividades políticas, inclusive en las elecciones”.
Este cambio de nombre se decidió durante su II Congreso, celebrado entre el 11 y el 14 de diciembre de 1952, aprobándose también nuevos estatutos que para su distribución fueron impresos como folleto por los trabajadores del Sindicato de Artes Gráficas en los talleres del Centro Editorial, ubicados en la 8ª. avenida 10-34 de la zona 1. El precio era de 3 centavos por ejemplar.
Artículo sobre Lenin en el periódico Octubre.
En su Preámbulo, el partido declaraba ser “la vanguardia organizada de la clase obrera y de los trabajadores de Guatemala”, inspirando su lucha y su trabajo “en el socialismo científico, en la ciencia marxista-leninista que le sirve como guía permanente para la acción y como método para examinar y comprender la realidad del país y el desarrollo de la sociedad”.
Al PGT se unían “firme y voluntariamente los mejores obreros, los campesinos, los intelectuales y demás hombres y mujeres avanzados de la sociedad, agrupados conscientemente para luchar por los intereses populares, por el progreso y la democracia, por la paz y la independencia nacional, paso indispensable para luego alcanzar en nuestro país un sistema más justo y humano, sin explotadores ni explotados: la sociedad socialista”.
Aclaraba que no se proponía “luchar de inmediato por el establecimiento de la sociedad socialista en Guatemala”, y que más bien planteaba “de inmediato la lucha contra el atraso feudal y la opresión imperialista que sufre nuestro país, especialmente la opresión del imperialismo norteamericano que saquea nuestras riquezas, acapara nuestro comercio exterior y trata de imponernos sus dictados políticos y de arrastrarnos en sus aventuras de guerra”. El PGT declaraba luchar “decididamente contra toda guerra entre los Estados, por la solución pacífica de los conflictos internacionales y el establecimiento de una paz duradera y la amistad entre los pueblos”.
En ese momento, la “tarea fundamental” era “desarrollar económicamente nuestro país, liquidando el atraso feudal y liberándolo del yugo imperialista”, lo que explicaba que el PGT, “sensible a las necesidades del pueblo”, estuviera “decididamente por la completa realización de la Reforma Agraria, iniciada en 1952, mediante la entrega de la tierra a los campesinos pobres y trabajadores agrícolas, ayudándoles con créditos, técnicamente y por otros medios”, y estuviera “por el desarrollo industrial del país, la nacionalización de las empresas extranjeras, que hoy día controla importantísimos renglones de la economía nacional, y por el libre comercio de Guatemala con todos los países”.
El partido era “el resultado histórico de las necesidades y objetivos” de una sociedad basada en la explotación, “atrasada y deformada por la opresión imperialista”, y “los hombres y mujeres que vienen al Partido Guatemalteco del Trabajo son producto de esa sociedad, pero en las filas del Partido tienen abierto el camino para elevar su moral y su personalidad a la altura que corresponde a los verdaderos militantes proletarios, representativos de una sociedad superior que inexorablemente traerá la felicidad a los seres humanos”.
Octubre y Tribuna Popular
En sus Apuntes… Huberto Alvarado señala que “el 21 de junio de 1950 apareció el primer número del semanario Octubre con la consigna ‘Por un gran partido comunista, vanguardia de los obreros, los campesinos y el pueblo’, que jugó importante papel como educador, organizador y movilizador de las masas y del propio partido. Impreso, de tamaño tabloide llega a sacar ediciones de 16 páginas y más de 15,000 ejemplares”.
Ahí se publicaban reportajes sobre las condiciones en las fincas, fábricas y barrios, se divulgaban las ideas socialistas, se daba orientación política y se impulsaban tareas de solidaridad nacional e internacional, explicó Alvarado.
Su primer aniversario se celebró “con el primer mitin de masas del Partido efectuado en el Cine Variedades (4a. Av. y 6a, Calle Zona 1)”, proclamándose “el 21 de junio como el día de la prensa comunista guatemalteca”, puede leerse en los Apuntes…
El diario costarricense La Nación informó que el 21 de junio a las 21:30 “se efectuó el anunciado mitin que el Partido Comunista de Guatemala tendría en el teatro Variedades, en celebración del primer aniversario del periódico comunista ‘Octubre’. En el fondo del teatro aparecieron las fotografías de Stalin, Lombardo Toledano y la del líder guatemalteco José Manuel Fortuny. En el escenario tomaron asiento los representantes de los partidos Frente Popular Libertador y Renovación Nacional, de los sindicatos obreros, de la Alianza de las Juventudes Democráticas y el Lic. Luis Cardoza y Aragón, Presidente del Comité Nacional Pro Paz”.
