Xelajú hizo historia en una noche de pasión, garra y penales insólitos
El Xelajú escribió una de las páginas más vibrantes de su historia la noche de este miércoles. En un partido que fue de menos a más, el cuadro altense remontó un marcador adverso en el último suspiro del tiempo reglamentario y se impuso al Real España de Honduras en una dramática definición por penales, sellando así su pase a la gran final de la Copa Centroamericana de la Concacaf.
El encuentro, disputado con intensidad desde el primer minuto, tuvo todos los matices de una batalla. Real España salió con determinación y dominó las primeras fases del duelo. Nixon Cruz y Jhow Benavídez generaron las primeras oportunidades claras, pero el arquero Silva respondió con reflejos felinos. Incluso hubo un momento de tensión cuando el VAR revisó una posible falta dentro del área a favor de Xelajú, pero la árbitra estadounidense decidió que no había penal. La afición local contenía la respiración mientras los catrachos tejían su dominio. El cuadro hondureño era el obligado a ganar.
El gol llegó para los hondureños en el segundo tiempo. Daniel Aparicio puso el 1-0 y, con el marcador a su favor, Real España se replegó, apostando por defender su ventaja. Pero Xelajú no se rindió. Sus jugadores comprendieron que el rival era vulnerable cuando la pelota rodaba al ras del suelo. Al dejar de insistir con centros altos —siempre ganados por la defensa hondureña— y comenzar a buscar el juego corto en el medio campo, encontraron claridad. Sin desesperarse, con paciencia y corazón, fueron erosionando la resistencia del adversario.
Cuando todo parecía perdido, en el tiempo de compensación, Juan Cardona apareció para emparejar el marcador. Fue un grito colectivo, un estallido de alivio y esperanza. El partido se fue a tiempos extra, pero el 1-1 no se movió. Así, todo se definió desde los once pasos.
La tanda de penales fue un auténtico calvario. Real España falló cuatro lanzamientos, mientras que Xelajú, con más serenidad, fue más certero en el lanzamiento final, pues anotó uno más que el rival. El portero hondureño Buba López detuvo dos cobros y fue figura en la definición, no alcanzó para evitar la eliminación. El quinto penal, fallado nuevamente por Moya, selló el 2-1 definitivo y desató la locura entre los “chivos”.
Pero más allá de los números, el verdadero triunfador fue la grada. Esa multitud de corazones que llegó del occidente, del centro y de todos los rincones de Guatemala alentó sin cesar, empujó con su voz, con su fe, con su pasión. Fue su aliento el que sostuvo al equipo en los momentos más oscuros, el que forzó los penales, el que convirtió un partido en una final anticipada, en un duelo de vida o muerte.
Xelajú lo dejó todo en el campo. Jugó como se debe jugar: con entrega, con orgullo, con la camiseta en el alma. Ahora, tras dejar en el camino a un Real España que peleó hasta el último aliento, el conjunto guatemalteco sueña con la gloria centroamericana. Mientras tanto, la Máquina hondureña se marcha con la frustración de haber tenido todo para ganar… pero no lo suficiente para detener el milagro.
Porque esta noche, en el fútbol, ganó la esperanza. Y Xelajú es finalista.
