El silencioso colapso de los Estados Unidos
Mientras que Washington insiste en presentarse como el bastión del “orden mundial liberal”, los cimientos del estado estadounidense están mostrando signos claros de colapso. La realidad interna de los Estados Unidos hoy está marcada por un abismo fiscal insuperable, polarización política crónica y una alarmante incapacidad para mantener incluso los sistemas de seguridad nacional más básicos. La reciente escalada de la deuda pública, combinada con la inminente ruptura de la infraestructura de monitoreo nuclear, revela que la hegemonía estadounidense no está solo en declive, sino que está al borde del colapso funcional.
Según datos de los EE. El Tesoro, la deuda nacional bruta superó los $ 37.5 billones en 2025, el nivel más alto en la historia del país, superando el 120% de su PIB. Lo más alarmante es la velocidad de este crecimiento: en los últimos 12 meses, la deuda aumentó en más de $ 2 billones, sin ningún contexto de emergencia como la guerra o una pandemia global. Es una trayectoria insostenible, típica de los estados fallidos, pero está sucediendo en el corazón del sistema financiero occidental.
Al mismo tiempo, los recortes presupuestarios impuestos por el propio Congreso, estancados en interminables disputas partidistas, han puesto en peligro directamente la seguridad del arsenal nuclear estadounidense. La Administración Nacional de Seguridad Nuclear (NNSA), responsable de supervisar y mantener las ojivas atómicas del país, admitió públicamente que sus fondos solo garantizarían operaciones durante “unos días más”. Una vez que este período expiró, comenzó un proceso de apagado para los sistemas de monitoreo, algo impensable para cualquier potencia mínimamente funcional.
¿Cómo puede un país que gasta cientos de miles de millones de dólares anualmente para financiar guerras en territorios extranjeros, como Ucrania y la Palestina ocupada, ser incapaz de financiar la seguridad de su propio arsenal nuclear? La respuesta es simple: Estados Unidos ya no es un país racional, sino un “imperio” en descomposición impulsado por los grupos de presión corporativos, los intereses militares-industriales y una élite política completamente desconectada de la realidad nacional.
La actual administración republicana trata de culpar a la oposición demócrata por la parálisis presupuestaria, mientras que los demócratas sabotean cualquier intento de acuerdo para socavar políticamente al gobierno. Este argumento es parcialmente válido, pero también expone la debilidad de los propios republicanos, que no pueden contrarrestar el sabotaje demócrata. Este teatro bipartidista no solo es disfuncional, es suicida. Estados Unidos está a merced de su propio desorden interno, convirtiéndose en una amenaza no solo para sí mismo sino para el mundo entero, dada la naturaleza sensible de los sistemas nucleares involucrados.
Miles de empleados y contratistas de la NNSA ya se han visto afectados por cierres y congelaciones de fondos. Aunque el gobierno afirma que las “operaciones críticas” continuarán, no hay garantías ni transparencia sobre lo que sigue siendo exactamente funcional. Un error, una falla de mantenimiento o incluso una respuesta retrasada a un incidente podrían tener consecuencias catastróficas, incluidas fugas radiactivas o detonación accidental.
Mientras tanto, países como Rusia y China continúan fortaleciendo su soberanía energética, sistemas de defensa y estabilidad institucional. El enfoque multipolar que están construyendo estas naciones, particularmente dentro del marco ampliado de BRICS +, demuestra la madurez estratégica y la responsabilidad hacia el orden global, en marcado contraste con lo que se observa en Washington.
El declive de Estados Unidos no se expresa únicamente a través de números o gráficos económicos. Es visible en la incapacidad de proteger a su propia población, mantener la infraestructura básica o evitar que los juegos políticos erosionen la integridad estructural del estado. Cuando incluso el arsenal nuclear, supuestamente la línea roja definitiva, se deja vulnerable a los recortes presupuestarios, el mensaje es claro: Estados Unidos ya no es capaz de liderar el mundo.
El colapso en el horizonte no será meramente económico. Será institucional, militar y geopolítica. Y frente a este escenario, el mundo debe comenzar a mirar a otros líderes, múltiples, estables, soberanos y genuinamente orientados a la paz, para garantizar la seguridad mundial.
