La urgente necesidad de una educación transformadora

JAIRO3

Autor: Jairo Alarcón Rodas.

Lo que importa, sobre todo mientras se es joven, no es cultivar la memoria sino despertar el espíritu crítico y el análisis; pues solo así se puede llegar a comprender el significado real de un hecho en vez de racionalizarlo

Jiddu Krishnamurti

La falta de oportunidades para el desarrollo de los jóvenes constituye una de las principales razones de las sociedades en crisis. Pero, por qué ocurre eso en países como Guatemala, en donde la mayor parte de su población pertenece a ese grupo etario, qué interés se cierne en ello. Muchos niños y jóvenes de este país no tienen la oportunidad de recibir educación, mucho menos que sea de calidad, las condiciones sociales que los afecta, se los impiden. Por otra parte, a los Estados con tales características no les importa ni les interesa, alcanzar la cobertura en educación para que las nuevas generaciones tengan una oportunidad en su desarrollo integral.

Alcanzar su bienestar, mejores condiciones de vida, es a lo que aspira todo ser humano, lo cual no depende solo de su voluntad, también está implícito el contexto en donde se desenvuelva, la oposición o ventajas que le planteen los otros. De nada sirve ser emprendedores, tener iniciativa o interés, como sarcásticamente lo plantean los defensores del sistema capitalista, pues la resistencia a la que se enfrentan los guatemaltecos les impide lograr tales propósitos.

El problema, dentro del sistema capitalista, entre otros es sustancialmente humano, pues un modelo social en donde lo más importante sea generar riqueza, las personas resultan ser irrelevantes, por lo que el valor de estas está determinado no por lo que son, sino por su utilidad y por la cantidad de dinero que poseen. De ahí que la posibilidad de una educación transformadora, que le otorgue la capacidad de desarrollar el pensamiento crítico, resulta ser contraproducente a los fines de ese tipo de sociedades y, consecuentemente, se convierta en tabú.

En Guatemala, las oportunidades para que los jóvenes accedan a la educación resulta ser improbable ya que, por una parte, a la oligarquía tradicional solo le interesa aumentar su riqueza y privilegios y a los gobiernos de turno, a su servicio, promover la corrupción y la ignorancia. Así, según el representante de UNICEF, Guatemala, cerca de 2 millones de niñas, niños y adolescentes en edad escolar están fuera del sistema educativo. Y es que las oportunidades de acceso y permanencia en el sistema educativo no se hayan al alcance de la mayoría de la población guatemalteca, por lo que es explicable que 2 millones de alumnos desertaron de sus estudios en el año 2022.

Qué representaría brindar la oportunidad de una educación transformadora, una educación crítica, significaría la generación de sujetos activos, cuestionadores, lo cual incomodaría a aquellos que ven a los seres humanos, a los trabajadores, como un medio y no un fin dentro de los procesos de producción de la sociedad.

La educación transformadora se basa en criterios epistemológicos, que resultan del proceso gradual de aprehensión, por parte de los seres humanos, de la realidad. No se trata de construir realidades artificiales, en donde los sujetos se conviertan en parte de su engranaje, sino la develación de preceptos reflexivos, tanto de la realidad física como la social, en la conciencia del sujeto, en la que necesariamente cada persona se vea involucrada.

Aprender a pensar comienza con la decisión de atreverse hacerlo, lo cual se logra plenamente si se consigue solventar las necesidades esenciales de las personas, dado que el estómago antecede en atención al pensamiento. De modo que ¿cómo exigir y tener interés en esclarecer qué es la realidad, si existen problemas existenciales que requieren su solución? La exigencia del pensamiento crítico es muy difícil que germine en campos áridos de justicia y de equidad. Sin embargo, es necesario comenzar impulsando tales procesos para reivindicar esos derechos.

La construcción del pensamiento liberador solo es posible si se arrancan las cadenas de aquellos prisioneros sometidos en antros de ignorancia, que no les permite ver más allá de lo aparente y los mantiene entretenidos. Vicios impuestos a través de una educación domesticadora o por medio de criterios mágico-religiosos que resultan ser respuestas convincentes a las inquietudes de mentes perezosas que el sistema ha adormecido con todo un caudal ideológico.

