Territorio, memoria y saberes ancestrales para construir el presente
 
                Omar Marroquín Pacheco
En un mundo que avanza vertiginosamente hacia la globalización, la urbanización acelerada y la homogeneización cultural, se hace cada vez más urgente volver la mirada hacia los orígenes.
En esta búsqueda de sentido y pertenencia, tres conceptos fundamentales emergen con fuerza renovada: territorio, memoria y saberes ancestrales. Estos elementos no solo conforman el entramado de las identidades colectivas, sino que ofrecen caminos éticos y sostenibles para la construcción del presente.
El territorio: más que tierra
Para muchos pueblos originarios, el territorio no es una propiedad, sino un ser vivo. Es el espacio donde se desarrollan la vida, las relaciones comunitarias, la espiritualidad y los ciclos naturales.
El territorio guarda la memoria geográfica de los pueblos: sus cerros sagrados, sus ríos guardianes, sus senderos rituales. Defender el territorio es defender la vida misma, pues de él depende la soberanía alimentaria, la medicina tradicional y la continuidad cultural.
Sin embargo, la amenaza constante del extractivismo, la expansión urbana descontrolada y el cambio climático ponen en riesgo estos espacios vitales. Frente a ello, las comunidades continúan organizándose para proteger sus territorios, y con ello, sus derechos fundamentales.
La memoria: raíz de la resistencia
La memoria colectiva es un acto político y cultural. Es recordar lo que nos ha sido negado, silenciado o despojado. A través de la oralidad, los cantos, las danzas, los textiles y las lenguas, los pueblos transmiten no solo historia, sino valores, cosmovisiones y lecciones de resistencia.
Construir el presente sin memoria es construir sobre el olvido. Por eso, en contextos de despojo y violencia, la recuperación de la memoria se convierte en una forma de sanación y justicia histórica.
Las generaciones jóvenes que se reconectan con su pasado fortalecen sus identidades y reimaginan futuros con raíces profundas.
Saberes ancestrales: ciencia con corazón
Los saberes ancestrales no son simples tradiciones del pasado, sino formas sofisticadas de conocimiento que han sido desarrolladas por siglos a través de la observación, la experiencia y la conexión con la naturaleza. Desde la agricultura ecológica, la medicina natural, la arquitectura bioclimática hasta los sistemas de organización social, estos conocimientos ofrecen respuestas concretas y sostenibles a los desafíos del presente.
En tiempos de crisis ecológica y de agotamiento de los modelos de desarrollo dominantes, los saberes ancestrales se alzan como alternativas viables y necesarias. Integrarlos en los sistemas educativos, científicos y de gobernanza no es un acto de caridad, sino de inteligencia colectiva.
Construir el presente desde lo ancestral
La conjunción entre territorio, memoria y saberes ancestrales no es un romanticismo nostálgico. Es una propuesta política y ética para reconfigurar nuestras formas de habitar el mundo. Implica reconocer la deuda histórica con los pueblos originarios y afrodescendientes, y al mismo tiempo, abrir caminos para una sociedad más justa, diversa y armónica.
Hoy más que nunca, necesitamos construir un presente donde las voces ancestrales no solo
sean escuchadas, sino también respetadas y puestas en diálogo con los retos de nuestro
tiempo. Solo así podremos avanzar hacia un futuro con raíces, con dignidad y con vida.

 
                     
                       
                       
                       
                      