Huberto Alvarado escribió que Octubre fue clausurado el 11 de septiembre de 1950 “por el gobierno arevalista”, pero se le ganó “la batalla” y siguió “viendo la luz pública hasta el 2 de agosto de 1953”, cuando fue sustituido “el 5 de agosto de ese año por ‘Tribuna Popular’ que como diario del Partido continúa la tradición de lucha siendo clausurado como consecuencia de la derrota del gobierno arbencista en junio de 1954”.
Al tratarse de documentos de difícil acceso, presentamos algunos fragmentos de noticias tomadas de los dos periódicos mencionados, elegidas más o menos al azar.
El 21 de agosto de 1951 Octubre informó que la United Fruit Company se negaba a venderle alimentos a sus trabajadores en Bananera, pero al mismo tiempo los obligaba “a comprar sólo en los comisariatos que tienen diseminados por las fincas”.
Desde el comienzo de la Segunda guerra Mundial los obreros recibían de la frutera tarjetas de racionamiento con las que podían comprar arroz, frijol, azúcar, manteca, café y otros productos, “pero en cuanto los trabajadores iniciaron su movimiento por la concertación de un nuevo Pacto Colectivo de mejores condiciones de trabajo, la empresa norteamericana comenzó a tomar represalias tendientes a sitiar por hambre las demandas obreras. Así, empezaron a desaparecer paulatina y misteriosamente de los comisariatos, los artículos de primera necesidad”. Durante los últimos dos meses habían llegado al extremo de venderles únicamente café y aceite.
Y si bien la frutera había recibido la cuota de azúcar asignada por el gobierno para ponerla a la venta, continuaba “negándosela a los obreros y echándole la culpa de la ‘escasez’ al Presidente Árbenz”. Pero “a sus empleados favorecidos” y a quienes ganaban altos salarios la compañía les vendía todo lo que necesitaran.
La Central de Trabajadores de Guatemala elevó “su más enérgica protesta contra” el “criminal procedimiento de la United Fruit Company”, demandando una inmediata investigación y el castigo de los culpables.
El 1 de mayo de 1952 apareció la entrevista que Alfredo Guerra Borges, director de Octubre, le hizo al secretario general del Partido Comunista de Guatemala, José Manuel Fortuny, en la que hablaron sobre la reforma agraria:
–Puedes decirnos, ¿cuáles son en tu opinión las bases en que debe descansar nuestro programa agrario?
–En primer término, en las ideas fundamentales del informe al V Pleno, es decir, la línea aprobada por el Partido de que apoyaremos una reforma agraria burguesa, a través del camino campesino, el más rápido, el menos doloroso para los campesinos y mozos colonos y el que mejor asegura el desarrollo victorioso de la revolución democrático-burguesa de Guatemala. Este camino supone como condición indispensable la liquidación de todas las supervivencias feudales, para abrir la puerta a la industrialización del país, a la prosperidad y a la independencia económica nacionales. Es sabido que el programa que mejores perspectivas ofrece para el progreso capitalista de un país pre-capitalista como el nuestro, es la Reforma Agraria.
En la misma página aparecieron otras pequeñas entrevistas. José Luis Ramos, vicesecretario de Relaciones Campesinas de la Confederación General de Trabajadores de Guatemala, respondió que “la desproporción de la propiedad de la tierra en nuestro país, de la que más del 70% pertenece a unas cuantas familias y el dos por ciento a centenares de miles de campesinos, hace que la CGTG se imponga la tarea de luchar por la Reforma Agraria para este año, en alianza estrecha con la Confederación Nacional Campesina”. La inmediata realización de la reforma posibilitaría la creación de un mercado interno, “casi inexistente en nuestro país”, y una mejora en las condiciones de vida.
Con el título Salarios de hambre y ambiente de terror en la fábrica Incatecu, el periódico Tribuna Popular denunció, el 30 de septiembre de 1953, que a quienes trabajaban en esa fábrica de calzado se les sometía a duras condiciones de trabajo, humillaciones indignantes, espionaje patronal, burla de las leyes laborales y discriminación en los pagos. Quienes ahí trabajaban tenían “miedo de denunciar públicamente sus condiciones”, por lo que el reportero “se vio precisado a entrevistarse con los de Incatecu a muchas cuadras de distancia de la empresa” y por eso sus nombres no aparecían.
