Piratería de ideas y desmemoria intelectual en Guatemala
Marco Fonseca
La publicación del artículo “Cesarismo progre, la revolución pasiva” de Cristians Castillo en el último número de la Revista Análisis de la Realidad Nacional (Edición 269, marzo-abril de 2025) confirma un fenómeno recurrente en el ámbito académico y político guatemalteco: la piratería de ideas y la desmemoria intelectual como estrategias de posicionamiento.
Castillo argumenta:
La restauración conservadora era la vuelta al modelo de gobierno de los años ochenta y noventa, en los que los intereses del sector empresarial dominaban la agenda pública. Pero la desmedida ambición del caudillo y la camarilla de avorazados e improvisados funcionarios públicos que se aprovecharon de los recursos de pandemia, condujo a que el sector tradicional de poder tomara distancia de un proyecto político que pretendía enquistarse en la administración pública. Los últimos aceptaron la llegada de un actor progresista, pero, en una cancha acotada y con múltiples camisas de fuerza, condiciones propiciatorias para que se instalara la restauración progresista. El cierre de una coyuntura puede derivar en una resolución revolucionaria o una restauración del viejo régimen con algunos énfasis. Esta última es la apuesta en el país luego de 2015 y a una década de los hechos, aunque no se logra definir el contenido del nuevo pacto político, la realidad sociopolítica del país demuestra que no hay condiciones para modificar substancialmente el régimen ni romper con los añejos privilegios.
Castillo emplea un lenguaje gramsciano, usa categorías como cesarismo progresivo, revolución pasiva, transformismo y restauración progresista, y se apoya en pensadores como Modonesi. Sin embargo, lo que omite, deliberadamente, a juzgar por la evidencia, es la genealogía de estos conceptos en el análisis específico de la política guatemalteca. No menciona las publicaciones previas en la misma Revista Análisis de la Realidad Nacional ni los análisis de El Observador, espacios donde estos términos fueron introducidos, discutidos y desarrollados con rigurosidad desde hace casi una década.
La omisión no es casual. El propio Castillo se autocita como referencia inaugural del concepto en 2020 (“La restauración conservadora en tiempos de pandemia”), pero al revisar ese texto, no hay una sola referencia a los trabajos anteriores que ya habían desarrollado el concepto de restauración conservadora y la aplicación de la teoría gramsciana a Guatemala. Se trata de un borrado sistemático del trabajo previo de otros autores.
La lista de publicaciones que desmonta esta apropiación es extensa y contundente:
• Desde 2016, artículos en la Revista Análisis de la Realidad Nacional abordaron la crisis de hegemonía, la restauración conservadora y el papel del Estado ampliado en Guatemala.
• En 2018, El Observador publicó análisis sobre hegemonía, ruptura y refundación, estableciendo una línea teórica gramsciana para interpretar la coyuntura nacional.
• En 2019 y 2020, el concepto de restauración total y nueva normalidad post-COVID-19 fueron desarrollados en profundidad, explorando los límites del neoliberalismo y las estrategias de recomposición del bloque dominante.
Estos trabajos no son meros antecedentes; constituyen el andamiaje teórico que Castillo ahora presenta como novedad sin reconocer sus fuentes reales.
La piratería de ideas en Guatemala no es solo un problema ético, sino un síntoma de una academia frágil, donde la memoria intelectual es manipulada o destruida a conveniencia. El borrado de referencias es una forma de violencia epistémica, una estrategia para monopolizar el discurso y relegar a quienes han hecho el trabajo de campo e investigación teórica.
La piratería de ideas no es un fenómeno nuevo, pero en Guatemala se ha convertido en una práctica habitual y apenas cuestionada, lo que refleja tanto la debilidad de la cultura académica como la falta de integridad intelectual en muchos espacios de producción de conocimiento. Se trata de un problema profundo, estructural, que abarca desde la manipulación de referencias hasta la apropiación silenciosa del trabajo ajeno bajo una aparente originalidad.
