Lo terrible y angustiante de las guerras
 
                Autor: Jairo Alarcón Rodas
La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan.
Erich Hartman
La tierra constituye el único planeta dentro de las galaxias y sistemas planetarios, de los que se tiene conocimiento en el universo, que posee vida y no solo eso, a partir de largos procesos evolutivos desarrollados dentro de esta, cuenta con un ser vivo capaz de describir lo que es y relatar lo que observa. Un ser consciente diseminado por distintos lugares del globo terráqueo, con ancestros comunes y esencialmente partícipes de una misma raza, la humana.
Aspectos como el color de piel, tamaño, rasgos específicos de su configuración exterior, constituyen lo accidental de la especie, mas no su esencialidad. De tal modo que, siendo una misma especie, la humana, ostentan variedad de características físicas, modos de comportamiento, costumbres, que no establecen sustancial diferencia en lo que son. Sin embargo, lo sensiblemente aprehensible es lo que ha prevalecido desde tiempos remotos, tomando, en este caso, sustancial importancia lo superficial de la especie. En consecuencia, determinados grupos étnicos se atribuyeron la potestad de ser superiores a partir de su condición somática, de su configuración física.
Así, la piel blanca resulta ser el color que distingue a un ser superior sobre la de aquellos que la tienen más oscura y, para los conquistadores europeos, ese fue el pretexto para imponer su yugo en las tierras conquistadas tras el despojo de sus riquezas. El racismo, así planteado, tiene por fin disminuir al adversario, someterlo y ponerlo al servicio de los que se creen superiores.
Hay que tener presente que, según Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano, el término raza, ha sido utilizado históricamente para establecer una jerarquía social y para esclavizar a los seres humanos. Las diferencias físicas que ostentan los humanos en las distintas regiones del planeta no determinan ni son motivo para clasificarlos dentro de una tipología somática que marque una sustancial diferencia en lo que son. De ahí que se estime que lo procedente y adecuado es que los seres humanos se agrupen por etnias.
El término raza, por lo tanto, es un constructo de sectores interesados para jerarquizar a los grupos étnicos, a modo de establecer una diferencia que determine quiénes son los superiores y los inferiores, con el fin de evidenciar el porqué de su subordinación. Así, un grupo étnico se sintió superior a otros y con el derecho de conquistarlos. Establecer que lo accidental marca la diferencia, pues existiendo distintas razas y no ser de la misma especie determinó que matar a otro ser humano de color diferente, con otras costumbres, al ser extraño y considerarlo un enemigo estaba justificado.
La especie humana se ha sumido en virulentos encuentros con la muerte, en la mayoría de los casos, quizás, por intereses particulares, nacionalismos y rencores, en donde el dilema de matar o morir se hace presente y, con ello, ríos de sangre que estigmatizan su recorrido por la historia. Matar a un semejante ha significado muy poco, pues resulta mucho más valioso si con ello se logra un beneficio, una posesión, un bien. De ahí que resulta ser más importante la riqueza, que las vidas de los seres humanos.
Por lo que vencer a otros, quebrantar su resistencia, significó no solo apropiarse de sus territorios sino, también, obtener mano de obra gratuita a través de la esclavitud, surge con ello el expansionismo, la conquista, la colonización y las guerras como medio para lograrlo. Aniquilar, avasallar, destruir, matar son sinónimos de guerra y, en ese estado, no se comprende que se destruyen vidas de seres humanos con similares inquietudes, intereses, que hay más parecido que diferencias a pesar de formar parte de otros pueblos.
Cuando se defienden intereses de otros o hay que defenderse de las pretensiones expansionistas de estos, esos detalles desaparecen y simplemente prevalece las diferencias accidentales, lo que no se ve como lo propio, pues es más fácil eliminar a un extraño. Y así, muchos de los que van a la guerra no saben por qué tienen que ir a pelear, otros, en cambio, exaltados por nacionalismos infundados, se aprestan a servir a la patria, matando.
La guerra es el resultado de un conflicto que no se pudo resolver por vías pacífica, sin embargo, los motivos que propician la guerra eran diferentes en épocas primitivas que posteriormente a esta, el antropólogo, Harry Holbert Turney-High señala que en el pasado, la guerra no tiene objetivos prácticos o racionales, como las causas políticas y económicas, en cambio la guerra primitiva se produce por motivos personales, psicológicos y sociales, y que la aventura, el deporte o el aburrimiento pueden ser causas válidas para que se produzca. Para Gilles Lipovetsky, con el surgimiento del Estado, la guerra cambia radicalmente de función ya que de instrumento de equilibrio o de conservadurismo social que era en el orden primitivo, se convierte en un medio de conquista, de expansión o de captura.
Actualmente, como lo indicó en su momento Carl von Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios. Los políticos se convierten en los que deciden cuándo iniciar o ponerle fin a la guerra, si ser actores directos de los conflictos, sin derramar, en muchos casos, una gota de su sangre. No obstante, en la guerra, los combatientes pretenden eliminar al adversario, matar por encargo de los burócratas del poder, sin saber por qué lo hacen, lo que desdice mucho de su naturaleza.
Sea cual fuera las motivaciones de la guerra y su sofisticación a través del tiempo, en estas se mata, se mutila, hay enfermos mentales, psicóticos, destrucción. Cuan alejada ha estado la paz en la especie humana debido a la irracionalidad e intereses mezquinos que no permiten converger en la paz para lograr propósitos comunes. Cientos de millones de personas han muerto en el mundo a consecuencia de la guerra, dejando terribles secuelas e imborrables recuerdos en la mente de los que fueron partícipes y pueden contar lo ocurrido.
En la guerra, se mata a desconocidos, a personas con las que no se tiene la más mínima desavenencia y todo como resultado de que, circunstancialmente, dos bandos combaten y con soldados obedientes al servicio de gobiernos que responden a intereses, muchas veces ajenos a la de los de los países en pugna que encarnizadamente luchan. No se llega a comprender que, en la guerra, se enfrentan personas que proceden de historias similares, comunes, con necesidades y apetencias parecidas, que por decisión de políticos deben matar y morir para preservar o lograr los intereses de estos.
Los conflictos entre humanos muestran lo que son capaces de hacer cuando consideran, ilusoria o efectivamente, que se ven amenazadas sus pertenencias, al extremo de degradarse a una condición bestial, sabiamente Nietzsche dijo: Quien lucha con monstruos debe cuidar de no convertirse en un monstruo en el proceso. Y si miras mucho tiempo a un abismo, el abismo también te mira a ti. Es el poder de decisión, que otorga la libertad de criterio, conculcado en muchos, lo que hace la diferencia.
Pero hay guerras justas, aquellas que surgen en defensa de la vida, cuando se pretende quebrantar la dignidad de un pueblo, cuando tiranos quieran esclavizar e imponer un régimen de injusticia, de ahí que Tomás de Aquino dijera, es justa la conducta de quien para defender su vida ejecuta un acto de defensa proporcional a la agresión sufrida. Pese a ello, la paz debería ser el estado natural del ser que presume de racional, pero en la práctica se aleja de ello.
 

 
                     
                       
                       
                       
                       
                       
                       
                      