Uno contó que cuando se cometía un error, por pequeño que fuera, el superintendente lo reportaba para que los suspendieran al menos una semana, durante la que no se percibía “ni siquiera el miserable salario” que pagaban. Además se les sometía a la humillación de revisiones al salir, por si llevaran “algo en los bolsillos”.
“A las mujeres se las explota aún más despiadadamente que a los hombres. En la empresa hay unas 30 máquinas en que se confecciona la forma de las telas. Están manejadas por hombres y mujeres. Estas, a pesar de realizar el mismo trabajo, ¡no ganan sino Q0.50 al día!”
Ese día Tribuna Popular publicó también un documento elaborado el 28 de septiembre de 1953 por la Comisión de Educación y Propaganda del Comité Central del Partido Guatemalteco del Trabajo con motivo del cuarto aniversario del Partido Guatemalteco del Trabajo.
Ahí se refería a la apertura del Primer Congreso el 28 de septiembre de 1949, “un Congreso histórico”, que les “dio la perspectiva de cómo afrontar los problemas relacionados con la fase básica de construcción del Partido” y su “aparecimiento en la calle luchando entre las masas, a fin de desvanecer las concepciones cavernarias difundidas entre el pueblo acerca de los comunistas y vencer la irresolución y la incomprensión que aún tienen amplios sectores populares y de masas, por su atraso político, hacia las ideas políticas del proletariado”.
El I Congreso era consecuencia de “la actividad de los marxistas guatemaltecos” y “sus esfuerzos por crear en Guatemala un auténtico Partido revolucionario de los trabajadores”. El congreso “dotó al Partido de Estatutos y de línea política” y eligió un Comité Central.
Desde entonces “la composición de clase del Partido” había “mejorado sensiblemente”, y más del cincuenta por ciento pertenecía a la clase obrera. Su prensa había “recorrido triunfalmente el camino de un semanario –nuestro glorioso semanario ‘Octubre’–, a un diario, ‘Tribuna Popular’, cuyos primeros pasos se han dado en estrecha vinculación con el pueblo trabajador de Guatemala”.
En esos cuatro años el PGT no había “descansado un solo día”, y “sin cesar” había “batallado con el pueblo en defensa de las libertades democráticas y del régimen democrático” amenazado por una conspiración financiada por la frutera y ejecutada por “los cabecillas anticomunistas” y “en defensa de la unidad sindical y de acción de la clase obrera, de la alianza de los obreros y los campesinos y de la unidad de todos los sectores democráticos y patrióticos”.
El papel jugado por el PGT en la realización de la Reforma Agraria era “particularmente importante”, considerando que los marcos de esa ley eran “lo menos que puede darse en Guatemala y lo más que por el momento puede pedirse”. El partido había “exigido en todo momento la entrega inmediata de la tierra a los campesinos y la pronta dotación de créditos para el ulterior desarrollo de su economía”.
“El movimiento democrático y revolucionario iniciado en 1944” se había ido transformando en una “verdadera revolución antifeudal y antiimperialista”. Debía avanzarse “con firmeza” en la reforma agraria, “de tal manera de extirpar para siempre todas las formas de opresión y explotación feudales, elevar los ingresos de la población agrícola, ampliar el mercado interno e impulsar el desarrollo de la agricultura y de la industria nacionales”.
Para ello era indispensable “la unidad de todas las clases progresistas”, y “la clase obrera, los campesinos, la pequeña burguesía y el sector de la burguesía nacional” que deseaba “un desarrollo independiente” debían “formar en un solo gran frente patriótico del progreso y la liberación nacional”.
Para terminar, el PGT reafirmaba las palabras finales de su Programa, entre ellas que “el futuro no pertenece ni a los explotadores feudales ni a los esclavizadores imperialistas. El futuro pertenece a los pueblos que marchan hacia su liberación. El pueblo de Guatemala, en cuyas solas manos está alcanzar su felicidad y bienestar, es plenamente capaz de realizar las tareas que tiene planteadas”.
El final de la revolución
El 2 de marzo de 1952 La Opinión, “el gran diario mexicano de Los Ángeles”, informó que “la publicación Octubre, órgano del Partido Comunista Guatemalteco” había revelado dos días antes “la existencia de una pretendida ‘conspiración reaccionara imperialista’ contra el gobierno del presidente Jacobo Árbenz, que tendría ramificaciones en Honduras y México, y estaría apoyada por la United Fruit Co.”
