La unidad de la izquierda

JAIRO3

Autor: Jairo Alarcón Rodas

La derecha defiende los intereses de los privilegiados, en tanto la izquierda se preocupa por los desamparados.

Mario Bunge

Guatemala ha sido gobernada, desde hace mucho tiempo, por dictaduras de derecha y partidos políticos con igual sustento teórico que, al servicio de la oligarquía imperante, han socavado la posibilidad de establecer un Estado de Derecho. Basta revisar la historia para cerciorarse de las graves condiciones socioeconómicas que esa serie de gobiernos ha legado, en donde la miseria, para muchos, ha sido el denominador común.

Pero por qué señalar a la derecha intransigente de la catástrofe y crisis en la que se encuentra el país, cabe mencionar que los partidos de derecha y, consecuentemente, lo gobiernos sustentados bajo esos lineamientos no en forma teórica sino en la práctica, son aquellos que manifiestan el criterio conservador. En lo referente al ejercicio del poder, la derecha es el segmento del espectro político que afirma que determinados órdenes sociales y jerarquías son inevitables o deseables, apoyándose por lo general sobre la naturaleza humana, el derecho natural, la economía o la tradición. Así consideran necesaria la estratificación social, los privilegios y, con ello, un orden jerarquizante en donde conviven personas de primera, segunda y tercera categoría.

En Guatemala, han gobernado partidos que dicen ser de derecha, del centro y de izquierda progresista, social democracia, etc., pero, en realidad, su desempeño en el ejercicio del poder ha sido plegado a los intereses del sector económico imperante, han sido gobiernos de derecha. Como buenos demagogos, se venden con planteamientos populistas, proyectos sociales, pues una sociedad con carencias, históricamente habida de satisfacer necesidades esenciales, que adolece de ignorancia política, ese tipo de discursos cautivan.

Hay que distinguir los discursos políticos de las acciones políticas ya que hay una gran diferencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y a pesar de que las acciones quedan grabadas en la historia a partir de las obras que se realizan, que a su vez reflejan el desarrollo o el atraso de los pueblos, se sigue creyendo en discursos, en promesas vacías, fácilmente se cae en el engaño.

La derecha ha impuesto sus propios valores a las sociedades ideológicamente influenciables, imponiendo criterios como la democracia liberal, la única que puede serlo, según ellos. En donde la categoría abstracta de libertad adquiere un valor superlativo, incluso más importante que los satisfactores esenciales para la vida. De qué sirve esa presunta libertad que exalta el capitalismo, si no se tienen satisfechas las necesidades fundamentales para ejercerla con responsabilidad.

En Guatemala, una gran parte de sus habitantes no tienen claro lo que significa ser de izquierda o de derecha, no les interesa y dentro de esa ignorancia, asocian a la izquierda con el terrorismo, con las acciones violentas y a la derecha con valores conservadores, tradicionales, en donde se contempla el respeto a la religión, a la patria y a la familia. El trabajo ideológico del sistema ha propiciado que se satanice a la izquierda y se exalte a la derecha.

Ese desconocimiento ha determinado que defiendan causas que no le corresponden, los sectores que, dentro de sociedades marcadamente estratificadas, deberían identificarse con criterios progresistas, así se logra que los pobres se identifiquen con valores que pertenecen a la derecha y no a la izquierda. Uno de los errores de la izquierda ha sido que no ha sabido evidenciar lo que son las convicciones de la izquierda y difundirlas adecuadamente.

Con relación a las luchas que ahora asume la izquierda, Daniel Bernabé señala: El proyecto del neoliberalismo destruyó la acción colectiva y fomentó el individualismo de una clase media que ha colonizado culturalmente a toda la sociedad. De esta manera hemos retrocedido a un tiempo premoderno donde las personas compiten en un mercado de especificidades para sentirse, más que realizadas, representadas. Tal atomismo social no permite que se unifiquen criterios sino, por el contrario, que cada grupo reivindique consignas sectarias sin visualizar que la serie de problemas sociales tienen sus raíces en la pobreza, en las desigualdades económicas, falta de oportunidades y la ignorancia.

Por aparte, la izquierda como en todo proceso dialéctico, requiere renovarse, lo cual no significa que aniquile sus preceptos esenciales, sino que se adapte al nuevo orden establecido y encare la nueva problemática existente de forma clara y convincente. Pero no ha sido así y la izquierda se ha anquilosado y, revistiéndose del más burdo populismo, cada vez más se parece a la derecha demagógica.

Se les olvida que en la unidad está la fortaleza y al no propiciarla solo evidencian, por una parte, que desconfían de los demás grupos que se dicen de izquierda o que persiguen intereses particulares, convirtiéndose de esa forma en grupos sectarios y que, con ese proceder, únicamente favorecen a la derecha y, con ello, al deplorable sistema en el que se encuentra el país.

Decir ser de izquierda no significa serlo por antonomasia, pues cuando no existe honestidad en las personas, entre lo que se dice y lo que se hace hay mucha diferencia, no hay correspondencia y resulta ser demagogia. Las palabras, al igual que el fenómeno, no necesariamente muestran lo que es o lo esencial de las cosas y las personas, pueden también ocultarlo. En el caso de lo que se dice, se puede prometer algo y hacer lo contrario. De ahí que muchos se autodenominen ser democráticos, justos, honestos, pero en el ejercicio del poder evidencian lo que son, corruptos, autoritarios, despóticos, perversos.

Así, la izquierda en Guatemala no se renueva, no se actualiza, no se unifica ni cuestiona seriamente los planteamientos de la derecha, es más, cae en el juego de esta al no centrar su atención en los problemas medulares de este país y en la búsqueda conjunta de su solución. La base económica debe ser el problema central por resolver, es decir las desigualdades económicas, pues a partir de ahí se pueden poner en marcha proyectos de educación inclusiva y transformadora, de salud, de vivienda y de seguridad.

Mientras la izquierda no se plantee críticamente el papel que le corresponde en los nuevos escenarios políticos, mientras no busque la convergencia y unidad con agrupaciones sociales, progresistas, con sensibilidad social, su papel en la búsqueda de un cambio efectivo en la sociedad, que propicie la justicia y la equidad, será irrelevante, poco fructífero, seguirá beneficiando a la derecha.

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