“Postdoctorados” a la vista
César Antonio Estrada M.
Una reciente nota periodística de la prensa local informó que la Facultad de Agronomía de la Universidad de San Carlos abrió la “primera carrera postdoctoral”, “graduó” al primer postdoctorado en una universidad del país, y concluyó con la entusiasta frase “¡El camino postdoctoral en el país está abierto!”[1] En las redes sociales, las autoridades sancarlistas también han expresado su entusiasmo afirmando que el nuevo graduado obtuvo “el grado académico más alto del país”.
Dada la proliferación de innumerables postgrados, maestrías y doctorados de dudosas bondades académicas -por decir lo menos-, su publicidad y comercialización por las universidades que van deviniendo en meros negocios, y en vista de la desproporcionada importancia que se está dando a la posesión de estos títulos, diplomas o simples cartones para evaluar los méritos profesionales o laborales de las personas, es el caso de hacer algunas acotaciones al respecto.
El grado académico más alto es el de Doctorado y para obtenerlo se requiere una licenciatura o una maestría dependiendo de lo establecido en los distintos países, universidades y áreas de estudio. El postdoctorado no es un grado académico y, por consiguiente, no podría tener un currículo de estudio ni promociones o “cohortes”.
Fuera del ambiente académico o universitario, hay quienes creen que un postdoctorado es un grado académico más alto que el Doctorado, lo cual no es cierto. ¿Qué es, entonces, un postdoctorado?
Un “postdoc” -como se les llama en Estados Unidos- o postdoctorado es un doctor recién graduado que es contratado -recibe un salario y no paga ninguna colegiatura o matrícula- por dos o tres años, en un grupo de investigación científica a cargo de un jefe o director, un profesor en el caso de las universidades, de mayor trayectoria y más experiencia, que cuenta con recursos, instrumentación especializada -en el caso de las ciencias naturales o las ingenierías- y con un equipo de investigadores o “postdocs”. El objetivo de un postdoctorado es que la persona mejore su formación y aumente su experiencia mediante su participación en investigación independiente bajo la orientación o dirección del jefe del grupo y la comunicación con colegas y con estudiantes graduados que siguen un programa doctoral con la asesoría de dicho jefe. Cómo se podrá ver, actualmente, todas estas condiciones no se dan en nuestro medio.
Un postdoc no debe seguir un currículo de estudio, finalizar su período de trabajo no obtiene ningún título y su labor es investigar creativamente según el área a la que se dedica el grupo y obtener determinados resultados que podrían resultar en alguna publicación[2]. La experiencia así adquirida le servirá para aumentar sus posibilidades de iniciar su carrera académica independiente en alguna universidad o para incorporarse a trabajar en la industria.
Por supuesto que las universidades mercantilizadas pueden ofrecer cualquier carrera o plan de estudios de lo más peregrino que se les ocurra y, faltaba más, cobrar sus jugosas colegiaturas; después de todo, el hambre de ganancia deja en un segundo plano la calidad educativa, científica o académica y, en cuanto a la pertinencia social… esto es algo que ni consideran o que no les quita el sueño. Es así como en otros países hay universidades que no tienen empacho en publicitar “carreras” de postdoctorado.
Todo esto, sin duda, aumenta lo que podríamos llamar la “inflación de los títulos” por analogía con la noción de inflación en economía: mientras más abundante es algo como el dinero, menor es su valor. Hace ya un buen tiempo, completar la educación secundaria, ser bachiller, maestro o perito contador significaba algo en cuanto a la preparación y la educación del graduado. Hoy, las universidades han relajado tanto su exigencia académica y su rigor que se están convirtiendo en una especie de colegio o instituto público superior de educación media, con licenciaturas de cuatro años o incluso menos que ofrecen todas las facilidades del caso. A su vez, los estudiantes están siendo orillados a tener que cursar una “maestría” para, supuestamente, subsanar las limitaciones en su cualificación y poder ejercer su profesión, algo para lo que el grado de Licenciado era suficiente. Cursar estas maestrías requiere tiempo y, naturalmente, el novel graduado debe desembolsar para pagar altas colegiaturas que no encontraba en años pasados, al menos en las universidades públicas. (Al respecto, en la Facultad de Derecho de la San Carlos, incluso se ofrecen cursos especiales preparatorios para que los estudiantes sustenten los exámenes privados; tales cursos no serían necesarios si el plan de estudios de la licenciatura estuviera bien planificado y llevado a cabo.)
En fin, esperemos que con esto de los postdoctorados no se agregue una innecesaria prenda más a los estudios universitarios que una persona debe seguir para ejercer una profesión liberal. Como va el asunto, quienes ven la educación superior como un negocio o como un medio para satisfacer sus intereses personales, no tardarán, para no quedarse atrás en la competencia, en ofrecer como continuación un programa de… ¡“repostdoctorado! A contracorriente de ello, conviene afianzar y fortalecer los programas de licenciatura y prestar atención a la indispensable superación y fortalecimiento de la educación secundaria y primaria. De seguir así las cosas, podemos imaginar que para optar a un empleo pidan que en el currículum vitae aparezca la posesión de un “postdoctorado” mientras una buena licenciatura lo superaría y daría más señas de la idoneidad del postulante.
Por todo lo anterior, los directivos, las “autoridades” universitarias deben ser más serios y responsables, más austeros, para no continuar en esta alocada carrera sin sentido por títulos o grados que poco dejan a sus estudiantes -aparte de engordar su currículum-, a los nuevos profesionales y a la sociedad que es el objeto de su profesión y que recibirá sus servicios.
Concluyamos recordando, como sabemos y la experiencia demuestra, que un grado académico, un título, un cartón por sí solos no garantizan mágicamente la educación, la cultura ni el conocimiento de su poseedor.[3]
[1] https://www.prensalibre.com/opinion/columnasdiarias/primer-graduado-de-posdoctorado-en-universidad-del-pais/
[2] El contradictorio papel de las publicaciones científicas o “papers” es otro asunto que merece consideración. Véase por ejemplo “Publicaciones científicas. Seriedad y fraude”. https://catalunyaplural.cat/es/publicaciones-cientificas-seriedad-y-fraude/
[3]Incluso, en Guatemala, se ha conocido públicamente cómo algunos magistrados y funcionarios han cometido evidentes y vergonzosos plagios o fraudes en la obtención de sus “títulos” que presentan para aumentar sus credenciales y acceder a sus cargos en concursos de selección ya de por sí muy cuestionables.