El expresidente Juan José Arévalo, que entonces vivía en México, “y el dirigente comunista Víctor Manuel Gutiérrez, secretario general de la CGT de Guatemala, denunciaron recientemente las actividades de presuntos ‘agentes imperialistas’ que según ellos, se proponían provocar una revolución en el país”.
El ministro de Gobernación Ricardo Chávez Nackman “desmintió tales aseveraciones, y aseguró que la normalidad imperaba en la nación. Octubre dijo que el ministro ‘no está en lo cierto’, y agregó: ‘Existe una conspiración reaccionaria imperialista, y el pueblo debe saberlo’”.
“Tocante a la United Fruit, la publicación la acusó de haber estado ‘introduciendo armas en territorio hondureño, armas que servirían para una acción antiguatemalteca desde ese lado”.
A pesar del tono pretendidamente irónico de La Opinión, menos de dos años después la revolución guatemalteca fue interrumpida violentamente por una intervención estadounidense que tuvo su base en Honduras. El primer decreto de la junta de gobierno que sustituyó a Jacobo Árbenz, el 27 de junio de 1954 fue ilegalizar al PGT, y su membresía fue perseguida, exiliada, encarcelada o asesinada.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA) elaboró una lista con 58 personas que debían ser asesinadas, entre ellas Árbenz, Víctor Manuel Gutiérrez, José Manuel Fortuny y Bernardo Alvarado Monzón, quienes finalmente pudieron salir al exilio luego de asilarse en distintas embajadas. Desde entonces y hasta su disolución, el Partido Guatemalteco del Trabajo actuó en la más estricta clandestinidad.
Septiembre de 1972
La mañana del martes 26 de septiembre de 1972 unidades de inteligencia del ejército y la policía secuestraron a Bernardo Alvarado Monzón, Carlos Alvarado Jerez, Mario Silva Jonama, Hugo Barrios Kleé, Carlos René Valle y Valle, Miguel Ángel Hernández Hernández, Fantina Rodríguez Padilla y Natividad Franco Santos.
Bernardo Alvarado Monzón era el secretario general del PGT, desde mayo de 1954, cuando José Manuel Fortuny renunció. Carlos Alvarado Jerez, Mario Silva Jonama, Hugo Barrios Kleé, Carlos Valle y Miguel Hernández eran miembros de la Comisión Política, Fantina Rodríguez era una antigua militante y a Natividad Franco se la ha presentado como trabajadora doméstica.
Para septiembre de 1972 la situación era muy distinta a la de aquellos primeros años luego del I Congreso de septiembre 1949. Las principales demandas ya no eran la reforma agraria, el desarrollo industrial, la independencia económica o la paz.
Apenas 6 años antes, en marzo de 1966, unidades de inteligencia del ejército apoyadas por la policía secreta y otros organismos estatales realizaron una serie de redadas en las que secuestraron y desaparecieron a por lo menos 33 personas. Según testimonios y documentos, fueron arrojadas al mar o enterradas en secreto. Entre ellas se encontraban Víctor Manuel Gutiérrez y Leonardo Castillo Flores, secretarios de la Confederación General de Trabajadores de Guatemala y de la Confederación Nacional Campesina, respectivamente. Bernardo Alvarado Monzón consiguió escapar junto a Luis Augusto Turcios Lima, César Montes y otros dirigentes a uno de los operativos.
El IV Congreso
En su IV Congreso, celebrado “bajo severas condiciones de clandestinidad” el 20, 21 y 22 de diciembre de 1969, el PGT aprobó el Informe del Comité Central sobre la actividad del Partido ‘El Camino de la Revolución Guatemalteca’, el Programa del Partido ‘Programa de la Revolución Popular’ y sus nuevos estatutos, además de elegir un nuevo Comité Central.
El Camino de la Revolución Guatemalteca fue publicado en México por Ediciones de Cultura Popular. Se tiraron tres mil ejemplares, que terminaron de imprimirse el 20 de agosto de 1972.
En su Resolución sobre la orientación fundamental del Partido puede leerse que el objetivo estratégico era “la conquista del poder para realizar las transformaciones profundas y radicales que el país necesita, como condición básica para salir del atraso, la dependencia, la miseria y la ignorancia”, así como “la construcción de un régimen progresista más humano y justo” que liquidaría “para siempre la explotación”, haría “florecer las facultades creadoras de nuestro pueblo” y permitiría “la explotación racional de los recursos del país en su beneficio”.
Era necesario “un viraje sin precedentes en la historia de la sociedad guatemalteca que será, en definitiva, el reencuentro de nuestras raíces y nuestra proyección como pueblo soberano, dueño de su destino”.
