Un futuro sin Cacif

Mario

Mario Rodríguez A.

El día de ayer, el Movimiento Semilla dio a conocer los nombres de las personas que ocuparan los cargos en los distintos ministerios del Estado. Según sus promotores, es un gabinete histórico, porque existe una paridad en la composición del mismo.

Sin embargo, dicha integración no resulto del agrado de todos, incluyendo a buena parte de simpatizantes de Bernardo Arévalo. Lo principal es la inclusión en dicho gabinete de personas vinculadas a las cámaras patronales y ex funcionarios que han hecho gobierno anteriormente, así como por declaraciones que han dado en casos concretos de la vida política nacional.

Aprovechando la situación las redes se llenaron de burlas y decepción, al ver que uno de los sectores más golpistas de la actual coyuntura, como fue la familia Novella de Cementos Progreso, tienen una representación significativa en uno de los ministerios más importantes por donde se canaliza la inversión pública en infraestructura.

No hay que olvidar que esa familia estaba vinculada con el dictador Ubico, quién le otorgó el monopolio del cemento para construir obra pública antes de ser derrocado. Con la llegada de Arévalo papá y Árbenz en la primavera democrática, esa empresa perdió los beneficios que Ubico le había otorgado. Y de ahí viene el odio hacia Arévalo.

Los viejos fantasmas de la invasión mercenaria que financió la CIA para derrotar al gobierno de la Revolución, siguen alimentando prejuicios y odios 70 años después, ahora que Estados Unidos trató de evitar el golpe institucional que el pacto de corruptos, a través de Giammattei y Consuelo Porras llevaron a cabo.

Más allá de las criticas fundadas e infundadas contra el gabinete semillero, lo más importante será ubicar la dimensión que tendrá el gobierno social demócrata de Arévalo y su promesa para luchar contra la corrupción. Dados los escasos márgenes de maniobra que tendrá y su ya débil capacidad para gestionar los tiempos políticos con la oposición, puede resultar comprensible dicha selección.

Lo cierto es que los gobiernos anteriores no necesitaron mucho tiempo para mostrar sus verdaderos intereses. Y en poco tiempo destruyeron el país, con el único propósito de saquear las arcas públicas. Si está práctica se abandona y se revierte la cooptación, el gobierno de Arévalo habrá cumplido, pero no puede pedir paciencia, como tampoco pedir tiempo. Si para destruir el Estado se hizo en poco tiempo, para reconstruir lo destruido, se debe comenzar cuanto antes.

Lo grave de la designación de ministros fue dejar afuera del gabinete a fuerzas que impidieron el golpe y mantienen la resistencia al pacto de corruptos. En un futuro cercano esto puede significar un error gigantesco, más grande que los vínculos con el sector empresarial que ahora se crearon y que son el motivo de las críticas.

Lo cierto es que Un Futuro Sin Cacif no puede ser construido por un gobierno socialdemócrata. Debe ser edificado desde abajo y por los de abajo. Habrá que ser realista y pragmático para exigir un gobierno social, que brinde oportunidades para superar la pobreza y la exclusión, pero claro está no hay que conformarse con menos.

Para evitar la desilusión no hay que esperar cambios radicales en este gobierno. Lo que no implica ser complacientes, pues no es un cheque en blanco el que firmó la ciudadanía a favor de Arévalo en las elecciones. Es una exigencia ciudadana clara y precisa para que cumpla con lo mínimo de su programa electoral. No hay de otra.

La lucha por un futuro sin Cacif continuará, hasta alcanzar el objetivo, con o sin Semilla.

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