No querer existir más en el mundo

JAIRO3

Autor: Jairo Alarcón Rodas

No estoy peleando contra unas células cancerígenas, sino contra unos demonios que, de alguna manera, ha creado mi mente. Pero no puedo ganarles porque, si lo hago, también soy yo quien sale derrotada.

Aurelia Brouwers.

Tener la oportunidad de vivir, de ser y de existir abre un torrente de posibilidades que, sin el hecho de haber nacido, no serían. En este planeta, La Tierra, la vida busca reafirmarse dentro del vasto universo y así como miles mueren, desaparecen, se extinguen, otros seres se multiplican, reafirmando el poder de la vida.

A pesar de ello, en el universo, miles de millones de galaxias, de estrellas, de sistemas planetarios, la vida, al menos como la que se conoce, no es posible, no abunda, no está presente; en otros sistemas es muy probable, pero su presencia continúa siendo una interrogante para la ciencia.

Por qué habiendo tanto planeta en el cosmos, la vida es escasa.  En la Tierra sí la hay, con toda una variedad de especies, millones de estas y existe una que ha evolucionado, ha desarrollado su intelecto y es consciente de su presencia en el planeta, que puede hablar sobre las estrellas, sobre nebulosas, que se inquieta por los agujeros negros, que describe racionalmente el cosmos e intenta hacerlo con él mismo.

Poseer vida es la oportunidad de dejar huella, de contribuir a un mundo mejor, de crear vínculos sociales y fortalecer la armonía; vivir es aprender de la naturaleza, asombrarse, tener expectativas, conocer y también tener alegrías y gozos. Existir es no sucumbir con las derrotas, es sacar provecho de ellas. Gozar pletóricos momentos con honestidad.

Pese a ello, hay algunos que vienen al mundo a destruir, a causarles daño a los demás, son seres perversos que no tienen escrúpulos en manifestar su maldad. Sin embargo, para estos también existe la remota posibilidad de redimirse, convirtiéndose en lo que no han sido. Si la vida es oportunidad, ¿qué es el no ser, el ya no ser?

No ser, para los seres humanos, es perderse la oportunidad de tomar conciencia de las cosas y, no solo eso, de dejar huella. El estar vivo permite respirar, observar, meditar, reflexionar, sentir, disfrutar. Sin embargo, también vivir puede causar dolor, aflicción, angustia, sufrimiento, hastío.

Poder evadir o disminuir los estados negativos y potencializar los que brindan gozo, agrado, plenitud, debería ser la actitud de los que desean vivir la vida. Pero no depende simplemente de la propia voluntad, hay resistencias a las que hay que enfrentar y saber eludir. En un mundo en donde prevalecen las desigualdades y las oportunidades no están para todos, disfrutar la vida se ve cuesta arriba.  

Recordando un verso del poema Los nueve Monstruos, de César Vallejo, magistralmente describe la condición humana cuando dice: Pues resulta del dolor, hay algunos que nacen, otros crecen, otros mueren y otros que no nacen ni mueren (son los más). No obstante, hay algunos que naciendo desean profundamente la muerte.

El ADN que se hereda de padres a hijos, en combinación con aspectos ambientales y circunstanciales, en lo que se ha denominado herencia multifactorial, en algunas personas contiene elementos que predisponen a enfermedades, tanto físicas como mentales, lo que representa para los congéneres, un obstáculo para el disfrute de una existencia plena y, como resultado de eso, una mayor inclinación a tener una vida fallida, tortuosa y el deseo de morir.

Consecuentemente, ello aumenta el desencanto por la vida, acrecienta la inadaptabilidad en el mundo, ya que se hace muy difícil hacerlo. Así, el horizonte al que se enfrentan no les despierta ningún interés, socializar les representa una angustia, continuar existiendo un profundo dolor. Entonces ¿para qué seguir viviendo?

A los ojos de los que ven la existencia como una oportunidad invalorable, que solo es posible con la vida, les resulta extraño que la vida para algunos, la vida les represente un martirio. Se nace con una predisposición natural heredada, sin embargo, hay otro componente que lo constituye el aprendizaje o la asimilación. De ahí que el medio y lo que se aprenda dentro de este puede fortalecer o inhibir determinados patrones heredados, es por eso lo importante de la educación y los valores aprendidos.

