La Nueva Frontera Comercial entre México y China en Disputa por Aranceles
Por Mario Rodríguez
Hace unas semanas, el Senado mexicano ha aprobado una reforma histórica que modificará más de 1.400 fracciones arancelarias, estableciendo impuestos del 5% al 50% sobre una amplia gama de productos importados de países sin tratados comerciales con México. La medida, que entrará en vigor el 1 de enero de 2026, afectará principalmente a China, India y Corea del Sur, y abarca sectores clave como textiles, vehículos, autopartes, electrónicos y calzado. Esta es una estrategia que busca fortalecer la industria nacional, reducir la dependencia asiática y generar ingresos estimados en miles de millones de dólares anuales, según las autoridades mexicanas.
Pero el principal afectado por esta medida reaccionó de manera inmediata. El gobierno chino respondió con firmeza, calificando las medidas como «unilaterales» y «proteccionistas». El portavoz del Ministerio de Comercio de China dijo que su país “se opone sistemáticamente a los aumentos arancelarios unilaterales en cualquier forma», añadiendo que la medida «perjudicaría sustancialmente los intereses de los socios comerciales pertinentes, incluida China». Por tanto, no solo ha solicitado la reversión de los aranceles, sino que ha iniciado una investigación formal sobre barreras comerciales e inversión contra México.
La presidenta Claudia Sheinbaum insiste que los aranceles no están dirigidos contra China, esta medida, dijo, se aplican a todos los países sin acuerdos comerciales con México. La medida forma parte de un plan más amplio para impulsar la productividad y la sustitución de importaciones, aunque se realizaron ajustes tras diálogos con sectores empresariales para mitigar impactos económicos. «El objetivo es fortalecer la industria nacional y no cerrar mercados», sostuvo Sheinbaum, manteniendo la disposición al diálogo con todos los socios comerciales.
La decisión mexicana ocurre en un momento estratégico, coincidiendo con la próxima revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) programada para 2026. Analistas sugieren que los aranceles podrían alinearse con demandas estadounidenses para reducir el flujo de productos asiáticos hacia Norteamérica. Paradójicamente, México parece haber resultado beneficiado de los aranceles impuestos por la administración Trump, según The Wall Street Journal. Las exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos aumentaron casi 9% entre enero y noviembre de 2025, y la tasa arancelaria efectiva para México (4.7%) resulta considerablemente menor que la aplicada a China (37.1%).
El diálogo entre la presidenta Sheinbaum y la administración Trump, junto con los esfuerzos mexicanos en seguridad fronteriza, han contribuido a mantener estabilidad en las relaciones comerciales trilaterales. Según el representante comercial estadounidense, México capturó el 25% de la reducción del déficit comercial de Estados Unidos con China.
En la actualidad, México superó a China como principal proveedor de bienes extranjeros a Estados Unidos, con un intercambio comercial que podría alcanzar los 900 mil millones de dólares al cierre de 2025. Esta reconfiguración de las cadenas de suministro regionales responde tanto a factores geopolíticos como económicos. Expertos advierten sobre posibles aumentos en precios al consumidor y complicaciones en las cadenas de suministro, aunque las autoridades mexicanas confían en que la medida fomentará la competitividad interna.
China por su parte enfatiza su compromiso con el desarrollo de relaciones económicas y comerciales con México, pero advierte que «ningún acuerdo debe producirse a costa de afectar el desarrollo del comercio mundial o perjudicar los intereses legítimos de China».
La disputa arancelaria entre México y China marca un momento significativo en la reconfiguración del comercio global. México busca reposicionarse estratégicamente ante la revisión del TMEC y fortalecer su industria, mientras China defiende sus intereses comerciales en la región. El resultado de este enfrentamiento no solo afectará las relaciones bilaterales, sino que podría establecer nuevos parámetros para el comercio en América del Norte y las cadenas de suministro globales en los próximos años. La capacidad de ambos países para gestionar estas diferencias mediante diálogo constructivo determinará el impacto final en la economía regional y global.
