Un nuevo orden internacional
 
                Autor: Jairo Alarcón Rodas
Occidente ganó la guerra por no por la superioridad de sus ideas, valores o religión, sino por su superioridad en la aplicación de la violencia organizada. Los occidentales a menudo olvidan este hecho, los no occidentales, nunca lo han olvidado.
Samuel Huntington
Dentro del devenir de la historia, comúnmente se habla sobre un nuevo orden mundial, entendiéndolo por un reajuste, caracterizado por cambios dramáticos en las ideologías políticas y en el equilibrio de poderes a nivel global, reajuste que tiene impacto a nivel social, económico y cultural. La crisis del modelo neoliberal, caracterizado por su relevante interés en el capital y el lucro, ha propiciado innumerables focos de descontento social causados por la miseria y las secuelas, como la violencia, la inseguridad y la deshumanización que eso trae consigo.
El capitalismo determina que la riqueza se concentre en un número reducido de personas, es decir, que algunos siguen aumentando su riqueza exorbitantemente y otros, a razón de una progresión inversa, resultan cada vez más pobres. El eje del capitalismo mundial lo ha sido, por mucho tiempo, Estados Unidos, desde ahí se establecen las políticas económicas que rigen las economías de gran parte de los países del planeta, sin embargo, eso está cambiando.
China emerge como el gigante asiático para convertirse en la primera potencia económica del mundo y lo ha logrado con base a una economía que tiene por norma esencial, la función social de la riqueza. Otras súper potencias, como La Federación de Rusia con Vladimir Putin como su presidente, hablan sobre el fin de la unipolaridad y el comienzo de una era en donde múltiples bloques de países emergentes generen respuestas unificadas, sostenibles para su crecimiento y estabilidad, de cara a las exigencias que el momento actual demanda y sus desafíos.
No obstante que el mundo atraviesa por una nueva irrupción en todos los órdenes, el modelo hegemónico capitalista luchará por seguir teniendo vigencia y mantener el control en el mundo. De ahí, las políticas agresivas que pretende imponer Donald Trump, su irrespeto a las mínimas normas de convivencia, a los pactos suscritos con otros países, a la dignidad humana. El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos decía Antonio Gramsci y, en los actuales momentos, esos engendros del mal pueden identificarse plenamente con nombres y apellidos.
Los más audaces considerarán la idea de adaptarse y de continuar con el control de la situación, no obstante, los que han sido vasallos, los peones del sistema, a los que les toca realizar el trabajo sucio, las acciones turbias, todos aquellos que se han beneficiado con las perversiones que propicia el sistema, serán los que, con más ímpetu, se resistan visceralmente al cambio y quizás por ello sean los más peligrosos.
Los aduladores serviles, acostumbrados a realizar el trabajo sucio, a ejecutar órdenes perversas de los jerarcas, no medirán las consecuencias de sus descabelladas acciones, de lo irresponsable de sus actos, no tendrán escrúpulo en hacer lo impensable para que continúe el vigente estado de cosas.
Detener a la dialéctica de la naturaleza con sus contradicciones no es posible, de ahí que Karl Marx dijera, dentro de su crítica al capitalismo, que este lleva en sí mismo las semillas de su propia destrucción. Lo que la clase capitalista produce, por tanto, sobre todo, son sus propios sepultureros. El escenario está dispuesto para que nuevas propuestas surjan, en las que la revalorización del ser humano, la justicia social y la equidad tienen que ser los aspectos esenciales para tomarlos en cuenta. La justicia social es esencial para mantener la estabilidad social, decía Francis Fukuyama, pues de lo contrario surgen los estallidos sociales.
A pesar de ello, la irrupción de un nuevo orden siempre trae consigo tiempos de inestabilidad y de caos y es precisamente eso lo que se está viviendo actualmente en el mundo, tanto a nivel geopolítico como en el doméstico. Aunque en el caso de Guatemala merezca particular atención.
