Construyendo un país diferente

JAIRO3

Autor: Jairo Alarcón Rodas

La lucha de ellos es para separar, la lucha de nosotros es para unificar. Nuestra lucha no es la lucha del contrapoder: es la lucha del antipoder. John Holloway

La transformación de un país que históricamente ha estado sometido al control y dominio de una intransigente oligarquía criolla, caracterizada por su voraz e insaciable apetito de lucro e indiferencia moral que no permite, por su propia naturaleza, que se establezca una democracia auténtica, es muy difícil lograrla, mas no imposible. La base económica de este sistema ha permanecido intacta y, a través de sus instituciones ideológicas, ha reproducido, promovido y difundido un modelo de país en el que el pobre es pobre porque quiere y el rico es sinónimo de emprendimiento, esfuerzo y honradez, por lo que es justificable la existencia de los pobres.

De ahí que las ideas y forma de pensar de la sociedad guatemalteca están influenciada por valores del capitalismo mercantilista, en el que el egoísmo, el individualismo y la competitividad utilizan a la ignorancia para instalarse y corromper las mentes de los que, o bien atienden al estómago antes que a la razón o los que, envilecidos por sus ansias de tener, responden a ilegítimos intereses que socaban la convivencia en sociedad.

Todo el conjunto de valores e ideas forman parte esencial del siniestro proyecto político de los que, ocultos tras los gobiernos de turno, manejan los hilos de este país sin ningún escrúpulo. Recordemos que, en palabras de Karl Marx, la desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas y es precisamente eso lo que transforma a los individuos en seres ajenos e insensibles.

El estado en el que se encuentra el país, con los vergonzosos indicadores que se manifiestan a través de las terribles condiciones de desarrollo humano, pobreza, desnutrición e inseguridad, que desembocan en la actual crisis social, solo es el resultado de lo que constituye el capitalismo salvaje y la corrupción que incentiva. Es así como el brazo ideológico del sistema, la derecha política de Guatemala, defiende el estado actual para consolidarse en el poder. Sin embargo, esa intransigencia es lo que ha motivado a varios sectores de la sociedad guatemalteca a luchar, por la vía electoral, en contra de la corrupción, las desigualdades sociales, las injusticias y que se ve reflejada con los resultados contundentes en favor de Bernardo Arévalo.

El ideal de todo país es consolidar su desarrollo bajo los principios de justicia y el bien común que conlleve a una sociedad más humana. Pero que los corruptos, en Guatemala, se han encargado de convertir en un sumidero de interés y transacciones espurias, con vistas a saciar los más oscuros deseos e intereses de un pequeño grupo de personas.

Reconstruir a un país que se encuentra en ruinas, con tanta complejidad social, en el que sus instituciones han sido cooptadas por el crimen organizado, requiere de un proceso de reconversión social que incida directamente en el desmantelamiento de la red de corrupción, enquistada en las distintas instituciones del Estado, esencialmente en el poder judicial.

Todo cambio de ese tipo no se podrá lograr si no se cuenta con el concurso de la sociedad, lo que equivale al empoderamiento de la sociedad civil en cuanto a sus derechos y obligaciones en la búsqueda de una democracia efectiva, lo que significa la participación efectiva y beligerante de cada uno de los habitantes del país.

País que, a pesar de toda la propaganda ideológica generada desde la esfera del Estado con el fin de neutralizar el pensamiento de los guatemaltecos, ha logrado resistir y revelarse ante las medidas arbitrarias que, desde el ejecutivo, impulsa el aberrante gobierno de Alejandro Giammattei y sus criminales operadores.

Sin embargo, un país con grandes desigualdades sociales, diferencias culturales, terror infundado, en el que la justicia y la democracia permanecen ausentes y, en cambio, ha imperado la corrupción por mucho tiempo, los privilegios y la impunidad, resultan ser dádivas que benefician a los mismos. Por otra parte, una sociedad en la que la ideologización se ha impuesto por encima del pensamiento crítico, luchar en su contra constituye un gran reto. No obstante, es necesario asumirlo con inteligencia y honradez.

Una democracia cobra sentido cuando cada uno de los miembros que pertenecen a la sociedad, es decir, que aspire a un estado democrático, debe adquirir conciencia del papel que tiene dentro de las relaciones de poder. Saber de la importancia que tiene la formación política de todo sujeto social, de la responsabilidad que se contrae al vivir dentro de esta y también sus derechos, cumplir con las obligaciones y exigir sus derechos es fundamental para el establecimiento de un nuevo país.

Sin duda que la educación transformadora, la que ve al estudiante no como objeto, como un medio para determinados propósitos económicos del sistema, cosificándolo, sino como un sujeto beligerante, reflexivo y humano, que asume su condición de ser factor de cambio, de valores y actitudes para el establecimiento de una sociedad diferente, con vistas al bien común será esencial en el gobierno de Bernardo Arévalo y, con ello, dejar atrás el adoctrinamiento y la alienación que impera actualmente.

En este nuevo gobierno, se espera que modelos retrógrados de educación cedan ante la educación crítica y, con esta, se dé paso a la dialogicidad y al consenso. Pues, como lo dijera Max Horkheimer, cuanto más se debilita el concepto de razón, tanto más frágilmente queda a merced de las manipulaciones ideológicas y de la difusión de las mentiras más descaradas; por lo tanto, sujetos críticos hacen sujetos pensantes y, con estos, la democracia cobra su real dimensión.

Con el gobierno de Bernardo Arévalo, los guatemaltecos esperamos que se sienten las bases para el futuro de otra Guatemala, de un país inclusivo, distinto a lo que hasta hoy hemos vivido. Confiamos que, durante su gestión, se sienten las bases para lograr el desarrollo para todos los guatemaltecos, dentro del marco de la democracia participativa.

Y es que, desde el fin de las dictaduras militares que dieron paso a gobiernos civiles, a partir de la presidencia de Vinicio Cerezo hasta la nefasta administración de Alejandro Giammattei, el deterioro paulatino del tejido social de este país ha sido significativo y lejos está de constituir una era democrática en Guatemala. Es más, los últimos tres gobiernos electos han sido los más corruptos y nefastos de los últimos tiempos.

Es hora de construir un país diferente, un país democrático, en donde impere la justicia y el bien común, pero para ello es necesario del concurso de todos los guatemaltecos o, al menos, de los que soñamos con un país digno para las nuevas generaciones, el camino será largo, pero indudablemente satisfactorio. No obstante, hay que estar muy atentos y prestos a defender el triunfo, pues a las estructuras criminales no les importa que 2 millones 441 mil 661 guatemaltecos, a través de su voto, le hayan dicho no a la corrupción y harán lo imposible para no perder el control del país.

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