Así, en sociedades en donde el valor humano es insignificante, en las que tiene más valor el tener que el ser y la existencia humana tiene un precio, las flaquezas heredadas se agudiza y, con estas, las enfermedades, los trastornos mentales aumentan. Como resultado, las personas se deprimen, no le encuentran sentido a la vida, ven a los demás como sus enemigos, ajenos a su condición de ser. Ante esos hechos, la angustia y el sufrimiento convierte sus vidas en martirio y morir constituye la solución.

Se comprende entonces por qué cada vez hay más personas en el mundo que quieren poner fin al martirio que representa para ellos su existencia y ven en la muerte la liberación a todos sus males. Es por lo que exigen que se les respete el derecho que tiene a una muerte digna, el derecho a la eutanasia.

Solo pocos países en el mundo tienen en vigencia el derecho a la eutanasia, a una muerte asistida, cuando el deseo de vivir de una persona se ha terminado. Lo más común en esos casos es que por causa de enfermedades terminales el paciente solicite poner fin a su vida, no obstante, se ha incrementado tal petición en personas que mentalmente ya no se sienten a gusto en el mundo, viven en estados permanentes de depresión, angustia, aflicción.

En Países Bajos son conocidos los casos de Aurelia Brouwers y de Noa Pothoven de 29 y 17 años respectivamente, ambas con severos trastornos de depresión y enfermedades psiquiátricas, las cuales les causaban terribles y angustiantes sufrimientos existenciales, por lo que solicitaron al Estado ya no seguir viviendo, que se les permitiera morir, recordemos que, en ese país, la eutanasia está permitida desde el año 2002.

Tengo 29 años, señaló Aurelia Brouwers, y he elegido someterme voluntariamente a la eutanasia. Lo he elegido porque tengo muchos problemas de salud mental. Sufro de forma insoportable y no tengo esperanza. Cada aliento que tomo es tortura, se puede oír en una grabación que realizó pocos días antes de morir. Noa Pothoven indicó, por fin voy a ser liberada de mi sufrimiento porque es insoportable. No me intentéis convencer de que esto no es bueno. Es una decisión bien considerada y definitiva. El deseo de vivir, si alguna vez lo tuvieron, se desvaneció.

Más recientemente, también en Los Países Bajos, le concedieron la eutanasia a Zoraya Ter Beek, una joven de 29 años que padecía depresión y sufrimiento mental. Así, el 22 de mayo del presente año, se llevó a cabo el suicidio asistido de una joven con múltiples trastornos psiquiátricos. Concluyeron que su mejora era imposible y que sufría un dolor insoportable.

Qué es lo que les sucede a esas personas que no encuentran otra solución, sino la muerte, para sus males. ¿Existe la posibilidad de que la sociedad, a través del Estado, les puede brindar un mejor auxilio? O, están destinadas a irse del mundo, aborreciendo su existencia. Las expectativas por vivir han cambiado con el desarrollo del capitalismo y la cosificación de las personas, el valor de lo humano ha quedado en segundo plano.

Tener conciencia de lo que representa la vida, del infinito valor que tiene y lo que significa para un ser humano estar vivo puede ser un aliciente para luchar por vivir. Pero para aquellos que no cuentan con las herramientas para contrarrestar las adversidades existenciales, los que tiene una vida atormentada, de miedos y angustias, seguir viviendo significa continuar sufriendo.

No sentirse bien en el mundo, para los jóvenes, resulta ser un hecho alarmante que coloca de nuevo la ineptitud de los Estados en resolver los problemas que cada vez más aquejan a los seres humanos y obligan a algunos a tomar fatales decisiones, como las drogas, el licor e incluso el suicidio.

La mente humana es poderosa, pero, así como puede crear cosas maravillosas, constructivas, en beneficio de la vida, del bienestar, también puede destruir, hacer de la existencia humana un tormento, incluso de la propia. Algo falla en las conexiones neuronales que crean fantasmas y demonios que martirizan la existencia de las personas, impidiendo que vean lo maravilloso de la vida y ante eso, poco ha podido hacer la ciencia, los estados, las sociedades.

Reconstruir el tejido social, reflexionar sobre aspectos propiamente humanos, sus inquietudes, deseos y aspiraciones, trabajar en valores de vida y no de muerte, en aspectos solidarios y no egoístas, honestos y no mezquinos, en altruistas y no codiciosos, debe ser el camino. Lo que solo será posible en un sistema en donde impere la justicia y la equidad y los seres humanos reconozcan su verdadero valor.

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