La generación perdida
Autor: Jairo Alarcón Rodas
Un hombre desprovisto de esperanza y consciente de ser así ha dejado de pertenecer al futuro.
Albert Camus
Cada generación representa algo distinto para una sociedad, unas inciden más que otras, determinando con ello el rumbo que siguen. Así, desde la generación perdida, la generación grandiosa, la silenciosa, la de los Boomers’, generación X, generación Z, ‘millennials’ y ‘centennials se destacan determinadas formas de comportamiento e incidencia dentro del contexto en el que viven.
Tales clasificaciones generacionales hacen referencia a individuos que han vivido en el mismo periodo de tiempo, han sido moldeados por los mismos acontecimientos y –como resultado– son portadores de valores comunes y han desarrollado un enfoque similar del presente y de las perspectivas de futuro. Son precisamente las perspectivas del mundo, su futuro, lo que está en peligro si no se logra imponer los correctivos necesarios que, sin duda, comienza con un cambio de actitud. A pesar de ello, valdría la pena reflexionar si tal clasificación tiene validez para todas las sociedades en el mundo. Sin embargo, el ser humano no solo es él, lo es necesariamente unido a su circunstancia.
En consecuencia, las actitudes que motivan un accionar específico en las personas están determinadas, hasta cierto punto, por las circunstancias que las afectan, es decir, por lo que aprenden y valoran, lo que les imprime una determinada forma de ser. Así, factores como las condiciones materiales de vida, el desarrollo tecnológico, incluso las guerras, moldean su comportamiento. De ahí que, pese a eso, una parte de lo que es le compete a cada individuo forjar, lo que otorga cierta autonomía, la otra la establece su cultura y el medio en el que se encuentra y en el que se desenvuelve.
Las condiciones materiales de vida, decía Marx, determinan la forma de pensar de los pueblos, aseveración que hay que comprenderla en su justa dimensión y contexto, ya que el escenario que se le presenta a las nuevas generaciones y de las que están influenciadas, está caracterizado por el desarrollo de aspectos tecnológicos y político-ideológicos que inciden en su comportamiento.
Así ha sido y ahora que el mundo vive la Cuarta Revolución Industrial, en el que los sistemas de fabricación virtual y físicos cooperan entre sí de una manera flexible a nivel global, en el que la inteligencia artificial, la robótica y los ciberespacios virtuales están presentes, nuevas formas de comportamiento emergen y responden a las nuevas condiciones.
De modo que la actual generación ha nacido en circunstancias en donde la tecnología, principalmente en el desarrollo de las comunicaciones, la robótica y la inteligencia artificial, está haciendo presa de ellos. Ante eso, Alvin Toffler decía: El analfabeta del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer o escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender, es decir incorporarse a las exigencias que reclama la historia, a su circunstancia, pensar de acuerdo a los nuevos requerimientos que demanda el momento.
Decía Friedrich Nietzsche: La serpiente que no puede mudar su piel, muere. También las mentes a las que se les impide cambiar sus opiniones; dejan de serlo. El reto para cualquier generación es, qué rumbo seguir, si ser artífices del cambio o ser una pieza más del engranaje del sistema.
Empero, que un joven se aparte de su teléfono actualmente es un hecho insólito, la dependencia que se tiene sobre los llamados teléfonos inteligentes es tan grande que ya se utiliza la palabra nomofobia, para referirse a aquellas personas que tienen pavor de quedarse sin su teléfono celular. El desarrollo de tales tecnologías, en sociedades consumistas, en las que comprar y vender un aparato de la última generación constituye estar a la moda y al mismo tiempo prestigio, es una forma de dependencia tecnológica y deshumanización.
Y así, cada vez es menos el contacto cara a cara, las relaciones humanas se establecen bajo el régimen y dominio de la tecnología. Y en el caso de los teléfonos inteligentes, se cree que en un pequeño aparato está resuelta la vida y es por eso la obsesión por no perderlo. ¿Podrá llamarse a eso alienación? Constituirse en sujetos críticos que priorizan el uso de la tecnología y precisan que su uso sea en el momento y lugar adecuado, debería ser el proceder de aquellos que no solo se adaptan a los cambios, sino toman el control del momento histórico.
El campo tecnológico se ha desarrollado aceleradamente, quizás desproporcionalmente con relación al comportamiento de la humanidad y en vez de que las personas asuman el control y dominio sobre las maquinas, está sucediendo todo lo contrario, son estas las que paulatinamente controlan el accionar de los individuos. Es claro que todo desarrollo que se dé en una sociedad, en este caso, el de la tecnología, no es malo, lo que sin duda sí lo es, es su uso inapropiado, el impacto negativo que tenga.
La tercera ola es la sociedad de la información, indicaba Toffler y agrega que, desde fines de la década de 1950, la mayoría de los países se han alejado del estilo de sociedad de «segunda ola» tendiendo hacia sociedades «tercera ola». Con ello se plantea el desface que hay entre el desarrollo de las máquinas y la respuesta humana.
En el mundo, y concretamente en Guatemala, se espera que las nuevas generaciones puedan iniciar el cambio de la crisis que se está viviendo, tomar el control de la sociedad para el beneficio del país, del planeta y, desde luego, de la propia humanidad. Recordemos que en eso consiste las nuevas leyes a las que se acogen los seres humanos, a través de su desarrollo evolutivo, que ya no consiste en evolucionar genéticamente sino en hacerlo por medio de su comportamiento social.
Con su inteligencia, puede dirigir lo que será su historia, reparar en sus errores, no volverlos a cometer, puede, al igual, prever, buscar soluciones a los problemas a los que se enfrenta, considerar al otro como parte de su bienestar, entender que, por el momento, solo en este planeta puede existir.
Sin embargo, si no se atienden los problemas que están cosificando a la humanidad, que los reduce a piezas del engranaje del sistema, de la circunstancia en la que se encuentran, del momento en el que viven, la humanidad no tendrá esperanza. Lo que no es algo nuevo, ya que en momentos de agudas crisis, se espera que la nueva generación provoque el cambio y el actual momento no es la excepción.
Se esperan momentos críticos de inimaginables consecuencias para el mundo. Las continuas guerras, la pobreza, las migraciones, las pandemias, los nacionalismos extremos, la inseguridad son temas recurrentes que presagian del mundo, un escenario de cataclismos sin precedentes. Y así, los seres humanos se encuentran entre el dilema de continuar hacia su destrucción o cambiar el rumbo de sus vidas. Y como diría Miguel de Unamuno: A menos que un hombre aspire a lo imposible, la posibilidad que logre no valdrá la pena.
