Serán las producciones artísticas, fruto de la inteligencia artificial, arte.
Autor: Jairo Alarcón Rodas
Cada máquina tiene inteligencia artificial. Y cuanto más avanzada se pone una máquina, más avanzada será la inteligencia artificial. Pero una máquina no puede sentir lo que está haciendo. Solo sigue las instrucciones – nuestras instrucciones – de los seres humanos.
Abhijit Naska
Con el desarrollo de la inteligencia artificial, se abre una nueva caja de pandora, tal vez más compleja e incierta que lo sucedido con el descubrimiento de la fisión nuclear, que liberó la energía nuclear y condujo a la construcción de bombas atómicas o el descubrimiento del ADN por Watson y Crick, que condujo al desarrollo del genoma humano y los avances en genética y su manipulación, que desembocaron en la clonación. La irrupción que representa el desarrollo de la inteligencia artificial presupone escenarios alarmantes, dada la dicotomía que existe entre su desarrollo y el comportamiento humano.
De ahí que, sorprendentemente, los avances que se han logrado dentro de IA, lo que suceda a futuro en ese campo de la ciencia, adquiere características insospechadas para la humanidad sin caer en pesimismos extremos. La ciencia ficción, con su desbordante imaginación y fantasía, dentro de la industria del entretenimiento, en películas como Yo, robot, inspirada en el libro del mismo título de Isaac Asimov, Matrix, La Máquina, entre otras, presagiaban lo que sería el desarrollo de la inteligencia artificial y el posible control de las máquinas, de los robots, sobre los seres humanos.
Ante tal escenario, es pertinente reflexionar sobre lo que la IA representará para la humanidad, tanto en el campo laboral, económico, ético, estético y espiritual. De igual forma, cómo se podrá enfrentar esa nueva irrupción que, desde luego, traerá consecuencias para el comportamiento humano. Y como lo señaló Alvin Toffler, los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender. Lo que significa que, con esquemas del pasado, no se podrán interpretar los sucesos del presente ni los del futuro, lo aprendido en una época solo es un referente para lo nuevo que hay que aprender ante nuevos escenarios, pues todo cambia.
Ante la posibilidad de que con la inteligencia artificial se puedan crear robots autónomos, que piensen y actúen por sí mismos, cuál será el papel de los seres humanos, qué les corresponderá hacer en el planeta, ya que estos cuentan con múltiples desventajas ante el poder de perfección y durabilidad que puedan alcanzar las maquinas, cómo será la convivencia entre los humanos y los robots, habrá armonía o discordia.
Blake Lemoine, especialista en inteligencia artificial, quien asegura que el sistema que Google tiene para construir chatbots que ha «cobrado vida» y ha tenido con él charlas propias de una persona, alerta sobre lo que en este campo se está logrando. Crear su propio lenguaje, comunicarse entre sí, sentir, ser autónomos es lo que se presagia que ocurrirá en los próximos años y que, quizás, ya esté sucediendo.
Por aparte, Geoffrey Hinton, considerado el “padrino de la inteligencia artificial”, quien renunció a su puesto en Google, señaló en entrevista a una cadena de televisión los “peligros” de la tecnología que él mismo ayudó a desarrollar. En entrevista al New York Times Hinton se sumó a las preocupaciones sobre el potencial de la inteligencia artificial para eliminar puestos de trabajo y crear un mundo en el que muchos “ya no serán capaces de saber qué es verdad”. También señaló el asombroso ritmo de avance, mucho más allá de lo que él y otros habían previsto. Lo alarmante de eso es que no hay forma de ponerle freno o regular los avances en IA ya que a futuro ellos mismos, los robots, propician su propio desarrollo, lograrán su independencia de los humanos.
A pesar de ello, el mundo capitalista, en el que lo más importante es adquirir y acumular riqueza, y con ello se pierde la perspectiva de lo humano, aprovecha la oportunidad sin medir las consecuencias de lo que eso pueda ocasionar en el futuro. Ya que, favoreciéndose con el desarrollo de la robótica, mucho más ahora que en tiempos pasados, las máquinas pueden desarrollar con mayor precisión y eficacia la labor de un humano. La era industrial, con su desarrollo tecnificado de la producción, debilitó a la artesanía, pues la mecanización en serie, logra hacer en pocas horas, minutos, segundos, lo que un obrero haría en días, incluso semanas, meses.