La unión Europea se niega a que surja un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania, ya que, por una parte, se niegan a perder poder en esa zona del planeta y, por otra, ya no ganar dinero como el resultado de los negocios que propicia la industria armamentista. Donald Trump con su lucha personal en contra de los migrantes y su deseo de que los grandes emporios industriales regresen a territorio estadounidense, resulta un sueño imposible.
Lo peligroso del accionar del presidente Trump es que, para lograr sus deseos, no le importa cometer cualquier tipo de acción delictiva, violar tratados internacionales, recurrir a medidas de terror. De igual forma, presidentes como el de El Salvador, Argentina, Ecuador, por mencionar algunos, con autoritarismo dictatorial imponen su criterio sin importar si con ello se violen derechos esenciales del ser humano, se pongan en peligro tratados, principios esenciales para una convivencia pacífica en el mundo.
El desconcierto y la incertidumbre que se cierne actualmente sobre la economía mundial, propiciadas por las acciones emprendidas por el presidente de Estados Unidos como la imposición de aranceles a productos internacionales, su guerra personal con la República Popular China, ha puesto en riesgo los tratados comerciales internacionales que, sin duda, derivarán una respuesta por parte de los países que se sientan afectados con tal medida.
A eso se le suma la guerra frontal en contra de los migrantes indocumentados y el irrespeto a los derechos humanos que los asiste. Siendo un claro ejemplo la expulsión de ciudadanos venezolanos de territorio estadounidense a cárceles de máxima seguridad en El Salvador, sin contar con el debido proceso, así como la violación de tratados internacionales en materia de migración.
Cabe mencionar que la expulsión de 238 personas venezolanas desde EE. UU. a El Salvador, pese a una orden judicial que lo prohibía, representa una grave violación del derecho internacional de derechos humanos. Muchas de estas personas estaban protegidas por tratados internacionales, en proceso de asilo o sin antecedentes penales, y fueron expulsadas de forma arbitraria y sin el debido proceso legal. Todas esas acciones ponen en peligro la paz en el mundo, sustentada en tratados internacionales.
El genocidio perpetrado por el ejército israelí, en contra de la población civil de Palestina, es un claro ejemplo de que de nada sirve la suscripción de tratados internacionales, el respeto a los derechos humanos, si hay países que consideran que eso es irrelevante y continúan con la idea de que en el mundo sigue imperando la ley del más fuerte.
Otro claro ejemplo es, lo que sucede en la República Democrática del Congo, en donde existe toda clase de irrespeto a las mínimas normas de convivencia, asesinatos, violaciones, que ha ocasionado un genocidio de gran magnitud. La agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR, señala que, en 2025, casi 7 millones de personas viven como desplazadas internas en las provincias de Ituri, Kivu del Norte, Kivu del Sur y Tanganyika debido a la constante inseguridad y al alarmante resurgimiento de la violencia.
Las informaciones de prensa dan cuenta que tal conflicto cuenta con la intervención indirecta de países de occidente, quienes, interesados en los minerales preciosos que tiene ese país, apoyan a los rebeldes que quieren derrocar al presidente Félix Tshisekedi quien, a su vez, le ha propuesto a Trump el acceso a sus minerales si le apoya en su guerra en contra de las milicias rebeldes del M23.
Es notoria la resistencia de los gobiernos de países que han ostentado una cuota de poder en el mundo, de lo cual se han beneficiado y que, por lo tanto, se niegan a perder su hegemonía, por lo que no escatimarían en sacrificar vidas humanas ni poner en riesgo al planeta con tal de lograr sus objetivos. Reniegan en formar parte de un mundo multipolar y conscientes de que, si cambian de piel como lo hacen las víboras, seguirán siendo lo que son, seres reptantes a los que les interesa continuar expoliando al resto de países del mundo.
Un nuevo orden mundial está por surgir, pero en ese ínterin del aniquilamiento de lo viejo que está por caducar, lo nuevo se enfrenta a los monstruos que señalaba Gramsci, a los que hay que derrotar para siempre.
 

 
                     
                       
                       
                       
                      