La resolución finalizaba señalando que “uno de los resultados más importantes del IV Congreso” lo constituía “el esfuerzo para dotar a nuestro Partido, a su organización juvenil –la Juventud Patriótica del Trabajo– y a su agrupación militar –las Fuerzas Armadas Revolucionarias– de los instrumentos necesarios para completar estos objetivos básicos, dándole una clara perspectiva revolucionaria a la lucha de nuestro pueblo”.
En su apartado sobre la Vía de la revolución y formas de lucha el PGT explicó que desde su III Congreso, realizado en mayo de 1960, venían “elaborando entre discusiones internas y combates revolucionarios su orientación”, llegando “a la conclusión de que, en las actuales condiciones históricas, la salida que se ha impuesto al país es la vía violenta, el camino armado de la revolución guatemalteca”.
“No la hemos escogido por amor a la violencia y a la destrucción. Los comunistas quisiéramos que las conquistas de los trabajadores y del pueblo hasta la propia toma del poder, se realizaran con el mínimo posible de destrucción de vidas y de bienes en general, por corresponder éstos al pueblo y ser fundamentales para la reconstrucción de su economía y su vida social”.
“Jamás en la historia, las clases explotadoras y dominantes han cedido pacíficamente los derechos y conquistas logradas por el pueblo trabajador, menos cuando se plantea la liquidación del régimen que los sustenta”.
En el capítulo Principios Generales de la Guerra Revolucionaria Popular, el PGT señalaba que “las guerras que libran los pueblos contra la opresión nacional o extranjera, por conquistar sus derechos y su liberación nacional, son guerras justas. Radicalmente distintas de las guerras injustas, de conquista y de rapiña, cuyo objetivo es extender territorios, zonas de influencia, el sojuzgamiento de otros pueblos o del suyo”.
En Guatemala la lucha armada era la expresión más violenta de la lucha de clases; la guerra revolucionara del pueblo era “la lucha de las clases populares contra la oligarquía burguesa-terrateniente y el imperialismo”. La guerra revolucionaria popular era la contienda definitiva del pueblo contra sus opresores, lo que significaba que su éxito sólo podía “garantizarlo la incorporación activa de las masas”.
Mario Silva Jonama.
“Cuando sólo la vanguardia o un reducido grupo de abnegados combatientes participan en la lucha, el movimiento revolucionario, aunque logre éxitos espectaculares y pueda subsistir un tiempo, sufrirá derrotas y se estancará, ya que las masas sólo quedan como espectadoras y no son forjadoras de su historia”.
Las formas de organización de las masas iban desde “comités de mejoramiento de aldeas, barrios, municipios, comités pro escuelas, agua potable, luz eléctrica, agrupaciones con fines culturales y deportivos, etc.”, los sindicatos, ligas campesinas, asociaciones estudiantiles y femeninas, hasta llegar a “la organización política, fundamentalmente el partido marxista-leninista, el Partido Guatemalteco del Trabajo”.
La dirigencia del PGT declaró: “En las diferentes regiones, sobre la base del desarrollo de las fuerzas políticas, se irán creando condiciones favorables para la formación de unidades de resistencia y guerrilleras, que constituyen los fundamentos para la creación de un ejército popular”.
Las desapariciones
Apenas cinco semanas después de que El camino de la revolución guatemalteca saliera a circulación en México, el ejército y la policía asaltaron la casa en que se reunía la dirigencia del PGT.
El 3 de octubre de 1972 el semanario Inforpress Centroamericana, de reciente creación, tituló PGT Acéfalo, e informó que “el comité central en pleno del PGT fue secuestrado en la noche del 26 de septiembre. Los desaparecidos son: Bernardo Alvarado Monzón, quien ha sido por muchos años secretario general de ese partido clandestino (comunista, de tendencia moscovita); Carlos Alvarado Jerez, quien fue director de la TGW en la época del coronel Árbenz; prof. Mario Silva Jonama, viceministro de educación en la misma época; bachiller Hugo Barillas [lo correcto es Barrios] Kleé, entonces jefe administrativo de trabajo. Además, Carlos René Valle, Miguel Ángel Hernández, la señora Fantina Rodríguez Padilla y la señora Aideé Flores” [se trataba en realidad de Natividad Franco].
