Industria, salarios y consumo: realidades de la economía de guerra

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Por @nsanzo

“Los salarios reales se están disparando”, afirma un experto en economía del German Institute for International and Security Affairs para un artículo en el que Financial Times trata de dar algunos datos sobre la situación económica en Rusia más allá de aquello que ya se ha repetido tantas veces: los salarios aumentan y la economía crece liderada por la producción militar vinculada a la guerra. “Hay gente que apenas ganaba dinero antes de la invasión a gran escala… que de repente tiene enormes cantidades”, añade para más adelante preguntarse “cuánto puede durar esta fiesta”.

Al margen de las posibilidades de futuro, los expertos y los medios, fundamentalmente aquellos que dieron por hecho el inminente colapso de la economía rusa en 2022, tratan de explicar cómo y por qué los acontecimientos han llevado a esta situación. El motivo es claro: la relativa fortaleza económica de Rusia da una ventaja importante a Moscú en su enfrentamiento con Kiev, que, con su industria destruida, no dispone de recursos equiparables a los de su oponente. Sin embargo, más allá del evidente hándicap que supone para Ucrania que la guerra se esté desarrollando fundamentalmente en territorio ucraniano o en lugares alejados de las principales zonas industriales rusas, los dos países son ejemplos de modos diferentes de afrontar la guerra. Sin un constante flujo de financiación extranjero a su disposición, Rusia no ha tenido siquiera la posibilidad de plantearse la opción neoliberal que sí ha elegido Ucrania. El aumento del gasto que implica la guerra ha supuesto para ambos países un crecimiento por encima del previsto en años anteriores, aunque solo uno de ellos, el ruso, puede aspirar a mantenerlo más allá de la guerra. Es entonces cuando Ucrania espera, de forma un tanto inocente, que el flujo de financiación para la guerra se transforme en inversiones de infraestructura para crear el país moderno que promete a su población, especialmente a aquella que se encuentra fuera del país y de la que, también con cierta ingenuidad, espera el retorno.

En el caso de Rusia, que está consiguiendo el actual crecimiento a base de aumentar el peso del Estado en la economía, recortes en otras partidas y reducción de reservas, el hecho de no depender de inyecciones económicas externas hace posible que aquello que ha favorecido a la economía nacional durante la guerra pueda mantenerse en el futuro a medio plazo. “Los salarios reales han crecido casi un 14%, y el consumo de bienes y servicios en torno al 25%, según Rosstat, la agencia estatal de estadística rusa”, explica Financial Times, que insiste en que no solo se trata de un importante aumento de los salarios, básico teniendo en cuenta la inflación, sino también el del consumo de bienes y servicios. Este último dato muestra que el crecimiento no se produce únicamente a causa de la producción militar, sino que el crecimiento del consumo se extiende también a otros sectores. “Los economistas apuntan a que el boom se debe fundamentalmente a gasto del Estado, inversión directa en la industria de defensa y otros sectores como la agricultura, infraestructuras y el mercado inmobiliario”, explica Financial Times.

El efecto que la situación tiene en el mercado laboral es claro. “Según el Centro de Análisis Macroeconómico y Previsión a Corto Plazo de Rusia, este año se espera un nuevo aumento de los salarios reales de hasta el 3,5%, junto con un incremento previsto del 3% de la renta real disponible”, añade el artículo. “La tasa de desempleo, que se preveía que se situara en 2022 entre el 7% y 8%, está en el 2,6%, un mínimo histórico postsoviético”, admite, dando la razón al discurso oficial ruso, que ya afirma que el principal problema ha dejado de ser el paro para pasar a ser la falta de personal cualificado. En ese aspecto, Moscú y Kiev se encuentran en una situación similar y son muchos los artículos e informes que se refieren a la grave escasez de personal que sufre Ucrania a causa de la movilización general de los hombres y la fuga de población en edad activa.

La falta de personal y el aumento de producción han causado tanto inflación como crecimiento de los ingresos de una parte importante de la población rusa. “Este explosivo aumento salarial se está dejando sentir en todo el espectro socioeconómico, transformando drásticamente la vida de una franja de trabajadores manuales”, incide Financial Times, que añade un ejemplo que ve representativo de lo que está ocurriendo en otros sectores. “Según la politóloga Ekaterina Kurbangaleeva, los tejedores, que en diciembre de 2021 ganaban el equivalente en rublos de 250 a 350 dólares al mes, ahora pueden llegar a ganar 120.000 rublos (1.400 dólares) al mes”, explica antes de proporcionar otro ejemplo, el de los camioneros de larga distancia, cuyos salarios han aumentado un 38% en un año, añade dando la razón a quienes ven en el relativo boom económico actual una forma de redistribución.

Entre ellos se encuentran Volodymyr Ischenko e Ilia Matveev, que han estudiado el fenómeno más allá de los titulares y han llegado a la conclusión de que las circunstancias de la guerra, que implican el aumento de los salarios reales y una forma de redistribución tanto de clase como en términos geográficos, reduciendo así las desigualdades también en términos de centro y periferia. Ischenko y Matveev se ven quizá excesivamente confiados en la posibilidad de la aparición de una nueva clase media cuya existencia incomode a las élites existentes, una circunstancia que puede consolidarse solo si lo hacen, más allá del tiempo que dure la guerra, los cambios que están produciéndose actualmente.

A la hora de analizar por qué se ha producido esta situación de crecimiento, Branko Milanovic admite que, como otros expertos, esperaba escasez, aumento de precios y déficit presupuestario debido a la necesidad de realizar importaciones a través de terceros países que actuaran como intermediarios. El economista menciona seis factores que explican esa mala interpretación: el hecho de que Rusia sea autosuficiente en lo que respecta a alimentación y energía; haber subestimado el keynesianismo militar; una cuidadosa política fiscal nacional con una alta tasa de interés; unas importaciones paralelas que han funcionado mejor de esperado; capacidad de redirigir suficientemente las exportaciones y las ventajas de la sustitución de importaciones en una economía de alta cualificación.

Muchos de esos factores dependen de las circunstancias de cada momento y nada garantiza que Rusia vaya a disponer de esas posibilidades de exportar sus materias primas o sustituir importaciones de forma eficiente en el futuro. Es más, Elvira Nabiulina, gobernadora del Banco Central, insiste en destacar los problemas estructurales de la economía rusa, para la que predice estancamiento o incluso recesión. Sin embargo, nada de eso ha sucedido de momento y la población ve una mejora en su situación económica, con mínimos históricos desde la disolución de la Unión Soviética del porcentaje de población que define como mala o muy mala su situación financiera (14% y 1% respectivamente).

El keynesianismo militar no es una solución mágica, añade Volodymyr Ischenko a la argumentación de Milanovic y explica que “para que funcione, tienen que darse las condiciones materiales. El keynesianismo militar ruso funciona en parte debido al legado soviético, que ha dejado una enorme industria militar y que construyó a su alrededor toda una economía que, al contrario que en Ucrania,  no ha sido saqueada debido a la estabilización bonapartista de Putin”. En otras palabras, Rusia puede disponer ahora de estos recursos gracias a que no han sido completamente privatizados y ahora “están siendo utilizados para su propósito original”. La industria soviética no pudo impedir la disolución de la URSS pero, más de dos décadas después, resulta imprescindible para mitigar las consecuencias de la guerra económica occidental sobre la población.

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