Conciencia social y comunismo

Autor: Jairo Alarcón Rodas
La derecha defiende los intereses de los privilegiados, en tanto la izquierda se preocupa por los desamparados.
Mario Bunge
Hace unos días, algunos sectores de la derecha guatemalteca, los más intransigentes, los que se niegan a aceptar que fueron derrotados en las elecciones del 20 de agosto del 2023 y que se autodenominan anticomunistas, convocaron a una manifestación en la Plaza de la Constitución para rechazar las manifestaciones populares en contra de la corrupción, con el pretexto de que impiden la libre locomoción y el traslado de mercancías.
Para ello llevaron a un grupo de campesinos portando playeras en la que se leía, anticomunista. Una periodista le preguntó a uno de ellos, qué es el comunismo y la respuesta fue, están muy caras las cosas, o bien, se quieren agarrar las cosas de uno. Pero ¿será que esas personas tienen claro lo que es el comunismo o simplemente repiten lo que se les ha hecho creer?
Así como ellos, los dirigentes de esta manifestación apenas saben lo que es el comunismo, solo entienden que cualquier reivindicación social o clamor popular representa un peligro para seguir enriqueciéndose y, desde luego, perder sus privilegios.
Brevemente se puede señalar que el comunismo es la corriente política y económica que postula una sociedad sin clases, a partir de la supresión de la propiedad privada de los medios de producción y, por consiguiente, es el Estado quien se convierte en su administrador, en su primera fase. En el que se establece y prevalece la igualdad social entre todos sus miembros.
Cuando Karl Marx y Federico Engels postularon las bases del socialismo científico, para establecer lo que sería el comunismo, pensaron, en primera instancia, en devolver la calidad de humano a aquellos que, dentro del capitalismo, se les ha socavado. Lo que significa el fortalecimiento de valores humanos, en donde lo social constituye el aspecto esencial que no riñe con las aspiraciones genuinas de todo individuo.
Siendo el comunismo un sistema político-económico, que propugna por el bienestar para todos y, por consiguiente, apela a valores de solidaridad, fraternidad entre los seres humanos del mundo, plantea la transformación de estos a partir de una sociedad sin clases, a través de la supresión de la propiedad privada de los medios de producción. El ser humano, en este caso, no se considera malo por naturaleza ni bueno como lo indicara Rousseau, es simplemente lo que se le enseña y aprende a ser, dentro de una circunstancia de igualdad de oportunidades y de derechos para todos, bajo el imperio de la justicia.
El socialismo, como todo modelo económico, que reemplaza al sistema vigente, recibe una feroz resistencia por parte del capitalismo, por aquellos que se niegan a perder sus privilegios, sustentados a partir de la acumulación de la riqueza, producto de la explotación del hombre por el hombre. El comunismo, señalaba Marx, no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno.
El capitalismo se resiste a ser reemplazado por el socialismo, aunque, como diría Marx, trae a cuestas a sus sepultureros, por lo que emprende una lucha encarnizada tanto militar como ideológica y, para ello, no escatima las armas más siniestras, el modo más perverso de proceder. Con relación al socialismo marxista, Erich Fromm dice: El comunismo, como naturalismo plenamente desarrollado, es un humanismo y, como humanismo plenamente desarrollado, es un naturalismo. Es la resolución definitiva del antagonismo entre el hombre y la naturaleza y entre el hombre y el hombre. De tal modo que es el rescate de los valores humanos, confiscados por el capitalismo salvaje a mujeres y hombres del mundo, dentro de un sistema en que lo más importante no son los seres humanos.
El triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia marcó la ruta del comunismo, como teoría política, en la historia de la humanidad, a la cual le siguieron la revolución China, el triunfo del vietcong en el continente asiático y la Revolución cubana en América, países en los que el socialismo científico se puso en práctica y la bandera del comunismo se enarboló como el objetivo a alcanzar.
Sin embargo, fue con el fortalecimiento de la Unión Soviética, después de la victoria del ejército Rojo, sobre el fascismo alemán y el Nacional Socialismo de Adolfo Hitler, en la Segunda Guerra Mundial, que se convirtió ese bloque de naciones en una amenaza para el capitalismo imperante, del que Estados Unidos es su principal representante y difusor. Es ante la amenaza del comunismo que, desde la nación del norte de América, se impulsa una campaña en contra y desprestigio del modelo de una sociedad sin clases.