Bajo el título ¿Capturados o secuestrados?, el semanario señaló que existían dos versiones “en cuanto a los hechos de la noche del 26 de septiembre: una, que todos los dirigentes comunistas se hallaban reunidos en una casa de la colonia Kaminal Juyú, con motivo del próximo aniversario de la fundación del PGT, cuando se produjo la acción en su contra; la otra la dan los familiares, quienes dicen que fueron capturados en distintos puntos de la ciudad e introducidos en automóviles con placas de la sección de detectives”.
Inforpress dijo que inicialmente el diario guatemalteco La Nación informó de la “sensacional captura de dirigentes comunistas”, lo que fue desmentido por el ministro de Gobernación doctor Roberto Herrera Ibargüen bajo el argumento de que era “una cosa demasiado grande para que sea cierta” y “que los elementos del partido comunista operan en pequeños grupos, en actividades aisladas y que no podrían ser capturados todos juntos como se pretende”, reportó El Gráfico. El Imparcial difundió los rumores de que se les había asesinado la misma noche de su secuestro, se les había llevado a la frontera con México o estaban “en algún cuerpo de policía”, con otros nombres. El doctor Herrera Ibargüen le dijo al diario La Tarde que existían muchas causas para las desapariciones, y puso como ejemplo el contrabando humano: “Las personas son llevadas en avionetas por el Golfo de México y si son descubiertas por las autoridades, las lanzan al mar y es allí donde desaparecen”, puede leerse en Inforpress.
El 28 de septiembre de 1972 el diario costarricense La Nación informó bajo el título Encarcelados dirigentes comunistas guatemaltecos que “varios dirigentes del Partido Guatemalteco del Trabajo (comunista), declarado ilegal, han sido capturados por las fuerzas de seguridad”. Según los noticieros de radio, entre los detenidos estaba “Bernardo Alvarado Monzón, de 38 años, y a quien se le señala como secretario general del PGT”. En realidad Alvarado Monzón tenía 46 años. “Además se agregó que están detenidos Mario Silva Jonama, viceministro de Educación en el gobierno del coronel Jacobo Árbenz Guzmán y Carlos Alvarado Jerez, director de Radio Nacional durante ese gobierno y Hugo Barrios Klee”.
José Manuel Fortuny escribió en su columna titulada Herrera Ibargüen: ¿víctima o responsable? que “el 26 de septiembre de 1972 doce judiciales entraban sigilosamente a una casa de la zona 7 de la ciudad de Guatemala y prendían a todos sus ocupantes, incluso a la doméstica. Los metieron en unos automóviles y desaparecieron. Casi nadie se dio cuenta, eran las nueve de la mañana y a esa hora aquella calle estaba desierta”. Esa noche “los hombres fueron llevados a los separos de la Policía judicial y las mujeres a la prisión correspondiente. Unos días después fueron asesinados todos, con un tiro en la nuca. Los cadáveres fueron encostalados y llevados a un transporte de la fuerza aérea que despegó de inmediato. Horas más tarde los macabros sacos caían a las aguas del Mar Caribe, a servir de pasto a los hambrientos tiburones”.
José Manuel Fortuny.
La revista argentina Panorama publicó el 4 de enero de 1973, bajo el título de Asesinados líderes políticos, que “cuando el reloj marcaba las 8 y 30 del 26 de septiembre pasado, los ocho miembros del Comité Central del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) iniciaban una reunión extraordinaria para celebrar el vigésimo tercer aniversario de la fundación de esa entidad política. Dos horas más tarde, policías civiles allanaban la sede de la reunión, signada con el número 31, de la zona 7 de la capital de Guatemala, e introducían a los líderes izquierdistas en veloces automóviles. Desde entonces, y del hecho han trascurrido ya más de dos meses, nadie los volvió a ver con vida. Diversos indicios, basados en infidencias, tienden a aseverar que los ocho políticos fueron asesinados por agentes de la Guardia de Seguridad del presidente Carlos Arana Osorio, cortados en trozos y arrojados desde un avión a las profundidades del Pacífico”.
Roberto Herrera Ibargüen, ministro de Gobernación, dijo que no toleraría que se tratara de “desacreditar al gobierno con este episodio”, y “sostuvo, además, que la desaparición de ‘esos comunistas’ podría deberse a diversas circunstancias, entre las que anotó las siguientes: muchas personas –dijo– viajan ilegalmente a Estados Unidos; otras desaparecen a causa de accidentes producidos en zonas inaccesibles; otras, finalmente, mueren en tiroteos con fuerzas del orden y deben ser enterradas secretamente por carecer de documentos de identificación”.