Uno de los mecanismos más comunes de piratería de ideas es citar a un autor para ocultar el trabajo de otro, una estrategia diseñada para desviar la atención de las fuentes originales y dar la impresión de que se está construyendo un análisis propio. Es una táctica vieja, a veces sutil, otras veces tosca y descarada, que se utiliza para eludir la acusación directa de plagio sin dejar de apropiarse de conceptos y marcos teóricos desarrollados por otros.
Cuando se quiere encubrir el robo intelectual, se toma prestado el lenguaje y las categorías fundamentales de otro investigador, pero en lugar de reconocer la fuente legítima, se inserta en el texto la referencia de un autor más distante o de renombre internacional. De este modo, se genera la apariencia de rigor académico mientras se borran las huellas de la verdadera genealogía del pensamiento. Este mecanismo permite que ciertas figuras se presenten como innovadores cuando, en realidad, están reciclando el trabajo de otros sin el más mínimo reconocimiento.
Si bien la piratería de ideas no es exactamente lo mismo que el plagio, ambos son igualmente condenables. El plagio es una falta claramente definida: la copia textual sin atribución o la reproducción de ideas ajenas sin dar crédito. La piratería de ideas, en cambio, es más insidiosa, pues se apropia de marcos conceptuales, términos, metodologías y análisis sin citarlos o dándoles un giro superficial para hacerlos pasar por propios.
En los espacios académicos, se tiende a denunciar el plagio cuando es evidente y fácil de probar, pero la piratería de ideas suele pasar desapercibida o ser minimizada, especialmente en Guatemala, donde la investigación en ciencias sociales y humanidades carece de los mecanismos de vigilancia y denuncia necesarios para frenar estas prácticas.
Las revistas académicas y las universidades que publican investigación tienen la responsabilidad de garantizar la autenticidad de los trabajos y su adherencia a los estándares de integridad y ética académica. Sin embargo, en el caso de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), la realidad es desoladora. La máxima dirigencia de la universidad se sostiene sobre la base del fraude y la corrupción, lo que hace que esperar transparencia y rigor académico sea prácticamente una ilusión.
No obstante, esto no significa que no se deba hacer el esfuerzo de señalar estas prácticas y exigir cambios. Si las instituciones académicas no cumplen su función de filtrar la producción intelectual con criterios de calidad y honestidad, el resultado es un ecosistema de investigación frágil, donde el robo de ideas se normaliza y el trabajo legítimo queda enterrado bajo el oportunismo intelectual.
Lo que nos anima a denunciar estos casos no es el deseo de protagonismo académico o intelectual, sino el reconocimiento del esfuerzo y del trabajo acumulado durante años en la construcción de ideas y análisis originales. Detrás de cada concepto, de cada categoría analítica que se introduce en el debate, hay un proceso de investigación, reflexión y escritura que merece ser respetado.
La piratería intelectual en Guatemala es tan común que casi nunca se cuestiona. Quienes la practican confían en que pasará desapercibida, en que nadie hará el esfuerzo de señalar sus omisiones y manipulaciones. Pero esto no puede seguir siendo normalizado. Desafiar la piratería de ideas es parte de la lucha más amplia por la dignidad del pensamiento y la producción intelectual en un país donde el conocimiento ha sido históricamente manipulado, censurado o instrumentalizado.
No se trata solo de una cuestión personal, sino de una batalla contra la desmemoria y la impunidad académica. Porque cuando el pensamiento crítico es despojado de sus verdaderos autores, se pierde no solo la honestidad intelectual, sino también la posibilidad de construir un conocimiento sólido y transformador.
Lamentablemente, no es la primera vez que se señala a varios supuestos académicos/as en Guatemala de estas prácticas. Hasta ahora, había margen para la duda. Hoy, la evidencia lo deja claro. La pregunta ya no es si hay piratería de ideas, sino hasta cuándo se va a seguir tolerando.
tomado del blog https://marcofonseca.substack.com
