Sin lógica el pensamiento sería arbitrario y absurdo

JAIROaLARCO

Autor: Jairo Alarcón Rodas

Las consecuencias lógicas son los espantapájaros de los necios y los faros de los sabios.

Thomas Henry Huxley

La realidad tiene un orden y es eso lo que permite comprenderla, de ser un caos sería imposible conocerla, más aún, actuar en ella. Si los objetos aparecieran y desaparecieran arbitrariamente, como aparentemente ocurre con las partículas elementales en el universo cuántico, no habría posibilidad de construir leyes con las cuales predecir sucesos, es más, la posibilidad de estar en el mundo, de acumular experiencias para los seres humanos, no tendrían valor alguno, todo sería incierto, ambiguo, absurdo.

Es por que existe un objeto de conocimiento, más allá de la conciencia, que permanece y se manifiesta en secuencias espaciotemporales, que la presencia humana cobra sentido, ya que sin ello no habría posibilidad alguna de asentarse y de movilizarse dentro de la realidad, de orientarse y de prever acciones, todo sería un caos. Aunque algunas veces eso sucede, siempre existe un orden que permite establecer el camino a seguir.

Por qué es que se puede identificar, medianamente, que un ser humano lo es, porque hay un sustrato que permanece y se manifiesta de él, con características que lo distinguen como tal. Luego, es necesaria una identificación visual y racional que no sería posible sin su permanencia espaciotemporal.

El sustrato que nutre al intelecto con ideas tiene un orden, es decir, toda manifestación de la materia aparece, permanece y desaparece, es eso lo que permite tener cierto control de los acontecimientos, siendo sucesos que se desarrollan objetivamente, que el sujeto transforma en contenidos de conciencia, en ideas y pensamientos.

Si para conocer la realidad se parte del supuesto de que esta existe, ocupa un espacio y tiempo, es objetiva, en consecuencia, se requiere para conocerla de una estructuración adecuada del pensamiento, en la que la información que llegue a través de los sentidos al intelecto, sea interpretada a través de criterios objetivos. Qué ocurre con aquellos que no reparan en eso, sin duda la interpretarán incorrectamente, son más propensos en cometer errores. Por lo que resulta de suma importancia el cómo se logra el paso de lo concreto a lo abstracto, el método correcto para hacerlo y, desde luego, la utilización del pensamiento lógico.

Por ello es sumamente importante contemplar las reglas básicas del entendimiento, observar los principios de la lógica formal, tener presente la dialéctica de la naturaleza y, desde luego, la del pensamiento. Luego, cómo es que la mayoría de las personas sin tener una idea de tales principios pueden accionar en el mundo. La lógica a menudo se ve como el estudio de las leyes del pensamiento, el razonamiento correcto, la inferencia válida o la verdad lógica. De modo que lo hacen, pero de forma equivocada y, consecuentemente, a menudo incurren en errores.

Estar en el mundo no significa conocerlo, para ello, cabe insistir, se requiere de un proceso efectivo de aprehensión, es decir, de un método que permita develar los secretos de la naturaleza que, desde la subjetividad cognitiva, capte la objetividad de las cosas dentro del proceso de ascensión dialéctico y complejo, que va de lo concreto a lo abstracto y de éste, nuevamente a lo concreto.

A pesar de que al común de las personas no les interesa conocer las cosas sino, más bien, sacar provecho de ellas, usarlas, el conocimiento ha sido fundamental para el desarrollo de la especie humana, ha sido éste el que los ha situado en el lugar en el que están, a pesar de los momentos oscuros que se han vivido a lo largo de la historia.  No obstante, la mayoría, actuando bajo principios ya establecidos, no requieren del discernimiento para orientarse y posesionarse de las cosas, a pesar de que muchas veces incurren en errores, están en el mundo mas no tiene control sobre este, falsean la realidad y viven en un mundo de sombras, que a algunos los beneficia.

La teoría del delito, al margen de un análisis propiamente jurídico, genera distintas reflexiones e inquietudes, entre las que, cabe señalar, tienen un sustrato ontológico, epistémico y ético, entre otros. ¿Por qué es que las personas delinquen? ¿Qué los hace asumir una conducta perversa en detrimento de la sociedad?  Preguntas que dan lugar a distintas respuestas, desde múltiples disciplinas.

Cómo es que, en Guatemala, con honorables excepciones, delincuentes estén a cargo de la justicia, qué fue lo que motivó ese hecho, asimismo, por qué es que oscuros personajes están a cargo de perseguir el crimen y, paradójicamente, que afirmen que son otros, el partido Semilla, el presidente Bernardo Arévalo y Karin Herrera, los que cometen delitos. En este caso, la subjetividad de criterio establecería un problema de quién es el que tiene la razón ya que, siguiendo a la lógica, no es posible que ambos la tengan.

Es claro que, en el caso del ministerio público de Guatemala, con Consuelo Porras a la cabeza, ha demostrado con evidencias, con pruebas, con hechos, con actitudes, quiénes son los que han y están actuando mal en perjuicio de la sociedad guatemalteca y es precisamente eso lo que ha determinado que 44 países del mundo la hayan sancionado, junto a otros actores corruptos del país. Y no es una cuestión antojadiza de apreciaciones con sesgo político ideológico, como lo han hecho creer sectores interesados, sino porque es notoria la actitud delincuencial de socavar el establecimiento de un Estado de Derecho en donde prevalezca la justicia en el país.

Ángel Pineda, Secretario del Ministerio Público, apelando a una jerga religiosa, señala que son ellos, los del ministerio público, los que luchan en contra del crimen organizado, que es la honorable Fiscal General, la que fue electa por dos presidentes, la que lucha en contra del crimen, con apego irrestricto de las leyes y la Constitución del país.