La revista argentina añadió que “la autocensura de la prensa y las amenazas policíacas terminaron por silenciar las débiles protestas familiares. Así, el PGT se convirtió en un partido decapitado”. Mientras tanto las organizaciones estudiantiles afirmaban que podían probar que “Los políticos fueron secuestrados en automóviles oficiales, placas 1-692, 1-693; durante todo el tiempo en que se realizaba la reunión del Comité Central, diversos testigos advirtieron que la casa estaba rodeada por elementos armados, a pesar de que a escasas cuadras del lugar se halla el cuartel del Cuarto Cuerpo de Policía Nacional. Existen diversas evidencias de que los detenidos estuvieron unas horas en la prisión ‘Santa Teresa’, desde donde desaparecieron posteriormente”.
El artículo señalaba que “una de las particularidades de la represión en Guatemala reside en que los presos o detenidos son muy pocos. Según el periodista opositor Hernán Carrera, el régimen considera que las torturas y el asesinato casi inmediato garantizan que los opositores carecerán de posibilidades de reincidir”.
Edgar Ruano cuenta en La captura y desaparición de la Dirección del Partido Guatemalteco del Trabajo, publicada en Gazeta el 29 de septiembre de 2020: “La mañana del 26 de septiembre de 1972, la Comisión Política del Partido Guatemalteco de Trabajo (PGT) tendría una reunión de trabajo que duraría todo el día. Después de la sesión, sus integrantes tenían previsto trasladarse a una casa en donde se llevaría a cabo una pequeña celebración de conmemoración del vigésimo tercer aniversario de la fundación del Partido”.
La Comisión Política estaba integrada por Alvarado Monzón, Silva Jonama, Valle Valle, Barrios Klée, Alvarado Jerez y el más joven: Miguel Ángel Hernández Hernández, de 34 años, el único que “no era de la vieja guardia de los años de la Revolución de Octubre. Era un maestro de escuela que al parecer había sido promovido a la Comisión Política apenas unos seis meses antes en razón de su entrega y dedicación al trabajo partidario. Ninguno pasaba de los cincuenta años de edad”.
La Asociación de Estudiantes Universitarios dijo que desde las 8 de la mañana del 26 de septiembre hubo vigilancia “en el sector de la colonia Tikal I en los alrededores de la casa situada en la 30 avenida 6-31 de la zona 7”, donde se reunía la Comisión Política, “por parte de agentes vestidos de particular o bien disfrazados de diversos oficios como de lustradores y demás”, y los automóviles placas P-42680, P-43116, P-43 758 y 0-1-692, estuvieron rondando la casa esa mañana y que en ellos fueron transportados los detenidos”.
Edgar Ruano agrega que “a los dos meses, unidades militares del Partido lograron la captura de un detective de la Policía Nacional, Abel Juárez Villatoro, quien según información que había conseguido el Partido, había participado en la captura de los miembros de la dirección del PGT”.
Se convocó “a una conferencia de prensa secreta” con los periodistas Manuel González de El Gráfico y Gustavo Luin de La Hora. El agente “indicó que la policía entró fácilmente a la casa en donde se reunían los dirigentes del PGT, pues contaba con una llave de la casa”.
En su número 5 de marzo de 1973 El Rebelde, órgano de la organización salvadoreña Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí, reprodujo un artículo de la agencia Prensa Latina y publicado en el número 248 de la revista mexicana Por qué?, en el que se lee:
“El viejo avión C-47 de la Fuerza Aérea de Guatemala voló más de tres horas para llegar a alta mar y soltar sobre el agua su macabra carga: seis hombres y dos mujeres, semivivos tras casi dos días de torturas a manos de la policía”.
La historia de aquellos asesinatos cometidos la mañana del 28 de septiembre de 1972 se mantuvo en secreto casi cinco meses, hasta que fue narrada por “un policía guatemalteco, Abel Juárez Villatoro, participante del grupo que capturó a los seis dirigentes comunistas”. Esta persona había sido detenida “por un comando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y poco a poco narró detalles de lo que aún siendo rutina en Guatemala, es toda una historia de terror refinado y frutal”.
“El avión despegó del aeropuerto de Ciudad Guatemala todavía a oscuras”. “Los presos fueron conducidos al transporte las manos atadas y encapuchados”. “Una nota de singular ferocidad: ‘por las dudas’, Natividad, una muchachita, empleada de la casa, quedó incluida en la redada y posteriormente en el siniestro vuelo. Era la primera vez que Natividad, nacida en una comunidad indígena del norte de Guatemala subía a un avión. En aquellos días todo había sido ‘lo primero’ de su vida. En el cuerpo de detectives la apalearon, le dieron choques eléctricos, le picaron la cabeza con un cuchillo y después, siguiendo el rito policíaco, naturalmente, la violaron”.
