Migraciones históricas hacia Xelajú

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Omar Marroquín Pacheco

Entre 1773 y 1825, el contexto en Guatemala estuvo marcado por el fuerte impacto del terremoto de Santa Marta en 1773, que destruyó gran parte de la ciudad colonial de Santiago de Guatemala (hoy Antigua Guatemala), causando numerosas muertes inmediatas y posteriores por hambre y enfermedades.

Este desastre sísmico llevó a una disminución temporal en la producción económica de la capital colonial y precipitó su traslado a la Nueva Guatemala de la Asunción (actual Ciudad de Guatemala).

Este debilitamiento económico y estructural fue aprovechado por la región de Quetzaltenango, que desde mediados del siglo XVIII comenzó a intensificar su producción agrícola y manufacturera, especialmente de trigo y telas, transformándose en un centro económico clave en la región occidental.

La migración hacia Quetzaltenango incluyó a criollos, terratenientes, comerciantes españoles y de otras nacionalidades, aunque esta migración no está ampliamente cuantificada por la escasez de estudios económicos de la época.[3][4]

Quetzaltenango además de crecer económicamente, comenzó a consolidarse como un centro cultural importante, con un tejido urbano tradicional que ha perdurado hasta la época moderna, reflejando la mezcla de culturas indígenas y europeas que habitan la región.

La emergencia económica y la capacidad productiva de Quetzaltenango permitieron que se constituyera como un polo de desarrollo regional.

Este desarrollo no sólo fue económico, sino que también tuvo un impacto en aspectos culturales y sociales, reflejando una mezcla de culturas indígenas y europeas.

La migración inducida por el terremoto facilitó el desplazamiento de la élite económica y social hacia Quetzaltenango, permitiendo que esta región se fortaleciera económicamente y se desarrollara como un polo regional de desarrollo en la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX.

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