La era de la cibernética y la robótica está acelerando el proceso de hacer prescindible la labor humana y, desde luego, su contratación laboral. Ya que, aparte de la precisión con la que los robots ejecutan las acciones que realizan, la reducción de tiempo en las tareas asignadas, el patrono, el dueño de los medios de producción, ya no tendrá que pagar un salario ni prestaciones económicas ni contemplar el hecho de que sus empleados requieran descansos, licencias, vacaciones o dispensas cuando se enfermen, ya que los robots no exigen eso.
La gran masa de obreros será la que producirá el cambio del modelo de producción capitalista al socialista, señalaba Karl Marx. Pero, qué sucederá si ya no hay obreros, si han sido reemplazados por maquinas, por robots. Ante tal escenario, el filósofo Adam Schaff, en su texto publicado recién la caída de la Unión Soviética, Las zonas inexploradas del socialismo contemporáneo, destaca los problemas que no fueron tomados en cuenta por el socialismo marxista, como lo es el paro estructural, el que Marx, con toda su lucidez, no contempló, lo que obligará al socialismo contemporáneo a replantear tal situación.
El paro estructural consiste en el desplazamiento paulatino de los seres humanos por las máquinas. Con relación a eso, Schaff señala: En un futuro no muy lejano, habrá grandes cantidades de personas que no tendrán trabajo porque el sistema productivo no las necesitará. Qué harán las personas para vivir, qué les queda por hacer, cuál será su campo de desarrollo.
El shock del futuro, que presagiaba Alvin Toffler para la humanidad, en los años setenta y más tarde en los noventa, en su libro escrito junto a su esposa Heidi, Las guerras del futuro, destaca el poder cibernético de las armas que se empleen, las que serán cada vez más letales, por lo sentencia, la manera en que hagamos frente a esta amenaza de violencia explosiva determinará, en buena medida, el modo en que nuestros hijos vivan o tal vez mueran. Tristemente, ahora, en el año 2025 es una amenazante realidad.
No sin razón el historiador Yuval Harare señaló: Los robots obligarán a las personas a reinventarse cada 10 años. Reinvención que está lejos de ser una realidad, por el grado de alienación y de ausentismo de la realidad que padece gran parte del mundo. Continúa Yuval, es más, todos los trabajos que sean desempeñados por humanos están amenazados o tienen alto riesgo de desaparecer porque la ciencia y la automatización los harán. Al respecto, en nota publicada por la BBC, el 18 mayo 2024, señala que, en la Unión Europea y Estados Unidos, la automatización podría hacer que se pierdan 300 millones de puestos de trabajo, qué sucederá con los desempleados del mundo.
Hay decadencia en cuanto a creatividad, ingenio e imaginación, la practicidad utilitaria ha reemplazado a la inspiración y una nueva forma de gregarismo se estila en el comportamiento humano. Lo que cada vez más los vuelve dependientes de las máquinas, de los aparatos electrónicos pues han sucumbido a sus encantos y todo por el poder protagónico que han adquirido los dispositivos tecnológicos.
El desarrollo sin precedentes en el campo de la tecnología y de la inteligencia artificial tiene una razón de ser, relacionada con las grandes corporaciones económicas e intereses lucrativos de los consorcios económicos, emporios industriales que manejan los hilos del mundo y deciden, en gran parte, el comportamiento de las personas.
La gente común, ajena a tal situación, padece los efectos de los distractores, distractores y más distractores, pues es necesario evitar que tomen conciencia de la realidad en la que viven, del momento crucial de la humanidad. Es importante para las grandes corporaciones como BlackRock, Vanguard, State Street, neutralizar cualquier movimiento desafecto o de rebelión con el sistema que ellos dominan.