En una sala del Cuerpo de Detectives los agentes “Arnoldo Argueta y Abel Martínez García dirigieron las torturas colectivas el mismo 26 de septiembre de 1972, fecha del apresamiento. La sala se conocía con el sobrenombre de ‘aula’. Las víctimas, desnudas y encadenadas, fueron brutalmente golpeadas con cachiporras y luego con aplicaciones de la picana eléctrica”.
El agente capturado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias declaró que la operación fue comandada por Luis Ocaña, quien “participó activamente en el festival de los verdugos”, y que “su equipo se identificaba en el bajo mundo policíaco guatemalteco por apodos reveladores de su ‘tenacidad’ represiva: el Gato Veliz, el Gato Orellana, el Zacatón, el Mico, el Mosámbula, el Cocina y varios otros”.
Por la noche llegó un jefe de pelotón del Cuarto Cuerpo conocido como el Chino Lima, quien golpeó y pateó a las personas secuestradas. “Después los condujo al ‘hotel’, expresión que definía a los lugares exclusivos de tortura e interrogatorios refinados. Allí pasaron la noche del 26 y todo el día y la noche del 27 de septiembre”.
Por la madrugada el avión inició su viaje rumbo al volcán Santa María. “Conforme a la creencia general, los cuerpos arrojados al cráter se derriten en cuestión de segundos”. Pero la operación “era técnicamente peligrosa, no obstante que se utilizara distintas veces para desaparecer a enemigos políticos”. El avión cambió su rumbo y se dirigió al Golfo de Honduras.
“A pesar de que el Pacífico está más próximo a la capital guatemalteca, en ese tipo de operaciones se prefieren las del Atlántico, infestadas de tiburones. Allí se epilogó el crimen. Uno a uno, algunos todavía vivos, las ocho víctimas fueron arrojadas al mar. Un viaje siniestro, desde el ‘aula’, pasando por el ‘hotel’, hasta el Golfo de Honduras”.
De acuerdo al artículo de Prensa Latina, el ministro Herrera Ibargüen dijo que nada sabía “de esa gente” que debía “andar escondida o paseando por la URSS, Cuba o China”.
Los responsables
En abril de 1976 la embajada estadounidense en Guatemala envió un cable confidencial a la Secretaría de Estado en Washington –el cual puede consultarse en el sitio Wikileaks– informando que el 22 de ese mes la prensa publicó fragmentos de un comunicado del Ejército Guerrillero de los Pobres adjudicándose “el asesinato del coronel Elías Ramírez el 21 de abril”.
De reciente aparición, el EGP explicó que se trataba de la “justicia popular”, ejecutada “contra aquellos que nos oprimen en nombre de los intereses de los ricos y del imperialismo gringo”.
La organización guerrillera acusó específicamente a Elías Ramírez de participar “en asesinatos y desapariciones, incluyendo las de Bernardo Alvarado Monzón y seis personas más. Los siete nombres son los de los siete líderes del PGT cuyos cuerpos nunca fueron encontrados tras su desaparición en septiembre de 1972”, indicó la embajada estadounidense.
Elías Ramírez dirigía el Centro Regional de Telecomunicaciones, o la Regional, una unidad de inteligencia especializada en operaciones clandestinas contra la oposición política: secuestros, detenciones y torturas en lugares secretos, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas.
En septiembre de 1972 algunas de las principales autoridades eran el general Carlos Manuel Arana Osorio, presidente constitucional de la República y comandante general del Ejército; el ministro de la Defensa Nacional general Kjell Eugenio Laugerud García; el jefe del Estado Mayor General del Ejército general Fausto David Rubio Coronado; el jefe de la Sección de Inteligencia del EMGE coronel Hernán Ovidio Morales Paiz y el subjefe teniente coronel Abel Mansilla Herrera; el jefe del Estado Mayor Presidencial; el jefe del Centro Regional de Telecomunicaciones –la sección de inteligencia del EMP, conocida como la Regional y posteriormente como el Archivo– teniente coronel Elías Osmundo Ramírez Caravantes; el ministro de Gobernación doctor Roberto Herrera Ibargüen; el director de la Policía Nacional coronel Genaro Alvarado Robles, el jefe del Cuerpo de Detectives Lionel Bojórquez Gallardo y el jefe del Cuarto Cuerpo Miguel Ángel Morales Flores, entre otros.
Prensa Comunitaria