Acabemos con la ideología neoliberal
Por Jaime Richart | 07/01/2023 | Opinión
Fuentes: Rebelión
Una ideología es un conjunto normativo de emociones, de ideas y de creencias colectivas que son compatibles entre sí y están especialmente referidas a la conducta social humana. Por consiguiente la ideología es una especie mental, una ortopedia que embrida el pensamiento sociopolítico. Precisamente, al menos desde un punto de vista antropológico, para el desarrollo intelectivo del individuo nada hay más nocivo que la ideología,: anula la libertad de pensamiento.
Daniel Bell autor de El final de la ideología, se lamenta de que: “la historicidad del término (ideología) ha perdido su contexto y sólo queda la penumbra peyorativa y desagradable (¡quizá ya ni eso!), pero no la claridad conceptual. Ideología se ha convertido en una palabra fallida. Igual que pecado”. Ni la Filosofía, ni el Arte, ni la Religión –ámbitos cuya tradición se remonta a miles de años atrás– tienen, en principio, nada que ver con la ideología. Desde hace 100 años, más o menos, el pensamiento ideológico ha invadido todos los ámbitos de la vida con tal virulencia que hoy apenas podemos distinguir cuándo la filosofía, el arte o la religión dejan de serlo para convertirse también en ideología. Por eso debiera terminar de usarse la ideología como arma arrojadiza. Pues está muy claro que si las ideologías se van debilitando es, en buena medida, porque se van haciendo transversales. La única que no solo se resiste sino que desde el principio tomó el rumbo contrario y va a más, es el neoliberalismo, la representación del “pensamiento único”.. Hasta tal extremo eso es así que llegará un momento en que la privatización será capaz de adueñarse de la atmósfera que respiramos y habrá que pagar por respirar el oxígeno que precisamos para vivir… Esta ideología es la enemiga frontal del socialismo real.
Sin embargo, en los tiempos que vivimos, que en muchos aspectos parecen estar llegando a su fin, cuando la realidad (o su apariencia) es que un virus se ha adueñado sobre la faz de la tierra, al parecer diezma la población y no parece que, a diferencia del comportamiento hasta ayer de cualquier otro virus, vaya a abandonarnos naturalmente; cuando el clima del planeta está sufriendo cambios profundos en las estaciones del año que hacen cada vez más difíciles las cosechas, y cuando el agua potable, imprescindible para la vida, es cada vez más escasa; cuando la especie humana ha acumulado la experiencia de tantos siglos y a ella se suma la interpretación del tiempo cronológico en un cómputo tan diferente al conocido hasta ahora… las ideologías han perdido su sentido. Se diría que, si discurrimos como verdaderos adultos, y si a la especie humana no la troceamos por clases considerándola como un todo humano, las ideologías han fracasado, y sólo queda una nefasta: la neoliberal. Porque Eslovaquia, por ejemplo, acaba de prohibir el partido comunista por considerarlo “una organización criminal”. Así es que casi una quinta o una sexta parte de la población del planeta que habita China, Cuba, Corea del Norte y Kerala son para Eslovaquia países criminales. Como si, aunque no haya un partido político formalmente capitalista, y puestos a pensar de una manera disparatada y aberrante, los partidos que profesan capitalismo con modalidades varias por la transversalidad mencionada, no fueran igualmente criminales compuestos no por trabajadores y trabajadoras, sino por señores y señoritos: otra más de las barbaridades de la ideología capitalista manifiestamente tramposa. A las pruebas me remito con las acciones invasoras y de injerencia, de naciones y territorios que se cuentan por más de cien, por parte de la que está a la cabeza del sistema enemigo del comunismo sin más, Estados Unidos y sus cómplices.
Y todo esto está ocurriendo precisamente cuando las circunstancias extremas planetarias en que nos encontramos claman por un cerrar filas en torno a la salvación del planeta y de la humanidad. Proscribir pues la ideología del individualismo liberal, causa principal del estado prácticamente terminal en que se encuentra el planeta, se ha convertido en un deber holístico. Esa sí que es una ideología digna de exterminar. Pues debiera ser un precepto casi bíblico propio del final de los tiempos, dedicar todos los esfuerzos las naciones a materializar una sola idea, que no ideología, esencial: la conjunción posible, la sinergia, en una religión civil universal para retrasar el fin de la vida sobre la Tierra, salvando los restos, aun maltrechos, que todavía quedan de Naturaleza…
Jaime Richart, Antropólogo y jurista.
Rebelión