Subsistencia y libertad
Autor: Jairo Alarcón Rodas
Los excesos cometidos en nombre de la libertad pueden hacerla odiosa, pero no son obstáculo para que ella sea bella y necesaria.
Alexis Tocqueville
La libertad es un valor esencial para la existencia humana, pero ¿se nace libre, es una condición inalienable de la naturaleza de los seres humanos? Para los defensores del liberalismo, la libertad es un fin en sí misma, ya que consideran que todo individuo debe actuar con plena autonomía de sus actos, sin ninguna atadura que coarte, que lo limite en sus decisiones. De ahí que Ayn Rand dijera: La libertad es el requisito fundamental de la mente del hombre, pero para que ese hombre ejercite su mente, para que la ponga en práctica, debe tener satisfechas sus necesidades vitales.
Sin duda que la libertad es un valor esencial para los seres humanos; pero libertad ajena a la racionalidad y a la condición social de toda persona no tiene sentido. Es en la cohesión social donde la libertad cobra valor y, en consecuencia, su valía no es en sí misma sino en sus alcances a través del ejercicio responsable de las decisiones individuales, en el actuar humano consciente y reflexivo, lo que requiere del uso imprescindible de la racionalidad.
Consecuentemente, de igual forma que como lo expresaba Rosa Luxemburgo al decir, quien no se mueve, no siente las cadenas, en igual forma el que no ejercita su razón no es consciente de su situación, no le importa el valor de la libertad y, desde luego, no pude gozar de lo que eso representa, ya que es cautivo de su ignorancia.
Para el capitalismo, individualista, el egoísmo es parte de su naturaleza y la libertad constituye el valor supremo, lo cual tiene sentido pues para ellos es fundamental el poder hacer lo que les plazca, sin obstáculo alguno, sin la injerencia de un Estado que prescriba su accionar, ya que su idea de éxito consiste en obtener y acumular dinero. El poder hacer y dejar pasar resulta el eslogan para alcanzar su éxito. Para ellos todo ser humano debe ser libre, pero omiten que solo unos pocos efectivamente lo ejercen.
Su concepción de libertad es ajena a lo que constituye la existencia social, la importancia del otro en la consecución del bienestar. Todos tienen derecho a la libertad, decía John Rawls, pero para que sea justo el sistema solo puede permitir las desigualdades sociales si benefician a los menos favorecidos, por lo que la injusticia, entonces, es simplemente desigualdades que no benefician a todos. De ahí que no puede haber libertad en una sociedad si existe injusticia y eso es precisamente lo que abona el sistema capitalista en su defensa irresponsable de la libertad.
Refiriéndose a lo esencial que es la subsistencia, en su libro El miedo a la libertad, Fromm dice, si las condiciones económicas, sociales y políticas de las que depende todo el proceso de individuación humana no ofrecen una base para la realización de la individualidad… este rezago convierte a la libertad en una carga insoportable. Es más, es ajena a esas personas
Dictaduras, regímenes autoritarios, restringen la libertad de sus habitantes, pero ¿es justificable tal accionar si lo que pretenden es lograr satisfacer las necesidades esenciales de la población? Luchar en contra de sistemas enquistados resulta ser sumamente difícil, pues los que han gozado de privilegios pelearán con garras y dientes antes de ceder espacio alguno.
Cómo, entonces, establecer un sistema democrático y justo en sociedades en donde ha imperado el despotismo, la injusticia y las desigualdades sociales. La limitación de la libertad, solo se justifica cuando es necesaria para la libertad misma, para impedir una invasión de la libertad que sería aún peor, destaca Rawls. Es procedente entonces, decir que no se debe defender la libertad que beneficia a unos y condena a otros, como es el caso de lo que ocurre en el liberalismo económico, en el capitalismo.
En muchas sociedades, el empresario tiene la libertad de explotar al trabajador, mientras que éste no puede aspirar a un salario digno. Muchos no tienen la libertad de tener ni siquiera la posibilidad de un empleo. Dondequiera que haya una clase dominante, decía John Stuart Mill, una gran parte de la moralidad del país emana de sus intereses y de sus sentimientos de clase superior. Por lo que en desigualdad de condiciones no tiene cabida la libertad. No se puede esperar que una sociedad con clases pueda aspirar a una plena libertad para todos los miembros que la constituyen.
La libertad, por lo tanto, debe ser construida, lo cual requiere de ciertos procedimientos que se deben seguir, con anterioridad, para lograr su objetivo. Al igual que con la democracia, que puede conducir a una tiranía de las mayorías, manipuladas por la oligarquía, la libertad corre el mismo peligro, puede ser corrompida por el sector dominante. Decir que se es libre sin saber lo que eso significa, sin conocer sus alcances, sin ser responsable de lo que representa, no puede llamarse libertad, es acaso libertinaje o una caricatura de esta.
De ahí que solo un sujeto que puede satisfacer sus necesidades esenciales, que ha adquirido conciencia de su ser, que sabe que a partir del ejercicio de lo que constituye la racionalidad normativa se puede convivir sanamente en sociedad, que comprende lo que representa compartir la existencia con otras personas y que no ha sido mutilado en su valor como individuo y, a su vez, es responsable de sus acciones, logra saborear lo que es la libertad y lo que eso representa.
En consecuencia, el ejercicio pleno de la libertad requiere de un escenario en donde prevalezca la justicia y la equidad, no existiendo esas condiciones dentro de una sociedad, pierde su valor, se convierte en privilegio para unos pocos. Por lo que, mientras no se logren tales condiciones, no se luche por resguardar la dignidad humana, desterrando la cosificación que despersonaliza a mujeres y hombres, que los reduce a mercancía, dentro del sistema capitalista, ser libre continuará siendo una utopía.
La libertad ha ganado batallas. Muchos murieron en esas batallas con la convicción de que morir en la lucha contra la opresión era mejor que vivir sin libertad, sabias palabras de Erich Fromm, que muestran con claridad la importancia de forjar la justicia y establecer el bien común para la consolidación de la libertad en toda sociedad.
Siendo la libertad un término abstracto que se patentiza en sociedad, puede corromperse a partir del ejercicio del poder ilegítimo, por lo que se hace necesario devolverle su esencial valor, que se logra liberando a las persona de sus ataduras ancestrales, sobre todo aquellas que se edificaron a partir del miedo, la ignorancia y los prejuicios sociales, ya que constituyen lastre para la emancipación plena. El conocimiento libera y otorga la posibilidad del ejercicio del pensamiento crítico, enemigo del sometimiento, del yugo y el cautiverio.
Qué es la libertad, sin poder subsistir, sin la certeza de qué comer, sin la seguridad de vivir, sin la oportunidad de una vida digna, sin ser uno mismo. Paradójicamente, los que enarbolan la bandera de la libertad, los que la exigen ferozmente, los que critican la presencia del Estado y sus prescripciones, son los que más la quebrantan, son los que más explotan y esclavizan. Son los mismos que se valen de prejuicios religiosos, de mensajes persuasivos y de engaños para someter, violentar, oprimir y explotar, para continuar con sus indignos privilegios.
Las luchas de los seres humanos han sido en oposición a la explotación y la esclavitud. Tristemente, pueblos que han peleado en contra de tales flagelos han continuado siendo cautivos de otro opresor, la ignorancia y los prejuicios que ella deriva, lo que no les ha permitido su plena liberación. Libertad no es hacer lo que uno quiera, sino hacer todo aquello que esté permitido hacer en sociedad, conscientes y responsables de lo que eso representa y de lo que su ejercicio pueda ocasionar a los demás.