Ahora, existen robots que pueden crear música, poesía, pinturas, que escriben libros, realizan expresiones artísticas, creando efectos de fruición y placer en los humanos; es más, compiten con la creatividad y el ingenio de estos, pues la diferencia está en el origen, ya que mientras en unos es artificial, producto de la colección de expresiones artísticas logradas desde hace muchos años por los humanos, almacenados en una base de datos, las otras son el resultado de la imaginación, el ingenio y la sensibilidad de los humanos.
Con tal referencia, puede decirse que son imitaciones que tienden a la perfección, es decir, cierto tipo de mimetismo. Pero, qué diferencia hay entre una obra de arte de la que no lo es, cómo es que unas lo son y otras no. Martin Heidegger, en su libro El origen de la obra de arte, expresa que el valor del arte lo constituye la capacidad de su autor, a través de una mezcla de técnica e ingenio, que logra atrapar los sentimientos que comúnmente comparte la humanidad, plasmados mágicamente en un lienzo, en un pentagrama, en una conjugación de palabras, que resultan ser fascinantes.
La obra de arte es una expresión artística humana que ostenta el carácter de originalidad, lucidez e ingenio, interpretando lo real o imaginado a través de recursos plásticos, lingüísticos o sonoros, con una finalidad estética y comunicativa. Es original pues no debería de producirse en serie, de modo que cada expresión artística debería poseer su identidad, lo que no significa que sea una representación de lo real o de lo imaginario que a su vez es el resultado de experiencias reales.
En dónde está la esencia de la obra de arte, está en el objeto o en el sujeto, es subjetiva u objetiva, desde que los seres humanos expresan a través de sus emociones lo que el arte es, para que estas se conviertan en obras de arte debe haber una relación entre el objeto y el sujeto que cause un impacto en este, sea de agrado o de pesar, que altere las fibras de las personas a partir de su percepción.
Benedetto Croce al referirse al arte decía: El arte es siempre lírica, o si se quiere, épica y dramática del sentimiento. Lo que admiramos en las genuinas obras de arte es la perfecta forma fantástica que asume un estado espiritual, a lo que llamamos vida, unidad, logro, plenitud de la obra de arte. El arte constituye la forma de expresar y generar emociones en los seres humanos que nutren y vitalizan su conciencia.
Llegarán los robots a plasmar el caudal de emociones, el cúmulo de sentimientos y de experiencias vivenciadas, con las que la imaginación, el ingenio y la creatividad humana plasman a través de diferentes medios, expresiones artísticas. Lograr que los robots posean sentimientos haría posible que las maquinas puedan crear arte, no simplemente reproducir imitativamente las expresiones de artistas.
Sin embargo, cabría preguntar ¿Cómo se forjan los sentimientos? Sentir equivale a recorrer por la vida, no solo es almacenar datos, información, sino reaccionar ante experiencias vividas en donde la curiosidad y el asombro ostentan un papel relevante. Pero el sentimiento sin conciencia en los seres humanos no tiene sentido, es el ser conscientes de ello lo que hace la diferencia. Pero, ¿llegarán a ser conscientes los robots?
En opinión de Roger Penrose, los robots no lograrán poseer sentimientos ni conciencia dada la no-localidad de esta, ya que, al no serlo, es no-computable, dado que la conciencia, según él, es el fenómeno mediante el cual se da a conocer la existencia misma del universo. En tal sentido, trasciende los límites de la corporeidad individual humana.
A pesar de ello, ya es parte del consumo humano las reproducciones artísticas producto de la inteligencia artificial, sin embargo, lejos están de ser obras de arte pues, como diría Heidegger, en la obra no se pretende reproducir cada uno de los existentes que existan en un momento dado, sino seguramente la esencia universal de las cosas y eso, no lo pueden lograr las máquinas y robots.
Tomar conciencia de su circunstancia, de lo que está sucediendo dentro del campo de la tecnología, de la política, de la naturaleza, de lo que representan uno mismo dentro de la realidad, sentir y reaccionar autónomamente, es lo que hace la diferencia, entre los seres humanos y el avance acelerado de la inteligencia artificial a través de los robots.
