Tianjin y Beijing: un reacomodo en el orden mundial
Mario Rodríguez
Dos reuniones claves para comprender el rumbo del mundo multipolar tuvieron en Tianjin, en el marco de la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), seguida por la conmemoración en Beijing del fin de la guerra contra la agresión japonesa. Lo significa un momento simbólico y estratégico que revela un profundo reacomodo en la arquitectura del nuevo orden internacional que construyen las potencias del Sur Global.
Repasemos los alcances. En Tianjin, un foro de seguridad regional se mostró como un bloque geopolítico más cohesionado, con una agenda que trasciende las fronteras de Asia Central y que incorporar activamente a países como India, Irán y Bielorrusia, una clara señal de la existencia de una creciente voluntad política de articular una alternativa al modelo unipolar dominado por Estados Unidos.
Por primera vez se discutió el fortalecimiento del comercio en monedas locales, la cooperación tecnológica y los mecanismos financieros alternativos para fortalecer el comercio entre los países. Lo cual, apunta a una clara política que busca entre otras cosas, destronar el poder del dólar y generar una mayor autonomía estratégica en el ámbito económico de los países involucrados en esta iniciativa.
Al conmemorar el fin de la Segunda Guerra Mundial en Beijing, los líderes del Sur Global fueron los principales protagonistas del simbólico acto que añadió un mensaje poderoso al resto del mundo. En principio, reivindica el papel histórico de los ejércitos chinos y soviéticos en la segunda guerra mundial en contra del fascismo. Abre la puerta para reafirmar una narrativa distinta a la que occidente insiste en recurrir para minimizar los aportes que ambos países, la Unión Soviética y la República Popular China hicieron en la guerra.
En este contexto, China emerge como articuladora de un nuevo consenso multipolar, donde la soberanía nacional, la no intervención y el desarrollo conjunto son principios rectores.
Cabe la pregunta, si esto, significa un cambio en el orden internacional o solo debe interpretarse como un reacomodo del sistema multipolar que está en desarrollo. Quizás sea ambas cosas. No rompe la hegemonía política y económica que aún mantiene Estados Unidos y tampoco fractura su centralidad geopolítica. Pero permite erosionar el “orden basado en reglas” que occidente construyó para preservar sus intereses. Pone en cuestión la democracia liberal y plantea cara a la institucionalidad financiera creado en los acuerdos de Bretton Woods, surgiendo competidores para el Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, pilares del dominio estadounidense en el mundo.
Ahora el Sur Global se consolida y se amplía, al coordinar espacios con la OCS y los BRICS, cuyos esfuerzos coordinados plantean un serio desafió a una potencia en declive, reafirmando estos países sus capacidades económicas, tecnológicas y diplomáticas concretas. Lo que sucedió en Tianjin y Beijing es, en esencia, la afirmación de que el poder global ya no se concentra en un solo polo.
El mundo multipolar no es una proyección futura: ya está aquí. Y estos encuentros marcan un punto de inflexión donde los países del Sur Global no solo participan en la escena internacional, sino que comienzan a definirla.