Despertar de ese letargo constituye un reto que se debe asumir a partir del empleo de un modelo educativo que renueve las inquietudes de aquellos que se encuentran en medio de una realidad fetichizada, pero que pueden salir de esta a través de un método educativo que active las potencialidades humanas y confíe en poder hacerlo.

Es claro que tal despertar solo podrá ser una realidad, como lo dijera Paulo Freire, por medio de una educación como práctica de la libertad, que consiste en descolonizar al ser del opresor a quien se le ha naturalizado como herencia de una sociedad cerrada, anclada en dispositivos autoritarios y antidemocráticos. Poner en práctica la argumentación por medio de experiencias vivas que desvelen lo real y verdadero, oculto en atavismos confeccionados en la mentira y el engaño.

Educación para la emancipación, diría Theodor Adorno, que resulta ser, en cierto modo, lo mismo que concienciación, racionalidad. Pero la racionalidad es siempre y esencialmente, examen de la realidad y esta entraña regularmente un movimiento de adaptación. Emancipar, por lo tanto, no solo es darle autonomía al pensamiento, sino lograr la posibilidad de la adaptación consciente y crítica como un sujeto activo.

Al caracterizar a la educación, Bogdan Suchodolski, como preparación para la superación constante de la alienación sitúa a esta como un proceso activo que ve a los estudiantes ante una amenaza constante de caer en el engranaje de ideologías impuestas por un orden establecido que no necesariamente corresponden a la realidad. Existir en una seudo realidad amerita una descolonización del pensamiento, desmontar estructuras impuestas que no permiten su autonomía.

Habrá algunos que preferirán el engaño a darse cuenta de la dolorosa realidad en la que viven, quizás sean los más, por causa de su acomodamiento y del temor a lo nuevo, pero habrá otros que, despertando de tal sumisión cognitiva, se conviertan en multiplicadores de tales preceptos. De ahí que fortalecer el pensamiento crítico, que consiste en un proceso mental que permite razonar y evaluar la evidencia disponible, respecto de un problema que se quiere resolver resulta ser una oportunidad para la transformación de las personas y de la sociedad.

Los seres humanos se hacen a sí mismos, es eso lo que hace compleja su naturaleza y lo que determinó, en su momento, la separación y diferenciación con el resto de los animales con los que comparte el planeta; el ser cautivado por modelos de sociedad que responden a intereses sectarios, que haciendo uso de los recursos ideológicos y autoritarios, implanta una educación adormecedora que los sumerge en lo aparente. Es la adaptación y control de lo nuevo lo que le da dinámica a la educación y lo que desempeña su labor de liberación.

De ahí, continúa señalando Adorno, si ignorase el objetivo de la adaptación y no preparase a las personas para orientarse cabalmente en el mundo, la educación sería impotente e ideológica. Orientarse cabalmente en el mundo lleva implícito una lectura profunda sobre las cosas y, desde luego, a partir de su objetividad, lo cual remite al pensamiento crítico y no al ideológico, a la investigación y no al adormecimiento.

Henri Giroux, en su libro Pedagogía y política de la esperanza, menciona la explicación por parte de algunos críticos neomarxistas de cómo se vinculan las políticas de la sociedad dominante con el carácter político del encuentro social en el aula. Bajo esta óptica, el punto de mira pasa de una preocupación exclusiva por la forma en que docentes y alumnos construyen el conocimiento a las maneras en que el orden social se legitima y reproduce mediante la producción y distribución de «formas aceptables» de conocimiento y procesos sociales en el aula. No se trata simplemente de que se construya conocimiento entre alumnos y docentes, sino que lo hagan de conformidad con un criterio liberador, al margen de cualquier ideología y doctrina alienante.

La educación para la transformación y el cambio social constituye un deber para aquellos que en su labor educadora son conscientes de la crisis en la que está sumido el mundo, cada vez más sumido en las mentiras y en el engaño, cada vez más deshumanizado, ajeno a los males que se padecen, indiferente ante los problemas que suscita el irracionalismo capitalista. Y en nuestro país, representa un deber para los que deseamos un futuro más promisorio, justo y democrático.

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