El comunismo se convirtió en una ideología perversa a los ojos de los capitalistas pues, desde su particular visión, constituye un sistema totalitario que coarta las libertades individuales, sobre todo aquellas que imposibilitaban a los individuos acumular riqueza, siendo ese su objetivo esencial. Siguiendo con ese criterio, no se puede permitir que el comunismo se convierta en el ideal por perseguir, que cautive a más personas, por lo que es necesario denostarlo, implantar valores individualistas, en el que el lucro es la motivación esencial.
Pero, sobre qué bases teóricas se construye el capitalismo, sin duda que pensadores como Nicolas Maquiavelo y Thomas Hobbes, influyeron en las ideas de Adam Smith sobre su concepción de la naturaleza egoísta del ser humano y la búsqueda de su bienestar a través del ejercicio pleno de su libertad.
De ahí que Smith expresara que las personas no intentan promover el bienestar público, ni sabe cuánto está contribuyendo a ello. Prefiriendo apoyar la actividad doméstica en vez de la foránea, sólo busca su propia seguridad. Velar por sus propios intereses es lo que los impulsa a producir para acrecentar sus ganancias y, con ello, tener la libertad de hacer con su riqueza lo que le plazca.Libertad plena para un ser egoísta pleno, que se desarrolla en un sistema en el que todo se puede comprar y tiene precio, incluso valores como la dignidad y la honestidad.
Lo cierto del caso es que el sistema capitalista establece que un grupo muy pequeño concentre la riqueza del mundo, lo que se traduce en poder y, con éste, el control sobre el resto de los habitantes, ya que, según el criterio de sus defensores, ese es el modelo ideal que debe imperar en el mundo, es el que permite generar riqueza. Por lo que un sistema que diga lo contrario no solo es pernicioso sino también constituye una aberración a lo que representa una democracia liberal y, por lo tanto, merece ser proscrito.
La Guerra Fría, que surge al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en el año 1945, con el mandato de Josef Stalin en la Unión Soviética y Harry S. Truman, en Estados Unidos, en el que confrontaron esos dos bloques, significó un conflicto político ideológico, en el que a los ojos del país del Norte de América y el de sus aliados en occidente aglutinados en la OTAN, era inadmisible aceptar el planteamiento del socialismo, con vistas a establecer un sistema comunista en el mundo.
Es recordado, ingratamente, las intervenciones belicistas de Estados Unidos en países que buscaron su autodeterminación y se identificaron con causas populares, clamor que el modelo socialista recogió dentro de sus bases teóricas, las que se acogieron con simpatía por los sectores históricamente explotados, que cobraron auge a raíz del triunfo de la revolución bolchevique en Rusia en el año, 1917. Fue así como países como Corea del Norte, Vietnam y Cuba, entre otros, sufrieron la invasión directa de sus territorios. Guatemala no fue la excepción a raíz del golpe de Estado en contra de Jacobo Árbenz, fraguado por la CIA y los autodenominados anticomunistas del movimiento de liberación, en 1954.
La persecución de simpatizantes de izquierda no es algo nuevo, es bien sabido el odio que Hitler profesaba a los comunistas y en Estados Unidos no fue la excepción, ejemplo de ello fue la “cacería de brujas” llevada a cabo por el senador Joseph McCarthy en los años 50, en el que se persiguieron a muchos intelectuales, escritores, personalidades de la farándula, incluso deportistas. Persecuciones como las de Charles Chaplin, Thomas Mann, Bertolt Brecht, Robert Oppenheimer, entre otros, cuyo crimen fue simpatizar con ideas sociales, no estar de acuerdo con la política de Estado de ese país.
De tal modo que, para la derecha recalcitrante, pensar solidariamente, apartarse del egoísmo, mirar al otro con solidaridad, reivindicar derechos humanos, exigir justicia y equidad, es y ha sido considerado un atentado a la individualidad capitalista, al derecho de propiedad y, desde luego, una perversión sustentada por el comunismo. Para los dinosaurios de este país, que se agrupan en la derecha, todo aquel que persiga el bien común es comunista.
Con hipocresía, los “anticomunistas” en Guatemala defienden valores conservadores como la familia, el derecho a la vida, a una vida digna, pero en realidad es todo lo contrario, explotan, no les interesa la condición humana, creen en un dios a su medida. Un poco de conciencia social, preocuparse también por lo otros, es parte de la humanidad que en el capitalismo se está perdiendo.