En ese caso, no es que se acepte que cada uno tenga un particular criterio sobre el desempeño de la Fiscal General y vean las cosas con el cristal de su conveniencia, si se aceptara tal planteamiento, se viviría en un estado caótico, en donde todos tendrían la razón y, en consecuencia, quién decidiría qué es lo correcto, quién tiene la razón, sería el más fuerte, el que tiene el control, el poder. En un país como Guatemala, en donde la justicia ha sido cooptada, al igual que el Ministerio Público, se vive precisamente eso, un Estado de ingobernabilidad, capturado por las mafias.

Y aunque lamentablemente así sucede en muchas sociedades, afortunadamente en este país aún existe un marco legal que regula la conducta de los habitantes de la sociedad y, sobre todo, que contiene los derechos y obligaciones de la población, preceptos que se deberían viabilizar a través de criterios objetivos.

La mala gobernanza afecta a la sociedad, aunque algunos sean beneficiados con esa mala práctica; por lo regular, dentro de esa situación de ganadores y perdedores, la mayoría de la población no alcanza a comprender lo que sucede, simplemente sufre las consecuencias. En el caso de Guatemala, la miseria, derivada de la mala repartición de la riqueza, de la injusticia y de la corrupción, constituyen los males que es necesario evidenciar y no podría hacerse sino con evidencias claras y objetivas.

A pesar de todo los robos, desfalcos, de un largo conflicto armado, de muertes y corrupción galopante, pese a las asimetrías sociales, a la ignorancia, el país continúa, sobrevive y lo hace mientras las cosas no se agraven y la pobreza solo afecte a otros. El ser conscientes de una realidad, además de ser un compromiso moral y ético, requiere del conocimiento de la situación política y económica en la que se vive y eso equivale a recoger la información e interpretarla correctamente, libre de todo sesgo ideológico, de conveniencia personal, requiere del pensamiento lógico-racional.

Tal criterio no significa que sea imprescindible la estructuración adecuada del pensamiento para accionar en el mundo, sí lo es para evitar errores. Pese a las deformaciones que sufre la realidad, dentro del mundo de la opinión, el pensamiento objetivo fue, es y será el mecanismo esencial para el desarrollo de la ciencia y, desde luego, para la humanidad.

A pesar de los criterios subjetivos que prevalecen dentro de la generalidad, existe la objetividad mediana o tácitamente aceptada por todos, lo que permite establecer relaciones interpersonales, las que no serían posibles sin un mínimo consenso sobre las cosas.

En el lenguaje común se dice que cada uno tiene su lógica para interpretar los sucesos, cada uno comprende según su interés y capacidad, ejercita un accionar procedimental basado en el pragmatismo, lo cual equivale a anteponer sus intereses ante toda búsqueda de la verdad. Es por lo que Heráclito decía: No escuchándome a mí, sino a la razón, sabio es reconocer que todas las cosas son una, de modo que tienen un origen común que se refleja para todos y no pueden manifestarse de forma distinta, más bien es la interpretación que hace cada individuo la que hace la diferencia.

La lógica permite interpretar los sucesos, los hechos, identificar a los objetos, tener una construcción mental sobre los objetos que se manifiestan en la realidad, de forma congruente, teniendo el cuidado de no mezclar aspectos propios de la emotividad, de la subjetividad, que enturbien el material que recogen los sentidos.

Así, esperar que un objeto ocupe dos espacios y tiempos a la vez no tiene sentido ya que no se puede ser y no ser al mismo tiempo. De ahí que, decía Lenin: La conciencia es una imagen ideal y subjetiva, una reproducción del objeto, no la cosa real sino su imagen. Una cosa es la realidad en sí y otra la realidad en mí que se busca que corresponda con la raíz ontológica.

A esa transformación correcta de lo real a lo ideal, en la conciencia de un sujeto, es lo que llamaba Platón el ascenso de la oscuridad a la luz. Sin embargo, muchos permanecen en las sombras, sumidos en la ignorancia, piensan que su criterio tiene validez universal, a pesar de tener motivaciones subjetivas y personales.

Cómo darse a entender ante criterios que resultan ser disímiles, con seguridad que se requiere de un consenso que anteponga el sustrato objetivo de las cosas y, desde luego, su verificabilidad. Sin embargo, desde la irracionalidad no es posible lograr acuerdos, por el contrario, es a partir de argumentos claros y evidentes que eso se alcanza.

Si la realidad no es un caos sino, por el contrario, le subyace un orden, que es susceptible de ser comprendido a través del pensamiento lógico, qué son las elucubraciones que efectúan aquellos que solo hablan de la realidad sin reparar efectivamente sobre lo que es y, a pesar de ello, obtienen resultados. Para Karel Kosik, ello constituye la realidad fetichizada, en la que regularmente se mueve el común de las personas a través del pensamiento práctico.

Decía Herbert Marcuse: La cultura dominante nos impone una falsa conciencia que nos hace ignorar la verdadera naturaleza de nuestra opresión. Pero, cómo darse cuenta de que se es engañado si se vive en un ambiente en donde prevalecen los sesgos emotivos, los criterios ambiguos, las opiniones, las mentiras, los engaños, en donde los mitos predominan sobre la ciencia.

Solamente al ser conscientes de la objetividad de los hechos y que estos requieren del pensamiento racional para ser comprendidos, lo que implica el pensamiento lógico, la humanidad podrá transitar hacia su liberación. Cabe asumir el reto.

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